viernes, 9 de junio de 2023

1960-65: los años del beat (VI)

“¿El quinto Beatle..? Si alguien se ganó ese título, fue George. Era un verdadero caballero, y como un padre para mí”. 
Paul McCartney 

 “Felicidades, caballeros. Acaban de grabar ustedes su primer número uno”. 
Comentario de George Martin a los Beatles tras la grabación –en una sola toma- de “Please please me”.

Si la diferencia entre los Beatles y Brian Epstein era la clase social, de George Martin les alejaba la edad: poco antes de escuchar la famosa cinta de Decca, Martin había cumplido treinta y seis años. Y esa edad, en esos tiempos, ya era de plena “madurez”, signifique lo que signifique esa palabra. En cambio sus orígenes eran tan humildes como los de estos chicos de Liverpool y podía enseñarles, entre otras cosas, superación personal. Venía de una familia proletaria del norte de Londres, y desde niño destacó por su excelente oído; llegado a la adolescencia estudió composición y orquestación, al mismo tiempo que se especializaba en piano y algunos instrumentos de viento. Terminada la guerra, en la que no llegó a entrar en combate, estuvo un tiempo en la BBC y pasó a EMI como ingeniero de sonido (el concepto de “productor” era todavía muy abstracto). En 1955 se jubiló el director de Parlophone, un pequeño subsello dedicado a grabar tanto sinfonías clásicas como jazz o piezas de music hall, y EMI nombró a Martin como su sucesor; los primeros tiempos fueron muy agradables, mientras se aclimataba al puesto e iba dejando su marca en el tipo de sonido que envolvía a todo tipo de grabaciones, pero a finales de la década comenzaba a aburrirse. 

Martin era un tipo muy formal y elegante (“siempre mantuvo los modales y el acento de la BBC”, según dicen quienes lo conocieron). Había conseguido establecerse en una especie de “interclase”, que en la Isla era por entonces algo muy difícil de conseguir, pero tanto su oído como su vocación aventurera le estaban pidiendo algo más. Ya había fichado a algunos músicos de skiffle y rock and roll, con un resultado aceptable. Pero eso tampoco importaba mucho a los jefes de EMI, para quienes Parlophone era una vetusta y prescindible herencia alemana de mucho tiempo antes; de hecho, cuando daban con algún idolillo del pop solían meterlo en Columbia, como ya vimos con Cliff y sus colegas. Martin, para entretenerse, grababa por su cuenta algunas composiciones de tipo vanguardista en las que de paso ensayaba también con sonidos electrónicos (tal vez influenciado por el visionario Joe Meek); pero lo que él deseaba era dar con un grupo de rock and roll (o pop, o lo que fuese) que le resultase mínimamente atractivo. Así que cuando uno de sus ayudantes le informa de que hay un tipo muy pesado con una cinta de un grupo protegido suyo, y que pide que la escuche, Martin le contesta: “Por supuesto, estoy deseando escuchar lo que sea”. En resumen, que Martin seguía vivo a pesar de sus treinta y seis años. 

La cinta no le impresionó. Tal y como habían dicho todos lo que le precedieron en su escucha, el material era mediocre: algún momento brillante, pero poca cosa. Sin embargo le sorprendió una cierta crudeza en el sonido, un fondo de vivacidad que no tenían los Shadows, mucho más formalistas y predecibles; había algo tangible, aunque no tenía muy claro qué era exactamente. Así que, sin nada que perder, accedió a que hiciesen una prueba en estudio. Estábamos en Junio del 62: el sonido y la técnica del grupo habían mejorado, pero tampoco la cosa era como para echar cohetes. De todos modos, y espoleado por ese “sonido áspero” que los distanciaba un poco de la media, decidió arriesgarse y contratarlos. Con una salvedad: el batería no le interesaba. El directo era asunto de ellos, ahí podrían hacer lo que quisieran, pero para los discos utilizaría un profesional de la casa. En realidad no les estaba diciendo nada que no supiesen ya: si habían recurrido a Best fue únicamente porque tenían prisa, y él era propietario de una batería completa. Así que la decisión no fue difícil… y además el encargado de comunicárselo fue Epstein, que para eso era el mánager (“a nosotros nos resultaba un poco violento, y Brian dijo que se encargaría él. Fue un alivio”, dijo John). Como era de esperar, a continuación ofreció el puesto a Ringo: además de que en esos momentos era probablemente el mejor batería de Liverpool y que ya había tocado con ellos en varias ocasiones, mantenía amistad con los tres; especialmente con Harrison, que ya había sugerido este cambio mucho tiempo antes. 

