Bienvenidos a nuestra fiesta navideña.
Sí señor, un año más hemos conseguido llegar a la vorágine de saraos y
desenfrenos variados que nos dicta el calendario y con la que se supone hemos
de colaborar; por unos días debemos dejar a un lado esta continua y alocada
carrera de obstáculos que constituye la vida actual... y sustituirla por otra
no menos alocada carrera de compras, comidas, cenas, ardores de estómago,
resacas, nostalgias impostadas y demás fanfarria.
Y ya saben ustedes que en este tugurio
también procuramos fingir que somos gente de orden respetando la anomalía
general de estas fechas, aunque a nuestro aire: nos vamos de vacaciones hasta
que pase todo, pero antes hacemos una fiesta. En nuestro afán por no repetir
estilos musicales, esta vez hemos decidido mimetizarnos con el ambiente punk,
rock y new wave que se respiraba entre 1976 y 77; o sea, que hasta cierto punto
esto será un homenaje a los músicos que aún están empezando, que no tienen la
densidad suficiente para dedicarles una entrada para ellos solos o que proceden
del otro lado del océano. Como siempre, escucharán ustedes 12+1 selecciones;
espero que haya suerte y no se me aburran mucho.
A pesar de mi carácter arisco, paso
por ser un tipo educado cuando quiero; y una de las primeras normas de
urbanidad es ceder el paso a las señoras o señoritas. Entre los aspectos más
interesantes de la época punk / new wave está la sensación igualitaria que
comienza a surgir entre los dos sexos: hasta entonces la mayor parte de las
ofertas femeninas se hallan en el folk o el pop, y muy raramente se veía a una
mujer en una banda de rock salvo como cantante (Janis, Maggie Bell, Elkie
Brooks…) o por razones un tanto “extramusicales” (Honey Lantree, hermana de John
y excelente batería); casos como el de la teclista Christine Perfect, luego
señora de McVie, o Maureen Tucker -que llegó a la Velvet de rebote- son
excepcionales hasta mediados de los años 70. Pero, por ejemplo, era casi
imposible ver a una guitarrista: ya saben, la guitarra es un instrumento
fálico, y tal. La primera gran señora en este negocio, tanto como compositora
como cantante y guitarrista, es sin duda doña Patti Smith, nacida en Chicago
pero cuya carrera despuntó en Nueva York y que tanto en lo artístico como en lo
personal abrió el camino convirtiéndose en ejemplo y referencia inevitable.
Como es de ley, la señora Smith será recibida con todos los honores en este bar
cuando le toque, pero de momento dejemos constancia de su grandeza con “Pumping
(my heart)”, mi canción preferida de su segundo Lp, de 1976, titulado “Radio
Ethiopia”.
Parece que el futuro es de las
mujeres. Eso debió de pensar el fantástico Kim Fowley, elemento motriz en la
creación de una de las primeras bandas de chicas de los 70: las californianas
Runaways, que partiendo del glam rock se convirtieron en una sensación a
mediados de la década y cuyo refrescante descaro fue una benéfica influencia
para todas las señoritas que vinieron luego. En realidad Fowley no inventó
nada, porque ya en los 60 había habido algún grupillo femenino, poppie e
incluso garajero, pero con poca proyección; las Pleasure Seekers por ejemplo,
de donde salió Suzi Quatro. Pero las Runaways llegaron a ser realmente famosas
(y tienen película), aunque su éxito no duró mucho. Luego casi todas siguieron
con la carrera musical; la más popular fue Joan Jett, que tanto en su aspecto
como en su estilo recuerda precisamente a la buena de Suzi. Aquí tienen ustedes
“Cherry bomb”, la canción que en 1976 las convirtió en estrellas.
