lunes, 30 de mayo de 2016

España 70's: de vuelta al desierto (XV)


“El sonido caótico ha sido siempre uno de los sellos de Smash, porque del caos siempre terminaba saliendo nuestra mejor música. Y la pena es que los discos no nos hacen justicia”. 
Gualberto

El caos es una idea muy presente en la historia de Smash, y no solo por su sonido. La “filosofía” que se contiene en el Manifiesto de lo Borde y en muchas declaraciones o entrevistas hechas principalmente a Gualberto y a Julio Matito nos revelan a unos personajes inquietos, con ganas de vivir, con esa mezcla entre fumeteo y anarquía de la que hablaba en la primera parte de esta historieta; y como consecuencia, la idea organizativa del grupo era un poco “deficiente”, por decirlo así. No hay duda de que Smash podrían haberse mantenido en el tiempo si fuesen un poco más serios, pero no se puede pedir todo. Un buen ejemplo es que el primer Lp del grupo se presenta en otoño de 1970 con el título de “Glorieta de los Lotos”, y lo primero que llama la atención es que en la portada vemos un trío en el que no está Gualberto; ello es debido a la extrema volatilidad de este hombre, que con frecuencia anda de viaje -profesional o no- y justo el día de las fotografías no estaba. Es una buena prueba de la poca profesionalidad del grupo pero también de su propio sello, cuya desidia le lleva a aceptar lo primero que le pongan delante sin verificar siquiera el número de miembros. Probablemente Philips, ya por entonces, se había dado cuenta de que aquellos muchachos no cuadraban en su organización. 

El disco es realmente bueno, aunque no siempre está Gualberto a la guitarra: a causa de su “volatilidad”, con frecuencia escuchamos a Mané en su lugar (desde el principio de la existencia de este grupo, como ya hemos visto en el famoso festival de Algeciras y seguimos viendo en otras muchas actuaciones, Mané acaba siendo una especie de “quinto Smash”, el guitarrista de guardia para cubrir las ausencias de Gualberto, del mismo modo que también el legendario Silvio Fernández aparece y desaparece como percusionista e incluso voz). En cualquier caso, dejan claro su nivel: la sobresaliente “Forever walking” abre el disco en tono de balada psicodélica con un exuberante lucimiento de la guitarra, seguida por “Light blood, dark bleeding”, un blues acústico, tradicional, en un estilo muy parecido a la fantasmagórica “Free as the green litle men”, diminuta y con sonido “de cueva”. “Tove and all that” es un cruce entra psicodelia y progresivo marcado por un clavicordio al que se podía haber grabado en mejores condiciones; “It’s only nothing” tiene una estructura de rock and roll blues que podría recordar la última época de los Beatles, aunque como en otras piezas hay también un vago aroma a Dylan (precisamente Dylan se nos presenta en “Nazarin again”, donde la voz está casi impostada y los coros recuerdan vagamente al estilo The Band). Hay desde un homenaje al hard rock en “Sitting on the truth” hasta el pequeño recordatorio a su querida Glorieta de los Lotos, a medio camino entre coral “seria” y Les Luthiers o algo así. Sintiéndolo mucho, el cierre no está a la altura: se supone que “Rock and roll” es una prueba, una especie de “jam” con sonido casi de ambiente, lo cual en sí mismo no es malo ni bueno; pero sobran los cinco o seis minutos anteriores de charla, ajustes, cortes, que tal vez a ellos les parezcan muy naturales pero en un disco no significan nada. De todos modos, dejando aparte ese final, insisto: si hablamos de rock, este disco es de los mejores que se han hecho en España. Aunque sus ventas en aquel momento fuesen mínimas, entre otras cosas porque Philips no gastó dinero en promoción ni se molestó en distribuirlo como a otros productos suyos (como Fórmula V, pongamos por caso). 

Para entonces, Gonzalo se aleja de Smash. El manager es Ricardo Pachón, que intentará dar un aire más andaluz al grupo; porque hasta ahora, no se les nota mucho su procedencia. Y sabe que el único apoyo posible puede estar en Cataluña, donde Oriol Regás, empresario musical, se vuelca con ellos y les ofrece alojamiento y nuevo material. Oriol tiene también su propio sello discográfico, cuyo nombre es el de la discoteca que él mismo creó años antes y que se ha convertido en la más famosa de Barcelona: Bocaccio. Como es lógico intenta atraerlos, pero primero han de grabar un segundo Lp con Philips; tanto ellos como la disquera están deseosos de liquidar aquella relación, y en consecuencia se meten en el estudio para grabar a toda prisa “Esta vez venimos a golpear” (o “We come to smash this time”, como ustedes prefieran, porque el título era bilingüe), y se publica a mediados de 1971. Tengo que reconocer que aquí no entiendo la valoración general que se hizo: según casi todo el mundo, estamos ante un disco flojillo, sin la categoría del primero, cuando a mí me parece que no tiene nada que envidiarle. Creo que la mayoría del personal hace su valoración dando por sentado que el hecho de haberse grabado a toda prisa influyó en el resultado, porque otra explicación no hay. Y no niego que esa prisa puede haber influido, pero aun así ya nos gustaría a todos que en el mercado nacional hubiese unos cuantos discos a la altura de este. No voy a nombrar las canciones una por una, pero sí a recordar algunos detalles muy relevantes: frente al caso de la supuesta jam que cerraba el primer disco aquí hay otra pieza con un carácter similar, larga pero bien estructurada, un rock entre progresivo y experimental del mejor estilo, cuyo título es “Fail safe”; el blues rock con tonos funky queda perfectamente defendido en “Well you know”, que abre el disco y será también la cara A de su nuevo single; “First movement” se aproxima al pop rock barroco, de nuevo con ese clavicordio que esta vez suena un poco más nítido, y “Behind the stars” es una fabulosa mezcla entre pieza india, psicodélica y cantar gitano, una estructura realmente revolucionaria. Pero, una vez más, las ventas son minúsculas. 