Y por fin, en septiembre, llega la hora de grabar el primer single. Un momento en el que ambas partes supieron ceder: se graban dos tomas, y en la primera edición Ringo no está en la batería porque Martin no parece aún muy convencido de su nivel. A cambio, Martin cede en algo más importante: su primera idea había sido publicar alguna versión, contra el criterio del grupo, pero finalmente accede a que debuten con dos piezas originales. Puede ser una decisión arriesgada, pero en la prueba que les había hecho -una mezcla de versiones y originales- comprobó que al menos dos ya las tenían muy perfiladas y eran defendibles. Se trata de “Love me do”, una de las primeras composiciones de McCartney, y “P.S. I love you”, posterior pero también mayoritariamente suya. En todo caso, desde el principio resultó evidente la magnífica interacción entre él y Lennon, por lo que tomaron la decisión de publicar todas sus canciones a nombre de ambos, independientemente de quién hubiese sido el creador de las líneas maestras o de la letra. Esa especie de muro que crearon a su alrededor dejaba fuera a Harrison, a quien le iba a costar mucho colocar las suyas, como luego se vio.



El resultado comercial del single fue relativamente satisfactorio, ya que en las listas de la prensa musical anduvo sobre el top 20/30 de media; teniendo en cuenta que el grupo no pudo hacer promoción, ya que en esa época estaban cumpliendo su quinta y última gira alemana, la cosa tiene su mérito. Y al menos consiguieron asentar su situación como primera banda de Liverpool… gracias, entre otras cosas, al valiente gesto (aunque ignorado por la prensa de entonces) de Brian, que compró diez mil copias para conseguirlo. También empapeló media ciudad con carteles, y por supuesto se encargó de que “Mersey Beat” llevase el grupo a su primera plana. Lástima que por entonces las portadas de los singles en la Isla no fuesen personalizadas: hubiera sido un espectáculo ver los escaparates de la tienda. Así que, todos ya un poco más relajados, grabaron el segundo single a finales de septiembre. Esta vez la cara A iba ocupada por “Please please me” y la B por “Ask me why”, ambas de Lennon esencialmente. Aquí ya hay que destacar la influencia de Martin: “Please please me” en origen era prácticamente una balada, una pieza mucho más lenta y tranquila de lo que luego se grabó. Pero él insistió, ante la sorpresa del grupo, en que había que arreglarla para que sonase al doble de velocidad. Y acertó, claro; ahí es cuando los Beatles empezaron a comprender la categoría de su productor, y lo mucho que podían aprender de él si se dejaban aconsejar. Y esa entrada, y Lennon con la armónica… Quedaba inaugurada la edad de oro del beat.


Como todo el mundo sabe, “Please please me” es el primer número uno de una larguísima lista que acabará situando a los Beatles en un mundo aparte. Encauzados por Epstein y Martin, dos personas cuya más destacada cualidad era la honradez (algo poco frecuente en este negocio), su carrera los convertirá no en el mejor grupo en la historia del rock, o el pop, o como quieran llamarle (el mejor no existe), sino en el más importante e influyente. De todos modos, el próximo día veremos cómo se van asentando al mismo tiempo que comienza su maduración.

viernes, 2 de junio de 2023

1960-65: los años del beat (V)