Cuando los artistas de una clase o una
raza oprimidas consiguen llegar a la “visibilidad”, es frecuente que haya una
carga ideológica al menos en sus primeros mensajes. En la Isla, un buen ejemplo
del carácter combativo femenino en su lucha por la igualdad y el respeto lo
tenemos en Marianne Elliott-Said, más conocida como Poly Styrene, que al frente
de los X-Ray Spex presenta su primer single en 1977. Se titula “Oh bondage up
yours!” y es una declaración de principios que comienza con esta proclama suya:
“Alguna gente piensa que a las chicas se les debería ver y no escuchar. Pero yo
pienso… ¡Oh, esclavitud, que te den!”. Y luego viene el “Un, dos, tres, cuatro”
que nos introduce en una de las piezas más contundentes, representativas y coherentes
en la historia del punk. Porque se supone que esa debería ser una de las
características del género: reivindicación, combatividad. Y tal vez por eso
mismo los X-Ray Spex no durarán mucho, pero en 1978, cuando publiquen su disco
grande, los tendremos en el bar. Ah, y que yo recuerde son la única banda punk
que incluye un saxofonista: les sienta bien.
Nuestra nueva amiga Poly fue una de
las muchas “víctimas” del embrujo ejercido por los Pistols, y recordarán
ustedes que por este local ya han pasado unas cuantas. Por ejemplo Joe
Strummer, que estaba tan tranquilo al frente de sus 101’ers cuando de repente
su vida cambia: primero asiste como espectador privilegiado a una de las
exhibiciones de Rotten y compañía, para poco después ser tentado por Mick Jones
-otra víctima- y crear los Clash. Los 101’ers habían llegado a publicar un
single en 1976, que no vendió mucho pero tenía un cierto encanto: la cara A se
titula “Keys to your heart” y es una pieza entre rock and roll y pop compuesta
por Strummer e inspirada en Palmolive, su novia española que por entonces
tocaba la batería en las Slits (un grupo femenino bastante radical que
comenzará a grabar en el 78). Por supuesto, tras el éxito de los Clash
surgieron cintas con demos y directos de su antigua banda, pero pienso que su
mejor canción era aquella; recuerden, inspirada por una chica española que
tocaba la batería… Emocionante, ¿a que sí?
The Adverts fueron otra de esas bandas
que, conforme a los postulados punkies, vivieron rápido y desaparecieron
pronto. Su primer Lp no se publicará hasta el 78, pero un año antes lanzan un
primer single cuya cara A se convierte en una de las canciones más populares en
la historia del género: “Gary Gilmore’s eyes”, un top 20 con letra conflictiva
en la que se habla sobre cómo debe de verse la vida con los ojos de Gilmore, un
asesino yanqui condenado a muerte que los había donado para un trasplante. Los
Adverts fueron una banda muy respetada por la parroquia punk, y además con
historia de amor incluida: Tim “TV” Smith, cantante y letrista de la banda,
estaba casado con Gaye “Advert”, Black, la primera bajista en la historia del
punk y todo un símbolo, no solamente sexual (entre otras cosas, había aparecido
poco antes en una revista porno) sino también ejemplo de la liberación
femenina: la primera mujer estrella del punk, le llamaban los muchachos de la
prensa. Pero a lo que íbamos…
Hablando de grupos adorables y de
parejas sentimentales, aquí tenemos a los escoceses Rezillos, orgullo de la new
wave isleña. Sus dos cantantes eran una pareja marciana: Alan Forbes, que había
comenzado como batería, cambió su nombre por el de Eugene Reynolds y se puso
ante el micro junto a la pizpireta Sheylagh Hynd, que eligió ser conocida como
Fay Fife; se ve que el roce hizo el cariño, y lo demás vino solo. El caso es
que en poco tiempo la banda se convirtió en una clásica del circuito británico
e incluso tuvo un relativo éxito en los States. Más tarde hubo un cisma, un
cambio de nombre y algunas cosas más, pero de eso ya hablaremos cuando toque;
de momento aquí les dejo la fantástica “I can’t stand my baby”, su primer
single, a mediados del 77. Es un pop’n’roll grabado en un pequeño sello pero
que llegó a oídos de la benéfica Sire: poco después ya los estaba presionado
para grabar un Lp, que disfrutaremos en el 78.