Era de esperar que el cambio de sello fuese un revulsivo, ya que Oriol Regás estaba francamente ilusionado con ellos, pero la estrategia de Pachón, su intento de “implicar” al grupo en una fusión más profunda entre rock y flamenco, acabó resultando contraproducente. En primer lugar convenció a Manuel Molina, guitarrista y cantante flamenco, para que se uniese a ellos; Molina no entendía qué lógica podía tener él en un grupo de rock, pero Pachón le ofreció sacarlo de la mili si aceptaba (era yerno de un general del ejército), y Manuel aceptó. A continuación busca a Alain Milhaud, que como recordarán los clientes de este tugurio es uno de los productores y managers más brillantes de la época, y por último el quinteto se pone a preparar canciones en esa nueva línea del flamenco rock en la que, por cierto, la mayoría de las piezas serán compuestas por Julio Matito, Manuel Molina y el propio Pachón. Por otra parte hay que atender las peticiones de Oriol Regás, que quiere material “accesible”, es decir, comercial. El resultado llega poco después: de las piezas que ya tienen listas, se elige “El garrotín” y “Tangos de Ketama” para un primer single. Y resulta ser un éxito, aunque algunos fans consideran que el tal garrotín es un poco… arriesgado, digamos. En cualquier caso, son dos buenas muestras de flamenco rock. Pero Gualberto no aguanta ya la situación y decide marcharse (aunque “los mánagers decían que si aguantaba dos años me iba a forrar, y que después ya haría la música que me gustase a mí”). 

Entrados ya en 1972, Alain Milhaud propone “Ni recuerdo ni olvido” para el nuevo single. Es una canción larga, pero cortada en dos partes cuadra perfectamente. En ese momento, Julio Matito decide que también él se marcha; no está claro si su decisión se debe a ese hecho, es de suponer que habría más motivos, pero el caso es que cuando el disco llega a las tiendas el grupo ya no existe porque los demás miembros tampoco siguen adelante: Smash había perdido sus dos referentes principales y su propio estilo a causa de una dirección mal planificada (y aun así, aunque el single va en la misma onda del anterior, lo supera: los singles de Smash son magníficos, todos). Gualberto comenzó una carrera en solitario, al igual que Julio y Henrik (en su país), mientras que Manuel creó un dúo flamenco junto con su esposa Lole; Antonio fue batería de lujo en varios grupos de la época como Pata Negra, o acompañando a Kiko Veneno. De aquella época final rescató Vicente Romero dos canciones olvidadas (“Alameda blues” y “Tarantos”) en 1978 y las publicó en su sello Chapa junto a los dos últimos singles de Smash como cara A de un refrito titulado “Vanguardia y pureza del flamenco”, cuya cara B era un grupo de canciones que interpretaba el Agujetas acompañado por Manolo Sanlúcar. Curiosamente, es posible que ese disco haya tenido ventas superiores a toda la discografía publicada por el grupo en su tiempo: habían pasado unos cuantos años, pero el boca a boca y los artículos periodísticos que aparecían de vez en cuando mantuvieron e incluso acrecentaron la leyenda de Smash. 

Por último: en verano del 79 Julio Matito propuso a Gualberto y a Antonio recrear el grupo. Llegaron a tocar en Zeleste, la sala de moda en Barcelona por entonces, y grabaron al menos una pieza (“Tiny Peter”) en el “Musical Express” de Ángel Casas; pero todo termina al día siguiente de esa grabación, con un accidente mortal en la carretera que lo lleva de Barcelona a Sevilla. Y también por último: el tono de mal rollo que acaba creando el giro en la carrera de Smash puede hacer suponer a alguien que Ricardo Pachón haya tenido la culpa, que fuese una especie de “villano”, pero no es así: estamos ante un folclorista -entre otras muchas cosas- que ha descubierto a grandes valores en el flamenco y más allá (recuerden a Veneno, por ejemplo). Fue simplemente un caso de mala suerte, de manager equivocado para grupo equivocado: Smash, por mucho que se quiera torcer la historia, era básicamente una banda de rock underground (que, no lo olvidemos, solía cantar en inglés), y el flamenco una influencia más, no superior a las otras; querer hacer de ella la preponderante, buscar un grupo de “rock racial”, fue error de Pachón y Oriol Regás, pero se les presupone la buena voluntad. En todo caso, lo que queda es su obra, y aquí la tienen (salvo sus primeros singles, claro, que ya habrán repasado ustedes con fruición. ¿O no?). 


lunes, 23 de mayo de 2016

España 70's: de vuelta al desierto (XIV)



Es indudable que en estos años de transición entre décadas el mayor protagonismo fue para Barcelona, y que en general el llamado “rock catalán” constituía la mayor parte de la vanguardia nacional. Sin embargo hay otros puntos del país donde también comienza a surgir una conciencia underground claramente alejada de las propuestas masivas tradicionales. Y Andalucía, aunque más lentamente, comienza a ser una buena alternativa: si los catalanes tienen la proximidad de Europa los andaluces tienen la presencia de las bases yanquis de Morón y Rota, el cercano bullicio internacional de Tánger y un continuo trasiego de guiris de muchos pelajes. Así que, poco a poco, comienzan a oírse algunos nombres que con el tiempo serán tan respetados como los catalanes. Y por supuesto, el primero de todos es el de Smash: los padres del rock andaluz, nada menos. Hay algunos grupillos que comenzaron un poco antes (Nuevos Tiempos o Gong), pero su proyección resulta minúscula en comparación con ellos. 

