sábado, 25 de junio de 2011

1968 (V)


Luego de ver, en una rápida pasada, cómo va el negocio del blues rock en su año triunfal, hay que ir preparándose para el advenimiento de una época que va a cambiar la manera en la que se ha entendido la música popular hasta ahora. Una época en la que se fragmentará el mercado en dos grandes grupos: los aficionados al rock (en sus variantes blues, hard, heavy, etc) y los aficionados a la música "compleja", por decirlo así. Esto no implica que sean excluyentes, es decir, que un aficionado a Led Zeppelin no pueda disfrutar con un disco de King Crimson, pongamos por caso; pero si hay dos sectores perfectamente delimitados es porque el grueso de sus compras en la tienda se orienta con predilección hacia una de las dos ofertas.

Y aunque el rock progresivo será coronado el año que viene, algunos de sus ejecutantes ya se están haciendo un nombre. Como era de esperar, los primeros discos con esa etiqueta son una evolución de la psicodelia, ya que ese género fue el primero en romper con las estructuras tradicionales; añadamos a eso las influencias de la música clásica o el jazz y ya tenemos algo de que hablar este año: concretamente, de Nice por el frente clásico y de Soft Machine por el jazz-rock vanguardista.

The Nice: si han oído algún disco de estos señores y repasan la definición de rock progresivo que hacía don Antonio de Miguel -incluida en el post II relativo a este año-, les parecerá que esa definición fue hecha pensando en ellos. Y no me extrañaría, porque son un fiel reflejo de esas características: individualismo, virtuosismo y fusión con la música sinfónica -más el toque jazzístico y psicodélico- es lo que nos ofrece Keith Emerson y sus amigos. La banda fue un invento de Andrew Loog Oldham (una figura del calibre de Brian Epstein: fue el primer manager de los Stones y el segundo de los Small Faces, entre otros), que los había estado utilizando como teloneros de P.P. Arnold -otra figura de su catálogo Immediate-, pero pronto el señor Emerson se hizo dueño de su destino. Con una gran formación musical clásica y un dominio absoluto sobre los teclados, se hizo también un astro de la representación teatral de la música que elaboraban, él y sus amigos. Hay una frase suya que lo define muy bien: "cuando estás en el escenario tienes que ir a más, y mi clímax total llega a través de la violencia". Pues eso. The Nice son los padres del rock sinfónico, aunque con el tiempo esa etiqueta se haya diluido en el denominador común "progresivo". Y su primer disco ya apareció a finales del año 67: "The thoughts of Emerlist Davjack", donde hay desde piezas puramente psicodélicas hasta interpretaciones de clásicos como "America", donde se fusiona la pieza de Bernstein usada en "West Side Story" con fragmentos de la "Sinfonía del Nuevo Mundo" de Dvorak (y esta mezcla resultó ser su éxito más perdurable). La carrera de Keith Emerson simbolizará lo mejor y lo peor de este género, con el paso de tiempo: el virtuosismo y el ego desmedido.

Soft Machine: algo está pasando en Canterbury. Una docena de músicos, universitarios y hippies se reúnen esporádicamente bajo el nombre de Wilde Flowers (un homenaje a su querido Oscar Wilde), y graban de vez en cuando algunas piececillas en un magnetófono de cuatro pistas. Esa reunión no es estable, pero pronto dará que hablar: bajo la etiqueta "Sonido de Canterbury", personajes como Kevin Ayers, Robert Wyatt, Brian Hopper, Dave Sinclair y otros darán a luz una de las corrientes musicales más elegantes, innovadoras y creativas de la Isla. El primer grupo organizado que sale de esas reuniones es Soft Machine: consiguieron publicar un single en 1967 que pasó sin pena ni gloria, pero donde ya se veía una saludable tendencia a deconstruir todo lo que cayese en sus manos; en este caso, el pop mezclado con el r'n'b y algunos rasgos lunáticos de Kevin Ayers, su líder por entonces. Cuando aparece su primer LP, han girado hacia la psicodelia aderezada con tonos jazzísticos enloquecidos, lo que desde luego no les va a dar mucho dinero; pero tras la marcha de Ayers para seguir su luminosa carrera en solitario, Soft Machine serán el máximo representante británico del jazz-rock vanguardista. Y los demás muchachos que componen esa extraña hermandad radicada en Canterbury no se van a quedar quietos, así que pronto habrá que seguir hablando de las novedades que vayan surgiendo en esa zona.