“Probablemente los Beatles llegarían a formar parte del ejército de parados de Liverpool de no ser por el entusiasmo que despertaron en Brian Epstein, que llevaba una tienda de discos, descendiente de una acomodada familia judía. Atraído sexualmente por el mundillo de adolescentes vestidos de cuero, se consagró a la causa del grupo con total ingenuidad (“No creo que los Beatles me ocupen más de un día por semana”). 
Diego A. Manrique 

Tras el primer viaje a Hamburgo, los Beatles comenzaron a marcar diferencias con la mayoría de los grupos de Liverpool: las versiones eran la única forma de ampliar conocimientos y adquirir soltura técnica, pero también era lo único que hacían casi todos sus competidores. Hay un comentario de McCartney que lo resume muy bien: “Creo que desde el primer momento comprendimos que si no éramos diferentes no llegaríamos a nada, porque al final te quedabas encallado. Así que empezamos a componer; al principio solo nos atrevíamos a tocar nuestras canciones en la Caverna, y luego en Hamburgo”. Y entonces comprobaron que eso mismo era lo que quería la mayor parte de los aficionados que iban a verlos: sorprenderse con canciones que no conocían, bien porque ningún otro grupo había hecho una versión o porque, sencillamente, la canción era nueva. Los Beatles por entonces ya tenían más repertorio que la mayoría, y la inclusión de canciones propias fue la vuelta de tuerca que necesitaban para comenzar a tomarse en serio a sí mismos: serían mejores o peores, pero ya estaban por encima de los demás. 

En su segundo viaje conocieron a Tony Sheridan. Era un guitarrista y cantante británico afincado por entonces en Hamburgo, pero relativamente conocido en la Isla por haber trabajado como acompañante de Cochran o Vincent en sus giras británicas; incluso había tenido ya bajo sus órdenes a algunos músicos de Liverpool (como Ringo, por ejemplo: finalmente también los Hurricanes andaban por Hamburgo). Sheridan se encariña con ellos y les enseña unos cuantos trucos, aunque la cosa no da para mucho más porque esa estancia se ve interrumpida: un dueño de sala, en venganza porque los Beatles se han pasado a la competencia, los denuncia aprovechándose de que Harrison es todavía menor de edad. Así que tendrán que esperar a 1961 para volver, y entonces Sheridan los ficha como acompañantes para grabar material para su debut en la Polydor alemana, con la promesa de que les dejará grabar dos canciones de su gusto; habían grabado poco antes un acetato con Ringo, pero esto era más serio. En octubre de ese año llegará a las tiendas un single con dos versiones de piezas clásicas: “My Bonnie” y “The saints”, a nombre de Tony Sheridan & The Beat Brothers (nombre de conveniencia, ya que en varias grabaciones de Sheridan son otros músicos con ese mismo nombre los que le acompañan). Pero para ellos, en ese momento, es más importante la “segunda parte” del acuerdo: también graban la instrumental “Cry for a shadow”, propia, y una versión de “Ain’t she sweet” cantada por Lennon. De momento quedan ahí, guardadas en un cajón. Pero quedan.



Stuart ya no estaba con ellos en esas grabaciones. En el primer viaje había conocido a Astrid Kircherr, una fotógrafa que casi desde el primer día de su encuentro pasó a integrarse en el círculo del grupo: fue ella la que hizo la mayor parte de las fotografías artísticas de los Beatles en esa ciudad, y también la que les recomendó abandonar los flequillos rockeros y echarse el pelo hacia delante. A finales de 1960 ya se habían comprometido, y se casaron en verano del 61. Esa sucesión de hechos, su pérdida, resultó desgarradora para Lennon, que tenía a Sutcliffe como su mejor amigo y que pronto había comenzado a sentir celos de Kircherr; concretamente, le echaba en cara “haber metido a una mujer por el medio del grupo y darle más importancia a ella” (ay, John, qué rastrera es la vida: luego hiciste tú eso mismo con Yoko, ¿verdad?). Por desgracia la felicidad no les duró mucho, ya que Stu murió en 1962 por una hemorragia cerebral cuyo origen estuvo probablemente en un coágulo causado años antes por una pelea en Liverpool. El caso es que McCartney pasó a ser el bajista del ahora cuarteto: como solista no podía competir con Harrison, y como músico entregado a una causa no quiso discutir con Lennon -segunda guitarra pero gallito del grupo-. Así que, a regañadientes, entró en una tienda de Hamburgo y se compró su primer bajo.