En el mundo de la música yeyé de finales de los 60, y del mismo modo que Cataluña es en esencia Barcelona, Andalucía es Sevilla: además de ser la “capital” tiene la base de Morón a poco más de sesenta kilómetros, y muchos soldados yanquis tienen una vivienda en la ciudad; lo cual significa que, como pasa con los yeyés madrileños y Torrejón, se hacen amistades y hay trasiego de material ratonero. Ya en los primeros años de aquella década había un buen ambiente allí, aunque por entonces los escasos grupos que llegaron a ser conocidos a escala nacional no eran muy diferentes de los madrileños o los catalanes: rock and roll, beat y pop. Pero, en una zona donde el acceso a ciertas sustancias es relativamente fácil, la llegada de la psicodelia no puede presagiar nada bueno, y pronto surgen algunos personajes que transitan entre dos o tres estilos. En ese ambiente se mueve el guitarrista Gualberto García, que en 1967 vuelve de la mili pero antes ya había militado en los Murciélagos, un grupo a medio camino entre beat y rockero que llegó a publicar un Ep (bastante malo, por cierto). Gualberto vive en el barrio de Santa Clara, lugar de residencia de la mayoría de los soldados yanquis de Morón, lo cual ya le da una facilidad de acceso a algunos discos que en España ni se sospechan; pero además resulta que esos discos también están sonando en el pub de otro personaje que con el tiempo se hará referencia inevitable en la historia del rock andaluz: Gonzalo García-Pelayo, que además de regentar el club “Dom Gonzalo” hace de manager y productor a ratos libres. 

Gonzalo promociona por entonces a Gong, un grupo en el que militan algunos ex-Murciélagos y que fusionan el rock o el blues con el flamenco (aunque su carrera discográfica será de solo dos singles); Gualberto, que se reúne frecuentemente con ellos, tiene planes para desarrollar un estilo un poco más evolucionado, más abierto aún, pero no consigue interesarlos. Estamos en 1968, y en esa época circula por Sevilla otro grupillo llamado Foreign Daft que actúa por los clubs y cuyo repertorio se aproxima mucho a sus gustos; ahí militan el bajista Julio Matito y el batería Antonio Rodríguez, que abandonan a los Daft, se asocian con Gualberto y crean el trío Smash (una idea de Gonzalo, aunque el nombre será registrado por Gualberto). Gonzalo, que acaba de tener una bronca importante con los Gong, se desentiende de ellos -aunque volverá a trabajar con una nueva formación tiempo después- y ofrece al nuevo trío su instrumental, que aumentará pagándolo de su propio bolsillo. Consiguen algunas actuaciones, pero el grupo vive entre el fumeteo y la anarquía y no se asienta hasta mediados de 1969, tras un viaje de Gualberto a Estados Unidos; aunque mientras tanto, con el ex Gong Mané a la guitara, participan a finales del verano en el Festival de Grupos en Algeciras y conocen a Henrik Liebgott -a.k.a. Michael-, un hippy danés enamorado de la música y el ambiente españoles, que toca la guitarra y otros instrumentos y que milita en un grupo rival: los Solos. Curiosamente, Smash ganan el festival y los Solos quedan segundos. Poco después Henrik cambia de bando y vuelve Gualberto: Smash ya es un cuarteto. 

Antes de que termine 1969 el grupo es detectado por Ángel Fábregas, el héroe barcelonés de Diabolo/4Vents a quien tanto debe la escena underground catalana y que como vemos también está al día sobre las novedades en otros sitios. En ese sello graba Smash su primer single: “Scouting / Sonetto”, dos perlas del rock progresivo español con mixturas muy personales (en la primera con una exhibición de violín a cargo de Henrik), pero que por desgracia pasan casi inadvertidas por la ya conocida incapacidad económica del sello para afrontar una buena campaña de promoción. Gonzalo consigue interesar a Philips y en 1970 ya están preparando su primer LP, mientras 4 Vents lanza el segundo y último single con ellos: la cara A es de nuevo “Souting”; pero en la B tenemos “Ensayo nº1¨, otra exhibición que a mí me recuerda el sonido de las primeras bandas de krautrock al estilo Amon Düül II y similares. Pronto llegan otras dos canciones grabadas también en 4Vents pero que aparecerán en su primer single con Philips: “I left you / One hopeless whisper”, de nuevo una pareja de piezas brilantes; poco después el segundo, “Decision / Look at the rainbow”, y en esta última canción escuchamos a Gualberto ofreciéndonos una demostración de lo que ha aprendido en estos últimos meses con su nuevo instrumento: el sitar, que le impresionó en su viaje a Estados Unidos, escuchándolo en las manos de Ravi Shankar en pleno Woodstock (esa impresión es compartida por Henrik, otro aficionado a los instrumentos exóticos). Así que estamos ante un total de siete canciones tremendas, que aún sorprenden hoy en día y que hacen presagiar un Lp fantástico, que saldrá en otoño. Pero de momento lo dejaremos aquí, porque este grupo y su historia merecen ser tratados con un poco de detenimiento; o es que yo soy un plasta, que también. Eso sí, para ir abriendo boca aquí les dejo esas siete canciones tremendas. Y la semana que viene, seguimos. 

Ah, por cierto… Smash no fueron únicamente la brillante banda de rock underground que dignificó a ese estilo en España, sino también, en el ánimo de Julio Matito, la ejemplificación de toda una corriente de pensamiento, una filosofía que él resume de modo magistral en el legendario “Manifiesto de lo borde”, que por supuesto -no faltaba más- un servidor transcribe aquí para que las nuevas generaciones aprendan y los puretas echen el moco al recordarlo


MANIFIESTO DE LO BORDE

Cosmogonía de la estética de lo borde:

- Hombres de las praderas (Dylan, Hendrix, Jagger…) 
- Hombres de las montañas (Manson, Hitler…) 
- Hombres de las cuevas lúgubres (funcionarios) 
- Hombres de las cuevas suntuosas (presidentes de consejos de administración, grandes mercaderes) 

Los hombres de las praderas son los únicos que están en el rollo y que han salido del huevo. Sus carnets de identidad son sus caritas. 