Pero mientras tanto, Sam y yo bajamos a ver qué tipo de novedades nos acechan en el bar. Ninguna será buena, seguro.


domingo, 12 de junio de 2011

1968 (IV)


Ya que hay dos frentes mayoritarios en las tiendas, vamos a ser ordenaditos y respetemos esa distinción. Hoy toca blues-rock: este es el año de su apogeo, como 1967 fue el de la psicodelia; pero al igual que ella, esta nueva fiebre tampoco estará mucho tiempo de moda. Como dije cuando tocó hablar del British Blues Boom, para la mentalidad británica de la época, febril, continuamente cambiante, la cosa no podrá durar mucho si no se mezcla con otras influencias: el blues, en sí mismo, es reiterativo, y eso va contra la naturaleza de los músicos de la Isla (este año el número de bandas dedicadas al blues rock sobrepasa el centenar, y ni la mitad siquiera sobrevivirán más allá de un primer disco). Pronto veremos dos tipos de grupos: los puristas, fieles a las escuelas tradicionales del blues eléctrico americano, y los evolutivos. Pero de momento, lo más brillante entre las bandas que empiezan es:

Fleetwood Mac: aún hoy siguen siendo considerados como la mejor, la más clásica banda de blues-rock en la historia del Reino Unido, y no sin razón. Los Mac se presentan en el verano del 67 con dos guitarristas que poseen un dominio total de las escalas slide y un profundo conocimiento del blues tradicional: Peter Green, antiguo sustituto de Clapton en los Bluesbreakers de Mayall, y Jeremy Spencer, fanático estudioso de todos los trucos del viejo Elmore James; pero también de la banda de Mayall proceden John McVie (bajo) y Mick Fleetwood (batería).
El resultado es apabullante: su primer LP, publicado este año con el título de "(Peter Green's) Fleetwood Mac", contiene una mezcla de versiones y temas propios en la que es imposible descubrir, sin mirar los créditos, cuáles son originales y cuáles copias. Las enciclopedias definen la música del grupo como "blues de Chicago", y hasta cierto punto estoy de acuerdo; pero muy pronto se verá que, como toda gran banda, tienen su propio estilo, inimitable. Su época más brillante llegará un año después, cuando Green se queda asombrado con la destreza de un guitarrista de 17 años llamado Danny Kirwan, que milita en un pequeño trío londinense, y lo ficha de inmediato. Pero ya iremos viendo.

Ten Years After: hubo una época en la que se dijo que su guitarrista, Alvin Lee, era el más rápido del mundo (en fuerte competencia con Rory Gallagher), pero eso ya no importa a nadie. Lo que cuenta es que el señor Lee, aficionado no solamente al boogie-blues sino también al jazz y por supuesto al rock and roll, supo rodearse de tres grandes profesionales (Rick Lee, batería; Leo Lyons, bajo; Chick Churchill, teclista) que compartían con él esa mezcla de gustos. Y, al igual que en el caso de los Mac, el primer disco de los TYA es un homenaje al blues tradicional pero con la impronta británica de la electricidad y, en este caso, un órgano envolvente que le da un toque único al grupo. Ese primer disco ("TYA"), publicado a finales del año 67, es seguido poco después por "Undead", un directo en el que viene contenida "I'm goin' home", que se hará popular hasta la náusea gracias a su arrasadora actuación en Woodstock el año próximo y que definitivamente meterá al grupo en la sección de los grandes.

Free: otra manera eminentemente británica de entender el blues; menos purista, más rockera, pero con el mismo sentimiento desgarrado. Sus fundadores (Paul Kossoff, guitarra; Simon Kirk, batería) habían sido la médula espinal de los Black Cat Bones, un grupo de blues rock con poca brillantez pero en el que ya están implícitas las líneas maestras que configuran a Free: una fiera pasión entristecida, un blues rasposo, crudo. Junto a Andy Fraser, un bajista sobrenatural pero irrespetuoso -expulsado de la banda de Mayall por eso- y Paul Rodgers, un cantante de r'n'b agitanado, publican "Tons of sobs" este año: no será un éxito comercial ni mucho menos, pero sus actuaciones en vivo ya electrizan. Seguiremos informando.


