Cuando rematé las entradas correspondientes al año 69 en la Isla, me sentí ligeramente afectado por la nostalgia: despedirse de esa década siempre entristece un poco. Así que he decidido prolongar la estancia en ella otro ratito. Queda por delante una fabulosa cosecha de discos, puesto que los 70 también tienen lo suyo… pero imagínense a ustedes mismos en ese delicioso momento del remoloneo entre las sábanas, sintiendo la mirada inquisitorial del despertador que nos apremia a levantarnos y encarar el nuevo día. Por otra parte mi yo americano está un poco molesto conmigo, ya que he resumido la situación allá a partir del nacimiento de los Byrds despachando la época anterior con una simple entrada sobre la música surf, y tengo la sensación de que no he sido serio. ¿Qué otras cosas pasaron entre 1959 -la decadencia del rock'n'roll clásico- y la era de las grandes bandas, eh? Porque el surf está muy bien, pero no lo explica todo. Y de la invasión británica también he hablado, pero a la ebullición que tuvo lugar en los States gracias a ella no le he dedicado más que unas líneas. Así que tendré que arreglar eso.
Hay una verdadera nebulosa de bandas americanas que hicieron el tránsito del 59 al 67. Ya he dicho unas cuantas veces que el asunto de las etiquetas es muy vidrioso, y este es un ejemplo más: mucha gente, guiada por las casas discográficas y por consecuencia los comentaristas, resume la época como la del "garaje", cuando en realidad hay muchos grupos que no responden realmente a los parámetros que los aficionados asocian con este "género". Es decir, no todos practican un rock and roll de alto octanaje, sino que también los hay más cercanos al pop, más melódicos, e incluso algunos tienen un pequeño apoyo orquestal. Vuelvo entonces a la reflexión aquella que hice en el apartado sobre el freakbeat y les recuerdo que, en muchas partes de ese país, a las bandas pequeñas se les llamaba "punk": ya fuesen rockeras o más tranquilas, la mayoría no pasaron de uno o dos éxitos locales aunque su carrera durase, en algunos casos, varios años. La "garage music" o como quieran llamarla, es a efectos comerciales material de serie B. Pero solo a efectos comerciales: en lo musical, fue una bendición para el país.
Hay dos épocas perfectamente delimitadas a las que, en plan historiador de pajarita, podríamos nombrar como el Bajo Imperio (1959-1963) y el Alto (1964-1967). O sea, al revés de como suele usarse el concepto "Alto" y "Bajo" en términos históricos. ¿Por qué? pues porque fue infinitamente más atractivo el segundo que el primero... Pero es igual, no me hagan mucho caso: manías mías. Hasta 1964 las bandas andaban a medio camino entre grupo y pequeña orquesta (había muchas con sección de viento); su medio de vida solían ser los bailes, y su repertorio abarcaba el rock'n'roll (generalmente en su versión rockabilly), la música surf y las baladas (con ramalazos country). Es decir, los géneros blancos: el rhythm'n'blues no estaba arraigado aún en la gran masa de oyentes pálidos, a quienes -si no eran muy racistas- Chuck Berry o Little Richard les parecían un simpático exotismo pero poco más (y aún existían las race lists, recuerden). Porque no todo el país tenía la amplitud de miras de un neoyorkino o un habitante de Chicago, de las zonas industriales: el joven aficionado blanco de la América profunda, rural, no podía poner los pies así como así en una "tienda de negros" para oír o comprar ese tipo de discos (y en la próxima entrada hablaré de un caso concreto). Como consecuencia el sonido y el estilo eran uniformes, poco creativos: se echaba en falta una ráfaga de aire fresco que renovase esas estructuras, o que las cambiase por completo.
Por otra parte, dentro de las "estructuras" hemos de considerar también a la propia industria: los grandes sellos -y en consecuencia los críticos- vivían de los crooners y las orquestas, mientras que el rock'n'roll seguía distribuyéndose malamente por marcas cuyo radio de acción no solía traspasar los límites de un estado (y esa fue la razón de los escasos éxitos nacionales de las primitivas bandas de garaje). Al parecer no interesaba que dichas estructuras cambiasen: EMI se vio obligada a publicar los dos primeros singles de Beatles en Vee-Jay y Swan porque Capitol no quiso hacerlo ¡siendo su firma subsidiaria en los States! bajo el argumento de que "esos Beatles no tienen nada que hacer aquí". Había miedo, esa es la verdadera razón: las casas de discos, la prensa, todo el establishment que vivía de este negocio era consciente de hallarse en peligro (y por otra parte Capitol tenía sus propios intereses: los Beach Boys, concretamente).