Los hombres de las montañas se enrollan por el palo de la violencia y la marcha física. 

Los hombres de las cuevas lúgubres se enrollan por el palo del dogma y te suelen dar la vara chunga. 

Los hombres de las cuevas suntuosas se enrollan por el palo del dinero y del roneo. 

– No se puede hacer música en las cuevas del infortunio; hay que abrirse hacia las praderas. 
– Las relaciones hombre de las praderas-mercader de las cuevas suntuosas son siempre de sado-masoquismo. 
– Sólo se puede vivir tortilleando. 

I. No se trata de hacer “flamenco-pop” ni “blues aflamencado”, sino de corromperse por derecho. 
II. Sólo puede uno corromperse por el palo de la belleza. 
III. Imagínate a Bob Dylan en un cuarto, con una botella de Tío Pepe; Diego el del Gastor a la guitarra, y la Fernanda y la Bernarda de Utrera haciendo el compás, y dile: 

– Canta ahora tus canciones. 

¿Qué le entraría a Dylan por ese cuerpecito? Pues lo mismo que a Manuel (Molina) cuando empieza a cantar por bulerías con sonido eléctrico: 

Aunque digan lo contrario, 
yo sé bien que esto es la guerra.
Puñalaítas de muerte 
me darían si pudieran. 


lunes, 16 de mayo de 2016

España 70's: de vuelta al desierto (XIII)

No todos los nombres que constituyen la oleada moderna catalana en la transición de los años 60 a los 70 están relacionados con el Grup de Folk o los Jueces, aunque parezca que fuera de esas “familias” no hay vida. Siempre habrá gente que vaya por libre, y hoy terminamos nuestro viaje a aquella comunidad con dos grupos autónomos, por decirlo así: Mi Generación y Tabaco. Los primeros tuvieron una breve y esporádica conexión con Máquina!, pero los otros ni siquiera son de Barcelona sino de Sabadell. Eso sí, su destino fue el mismo: tan respetados ahora como ignorados en su época.


Mi Generación fue un grupo muy longevo, aunque de modo casi subterráneo y con cambios frecuentes de personal. Con independencia del estilo, sus miembros tienen plena conciencia profesional: desde el principio de su carrera, a mediados del 67, trabajan cualquier tipo de rango, desde las fiestas patronales hasta la participación en grabaciones con otros músicos. Por desgracia la extrema juventud de sus miembros hace que las presiones familiares obliguen a algunos de ellos a abandonar, y la situación del grupo resulta inestable hasta que en 1969 comienza a concretarse con la llegada de dos elementos fundamentales: el primero es Eliseo Parra, batería polifacético, compositor y cantante; meses después entra José Valverde, “Zappa”, guitarra rítmica y también cantante. Durante 1970 se van haciendo muy apreciados en los estudios discográficos y tienen bastante trabajo como músicos de sesión, pero también ideas propias: Eliseo y Zappa, ambos con muy buena voz, admiran los estilos vocales que comenzaron en el beat con las bandas como Hollies y que en Estados Unidos defienden los Byrds, por ejemplo. Esa mezcla entre voces y juegos de cuerdas, acústicos o eléctricos, es su tendencia principal, que se confirma cuando escuchan el primer disco de Crosby, Stills & Nash: ahí está, casi exactamente, lo que ellos quieren hacer. 

El trabajo abundante siempre es bienvenido, pero a cambio el grupo tiene poco tiempo para componer: hasta finales de 1970 no consiguen entrar en un estudio para grabar un single que se publicará en la primavera del 71 con una canción propia y una versión: “Toma tu parte de felicidad / Triste y solo”. La primera, compuesta a medias por Eliseo y “Zappa”, es la mejor carta de presentación posible para un grupo en el que se nota su gran talla técnica, la exquisita armonía de voces y el buen gusto en las escalas que constituyen una canción adorable, sin nada que envidiar a unos C,S & N. La cara B es el “Sad and lonely” de Graham Gouldman que habían interpretado los Garden Odyssy Enterprise, pero que aquí suena con mucho más nervio, más eléctrica. En suma, estamos ante un disco magnífico cuyo problema es el deficiente sonido y la escasa promoción: si en vez de haber grabado para la humilde Palobal hubiesen conseguido contrato con Hispavox (el sello ideal para este tipo de grupos), las cosas hubieran sido muy distintas; y aun así, en pleno verano ganan un festival “de la canción moderna” interpretando esa cara A, hecho que se resalta en la inmediata reedición del single. Muy poco antes consiguen grabar un Lp, a toda prisa, con la sombra del servicio militar encima ya para alguno de los músicos: Eliseo Parra caerá en octubre y poco antes lo había hecho el bajista Rafa Maldonado, sustituido de momento por el propio “Zappa” y definitivamente por José Valverde. 

El Lp se publica a finales de ese accidentado año 71, es homónimo y al igual que el single mereció mejores medios de los que tuvo, porque realmente es un buen disco. Es verdad que las letras son un poco infantiloides, muy en la onda hippy de la época, y que se les nota mucho la influencia del grupo yanqui de sus amores, pero demuestran un gran nivel técnico e ideas propias incluso aceptando un cierto seguidismo (“Solo estás y estoy” es el “Wooden ships” de Mi Generación, la cosa está clara). También por esa época acompañan a Máquina! con sus voces aunque no aparezcan en los créditos del doble en directo, y graban dos discos de covers bajo seudónimo (una práctica muy de la época), pero su mejor momento ya está pasando: la mili hace imposible mantener una formación estable durante dos o tres años, y la grabación a toda prisa de un segundo disco no sirve de nada porque el sello quiebra. Aun así, con altas y bajas, a trompicones, Mi Generación consiguió llegar a mediados de la década; lo que nos queda es que Eliseo Parra se ha convertido en uno de los más importantes folcloristas españoles, y que su antiguo grupo ha dejado para la historia este recuerdo. 