Dentro de la new wave ya hemos visto
que hay varios grupos que proceden del circuito de pubs, y sus músicos suelen
ser bastante competentes: más orientados hacia el rock o el pop, con más o
menos brillo, saben suplir con técnica su posible falta de originalidad. Un
buen ejemplo son los Motors, que surgieron como escisión de los Ducks Deluxe,
otros clásicos del pub. Al igual que ellos su carrera no será muy brillante y
desaparecerán después de tres Lps pasables y algunos singles de los cuales al
menos dos tuvieron un éxito relativo. He aquí el primero: se titula “Dancing
the night away”, se publicó en Septiembre del 77 y era en realidad una versión
corta de la supuesta pieza central de su primer Lp, que llegaría un mes más tarde.
Para mí es de lo más brillante que hicieron, con un ritmo que mantiene muy bien
la tensión y unos arreglos excelentes.
También hemos visto una alternativa
que por lo general suele tener más brillo: músicos que comienzan en el rock
estándar, el glam o cualquier otro estilo más o menos actual, y con la llegada
del punk se actualizan, se recrean y se construyen un carácter propio. Este es
el caso de los legendarios XTC, una de las bandas más interesantes -y más
prolíficas- que ha dado la Isla y que ya llevaban unos años de aprendizaje
hasta que en 1977 fichan por Virgin y graban su primer single, cuya cara A es
“Science friction”. Esa pieza los resume perfectamente: un cruce enloquecido
entre el glam, los Ramones, el rock and roll electrónico y sabe dios cuántas
cosas más. Ni que decir tiene que esa exuberancia enfermiza los convierte casi
automáticamente en un grupo de culto, de esos que se aman o se odian, y en este
local los amamos: su primer Lp llegará en el 78, y por supuesto tendrán trato
preferente aquí.
Más locos encantadores: los Soft Boys, de Cambridge, que
bajo la dirección de Robyn Hitchcock se convertirán en otra banda de culto. Es
un término que puede parecer muy exquisito pero esconde en realidad una
injusticia: la mayor parte de los músicos que caen en esa categoría merecieron
haber tenido mucha más popularidad, pero por poca visión de la clientela o por
una distribución deficiente nunca pasaron de ser tan respetados como poco
oídos. Hitchcock y sus muchachos se mueven en esa zona difusa conocida como
“neo psicodelia”: comenzaron con una estructura musical bastante simple e
influenciada por los nerviosismos de la época, pero pronto añadieron tonos de
su propia cosecha. Y esa cosecha es muy variada, desde el folk rock psicodélico
hasta el rock and roll, e incluso en algunos momentos se acercan al progresivo.
No vendieron mucho y su producción es reducida, pero los frikis de buena
voluntad los adoramos; o sea, que serán otros invitados de lujo en este local.
Para ir haciendo boca, he aquí “Wading through a ventilator”, la cara A de su
primer single, del 77. Es otra de esas piezas que, como en el caso de XTC,
define con claridad ante qué tipo de gente nos hallamos.
Volvemos a los Estados Unidos, y en
concreto a Cleveland; no es una ciudad de mucha raigambre rockera salvo por
excepciones como James Gang, pero justo allí surge un grupo a mediados de la
década que dará origen a otros dos de más envergadura. El grupo “seminal”, como
se dice ahora, se llamaba Rocket From The Tombs y su vida fue corta; en él
militaba Eugene O’Connor (más conocido luego como Cheetah Chrome) y John
Madansky (Johnny Blitz para los fans), que se asocian con Stiv Bators, un
cantante con futuro, y crean los Dead Boys, considerada una de las primeras
bandas punk yanquis. Como mandan los cánones, tampoco ellos duraron mucho: dos
discos grandes y algunos singles. Pero el primero de esos singles, grabado en
1977, contiene como tema estrella "Sonic reducer", una clásica
absoluta que ha sido versionada con frecuencia y refleja perfectamente la
escuela americana instaurada por los Stooges, ese equilibrio entre la ferocidad
cercana ya al hardcore y una escala melódica muy reconocible. Ah, y la otra
banda surgida de los Tombs son Pere Ubu: palabras mayores.
