miércoles, 7 de diciembre de 2016

1974/75 (y fin)



No hay mucho más que contar sobre este bienio, que resulta especialmente sombrío porque lo viejo no acaba de morir y lo nuevo aún está en la cuna; hay un vacío creativo alarmante y la impresión general es la de no saber hacia dónde vamos. En la Isla se vive una sensación parecida a la que hubo entre finales de los años 50 y principios de los 60, cuando el rock and roll estaba agonizando y las únicas alternativas eran un supuesto pop ejecutado (y nunca mejor dicho) por orquestinas con baladistas acartonados o las musiquillas de andar por casa que producían los incontables grupos de skiffle o trad. Y como siempre, como ya está haciendo Bowie, habrá que ir a buscar inspiración a los Estados Unidos. Algunos chavales revuelven en los rastros o en las tiendas de segunda mano y encuentran discos -singles sobre todo- anteriores a la época hippie: toda una sorpresa, porque de aquellos tiempos la mayoría no conocen nada que no fuesen los primeros Beatles o Stones. Así descubren que hubo una ola musical que los yanquis llamaron “garaje”, según dicen los puretas que regentan esas tiendas; ah, y añaden que en la propia Isla existió una extraña tribu llamada “los mods”. No, por entonces no había Internet. 

Pero hablando de discos, cada día que pasa se nota con mayor nitidez la gran diferencia que hay entre los discos de actualidad, los que uno puede encontrar en las tiendas "normales", y la música que se escucha en la calle. Para la generación que anda a medio camino entre pubertad y juventud, es la misma diferencia que hay entre ellos y sus hermanos mayores: los mayores, los que vivieron la época de los años 60, por lo general ya tienen un trabajo estable, se van amansando y sus preferencias incluyen el rock progresivo, el jazz rock o cosas por el estilo; los más jóvenes gastan el poco dinero que tienen en los bares o los pubs. Y en esos locales hay grupillos que no tienen talla para desarrollar grandes mogollones al estilo King Crimson, sino que se dedican a repasar el catálogo intemporal del rock and roll, el rockabilly e incluso algunas piezas de ese “garaje” del que hablan los puretas de las tiendas. “Es lo que pide la gente”, dicen. ¿Lo que pide la gente? ¿Qué gente? Ah, ya: esos jóvenes, esos que no llegan a la comprensión intelectual de los Crimson, esos que no tienen dinero, los desclasados, los gamberros, los salvajes. Hay una palabra en inglés para esa gente: punk. Pero no adelantemos acontecimientos. 

Hoy, como capítulo final de esta triste y corta serie dedicada al bienio oscuro, nos visitan Dr. Feelgood, hijos del rock de pub aunque los historiadores, más elegantes, los definan como banda de r’n’b. Su historia comienza a principios de la década, cuando Lee Collinson (voz, armónica y guitarra) y John Sparkes (bajista) deciden asociarse con John Wilkinson (guitarra y voz) para reactivar The Pigboy Charlie Band, un trío que ya llevaba unos cuantos cambios de personal. Pero la entrada de Wilkinson resulta vivificante, y buscan un batería para formar un grupo con todas las de la ley; ese batería será John Martin. El siguiente paso es cambiar el nombre del grupo al mismo tiempo que cada músico se pone un alias: Collinson pasa a llamarse Lee Brilleaux; Sparkes lo deja en un simple “Sparko”; Martin será The Big Figure y Wilkinson será Wilko Johnson. Wilko es el personaje central: por su fecha de nacimiento (1947) debería militar entre los fans de los grandes nombres sesenteros, pero en su adolescencia se quedó enganchado en el rock and roll tradicional y su evolución en la Isla durante los años 50/60. Luego abandonó durante un tiempo la afición para centrarse en sus estudios universitarios, y al volver, a principios de los años 70, la música que triunfaba por entonces no le impresionó lo más mínimo. Pero a lo que íbamos: la banda comienza a recorrer el circuito de pubs en 1971, y su nivel de popularidad va creciendo al mismo tiempo que la afición a la música “rancia” que se escucha en estos locales. Parece que la nueva generación busca frescura, que paradójicamente se encuentra en la vieja escuela, la de toda la vida. 