El caso de Tabaco, en cambio, es muy fácil de contar porque su carrera fue corta y pasó casi desapercibida. Son buen ejemplo de lo que ha sucedido siempre con los grupos “menores” que llegan a grabar por casualidad: para los coleccionistas, el disco (del que solo se publicaron 50 unidades) es una pieza muy valiosa, pero para el aficionado "de a pie" no hay prácticamente información sobre quiénes eran y cuál fue su circunstancia. Solo sabemos que a finales de la década anterior anda por Sabadell un grupo llamado “Los Duendes”, cuyos integrantes tienen un nivel instrumental bastante bueno y conocen muchos estilos, desde el rock and roll hasta el progresivo; imagino que se trataría del tipo grupo todo-terreno de músicos con vocación profesional tratando de curtirse a base de actuaciones en fiestas, verbenas y discotecas hasta conseguir un repertorio que les permitiese dar un salto. Pero, tal vez a causa de vivir en la zona en la que viven, sus posibilidades de hacerse populares no son muchas, así que finalmente algunos abandonan y los restantes crean a principios de 1971 un nuevo grupo con un nuevo nombre: Tabaco; la diferencia entre ambos parece ser el cambio de estilo, que pasa del rock and roll y el beat a otros géneros más actuales. Para entonces Josep María Abella es el cantante, apoyado en la guitarra por Mariano Escriu; al bajo y teclados Eduardo González, y el batería es Jordi Molet. Y para promocionarse idean una curiosa “campaña publicitaria”: baten todos los récords de permanencia sobre un escenario tocando durante veintisiete horas en una pista deportiva de Sabadell; lo cual demuestra, entre otras cosas, que su repertorio es muy extenso. Tal vez aquel gesto no les sirviese de mucho, pero poco después consiguen ganar el “Primer Campeonato Musical Pop de Cataluña”. 

No está muy claro cómo llegan a grabar su disco, al que titulan “Desintegración”. Es posible que, envalentonados por haber ganado tal “campeonato”, decidieran pagarlo con su propio dinero alquilando unas horas en un estudio cualquiera (Sabin) y grabando las cintas en un sello diminuto (Spiral), tratando de reivindicar su valía y su facilidad para mezclar estilos: solo así se comprende que únicamente se prensaran cincuenta copias, que por supuesto valen ahora un buen dinero en las subastas; en ese caso, el disco sería utilizado como carta de presentación para conseguir actuaciones. Y tal vez les sirvió, ya que además de ser la “banda residente” en un hotel de Calella durante dos veranos parece ser que llegaron a compartir cartel con lo más florido de la oferta nacional: según se dice, Tabaco actuaron junto a los últimos Brincos y Canarios, además de Mustang o Sírex (aunque por las fechas no me cuadra mucho: tal vez fuesen los antiguos Duendes). Finalmente el grupo desaparece en 1973 y Josep María recrea a los Duendes como banda “vintage” para hacer bolos atacando el catálogo incombustible del rock and roll tradicional. 

Pero vamos al disco, que es lo importante: el sonido es muy bueno teniendo en cuenta las circunstancias, y la altura técnica del grupo es de verdadera categoría; pero más curioso aún es el material, de cosecha propia en su mayor parte, sin nada que envidiar a ningún grupo nacional de aquella época, e incluso en las versiones como “Blue suede shoes” o “Lady Samantha” demuestran personalidad. En cuanto a las propias, ya el arranque con la que da título al disco nos sorprende: se trata de una pieza instrumental entre r’n’b y funky muy bien arropada por el órgano y la percusión, magnífica. “Tabaco”, la siguiente, es un blues muy alegre -valga la contradicción- que podría recordar vagamente a Mayall, por decir algo; “Dia sin luz” es una balada progresiva realmente buena, y así sucesivamente. En conjunto, lo que tenemos es un paseo por casi todos los géneros importantes del momento en forma de piezas originales ejecutadas con gran maestría. No es necesaria la titulación de “monstruo del progresivo psicodélico” que figura en algunos catálogos para que piquen los fanáticos y elevar así el precio de los originales: hay de todo, y este disco se sostiene perfectamente como rareza histórica sin semejantes etiquetas. Por supuesto ha sido reeditado ya en dos o tres ocasiones, e incluso con varios extras, así que ya saben: si le echan un vistazo y les agrada, vayan a por él


lunes, 9 de mayo de 2016

España 70's: de vuelta al desierto (XII)

En la lista de los nombres más importantes de la vanguardia catalana a principios de los años 70, hay al menos otros dos que resulta obligatorio citar: Pan & Regaliz y Om. Ambos tienen influencias psicodélicas; pero mientras los primeros son una banda de rock progresivo al más puro estilo británico, Om (que no es exactamente un grupo convencional) desarrollan una mezcla entre jazz y free rock que los hace únicos. Algunos de estos músicos, cercanos o no al Grup de Folk, son ahora instituciones nacionales, porque con el paso del tiempo han desarrollado una carrera muy respetable; pero en cuanto a estas dos bandas, la categoría legendaria de la que disfrutan ahora de poco les sirvió en su época. 