Pero a veces el público va por delante de los medios; aun cuando los medios, como en este caso, estén claramente en contra: a mediados de 1963 algunas emisoras perdidas por el mapa comenzaban a radiar esos dos primeros singles de los Beatles, y algunos otros que los escasos viajeros inquietos traían de la Isla en su maleta. En Diciembre la convulsión isleña llegó a oídos del avezado Walter Cronkite, que hizo una reseña en su programa nacional de la CBS sobre ese fenómeno que comenzaba a expandirse por la vieja Europa. Y una adolescente de catorce años llamada Marsha Albert, de Maryland, vio ese programa, cayó arrobada y escribió una notita dirigida a Carrol James, el DJ de la emisora local WWDC. Una nota que iba a pasar a la Historia: "¿Por qué no podemos tener música como esa aquí?" (una pequeña adolescente, una niña, la más exacta representación del futuro). Y lo que viene luego ya es de cuento de hadas: el bueno de Carrol consiguió agenciarse por medio de una azafata de vuelo británica una copia de "I want to hold your hand" e invitó a Marsha a hacer los honores, a que ella misma presentase la canción por primera vez en la emisora. Y la noticia de este hecho comenzó a rodar justo cuando EMI le estaba apretando las tuercas a Capitol; donde por otra parte la gestión del asunto cayó en manos de Brown Meggs, un personaje con mejor vista que sus predecesores y que enseguida firmó un acuerdo de distribución con Brian Epstein. En pocos días llegaba esa canción a las tiendas estadounidenses, y pronto habrá cinco singles de estos muchachos poblando el top 10 nacional, y… el 7 de Febrero de 1964 aterriza en el aeropuerto John Kennedy de Nueva York el vuelo de Pan Am 101 procedente de Heathrow, Londres, Reino Unido, que trae a los Beatles. Se acabó el aburrimiento: comienza la Invasión Británica, pequeña Marsha. Estarás contenta, ¿eh?
Y claro, la consecuencia directa de dicha invasión es el final del Bajo Imperio Garajero Americano. Pero esa ya es otra historia: de momento habrá que buscar entre los restos de aquella edad primitiva algún signo de vida destacable, por muy rupestre que sea. Seguiremos informando.
Cómo vende usted las series B. Alma de comercial.
ResponderEliminarYo no tengo la menor idea de estos tiempos bajo-imperiales, pero pinta bien. Pillo sitio, ¿vale?
Qué tiempos, en los que las adolescentes marcaban la moda de la música. Ahora también lo hacen, bien asesoradas por las radio fórmulas.
ResponderEliminarTengo alguna pequeñá discrepancia con usted Mr. Rick pero es muy lve, no se preocupe. Creo que los muchachos blancos del rock and roll procedían en buena medida de esas zonas sureñas rurales como el mísmísimo Elvis, Jerry Lee, Gene Vincent etc.. La palabra rockabilly que se podría traducir como "rock paleto" está formada por rock y hillbilly que es el nombre primitivo del country, siempre esencialmente sureño. No sé soy de la impresión de que no es casualidad que el rock blanco naciera en una ciudad tan sureña como Memphis.
ResponderEliminarPor lo demás es una bonita entrada y desconocía por completo la historia de esa chiquita, Marsha Albert.
Si por algo me da coraje visitar su blog es por darme cuenta de la incultura musical que tengo. Menos mal que hoy tengo el día ocioso y le voy a dar caña al Spotify para buscar algunas de las cosas que me nombra por aquí. (Otro que se las gasta igual es el Dr. Krapp)
ResponderEliminarEs clásico, pero todo tiempo pasado parece mejor. Yo no creo en ello
ResponderEliminarHombre mister Dani, es que si no se alaba un poco la mercancía el público igual pasa de la oferta, y no sería justo: es una época encantadora, y por muy progresivo que sea usted estoy seguro de que también este tipo de músicas le toca la fibra sensible. O eso espero.
ResponderEliminarAsí que venga, pille sitio. Prometo no extenderme demasiado.
Ya ve, mister Chafardero, las señoritas antes estaban en la cresta de la ola. Ahora, como casi no hay olas, pues en fin: los 40 Impresentables es para todo lo que dan estos tiempos.
Hola, herr doktor. No veo la discrepancia, ya que una cosa es la masa de aficionados y otra los músicos: esos se mueven como sea. Efectivamente, la mayor parte de los patriarcas del rock'n'roll son de origen sureño; y es preferentemente allí donde se produce la mezcla entre el patrón blanco y el negro. Lo cual es lógico, porque el blues y el r'n'b proceden de esa zona. Y los músicos, que son muy inquietos, se saltan las normativas que imponen las race lists. Como usted sabe, por aquella época la mayor parte de la producción musical de los morenos se etiqueta como "race records", y esto aleja a la mayor parte del público blanco. El rock'n'roll comienza a dinamitar esa segregación, pero hasta la invasión británica y el auge del soul y la Tamla, la masa de compradores blancos seguirá un tanto apartada de esa oferta. Los músicos no, claro: su profesión, que nace de su inquietud, les lleva a saltarse las barreras que hagan falta; como lo hace el mismo Chuck Berry oyendo country e incluso adaptando ese género para sus propios objetivos (Maybellene", por ejemplo, es una versión de la tradicional "Ida Red" arreglada por Roy Acuff, que era el rey del country en los años 30).
No se preocupe, mister Bubo: tíos raros como yo hay pocos, afortunadamente. No hace falta una gran "cultura musical" para disfrutar de una buena pieza, por suerte. En realidad lo mío es obsesión, algo muy cercano a la patología.
Es clásico en efecto, Mr. Pepper. Pero aunque yo tampoco soy muy partidario de la frasecita de marras, hay que reconocer que en este caso es cierta: entre los años 50 y 80 se hizo la mejor música popular de la historia, eso es incuestionable.