martes, 24 de febrero de 2015

España: ascensión y caída (XV)



Aaaahhh, el mito. Las aficiones, sean musicales, deportivas o de cualquier otro tipo, tienen siempre un ingrediente mítico, que será mayor o menor dependiendo de nuestro grado personal de ensoñación. A mí me pasó durante mucho tiempo con Jethro Tull y luego, por distintas razones, con algunos grupos americanos o británicos de poca fama pero mucho respeto: grupos de culto, para entendernos. La estética de los Tull -o de Frank Zappa- representó en sus primeros años la negación del glamour que envuelve al rock de masas: desarrapado, sucio, obsceno, el aspecto de Ian Anderson con su abrigo raído y sus desordenados pelos kilométricos podía ser una imagen mucho más poderosa que los también kilométricos pero cuidados ricitos de Robert Plant con sus ropas de elegante hippie urbano, o el satanismo de opereta de unos Black Sabbath. El culto no nace de la razón o el criterio, sino en muchos casos de la simple empatía; y en los tiempos de nuestra adolescencia, detalles como la longitud del pelo eran argumentos irrebatibles. Ahora sumen a eso, en la España de entonces (más de diez años antes del punk, por otra parte), una buena dosis de violencia escénica, la devoción por el rock garajero más “auténtico”, una actitud pública conflictiva y, efectivamente, aquí los tenemos: Los Cheyenes. Si los Sírex comenzaron siendo la banda más temible de Barcelona -hasta el punto de que ningún sello se atrevía a ficharlos- los Cheyenes fueron sus dignos sucesores; con la evidente diferencia de que los Sírex se amansaron pronto y vivieron mucho tiempo, mientras que los Cheyenes murieron pronto pero con las botas puestas. Y sumando todas esas circunstancias, me da la impresión de que su obra musical quedará mediatizada para siempre: ¿eran realmente tan buenos o es que los queríamos mucho? 

El legendario Poble Sec de Barcelona ha dado figuras de todos los pelajes, y entre ellas están nuestros invitados de hoy: Roberto Vercher, que canta y toca la guitarra solista, también escribe canciones; su hermano pequeño Joselín se defiende con el bajo; José María Garcés, colega del barrio desde que eran pequeños, es el encargado de la guitarra rítmica y escribe a medias con Roberto; y el puesto de batería, que en los primeros tiempos fue itinerante, queda finalmente a cargo de Ramón Colom, el único que ya había tocado en otros grupos. Según Roberto, eligieron el nombre de Cheyenes porque en las películas de vaqueros eran siempre los más salvajes; una versión complementaria con la que dice que sus padres los dejaron a su aire -todos eran menores de edad- pensando que esto sería una bobada de críos y “pronto dejarían de hacer el indio”. Como todos los principiantes de los primeros años 60, sus ídolos son los británicos Shadows por sus juegos de voces y su excelente conjunción técnica, aunque también escuchan el rock and roll primitivo de los invasores hispanoamericanos como los inevitables Teen Tops. Entre 1963 y 64 van llegando los descubrimientos de Beatles, Stones y Kinks entre otros, y la perspectiva cambia: son adolescentes “vanguardistas” que se sienten mucho más cercanos al beat garajero que a todo lo que han oído antes; su pelo crece, consiguen algunas actuaciones en locales míticos como el Pinar o San Carlos Club, escriben algunas piezas que van intercalando entre las versiones, y ya va siendo hora de buscar un sello discográfico. 