La historia de los regalices comienza a mediados de la década anterior, cuando un grupo de adolescentes se reúne bajo el nombre de Els Mussols. A pesar de ser muy jóvenes, su variado repertorio de versiones los lleva del pop al folk, de Bob Dylan a los Kinks. Como era de suponer, más tarde o más temprano tendría que haber una clarificación de objetivos, y tras una fase más orientada al folk hippie (en la onda Sisa/Riba), en 1969 sus tres miembros más rockeros -Alfons Bou, batería que pasa a ser guitarra, Artur Domingo, bajo, y Guillem París, flauta- deciden marcharse. Los tres pueden cantar, así que solo necesitan un batería: en ese momento Jackie (Santiago García) acaba de abandonar Máquina! y está disponible. Nace así “Agua de Regaliz”, grupo progresivo con tintes psicodélicos que a mediados de 1970 graba un primer single en Diábolo/4 Vents: “Waiting in the munster’s garden / When you’re so bringdown”. Con solo esas dos canciones queda clara su escuela, con una línea de bajo al estilo Family en la primera o ese blues oscuro que luce la segunda y que recuerda mucho al sonido del sello británico Vertigo. La voz principal será la de Guillem París, fan total de Ian Anderson y flautista como él; ya se pueden imaginar cuál va a ser una de las influencias definitivas en este grupo. 

Solo con ese single y algunas piezas más ya tienen repertorio suficiente para actuar en los eventos más floridos del naciente progresivo catalán, entre finales del 70 y principios del 71, pero el ominoso servicio militar se cobra su tributo: esta vez le toca a Jackie. Y a eso se suman los problemas económicos de 4 Vents, que llevan al grupo a buscar otro sello, que será Ekipo. Esa marcha destemplada origina un problema contractual que les obliga a cambiar también de nombre: deciden llamarse Pan, a secas; luego se lo piensan mejor y le añaden el regaliz por si algún fan de la primera época se despista. Bien, pues Pan & Regaliz ya tienen material para grabar un Lp, y a ello se ponen tras dar con un nuevo batería, que será Pedro Van Eeckout, pluriempleado en pequeñas bandas de la zona. Tras un single con dos canciones como adelanto, ese disco grande, de título homónimo, llegará a ser otro de los clásicos en la leyenda progresiva nacional: no tuvo grandes ventas en su momento, pero se ha reeditado ya unas cuantas veces. Se abre con “One more day”, un recordatorio en toda regla a los primeros Jethro Tull: la voz, la flauta, el ritmo, la guitarra, son la consecuencia de haber estudiado con provecho el “This was” de los británicos (y su “Thinking in Mary” es el Bouree de los regalices). Reaparecen las dos canciones de su primer disco, ligeramente modificadas, y es fácil reconocer gran parte del santoral de estos muchachos: de nuevo los Tull, que se encuentran con Cream en “Dead of love”; pasa la sombra de los Doors por “I can fly”; también de nuevo me acuerdo de Family, de la “amigable” voz de Chapman -cuando sonaba apaciguado- en “A song for the friends”, y quizá uno de sus momentos más personales sea la extensa “Today is raining”. Así que, en conjunto, estamos ante un espléndido homenaje a todas las bandas que los han influido, pero ese es también su defecto: Pan & Regaliz no tienen un estilo propio, y el escaso público progresivo de la época prefiere originales a copias. 

Poco después se publica un single cuya cara A será una nueva y última canción, “Magic colours”, con unos juegos de voces psicodélicas que recuerdan a July, pero ahí termina la historia: un segundo disco que se había planeado no llegó a grabarse siquiera. Poco después vuelve Jackie de la mili y Pedro se marcha para participar en Om y luego el grupo de jazz fusión Jarka, pero ya no importa mucho porque tras unas cuantas idas y venidas Pan & Regaliz desaparecen en 1972. Guillem París, el único que estuvo al pie del cañón de principio a fin, intentó en 1973 publicar nuevo material, pero fue imposible. Lo que queda para la historia es otro de esos discos legendarios que, independientemente de su categoría musical, forma parte de un Olimpo nacional muy escaso pero entrañable. Aquí lo tienen. 




Jordi (“Toti”) Soler es un guitarrista virtuoso, un músico de Conservatorio que en 1966, con diecisiete años, entra en un grupo llamado Brenners’ Folk (uno de sus creadores es el histórico Vytas Brenner, junto a su hermano Haakon), donde ya milita un pianista llamado Jordi Sabatés, otro virtuoso no mucho mayor que él. Cuando los Brenner se vuelven con sus padres a Venezuela, el grupo pasa a llamarse Pic-Nic y siguen practicando un folk pop que los lleva a la cumbre en 1968 con la canción lacrimógena “Cállate niña”, cuya letra fue compuesta por su cantante Jeanette, otra niña. Muy poco después, Toti y Jordi abandonan el grupo para dedicarse a lo suyo, que es inicialmente el folk rock con influencias psicodélicas pero que pronto se irá acercando al jazz; a partir de ese momento, reconocidos ya como músicos de categoría, colaboran con varias figuras tanto de los Setze Jutges (especialmente María del Mar Bonet) como del Grup de Folk. Ya en el 68 Toti ha decidido crear un grupo que puede funcionar como tal, con vida propia, o también servir de apoyo a otros músicos; en la idea original participa también Jordi, aunque él prefiere simplemente figurar como músico de acompañamiento o hacer arreglos antes que militar en un grupo real, con obligaciones de grabar o actuar con carácter fijo. Finalmente Toti presenta a Om, una banda que tendrá entre sus primeros trabajos acompañar a Pau Riba en la primera parte de “Dioptría” (donde también participa Sabatés como arreglista en algunas piezas); posteriormente Toti será su ayuda principal tanto en la segunda parte como en su disco acústico grabado en Formentera. Pero debido a que Om solo actúa en directo como banda acompañante, la formación sufre cambios continuos mientras él va edificando un sonido básico que pueda llegar a ser grabado. 