Jethro Tull: una pandilla de tíos raros, de frikis. Al parecer, el liderazgo está compartido entre Ian Anderson, un amante del blues, el folk y lo que caiga, y Mick Abrahams, blues y solo eso. Se consagran en Agosto, en el festival de Sunbury, aunque ya se hablaba de ellos desde finales de Junio, tras tocar en Hyde Park como teloneros de Pink Floyd. Con un préstamo de 1000 libras consiguen autoproducirse su primer LP, titulado "This was", una mezcla extraña de blues tradicional, versiones eléctricas de clásicos como "Cat's Squirrel" y cosas así. No pasan del puesto 60 en las listas. Ya veremos (y, a pesar de que los Tull son mi banda preferida, mi banda sagrada desde siempre… ¿a que no se ha notado, eh? Imparcial que es uno).

Como siempre, quedan muchos otros discos a su disposición en las tiendas (Chicken Shack, Savoy Brown, Groundhogs y otros muchos nuevos apóstoles del blues rock), pero yo siempre elijo cuatro: de lo contrario, no acabaríamos nunca. Ya tengo que ir pensando en los progresivos, y aún no sé por dónde empezar: vamos, Sam, que hay que abrir.



jueves, 2 de junio de 2011

1968 (III)


Cuando se habla de discos nuevos, en este año o cualquier otro y dejando aparte el género en el que militen, siempre hay que comenzar por los grupos que ya tienen pedigrí: es una cuestión de respeto, simplemente. Los grupos consolidados y más creativos este año son, según mi humilde entender:

Los Beatles, que publican el doble LP blanco. Ya hemos hablado del porqué de ese "no título" y de su portada "inexistente", así que vamos al grano: para muchos aficionados -entre los que me encuentro- esta es su mejor obra, entre otras cosas porque la variedad de tonos que abarca es muy amplia. Son capaces de escalar todos los rangos posibles dentro del rock: desde la ruidosa fiereza pre-punk de "Helter skelter" hasta la dulzura pianística de "Martha my dear" pasando por standards magníficos como "Back in the USSR". Sin olvidar, claro está, las pijaditas comerciales como "Ob-la-di, ob-la-da", que muchos detestamos pero que, nos gusten o no, forman parte de su universo para bien o para mal. Y que probablemente todos hemos tarareado alguna vez, pasados de copas en alguna fiesta.

Sus rivales directos, los Stones, también aciertan este año: su "Beggars banquet" es lo más sólido que han publicado hasta este momento en formato LP. Desde sus comienzos es evidente que los planteamientos de este grupo están más cerca del estilo -y del mercado- americano que del británico, y aunque carecen de la imaginación de Beatles y otras bandas de la Isla suplen esa carencia con un dominio absoluto de los registros clásicos del rock'n'roll y el rhythm'n'blues, lo cual les convierte en una banda más para directo que para el estudio. De todos modos este es el primero de una serie de cuatro discos magníficos, y solo con "Sympathy for the devil" ya sería suficiente para comprarlo. Luego la cosa ya va a gustos, pero de nuevo se lucen abriendo la cara B con "Street fighting man". El resto es una buena colección de blues y rock pantanoso tan del agrado de sus seguidores.

Tras la revelación que supuso "Mr. Fantasy" en 1967, Traffic son ya uno de los grandes grupos de referencia en la Isla. Y este año se publica su nuevo disco, titulado simplemente "Traffic". La tensión entre Winwood y Mason es creciente: ha habido ya un amago de abandono por parte de este último, que reclama mayor protagonismo, y vuelve al grupo bajo la garantía de un reparto escrupuloso de las piezas. Así, lo que tenemos es: cuatro canciones a nombre exclusivo de Mason, entre las cuales se halla la clásica "Feeling alright", que será objeto de versión por cientos de artistas a partir de ahora; cinco canciones a nombre de Winwood, Capaldi y ocasionalmente Wood (solo con "Pearly queen", también versionada frecuentemente, ya sería suficiente para aceptar el resto) y la preciosidad que abre la cara B -"Vagabond virgin"- escrita a medias entre Mason y Capaldi (no "Mason y Wood", como figura erróneamente en el CD) . El disco es fabuloso, pero se nota la diferencia de criterios entre el estilo hippie-folk de Mason y la natural querencia de Winwood hacia el r'n'b. El futuro de la banda pinta mal.

Hay más discos grandes de gente consagrada en 1968: el "Village Green..." de Kinks, es realmente interesante aunque me gustan más sus singles; el segundo de Pink Floyd está hecho casi con retales tras la marcha de Barrett; el primero de Family es una de las grandes maravillas del año y se encuentra en el apartado psicodélico... Pero se me ha hecho tarde: me bajo al bar, que hay que abrir. En cuanto pueda comenzaremos con las revelaciones de este año, que son muchas y muy variadas. Cuídense.