La cosa no fue fácil: los sellos catalanes de postín parecen tener ya cubierto su cupo de “extravagancias” y no les prestan mucha atención. Pero un tal Pedro Heredia, ojeador de la RCA, se fija en ellos y consigue que sus jefes los fichen. Aunque como siempre el repertorio se negocia, y cuando en Mayo del 65 llega a las tiendas el primer EP de los Cheyenes -bajo el revelador subtítulo de “¡El estallido!”- hay dos canciones suministradas por el sello y otras dos por el grupo. De las dos primeras es evidente que el interés de RCA está en “Válgame la Macarena”: la moda en ese momento es el pop cañí, para entendernos, y todos los sellos buscan alternativas al “Flamenco” de los Brincos, el “Olé” del Dúo Dinámico y demás modernuras raciales. Roberto Vercher dijo años después que “cuando el maestro Domingo (el compositor) nos la tocó al piano nos quedamos horrorizados, porque aquello era una copla. Pero luego pensé: la vamos a destrozar, a cambiarle el ritmo. Esto va a ser un rock”. Y sí, en comparación con los demás competidores, la aportación de los Cheyenes al rico acervo nacional es casi punki. La otra pieza del maestro Domingo, “No me esperes”, ya es bastante más “normal”, un beat a medio camino entre Beatles y Brincos que los Cheyenes resuelven con pulcritud. Y en la cara B tenemos las dos elegidas por nuestros amigos: “Ven ahora”, una versión del “Come on now” de los Kinks que a mí me parece tan buena o mejor aún que la de los isleños -ya es decir, ¿eh?- y “Lloré por ti”, la primera original del grupo, otro beat pasable. No es su mejor disco, pero ya demuestran estar a una altura poco frecuente para un debut. Ah, y la RCA nos informa en la contraportada de sus progresos capilares: “Llevan once meses juntos, once meses sin cortarse el cabello”. Son los once meses que van desde sus primeras actuaciones hasta este disco, del que lógicamente destacaremos su cara B: 



RCA ni siquiera se digna en asignar un productor a las grabaciones de los Cheyenes, que han de suplir con entusiasmo el mal sonido de sus discos (grabados en estudios de alquiler y con horas contadas). Ese entusiasmo, para bien o para mal, también da titulares a la prensa: Heredia, que se ha convertido en su manager, les consigue un playback para Televisión Española, pero el censor de turno prohíbe su presencia si no se cortan o al menos recogen esas pavorosas melenas. Los Cheyenes se niegan y por tanto pierden una promoción que hubiese sido muy valiosa; pero para los fans esa noticia los convierte en héroes, ocasión que aprovecha Heredia para anunciar que se cortarán el pelo tal día a tal hora en un programa en directo de Radio Madrid. Como era de esperar, a esa hora hay abarrote en la zona. Los Cheyenes entran… y salen como entraron, victoriosos, luciendo sus luengas cabelleras: todo ha sido una parodia para mortificar a los “poderes fácticos” y enardecer a sus fans. Pero a pesar de la épica esos fans son pocos, y aunque el primer disco ha vendido en cantidades razonables tal vez haya sido por la tal Macarena. Esto parece evidente cuando a finales del 65 llega un segundo Ep mejor que el primero pero cuyas ventas serán inferiores. Hay dos canciones propias, las dos muy buenas; otra pasable, suministrada de nuevo por el maestro Rodrigo, y una excelente versión del “You know he did” de los Hollies, que titulan “Y olvídame”. Vamos con las dos originales, y atentos los que no conozcan “¿Por qué te fuiste?”: dejando aparte su letra trágica, melodramática si quieren, tenemos una voz desgarrada y un desarrollo musical extraño, avanzado para la época.



En 1966, Roberto recibe la llamada de la Patria. Antes de irse deja grabadas seis canciones que se repartirán en un single y un EP; todas ellas son de calidad, aunque especialmente el single suena fatal; el Ep mejora un poco el sonido, y el material es igual de bueno. Pero las ventas son muy flojas porque prácticamente no hay promoción y porque, nos guste o no, el estilo garajero está pasando de moda en favor de sonidos “más arreglados”. De todos modos los Cheyenes viven del directo, como la mayoría de los grupos de este tipo, y no les importa mucho el nivel de ventas. Por otra parte comienzan a ser conscientes del momento histórico en el que viven y llega un momento en el que la música deja de ser su único interés: fichan un cantante y un guitarrista para mantener las actuaciones, pero ya están pensando en marcharse a Ibiza en plan hippie. En 1967 RCA les obliga por contrato a grabar un último single cuya cara A, titulada “Borrachera” es talmente eso, un diálogo de dos borrachos sobre un fondo musical caótico que graban como venganza hacia el sello: si fuese por ellos, el grupo ya no existiría. Y cuando Roberto vuelve, cada uno tiene ideas distintas sobre el futuro: casi todos abandonan la música en poco tiempo (Joselín, casi diez años después, creó La Salseta del Poble Sec). Así pues, los Cheyenes dejan un legado de dieciséis canciones -la mayoría propias- de las cuales es mejor olvidar las dos últimas. Con el paso de los años se han ido convirtiendo en uno de los grupos de culto más reverenciados de nuestro país, aunque a ellos les trae sin cuidado: nunca volvieron a tocar juntos, el circuito de la nostalgia no les interesó, y en sus escasas entrevistas admiten no saber nada de esa furia reivindicativa. Lo que pasó, pasó. Aquí les dejo dos muestras de aquellas seis canciones del año 66, las que abren la cara A y B de su tercer y último Ep: la deliciosa “No pierdas el tiempo”, y “Bla bla bla”, no menos deliciosa pero con un puntito de mala leche. Aún a día de hoy suenan frescas y con una contundencia que la mayoría de los grupos de aquella época no tenían. Si hubiesen grabado en un sello decente… 