Por fin, en 1974 consiguen un contrato discográfico con United Artists, el único sello posible (¿se los imaginan ustedes en Island o Virgin? Por supuesto que no). Y en Enero de 1975 se publica “Down by the jetty”, su primer disco, que es toda una declaración de intenciones: salvo alguna versión como el “Boom boom” de John Lee Hooker o la instrumental “Oyeh!” que lanzaron los Dakotas, la mayoría de las piezas son de Wilko; sin embargo suenan como si fuesen intemporales, podrían haber sido publicadas quince años antes. Ahí se encuentran los primeros fetiches de la banda como “Roxette”, “She does it right” o “Keep it out of sight”, que pasan a convertirse en piezas standard del pub rock, un “estilo” que dentro de un tiempo se oficializará como una especie de country rock británico, pero que de momento está mucho más cerca del r’n’b (Wilko decía que el blues que se había hecho en la Isla en los 60 no tenía nada que envidiar al yanqui). Ah, y los Feelgood rematan el disco con un nuevo homenaje, esta vez en directo, interpretando “Bony Moronie” y “Tequila”. Pero hay un homenaje más difuso y al mismo tiempo más íntimo, que está en la base del estilo de Wilko en su composición y en su modo de tocar la guitarra: uno de sus maestros es Mick Green, guitarrista y compositor de “Oyeh!” que, entre otros, militó en la banda de Johnny Kidd & The Pirates, uno de los nombres sagrados para el señor Johnson. Y aquí volvemos a la frase sobre el blues: para Wilko, también las bandas británicas como esa estaban a la altura de las que hubo al otro lado del océano (aunque el rock and roll tradicional en los States es asunto más de solistas que de bandas permanentes salvo muy escasas excepciones, como la de Buddy Holly con los Crickets, con lo cual esa comparación lleva las de ganar). 

El disco no tuvo grandes ventas, pero comenzó el runrún sobre esta “novedosa” banda; y poco después llega “Back in the night”, un regular éxito en single que precede la publicación de “Malpractice”, segundo disco grande y primer top 20… y en 1976 alcanzan el número 1 con “Stupidity”, el tercero, que es toda una alegoría porque se trata de un directo: los Feelgood han conseguido su momento de gloria haciendo lo que mejor saben hacer, que es rodearse de gente y volver al pasado durante un rato. Y a partir de ahí comienza una suave decadencia causada por el exceso de presión, las broncas entre Wilko y Lee, que se saldan con la marcha del primero, y la llegada de los emergentes punkis y nuevaoleros que ya se están haciendo con las listas de ventas. Pero ese estilo nunca muere, y con unos miembros u otros Dr. Feelgood lleva 40 años en los escenarios; finalmente se ha convertido en una especie de franquicia en la que no hay un solo miembro fundador en activo. Lo cual tampoco importa mucho porque esa es precisamente otra de las características de las bandas de pub, que hoy tocan unos y mañana tocarán otros. El espectáculo debe continuar. Y su verdadera importancia tal vez sea la de haber dignificado a ese rango de músicos, mientras que su insolencia llegando a las listas es en cierto modo el acicate para toda una generación de jóvenes que comienzan a creer en la posibilidad de un cambio, en que tal vez el Rock Señorial tenga los días contados. 

Porque las señales de tal cambio se multiplican: en 1975 los pubs del sur de la Isla también acogen a otros grupillos como los 101ers, donde milita un tal John Mellor, futuro Joe Strummer; otro tal Paul Weller ya lleva dos o tres años tratando de sacar adelante a su banda, los Jam (ha descubierto a los mods hace poco y está flipando). Entre el público asistente vemos a John Lydon -futuro Johnny Rotten-, que se ha cansado de escuchar a sus antaño queridos Pink Floyd y comienza a frecuentar ambientes poco recomendables; lo mismo debe de estar haciendo Malcolm McLaren, personaje caótico que en 1974 anduvo por los States y llegó a ser manager de los New York Dolls un ratito: ha vuelto a la Isla, tiene una tienda de ropa, pero ya está tramando alguna otra insensatez… También anda por el medio Ted Carrol, propietario de la tienda Rock On Records, que piensa que si Richard Branson comenzó con otra tienda y llegó a crear un sello discográfico sin tener afición siquiera, un gran aficionado como él podrá hacerlo también: a finales de 1975 nace Chiswick Records, la primera independiente de la nueva época; y pronto llegará la Stiff, y así sucesivamente. La carga explosiva se va nutriendo… Hay esperanza, después de todo. 


16 comentarios:

  1. Para acabar, no está nada mal. Tengo el "Down by the jetty", el "Stupidity" y el "Going Back Home". En aquellos tiempos ponía bastante el Stupidity cuando tenía ganas de marcha; era infalible. Me gusta mucho el amigo Wilco y su banda. Van directos al grano, con contundencia. No se si estoy al día, pero parece ser que se ha salvado de la quema, cuando parecía que no tenía arreglo, no?

    Y si, parece que hay esperanza. Así que esperemos nuevos capítulos.

    Saludosssssssss

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    1. Eran una banda de baile, eso está claro. Hay que tener en cuenta el momento en que aparecieron, cuando ya estábamos bastante quemados con tanto progresivo y tanta seriedad: a lo mejor les dimos más importancia de la que realmente tenían, pero eran necesarios, totalmente. Y el amigo Wilko al parecer se va salvando: él mismo se ríe de las opiniones médicas que lo habían desahuciado.

