martes, 21 de agosto de 2012

Hey Joe


Eh, Joe… ¿a dónde vas con esa pistola en la mano?


Cualquier aficionado al rock de garaje en Estados Unidos sabe que "Hey Joe", una canción que salta a la fama a finales del 65, es una pieza señera en el abecé de esa época junto a "Louie, Louie" y algunas otras. Pero si las demás apenas han salido de ese círculo esta ha llegado a todas partes, ya que su origen está en el folk. Y el folk tiene una gran ventaja a la hora de hacer versiones: su base es una línea cantada que puede modificarse a gusto del consumidor, y el resto está por hacer. En cambio el corazón de las demás suele ser su estructura rítmica, una escala que si se modifica las diluye. Dicho de otro modo: en “Hey Joe” tarareamos la línea melódica, en “Louie, Louie” lo primero que nos viene a la boca son esas diez notas inolvidables que abren la pieza.

Como buena canción folk, cumple al menos con dos de las características frecuentes del canon: una letra tumultuosa, incorrecta políticamente, y unos orígenes discutidos. La historia de Joe, que va a matar a su mujer porque la ha visto tonteando con otro, sería impensable en una canción actual; y muchos de sus intérpretes, ya en aquella época, modificaron algunas estrofas para hacerla más presentable. En cuanto a su origen, conocemos la esencia del asunto: Billy Roberts, un cantante folk residente en Nueva York, la registra en 1962. Él mismo reconoce haberse inspirado en la melodía de tres o cuatro canciones que fueron relativamente populares en los años 50, e incluso hay musicólogos que van más atrás y sugieren haber oído “algo parecido” en el antiguo repertorio hillbilly, pero no dan nombres ni datos. El caso es que Roberts escribe la letra y la ensambla con una línea melódica que a estas alturas ya se puede considerar como suya. Poco después se establece en Los Angeles, va cantando su repertorio por algunos bares y aquí viene la segunda parte del culebrón: entre el público se encuentra Chet Powers, que suele presentarse bajo el alias “Dino Valenti”, otro cantante y compositor del ramo que ya ha escrito algunas piezas de éxito y que incluso formará parte de la Quicksilver, una de esas bandas mágicas que comienzan a surgir en la soleada California. Bueno, pues resulta que el tal Powers/Valenti es un poco rata y, creyendo que Roberts (un pobre cantante de tercera fila, sin grabaciones hasta la fecha) no ha registrado esa canción, o que no es de nadie, se la birla y la registra a su nombre. Como ven, el fulano este tiene un morro que se lo pisa.

Pero sin saberlo, le está haciendo un favor a Roberts. Porque “Valenti” es amigo de muchas estrellas de la ciudad; entre ellas David Crosby, de los pujantes Byrds, que se enamora de esa canción y no para hasta que el grupo la incluye en su repertorio para las actuaciones –cantándola él, claro. Son por tanto los Byrds quienes hacen la transición de “Hey Joe” del sonido acústico al eléctrico, aunque de momento no han pensado en grabarla: de eso se encargarán unos admiradores suyos llamados Leaves, que han obtenido poco antes un pequeño éxito con su primer single y eligen esta pieza para el siguiente, tras haberla oido de sus ídolos. Consiguen así pasar a la Historia en Noviembre del 65 como los primeros en publicar esta canción, que se convierte en un hit a lo largo y ancho de todo el país; y aunque ya nunca conseguirán superar ese momento de gloria (dos LPs flojitos y a casa), tienen más motivos para presumir que los Kingsmen con “Louie, Louie”: esos no fueron los primeros en nada.



Y claro, Roberts se entera de que alguien anda atribuyéndose la autoría de esa pieza, lo cual le obliga a reclamarla legalmente. Mientras tanto, comienza el año 66 y se suceden las versiones: tras la de los Leaves llega la de los Surfaris (o sea, un grupo surf), que no aporta nada nuevo pero precede al aluvión de bandas de garaje que se ponen a copiarla. Porque en general son simples copias; y como era de esperar los Byrds tienen que dejar claro que fueron ellos quienes convirtieron “Hey Joe” en una pieza de folk rock, incluyéndola en esa caja de sorpresas llamada “Fifth dimension”, su tercer disco grande y donde aún figura Powers como autor.