Siempre trato de resumir todo lo posible, pero veo que me he vuelto a pasar con el rollo: prometo corregirme. Será que a veces resulta difícil ser imparcial, y tal. En fin, a ver si la semana que viene nos visita alguien con menos glamour… 



14 comentarios:

  1. No se corrija usted Mr. Rick, enróllese todo lo que quiera, al menos con Los Cheyenes; mi grupo favorito garagero de esta parte de la frontera. A mi me conquistaron cuando en 1965 (yo era muy jovencito pero ya apuntaba maneras jeje) compré el E.P. (en el típico almacén de electrodomésticos) con aquellos cuatro grandes temas: Conoces el final, Y olvídame, Devuélveme el corazón y la "trágica" y extraña ¿Porqué te fuiste? Con el anterior "Válgame la Macarena" los miré de reojo, nunca terminó de entrarme del todo.

    También a mi me pasó algo parecido con J. Tull y Zappa y sus Mothers. Ya veo que coincidimos en muchos casos.

    Que siga la fiesta.

    Saludosssssssssss

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    1. La verdad es que, si somos justos, pesa más la devoción que la valoración racional. Quiero decir que la carrera de los Cheyenes es demasiado corta como para decir que estamos ante unos grandes; pero en fin, de las leyendas también se alimenta esta afición, ¿no?

      Anderson y Zappa son otra cosa, mucho más seria. Pero esa sensación que daban de reirse de todo empezando por sí mismos es impagable: para dioses ya teníamos a Led Zeppelin y demás petardas del negocio.

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  2. Hola amigos:
    Los Cheyenes ya son un prupo mítico lo cual quiere decir que su fama ira subiendo con el tiempo, ellos consiguieron un sonido muy particular, con ese sonido tan seco que me encanta. Uno de los grandes sin ninguna duda.

    Me gusta este garito, pues como buenos abuelos cebolletas siempre estamos de discusiones, no sobre si Mesi es mejor que Ronaldo, sino sobre temas musicales: que si los grupos de metales on unos plastas, que si la voz de este tío se nos hace espesa, que si los sesenta gloriosos y los setenta aburridos etc..
    Viene a cuento a que parece que a algunos no les convence eso de que los setenta flojicos, es una opinión personal, por supuesto hay grandísimos grupos, pero tambienen surgieron los mas soporíferos de nuestra historia. Pero estadisticamente en diez años el número de grandes bandas no es muy elevado. Todo es cuestión de gustos.
    Lo de los ochenta fué muy intenso, pero también efimero, no duró muchos años, pero nos hieron recordar que ante todo la música es diversión.
    Amigos de carajillo y partida, se me ocurre una encuesta sobre a quien prefrís a Iceberg o a la Banda Trapera del Rio, puede ser curioso.
    Saludos y tomaros algo que pago yo.
    Jose

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    1. Muy buenas, don José. Ya, ya me imaginaba yo que los Cheyenes eran santos de su devoción, aunque usted diga que el garaje no es exactamente lo suyo. Y en cuanto a las discusiones cebolletas, aquí mismo declaro mi preferencia por la Banda Trapera del Río, sin la menor duda: Iceberg, ese gran coñazo, es una banda para gente entendida, enrollada y progresiva. Justo lo que yo nunca he conseguido ser.