Y ese momento llega a finales de 1970. Para entonces, en la batería figura Peter Hodgkinson; Manuel Elías suele ser el bajista, y ocasionalmente otros músicos aportan instrumentos adicionales (como el propio Sabatés, cuyo piano se oye en muy contadas ocasiones). El resultado son cuatro piezas que, en palabras de Toti, resumen una serie de ensayos improvisados por falta de tiempo. El disco, publicado en 1971, se titula “OM” y es otro de esos inevitables en la historia musical española de los primeros años 70. Con toda la razón del mundo, puesto que ya es suficiente con la apertura, “Excusa 6/8”, para comprobar que estamos ante una obra de calidad muy por encima de la media nacional, una supuesta improvisación jazzística en la que se crea un juego magnífico y original entre guitarra, bajo y batería, tan al viejo estilo y tan innovador a la vez, con el vuelo de los instrumentos de viento; esa improvisación se traslada en una segunda parte a zonas progresivas rozando la psicodelia y vuelve finalmente al principio, en un círculo brillante. La guitarra de Toti me parece de lo mejorcito que hay en España, sin la parafernalia más o menos heavy que suelen emplear la mayoría de sus colegas. La otra pieza de la cara A es “Non ho sap ningú”, mucho más libre y experimental, cercana al free jazz; en la cara B, “Zitro’s ache”, con una trompeta protagonista (Xavier García), recuerda a Miles Davis y la soltura instrumental que suele acompañarle, mientras que la despedida con “Excusa num. 1” es un paseo por varios géneros, desde su entrada al estilo de rock psicodélico saltando al jazz rock, el progresivo… casi parece andar Zappa por el medio, en algunos momentos. Aunque este tipo de estilos no es lo mío, en conjunto este disco me parece delicioso. 

Las ventas, como era de esperar, son minúsculas. Poco después Pedro Van Eeckout sustituye a Peter en la batería y Om presenta su único single: “Vindrá la llum /Waiting of Godot”. La primera es un rock brillante, original, muy bien estructurado (ese juego entre guitarra y bajo… Lástima que no hiciesen algunas piezas más en este plan), mientras que la segunda es un tanto sorprendente, en plan festivo y alegre, con unos coros y palmas que le dan un aire despreocupado a una composición que podría ser buena alternativa, de calidad, insospechada, a la canción del verano. Poco después Om se disgregan: tanto Toti Soler como Sabatés (que por entonces ya milita en Jarka) seguirán una impresionante carrera que se une en varias ocasiones. Y nosotros nos quedamos con la exigua discografía de un grupo “itinerante” que ha dejado para la Historia otro de esos discos totémicos. 




martes, 3 de mayo de 2016

España 70's: de vuelta al desierto (XI)

Después de la intensa pero corta aventura de Máquina!, y mientras Enric Herrera pasaba al otro lado del escenario, tanto Jordi Batiste como Tapi siguieron adelante con otras agrupaciones. Por desgracia, la mayor parte de esas aventuras no consiguieron llegar muy lejos aunque hoy en día se les respete mucho: a cada paso que damos por este desierto vamos comprobando que la España de aquellos tiempos no era un buen lugar para las mentes inquietas. Y también por supuesto, va quedando claro que Cataluña es por entonces el principal exponente de la música yeyé nacional (con permiso de Andalucía, de la que ya hablaremos cuando toque). 



Jordi Batiste termina el servicio miliar y en 1972 se asocia con Josep María Clúa (Ía). Este nombre es prácticamente desconocido en la España de entonces, pero junto a su hermano Jordi y Manel Joseph habían creado en 1968 uno de los tríos folkies más queridos en Cataluña: Dos+Un, que durante casi cuatro años trabajaron con frecuencia como teloneros de la mayor parte de las figuras de Els Setze Jutges aunque artística y emocionalmente se sentían mucho más cerca de los planteamientos mantenidos por el Grup de Folk. Esta contradicción demuestra que los músicos como Lluis Lach, María del Mar Bonet o no digamos ya Joan Manuel Serrat, fueron mucho más populares que los “hippies” del Grup (entre otras cosas gracias al apoyo mediático de la burguesía intelectual catalana, un apoyo que el Grup no solía tener salvo en la escasa prensa underground). Pero a lo que íbamos: ese trío consiguió grabar un Ep y cuatro singles que se vendieron casi únicamente en su tierra; pero que si se escuchan con detenimiento ahora que ya ha pasado todo, puede que quien no los conozca se quede sorprendido de la calidad que tenían y de su voluntad por mezclar estilos, ya que progresivamente añaden acompañamientos con varios tipos de cuerdas, percusiones o teclados. Finalmente se despiden en 1971; su última presencia discográfica tiene lugar el año anterior participando en un curioso pero fugaz artefacto histórico, como aquel de Miniatura: hay un single publicado por el diminuto sello Cactus (es decir, 4 Vents, y por tanto Ángel Fábregas) en el que “no se sabe” quiénes son los músicos que participan. Parece existir un grupo llamado Estratagema 1 que graba dos canciones en inglés, muy buenas ambas... Luego nos enteramos de que ese “grupo” fue una reunión de los tres miembros de Dos+Un con Enric Herrera, Tapi y Luigi Cabanach, o sea, tres miembros de Máquina! (aunque aún hoy hay dudas sobre alguno de los participantes: algunos dicen que Isidor Marí, el letrista de las dos canciones, es también la voz, en lugar de Ia Clúa). Se trataba entonces de un juego, de crear un grupo fantasma solo para esa grabación, y por desgracia el disco pasó prácticamente inadvertido (incluso en algunos catálogos figura como “no publicado”). Bien, pues aquí lo tienen ustedes, además de la corta pero entrañable discografía de Dos+Un. 