- Buenas. ¿Tienen “My bonnie"? 
- Perdone... ¿My qué? 
- Sí hombre, el single de Tony Sheridan con los Beat Brothers. Es alemán, pero lo han puesto en la radio. Y esos Beat Brothers en realidad son los Beatles, los de aquí. 
- ¿Los Beatles..? Pues lo siento, pero no me suena. De todos modos tomo nota y trataré de buscarlo.

“Sí Brian, haces bien tomando nota. Porque ya es la segunda vez que preguntan en la tienda por ese disco. Posiblemente no se haya publicado aquí, puede que algún DJ lo haya traído para ponerse la medalla, pero esto es NEMS y tú eres el jefe. Así que espabila y compruébalo”. Pronto lo verificó, y tenía razón: ese single no estaba en el mercado británico. Pero… ya puestos… igual conviene ir a ver a esos Beatles, porque Mersey Beat (la revista musical de moda en la ciudad) ya los ha citado alguna vez y Sheridan tiene cierta altura, no grabaría con unos inútiles. Así que muy poco después, el 9 de noviembre, entra en la Caverna: tocan allí casi siempre, ya se ha enterado de que son uno de los grupos oficiales del local. Lo dicho, que malos del todo no deben de ser. Días después volvió, y cada vez se sentía más atraído por aquella banda: no es que fuesen una maravilla, pero eran simpáticos y tenían encanto. Pronto consiguió entablar conversación con ellos, y pronto también tomó una decisión: ofrecerse como manager. Lo cual indica muy bien su grado de empatía, ya que nunca había tenido relación alguna con ese tipo de trabajo. 

Brian no había cumplido aún los treinta años, y trataba de estar al día en cuestiones musicales y sociales (incluso había escrito algún comentario en Mersey Beat), pero era un muchacho de muy buena familia. Venía de la saga Epstein & Sons, dueños de la mayor mueblería de la ciudad desde principios de siglo, y que recientemente habían creado North End Music Stores, una tienda de artículos eléctricos de todo tipo (también musicales, por supuesto), incluyendo una gran sección de discos: al frente de esa tienda estaba él, y le iba muy bien. De hecho, como descendiente de tal linaje y titular de la tienda, era un personaje bastante conocido: “hoy nos visita gente distinguida”, anunció Bob Wooler, el DJ de la Caverna, por los altavoces del local el primer día que entró allí con su impoluto traje de rayas, acompañado por su ayudante. El caso es que los convenció, y poco después comenzó su trabajo; a corto plazo no tenía que preocuparse por conseguirles actuaciones, ya que entre la Caverna, Hamburgo y algún sitio más tenían el calendario cubierto. Su idea, y la del grupo también, era llegar cuanto antes a un sello londinense y grabar. Y aquí es cuando todo el mundo recuerda la famosa frase de Dick Rowe, el cazatalentos de la Decca: "Lo siento, mr. Epstein, pero no veo nada especial en estos chicos. Por otra parte, los grupos de guitarras ya no se llevan”. Visto ahora, podríamos entender la primera parte de ese comentario: es verdad que los Beatles, en ese momento, tal vez ofrecían más encanto que calidad musical, pero… ¿los grupos de guitarras ya no se llevan? 

Porque ese comentario y esa persona en concreto han pasado a la historia de las grandes meteduras de pata, pero la sucesión de negativas fue bastante numerosa. Un Lennon cabreado afirmaba: “Pagamos quince libras por grabar una cinta en Decca y Brian se dedicó a enseñársela a todo el mundo, sin resultado; entonces ya éramos amigos, y se sentía dolido. Le aterraba decirnos que nos habían rechazado de nuevo” … “Eran unos idiotas. Cuando escuchaban la cinta escuchaban a los Shadows. Es decir, no escuchaban nada, ya sabes cómo es esa gente, son incapaces de escuchar algo nuevo”. En otras palabras: a principios de 1962 la época dorada de los Shadows comenzaba a declinar, y estaban volviendo los cantantes (el propio Cliff ya había abandonado el rock and roll, apoyándose desde entonces más en la orquesta de Paramor que en la banda de Marvin y compañía). Y los sellos discográficos pensaban que esa situación iba a ser duradera: los grupos de guitarras ya no se llevan. Y punto. 