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  3. Los Cheyenes es uno de mis grupos preferidos españoles de aquellos años, lástima que no grabaran más cosas aunque luego salió más material en recopilatorios. Si me preguntan cuál es mi canción preferida de aquellos años quizás escogiera "Tu no llegaste a mí", me encanta. Gracias por este nuevo episodio. Salud.

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    1. Tienen una discografía tan corta como su carrera, mister Johnny, entre otras cosas porque nunca desearon durar más. Para ellos el asunto musical solo fue una etapa de su vida, y hemos de respetar eso. Y gracias por sus gracias.

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  4. Impresionante banda. Los conocí recientemente por que nuestro amigo Jose Kortozirkuito me envió por email el disco. De todas formas no había tenido tiempo para escucharlo mucho, aunque las canciones que has puesto ya me suenan y me gustan cada vez más.
    Alucino con " Por que te fuiste". Realmente es muy avanzada para su año, si señor, un temazo!!
    "No pierdas tiempo" y Bla bla bla" tambien suenan muy bien.
    Respecto al debate que plantea Jose, yo me quedo con Iceberg, aunque en la actualidad ya no me gustan tanto, en su momento me marcaron un poco.

    Un gustazo pasar por aqui y aprender cosas nuevas.

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    1. Son pocas canciones, don Antoni: catorce en total. Lo cual los hace muy manejables. Son el grupo ideal para repasar un fin de semana, para bailar un rato, pare echar de menos aquella sencillez. Y en cuanto a Iceberg... bueno, usted mismo reconoce que ya no le gustan tanto. Bien.

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  5. No los conocí en su momento, por lo que no me puedo apoyar en la nostalgia para disfrutar más con ellos. Eso sí: me parecen un grupo muy decente y con personalidad propia acusada. Los estuve escuchando estos días, desde que los nombraste en la entrada anterior, y tal vez la que más me guste sea “Bla, bla, bla.”

    Con respecto a las siempre violentísimas discusiones musicales, me encanta participar en ellas, pese a mi ignorancia y a que sé que nadie tiene razón. En el debate entre Iceberg y La Banda Trapera del Río tal vez me incline muy ligeramente por los primeros, pese a que nunca tuve un disco de ellos y de La Banda sí. Pero los dos eran muy buenos en lo suyo.

    Saúde.

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    1. Afortunado usted, mister Pez, que los oye por primera vez.

      En cuanto a las violentas discusiones musicales, creo que andamos más o menos empatados. Aunque por supuesto se trata de dos grupos que no tienen nada que ver. O bueno, algo sí: los dos eran catalanes.

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  6. Muy interesante la entrada, no sabía nada de estos indios. Suenan garajeros y salvajes para la época, y como siempre, la puta mili destrozándolo todo. Lo de las melenas es muy divertido, y todo un síntoma de la época.

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    1. Le digo lo mismo que al señor Pez: afortunado usted. Conste que tampoco es como para elevarlos a los altares, que su producción discográfica no da para tanto. Pero ya me gustaría a mí que en aquella época -o en esta, por cierto- hubiese más grupillos de este tipo.

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  7. No he tenido un momento "Cheyenne" como si tuve un momento "Lone Star" o un momento "Salvajes" en lo relativo al pop/rock catalán de los 60. No oí a este grupo en su tiempo y el factor nostalgia es decisivo en esta mirada al pasado. Me cuesta por tanto ver su arte musical como grupo de culto más allá de la indudable frescura y talento en sus interpretaciones. Ese "Por qué te fuiste" me parece un tema fallido en su rebuscada originalidad.
    Un abrazo

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    1. La verdad es que los Cheyenes fueron poco oidos en las radios, herr doktor, y únicamente se pillaba algo de ellos en las máquinas de discos de algún bar o de los futbolines (¡benditos lugares!). En todo caso, insisto en que su mayor virtud es la frescura antes que la calidad musical; eso no hay nadie que se lo quite, además de su actitud.

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