      En cuanto a la esperanza, él mismo es la mejor demostración de que siempre hay que tenerla, sí. Pero ya sabes que me gusta cambiar de palo de vez en cuando: en Enero volveremos a España.

      Saludos mil.

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  2. La verdad es que las diferencias entre Wilco y Brilleaux, que les llevaron al fin de la banda, no tienen solución con la muerte de Brilleaux. El mismo Wilco está quizá más pendiente de otras cosas, con la espada de Damocles sobre su cabeza desde 2013 en forma de cáncer de páncreas (los médicos le daban 6 meses de vida), aunque eso no le impidió sacar un disco con Roger Daltrey ni seguir con la gira que estaba haciendo en el momento del diagnóstico.
    Nos vemos
    kk

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    1. Yo creo que a estas alturas a Wilko le daría pereza volver a entrar en una banda con la que ya no tiene nada que ver: lo pasado, pasado está. Y en cuanto al cáncer, pues eso: parece que se va salvando. Por cierto, no sabía lo del disco con Daltrey. Qué cosas pasan...

      Vemos nos...

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    2. Lo tienes en una web que igual conoces:

      http://lasgalletasdemaria.blogspot.com.es/search/label/Wilko%20Johnson

      http://www.filefactory.com/file/3rs5iuz8jrct/WJ%2BRD-GBH-14.rar

      pass: katetoskopio/wilco

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    3. Ah, pues mira, voy a por él. Gracias por el detalle.

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  3. Aquellos tres discos de los Feelgood, ay qué discos, cuánta grandeza, bárbaros.

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    1. Qué discos y qué tiempos, mister Johnny. Tal vez la gente que vino luego no haya sido plenamente consciente del momento en el que salieron, pero para los de nuestra quinta fueron un revulsivo. Importaba más su actitud que la música que hacían, y eso es buena señal.

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  4. Pues a mi ni me gustaban ni me disgustaban, siempre se quedaban un punto por debajo. Pero tendría que volver a visitar sus canciones, olvidadas las tengo.

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    1. Fueron un revulsivo magnífico para una época decadente, aunque es verdad que no eran una banda de piezas brillantes. Su importancia ya digo, tal vez es más sociológica que musical. Aunque como siempre, esto depende de los gustos personales.

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  5. Un nuevo salto temporal me lleva a las revistas de la época (nacionales o extranjeras) donde aparecía el, por decirlo de alguna manera, logo de la banda. Esa careta con la sonrisa cínica, gafas de sol y jeringuilla y pastilla cruzadas en aspa (¿era así, no?). Escuchabas sus canciones y tenías una instantánea sensación de subidón de adrenalina, nada que ver efectivamente con los pastos progresivos y sinfónicos de la época. Sigo reverenciando a esas bandas como Kursaal Flyers, Ducks De Luxe, Kilburn & The High Roads, antecedentes ellas del primero y mejor Ian Dury y sus Blockheads (con el que colaboró Wilko en su "Laughter"). Y de todas aquellas bandas, la mejor sin duda Dr.Feelgood. ¡Ah!, y una mención especial para Solid Sender.
    Nota: El album de Daltrey & Wilko "Going Back Home" de hace un par de años es una gozada.
    Saludos,
    jDg

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    1. Sí, la estética del grupo era rompedora teniendo en cuenta el momento en el que aparecieron, y tal vez gracias a ellos luego los punkies lo tuvieron más fácil. Las bandas que citas también están muy influenciadas por el rock americano, y tal vez por eso acabaron siendo secundarias cuando llegó el punk. Fue una situación injusta, porque ayudaron a cambiar el panorama pero luego pasaron al olvido muy pronto. Parecían ir fuera de tiempo.

      En cuanto a Wilko y Daltrey, está claro que tengo que investigarlo. Gracias.

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  6. Para mi desgracia, solo me parecieron un divertimento para mover un poco el ánimo. Muy dignos, pero poco más.

    Saúde.

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    1. Ya, esa acabó siendo la sensación más común entre los que anduvimos entre una época y otra. Pero ya digo, tuvieron su importancia y desde luego eran ideales para una fiesta.

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  7. Siempre le tuve ganas a esta banda y por una cosa u otra ... con tu prologo me iré metiendo de lleno a ver que cocinaban estos muchachos ya que parece que tenían al blues como ingrediente ,saludos Rick

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    1. Su base es el rhythm'n'blues, en esencia. Es decir, que estamos ante una banda más cercana al rock and roll que a cualquier otra cosa. De todos modos pueden interesarte, sobre todo sus primeros discos. Saludos mil.

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