Paul McCartney
“Felicidades, caballeros. Acaban de grabar ustedes su primer número uno”.
Comentario de George Martin a los Beatles tras la grabación –en una sola toma- de “Please please me”.
Si la diferencia entre los Beatles y Brian Epstein era la clase social, de George Martin les alejaba la edad: poco antes de escuchar la famosa cinta de Decca, Martin había cumplido treinta y seis años. Y esa edad, en esos tiempos, ya era de plena “madurez”, signifique lo que signifique esa palabra. En cambio sus orígenes eran tan humildes como los de estos chicos de Liverpool y podía enseñarles, entre otras cosas, superación personal. Venía de una familia proletaria del norte de Londres, y desde niño destacó por su excelente oído; llegado a la adolescencia estudió composición y orquestación, al mismo tiempo que se especializaba en piano y algunos instrumentos de viento. Terminada la guerra, en la que no llegó a entrar en combate, estuvo un tiempo en la BBC y pasó a EMI como ingeniero de sonido (el concepto de “productor” era todavía muy abstracto). En 1955 se jubiló el director de Parlophone, un pequeño subsello dedicado a grabar tanto sinfonías clásicas como jazz o piezas de music hall, y EMI nombró a Martin como su sucesor; los primeros tiempos fueron muy agradables, mientras se aclimataba al puesto e iba dejando su marca en el tipo de sonido que envolvía a todo tipo de grabaciones, pero a finales de la década comenzaba a aburrirse.
Martin era un tipo muy formal y elegante (“siempre mantuvo los modales y el acento de la BBC”, según dicen quienes lo conocieron). Había conseguido establecerse en una especie de “interclase”, que en la Isla era por entonces algo muy difícil de conseguir, pero tanto su oído como su vocación aventurera le estaban pidiendo algo más. Ya había fichado a algunos músicos de skiffle y rock and roll, con un resultado aceptable. Pero eso tampoco importaba mucho a los jefes de EMI, para quienes Parlophone era una vetusta y prescindible herencia alemana de mucho tiempo antes; de hecho, cuando daban con algún idolillo del pop solían meterlo en Columbia, como ya vimos con Cliff y sus colegas. Martin, para entretenerse, grababa por su cuenta algunas composiciones de tipo vanguardista en las que de paso ensayaba también con sonidos electrónicos (tal vez influenciado por el visionario Joe Meek); pero lo que él deseaba era dar con un grupo de rock and roll (o pop, o lo que fuese) que le resultase mínimamente atractivo. Así que cuando uno de sus ayudantes le informa de que hay un tipo muy pesado con una cinta de un grupo protegido suyo, y que pide que la escuche, Martin le contesta: “Por supuesto, estoy deseando escuchar lo que sea”. En resumen, que Martin seguía vivo a pesar de sus treinta y seis años.
La cinta no le impresionó. Tal y como habían dicho todos lo que le precedieron en su escucha, el material era mediocre: algún momento brillante, pero poca cosa. Sin embargo le sorprendió una cierta crudeza en el sonido, un fondo de vivacidad que no tenían los Shadows, mucho más formalistas y predecibles; había algo tangible, aunque no tenía muy claro qué era exactamente. Así que, sin nada que perder, accedió a que hiciesen una prueba en estudio. Estábamos en Junio del 62: el sonido y la técnica del grupo habían mejorado, pero tampoco la cosa era como para echar cohetes. De todos modos, y espoleado por ese “sonido áspero” que los distanciaba un poco de la media, decidió arriesgarse y contratarlos. Con una salvedad: el batería no le interesaba. El directo era asunto de ellos, ahí podrían hacer lo que quisieran, pero para los discos utilizaría un profesional de la casa. En realidad no les estaba diciendo nada que no supiesen ya: si habían recurrido a Best fue únicamente porque tenían prisa, y él era propietario de una batería completa. Así que la decisión no fue difícil… y además el encargado de comunicárselo fue Epstein, que para eso era el mánager (“a nosotros nos resultaba un poco violento, y Brian dijo que se encargaría él. Fue un alivio”, dijo John). Como era de esperar, a continuación ofreció el puesto a Ringo: además de que en esos momentos era probablemente el mejor batería de Liverpool y que ya había tocado con ellos en varias ocasiones, mantenía amistad con los tres; especialmente con Harrison, que ya había sugerido este cambio mucho tiempo antes.
Y por fin, en septiembre, llega la hora de grabar el primer single. Un momento en el que ambas partes supieron ceder: se graban dos tomas, y en la primera edición Ringo no está en la batería porque Martin no parece aún muy convencido de su nivel. A cambio, Martin cede en algo más importante: su primera idea había sido publicar alguna versión, contra el criterio del grupo, pero finalmente accede a que debuten con dos piezas originales. Puede ser una decisión arriesgada, pero en la prueba que les había hecho -una mezcla de versiones y originales- comprobó que al menos dos ya las tenían muy perfiladas y eran defendibles. Se trata de “Love me do”, una de las primeras composiciones de McCartney, y “P.S. I love you”, posterior pero también mayoritariamente suya. En todo caso, desde el principio resultó evidente la magnífica interacción entre él y Lennon, por lo que tomaron la decisión de publicar todas sus canciones a nombre de ambos, independientemente de quién hubiese sido el creador de las líneas maestras o de la letra. Esa especie de muro que crearon a su alrededor dejaba fuera a Harrison, a quien le iba a costar mucho colocar las suyas, como luego se vio.
El resultado comercial del single fue relativamente satisfactorio, ya que en las listas de la prensa musical anduvo sobre el top 20/30 de media; teniendo en cuenta que el grupo no pudo hacer promoción, ya que en esa época estaban cumpliendo su quinta y última gira alemana, la cosa tiene su mérito. Y al menos consiguieron asentar su situación como primera banda de Liverpool… gracias, entre otras cosas, al valiente gesto (aunque ignorado por la prensa de entonces) de Brian, que compró diez mil copias para conseguirlo. También empapeló media ciudad con carteles, y por supuesto se encargó de que “Mersey Beat” llevase el grupo a su primera plana. Lástima que por entonces las portadas de los singles en la Isla no fuesen personalizadas: hubiera sido un espectáculo ver los escaparates de la tienda. Así que, todos ya un poco más relajados, grabaron el segundo single a finales de septiembre. Esta vez la cara A iba ocupada por “Please please me” y la B por “Ask me why”, ambas de Lennon esencialmente. Aquí ya hay que destacar la influencia de Martin: “Please please me” en origen era prácticamente una balada, una pieza mucho más lenta y tranquila de lo que luego se grabó. Pero él insistió, ante la sorpresa del grupo, en que había que arreglarla para que sonase al doble de velocidad. Y acertó, claro; ahí es cuando los Beatles empezaron a comprender la categoría de su productor, y lo mucho que podían aprender de él si se dejaban aconsejar. Y esa entrada, y Lennon con la armónica… Quedaba inaugurada la edad de oro del beat.
Como todo el mundo sabe, “Please please me” es el primer número uno de una larguísima lista que acabará situando a los Beatles en un mundo aparte. Encauzados por Epstein y Martin, dos personas cuya más destacada cualidad era la honradez (algo poco frecuente en este negocio), su carrera los convertirá no en el mejor grupo en la historia del rock, o el pop, o como quieran llamarle (el mejor no existe), sino en el más importante e influyente. De todos modos, el próximo día veremos cómo se van asentando al mismo tiempo que comienza su maduración.