Hasta que un día, estando en Hamburgo, les llegó un telegrama: “EMI solicita sesión de grabación. Ensayad material nuevo”. Era una media verdad, o una media mentira: en realidad Brian solo había conseguido convencer a un productor llamado George Martin para hacer una audición. Pero después de tantos viajes a Londres sin el menor resultado, esto era casi una victoria. Así que el próximo día conoceremos al señor Martin, a ver de qué va. Mientras tanto aquí quedan tres muestras de la famosa cinta grabada en Decca el 1 de Enero de 1962. Mal día para una cosa tan importante: como dijo Lennon, “llegamos a la ciudad justo a tiempo para ver a los borrachos saltando en la fuente de Trafalgar Square”.





sábado, 27 de mayo de 2023

1960-65: los años del beat (IV)

“Liverpool es una ciudad extraña, se obsesiona con todo lo que hace. Es un puerto de mar, y su población está compuesta de muchas razas distintas… Tiene un cierto estilo negro muy particular, una fuerza, un humor y un estar alerta muy especiales, verdadera violencia y mucha fealdad… Es América en Inglaterra: una noche fuera acaba casi inevitablemente con un puñetazo en la nariz. En un ambiente así, el pop no podía fallar. Explotó. Lo arrasó completamente todo, fanatizó a todo el mundo…” 
Nik Cohn 

América en Inglaterra. A Liverpool se le llamó durante un tiempo “La Nashville del norte”, por su gran afición al country & western (y hace dos o tres años se publicó una historia musical de la ciudad con ese mismo título). Por otra parte, de todos los rockeros clásicos estadounidenses, para los músicos de Liverpool el más grande era Buddy Holly: un adolescente John Lennon usó la palabra Beetles varias veces, para los continuos cambios de nombre de su grupo, en honor a los Crickets de Holly. Y eso que los Vincent, Cochran y demás personajes del rockabilly eran también muy queridos allí, pero Holly tenía un trasfondo pop y por lo tanto más complejidad, más materia de estudio. Una cosa es ser un simple rocker callejero y otra es la profesión. E incluso antes de todo eso Liverpool había sido la entrada del skiffle a la Isla, y el número de pequeños grupos locales que se dedicaron a aporrear cachivaches fue enorme. Liverpool ha sido siempre la entrada de casi todo lo que venga por barco, y no solo los estilos blancos: aunque la medalla se la lleve Londres, también el jazz y el blues entraron por allí; otra cosa es que esos estilos resultasen tal vez ajenos para una ciudad de “camorristas”, pues esa era la fama que tenían en la capital. Ah, y también entraron el r’n’b o el soul, con mejor fortuna que el jazz. Porque además del puerto, a veinte kilómetros está Burtonwood, “La América del noroeste”, una base militar que compartía la RAF con un destacamento del ejército americano: o sea, más discos de todos los colores. Así que, resumiendo, en Liverpool tenía que pasar algo más tarde o más temprano. 