Una vez disuelto el trío, tanto Jordi Clúa como Manel Joseph se convertirán en músicos de acompañamiento y militarán en grupos históricos como Barcelona Traction o la Orquestra Platería respectivamente, mientras que Ía -volvemos al principio- se asocia con Jordi Batiste y crean el dúo Ia-Batiste, que grabarán en 1972 otra de esas maravillosas obras cumbres de la música underground nacional, aunque no se verá hasta el año siguiente: “Un gran día”, un Lp en el que ambos se hallan en estado de gracia. Esa mezcla entre el folk progresivo e incluso psicodélico que nos ofrece Ía junto a la vocación rockera de Batiste se completa con el juego de voces, cuerdas y teclados que ambos dominan. La sucesión de momentos brillantes comienza con la primera pieza, que da título al disco: una voz enérgica, un piano con arreglos orquestales que pueden recordar a Elton John en sus momentos más inspirados, los cambios de ritmo… una verdadera fiesta. El nivel no decae en ningún momento, ni siquiera en las fases más apacibles (ese “Sifón”, una pequeña y dulce locura surrealista en dos minutos, una canción de amor con sorpresa); y para la despedida cambian de planteamiento con “Morrisong”, una larga pieza con desarrollo de rock oscuro y fugaces acompañamientos corales que, seguramente, agradaría a Jim (o eso parecen pretender ellos). El dúo consiguió un gran respeto en Cataluña, e incluso las ventas fueron relativamente decentes, pero no volvieron a grabar hasta 1975 (entre otras cosas por la mili: esta vez le tocaba a Ía); su segundo disco, “Chichonera’s cat”, sin ser malo, ya no llegó a su altura: era otra época, ellos mismos eran ya otros. Pero siempre quedará memoria del primero, esa delicia que quien no conozca debería... pinchar aquí



Jose María Vilaseca, más conocido por Tapi (vívía por entonces en la calle Tapioles), ya tenía un pequeño historial cuando llegó a Máquina!. Recordarán ustedes que hubo un grupo bastante modernillo a mediados de los años 60 llamado los Go-Go, cuyo cantante era Jordi Querol; el grupo grabó unos cuantos singles y oficialmente desapareció, pero solo “a medias”: algunos de sus miembros apoyaron una muy corta carrera de Querol como cantante solista y finalmente, en 1968, hubo una nueva reestructuración que, con Querol al frente, dio lugar a Vértice, el grupo en el que comenzó su carrera un jovencísimo Tapi (solo tenía 16 años) como batería. Por cierto, en ese grupo también se dio a conocer un guitarrista con formación clásica que en aquel momento estaba interesado en las fusiones del rock con el jazz y el blues: se llama Joaquín Sunyer, alias “Max”; los otros dos miembros eran el también guitarra Miguel Ángel Núñez y el bajista Pepe Fernández. Por entonces todos ellos son muy aficionados al blues rock que practican las bandas británicas, y en 1969 consiguen grabar un single que se publicará el año siguiente y demuestra la clase que tenían: “Take me away / You’re not real” puede pasar perfectamente por isleño y muestra a las claras la gran influencia recibida de Peter Green con Fleetwood Mac, sin ir más lejos. Pero, como suele pasar en las grabaciones de Diábolo/Als 4 Vents, no hay mucho dinero para promoción, y aún encima a Jorge le toca cumplir con la Patria. Ese es el fin de Vértice, anterior ya a la publicación del single.

Porque sabemos que la entrada de Tapi en Máquina! tuvo lugar a finales del 69, justo a tiempo para su segundo single. Y cuando decide abandonarlos, a principios del 71, crea Tapiman junto a Miguel Ángel Núñez y Pepe Fernández, que además de bajista ahora será también cantante (curiosidad: “MAN” son las iniciales del guitarrista; la idea de crear el grupo fue de Tapi y suya). Muy pronto publican el primer single: “Hey you / Sugar stone” deja clara la tendencia del trío, un cruce entre hard y heavy que los convierte en precursores del sonido que adoptarán luego la mayoría de las bandas rockeras nacionales. Sin embargo Miguel tiene que marcharse a causa, como siempre, de las obligaciones militares; y por esas lógicas no escritas que a veces se cumplen, es sustituido por “Max” Suyer. Poco después llega su segundo single, más reposado pero para mí mejor aún que el primero: “Love country”, en la cara A, es un rock americano de medio tiempo magnífico, y “Walking all along the life” una especie de balada acústica/eléctrica en la que Max se luce (como siempre) pero sin avasallar a Tapi ni a Pepe, ambos igual de buenos. Y llegados a 1972 se publica su primer Lp, “Tapiman”, un ejercicio de estilo, en tono progresivo, que va desde el espíritu Black Sabbath en “Wrong world”, la canción que lo abre, hasta el cierre hard con el lucimiento de Max y su guitarra en “Driving shadow”. No me extraña que los aficionados a ese instrumento lo alaben, porque a lo largo del disco queda claro que estamos ante un virtuoso, que por otra parte ya nos va mostrando en algunos momentos sus querencias cercanas al rock sinfónico. Las ventas fueron razonablemente buenas, aunque tampoco estamos ante un hit: Edigsa, el sello que distribuye a Tapiman, tiene más potencia que Als 4Vents, pero ni uno ni otro pueden competir con los grandes. 

Con el tiempo “Tapiman” ha pasado a ser otro de esos discos legendarios, como el de Máquina!, que cualquier aficionado adora aunque no quede claro si es más por su valor simbólico o por su categoría musical. Poco después se publicó un Lp casi anecdótico en el que Tapiman acompañan a Jorge Querol interpretando clásicos del rock and roll tradicional; el disco no muestra sus nombres y su distribución fue minúscula. Max se marchó poco después: su carácter profesional, serio, no cuadraba con un Tapi que pensaba más en la juerga que en los ensayos, y por otra parte el grupo no parecía tener futuro. Pasará a formar parte de los Kroner’s (el grupo de Tony Ronald), donde conocerá a otros músicos con los que luego crea Iceberg. Mientras, Tapi se marcha a Lone Star y Pepe militará en pequeños grupos además de trabajar como compositor. A finales de los 70 Tapi intenta recrear la banda junto a Pepe, e incluso publican un nuevo disco, “En ruta”; pero la cosa no va más allá y el disco, con un sonido rockero bastante light, pasa sin pena ni gloria. Y como es norma de la casa, nosotros nos quedamos con los buenos tiempos: aquí los tienen ustedes.