La gran ventaja de los países grandes
es su enorme variedad de ofertas; por ejemplo, sin salir de Ohio tenemos dos
alternativas tan distintas como los salvajes Dead Boys en Cleveland o unos
chiflados encantadores que responden al nombre de DEVO en Akron, a sesenta
kilómetros más o menos. El nombre del grupo es una síntesis de la De-evolución,
teoría sociológica creada por ellos y que, en resumen, afirma que el ser humano
ya no evoluciona, sino que va hacia atrás; o sea, que cada día que pasa somos más
tontos. Y en vista de lo que se ve actualmente, tal vez tengan razón. El caso
es que en sus primeros tiempos estos señores se mostraban ante el público
enfundados en monos de plástico amarillos, con una especie de maceteros en la
cabeza y otras alternativas estéticas muy propias del “nuevo humano”. Su música
es un compendio enloquecido de pop, tecno y new wave que sirvió de referencia
en Europa para algunas bandas como los españoles Aviador Dro, por ejemplo. Su
primer single llega en la primavera del 77: se trata de la genial “Mongoloid”,
que también en España (donde las tribus modernas los adoraban) fue versionada
primero por el Zurdo con sus Paraíso y luego por Siniestro Total. No hacen
falta más credenciales.
La seleccíón número 12 resulta
inevitable: los Ramones, claro; gusten o no, son una referencia primordial. El
grupo se forma en Nueva York a mediados de la década y se les nota su devoción
por el rock and roll tradicional, el pop sesentero de la escuela Spector (que
les producirá un disco más adelante) y su espíritu de banda de garaje. No está
claro que la suma de estas características dé como resultado “la mayor
referencia histórica del punk”, como dicen algunos periodistas, pero así los
considera una buena parte de la afición aunque algunos rebeldes como Johnny
Rotten no los traguen (“¿Esas melenitas tan bien arregladas y esos gabba gabba
hey son punk..? Venga ya”). Supongo que esa consideración general tiene que ver
más con su vocación instantánea, de urgencia, de simpleza, con estribillos cortos
y resolución rápida, que con su verdadero espíritu: eran bastante conservadores
(rayando en lo facha) y muy patriotas. Pero han dejado unas cuantas canciones
inolvidables, y eso no se les puede negar. Lo más lógico será recurrir a la que
inauguró su carrera, a mediados del 76; ya saben, esa que contiene la famosa
arenga “Hey ho, let’s go!”
Y llegamos a la 12+1, esa selección
que por lo general viene fuera de programa, pero que esta vez tiene bastante
lógica como colofón de todo lo anterior. Porque tan inevitable como la
presencia de los Ramones viene siendo la de Sid Vicious cantando “My way”,
porque las cosas o se hacen bien o no se hacen. Poco se podían imaginar Claude
François y luego Sinatra que un fulano como aquel se atreviese a mancillar tan sacrosanta
canción, pero esa es una de las características del punk: el poco respeto a lo
supuestamente respetable. Y bueno, la cosa tiene su gracia. Sid ni siquiera
sabía la letra completa y fue rellenando huecos con un simpático repertorio de
palabras malsonantes, como correspondía a su parlamento habitual. O sea, que
tenemos aquí una buena prueba de honradez: este es Sid en estado puro, con esa
voz desafinada, esa cadencia, ese tono poético, ese saber estar… Un digno
broche de oro para la fiesta de este año.
Por mi parte solo me queda desear a
todos ustedes que sepan encarar el aluvión de fiestas que se nos viene encima
con la mayor dignidad y hombría (o mujería, en su caso): recuerden, no hay mal
que cien años dure. Y cuando todo esto pase, allá por Enero, el bar volverá a
abrir sus puertas; mientras tanto, suerte y feliz año. Aquí les dejo la selección musical que ameniza
esta fiesta, por si desean compartirla con sus seres queridos, o no.
Lo dicho: salud y suerte. Feliz 2018,
o al menos que sea soportable.