También era de esperar que Roberts ganaría el litigio: a partir de ahora ya no veremos el apellido Powers o Valenti en los sellos de los discos (o “traditional”, como apareció en otros). Pero la vida sigue, y otro folkie llamado Tim Rose publica a mediados de ese año una versión que rescata su espíritu original; esa versión impresiona a un guitarrista de Seattle que, tras oir a Dylan, lleva una época muy aficionado a ese estilo: se trata de Jimi Hendrix, que la interpreta en el Café Wha? de Manhattan apoyado en su destreza inverosímil con la guitarra. Y hace caer de rodillas a un selecto turista británico que pasaba por allí, un turista llamado Chas Chandler, bajista de los Animals, que tiene la idea de abandonar a su grupo y meterse a manager… y que comprende de inmediato que los dioses le han hecho un guiño: Chas convence a Jimi, lo mete en un avión a la Isla y el resto es Historia.

Esa versión de Jimi ayudará indirectamente a Rose a introducirse tras él en el mercado de la brumosa Britannia, donde ambos serán más famosos que en su propio país. Por otra parte, entre la idea de uno y la potente versión del otro la pieza vuelve a quedar abierta, disponible para cualquier intérprete. Y ahora les toca a los isleños echarle el diente a Joe, desde los mods como Creation hasta los por entonces progresivos Deep Purple. Mientras, al otro lado del Atlántico también algunas personalidades del soul caen en su embrujo, como el gran Wilson Pickett: aunque cuando pensamos en este género los primeros nombres que se nos vienen a la cabeza sean Otis Redding o Sam Cooke, la voz incendiaria de Pickett no tiene nada que envidiarles, y para mí la suya es de las mejores versiones que se han hecho nunca. Aquí lo tenemos, cerrando los gloriosos años 60 con Duane Allman a la guitarra:


Y ya estamos en la nueva década. Da la impresión de que Joe va entrando apaciblemente en el selecto club de las viejas glorias, pero en 1974 hay dos notables versiones que lo vuelven a poner de actualidad. A principios de ese año se publica “That’s what I am here for”, el tercer LP oficial de Roy Buchanan, el mago de la Fender Telecaster. A quien, en cierto modo, le pasa algo parecido a Pickett: pocos aficionados lo siguieron en vida y menos aún lo recuerdan tras su muerte, mientras que entre los profesionales se le llegó a llamar “El mejor guitarrista desconocido de la Historia”. Bien, pues en ese disco viene incluida su versión de “Hey Joe”. Juzguen ustedes mismos.


Por esas fechas se presenta en sociedad una nueva cantante-poetisa llamada Patti Smith; quien, aunque nacida en Chicago, se ha hecho un nombre en los ambientes alternativos de Nueva York. Su mente, febril, es un batiburrillo de tendencias que la llevan desde su incipiente militancia en el budismo hasta su admiración por Rimbaud. Y el folk, mezclado con el sonido pre-punk que se respira por entonces en la ciudad, es otra de sus inquietudes. Poco después se hará muy famosa, pero de momento ella y su banda solo han conseguido financiación para grabar un único single. Cuya cara A es… Bah, seguro que ya lo han adivinado.


Yo creo que siete versiones, una para cada día de la semana, son suficientes. Así que terminaremos con una dominguera, alegre, festiva. Una versión latina, hispana: sí señores, también los aires tex/mex le sientan divinamente al viejo Joe; tanto, que parecen llevarlo a su medio natural. Oigan si no esta estupenda interpretación que hizo el malogrado Willy DeVille y que incluyó en “Backstreets of desire”, su disco de 1992: le acompañan los Camperos de Nati Cano y fue número uno en España (¡y en Francia!). No me negarán que resulta entrañable...


Un último dato: van más de mil versiones contabilizadas. Y seguimos contando, pero ustedes podrán comenzar su colección particular con estas siete si pinchan aquí. Cuidado con enviciarse, que Joe es adictivo...