En ese ambiente, ya a finales de los años 50 hay unos cuantos grupillos que comienzan a hacerse conocidos, más por tener una cierta habilidad con los instrumentos que por otra cosa. Los dueños de los locales solamente exigen eso, que no desafinen mucho; y si tienen un cantante guapito, más chicas habrá entre el público. Eso pasaba con Rory Storm and The Hurricanes: en 1959, tras abandonar el skiffle y cambiar de nombre varias veces, eran el grupo de moda en la ciudad. Su líder, Alan Cadwell, se había “rebautizado” poco antes como Rory Storm y era un frontman realmente atractivo, mientras que Richard Starkey, su batería, era el más competente en ese instrumento (por cierto, a Richard todo el mundo le llamaba “Ringo”, por su afición a los anillos). Un día les llegó la oferta para trabajar en Hamburgo, una especie de Meca para los pequeños grupos británicos -de Liverpool la mayoría-, ya que además del dinero se curtían profesionalmente: tocar todos los días un mínimo de ocho o nueve horas, sobreviviendo a base de anfetaminas con whisky, atacando todo tipo de repertorios, o te mata o te hace más fuerte. Por unas razones u otras (ellos adujeron que tenían compromisos anteriores) decidieron declinar la oferta; pero poco después el promotor ofreció el viaje a los Beatles, otro grupillo que comenzaba a destacar: esos dijeron que sí. 

Los Beatles también llevaban ya unos cuantos cambios de nombre. Se trataba de un quinteto surgido alrededor de John Lennon, un muchacho en el que convivía el espíritu de la contradicción: era uno de esos adolescentes problemáticos con tendencia a las peleas, un personaje con un fondo de amargura, tal vez por su dramática situación familiar (entre unas cosas y otras prácticamente no tuvo relación con su padre, los servicios sociales acabaron retirando la potestad a su madre y creció al amparo de una tía), pero al mismo tiempo pronto comenzó a mostrar interés por la música y por otras artes. Su adolescencia transcurrió entre el skiffle y el rock and roll: aprende a tocar la guitarra acústica lo justito y en 1956 organiza su primera banda, The Quarry Men, junto con otros compañeros del colegio Quarry. Algunos no saben tocar ningún instrumento, pero se benefician de la facilidad que ofrece el skiffle para hacer música con simples artilugios domésticos y en pocos meses tienen ya una cohesión suficiente como para atreverse a actuar en público. Comenzaron en pequeños recitales al aire libre, y a mediados del 57 ya habían llegado a locales de jazz como el legendario Cavern, que todos los miércoles tenían sesión de skiffle. Hay que aclarar que, por sus orígenes, el skiffle se consideraba un género menor entre los aficionados al “trad”, una especie de pariente pobre; pero incluso esos aficionados -muchos de ellos personas ya maduras- disfrutaban con las “pequeñas tonterías” que hacían estos jovenzuelos. Era una especie de vuelta a la infancia, ese cruce entre dixieland, country y lo que fuese aquello; lo malo para estos señores empezó poco después, con la llegada del rock and roll. 

A principios de Julio, en una actuación al aire libre, Lennon conoce a Paul McCartney, que siendo dos años más joven que él ya domina bastante bien la guitarra, y en 1958 este le presenta a George Harrison: Lennon pone objeciones a su edad, ya que no pasa de los quince años, pero ya es mejor guitarrista que ellos. Las entradas no se van compensando con las salidas, porque en ese momento los Quarry Men son ya exclusivamente esos tres muchachos, que del skiffle se están pasando al rock and roll. El paso siguiente es buscar un bajista: en 1959 Lennon invita a unirse al grupo a su amigo Stuart Sutcliffe, cuyas preferencias artísticas están entre la pintura y la fotografía (aficiones que también interesan, de un modo u otro, al propio Lennon). Por la amistad y porque “es mejor tener un bajista que no sabe tocar el bajo que no tener ninguno”, lo convence para que se compre uno y vaya aprendiendo sobre la marcha. Resumiendo: tras un montón de pequeñas aventuras que podrán encontrar ustedes profusamente detalladas en la Wikipedia y otras muchas páginas más, en verano de 1960 y ya con el nombre de Beatles reciben la oferta que no deben rechazar. Necesitan un batería, así que reclutan a Pete Best (su madre es la propietaria de un local en el que ya han tocado algunas veces) y se lanzan a la aventura que los hará hombres. Será la primera vez que van allí, de un total de cinco; la semana que viene los tendremos de vuelta, pero de momento aquí les dejo unas muestras del amplio repertorio que llegaron a dominar: