Seguimos paseando por San Francisco, admirados de que en cada esquina haya un grupo intentando salir a flote. Como es lógico, la mayor parte de ellos llegarán como mucho a grabar un disco y luego desaparecerán del mapa, pero voluntad no falta. Y no solo los Aeroplanos y los Dead han conseguido pasar a la Historia: hay otros cuantos que a pesar del tiempo transcurrido siguen en los corazones de los aficionados a este tipo de músicas. Por ejemplo, los siguientes:
Quicksilver Messenger Service: las alegres guitarras cantarinas, soleadas, calurosas, son muy frecuentes en esta ciudad. Y quizá el personaje más representativo de esa entrañable escuela sea John Cipollina, la quintaesencia de lo que debe ser un guitarrista de rock ácido en San Francisco; junto a Gary Duncan, la otra guitarra del grupo, tejía hermosos dibujos que nos trasladaban a las praderas sin fin del viejo Oeste, o desarrollaban piezas de su amado Bo Diddley con resultados épicos (la suite en la que versionan "Who do you love" y que ocupa toda la cara A de su segundo disco es magnífica, a pesar de su excesiva duración y el pobre sonido de un directo en malas condiciones). Sus tres primeras obras son, sencillamente, una preciosidad: un tanto irregulares, pero encantadoras. Luego vino la decadencia con cambios de personal continuos, las baladas de Dino Valenti (un plasta) se fueron haciendo con el grupo y la guitarra cantarina abandonó a principios de los años 70.
Country Joe & The Fish: teniendo en cuenta el ambiente izquierdoso que se respira en esta ciudad, no es extraño que algunos estén más pendientes de la política que de la música: eso le pasa a Country Joe McDonald. "Country Joe" es un nombre jocoso que se le daba en la época de la II Guerra Mundial a don José Stalin, afamado carnicero bolchevique. Y el colega de McDonald, el guitarrista Barry Melton, se hacía llamar "The Fish" por una cita de Mao Tse-Tung, así que ya se pueden ustedes imaginar de qué pie cojean estos chicos. Pronto se hacen conocidos en los ambientes progres con sus proclamas anticapitalistas y, sobre todo, contra la guerra del Vietnam: su raga "I feel like I'm fixin' to die" se convierte en un himno antes de llegar a grabarla. Musicalmente no son nada del otro mundo -una mezcla a medio camino entre los Dead y los Quicksilver-, pero tienen algunas buenas canciones en su primer LP (y la famosa raga no aparece hasta el segundo, un tanto errático). Duraron algunos años más, entre separaciones y reuniones: otra banda para un recopilatorio. Pero este, muy justito.
Kaleidoscope: de entre los cientos de grupos que se dejaron arrullar por los sonidos orientales, estos señores son para mí los más lúcidos y con mayor formación musical; y a veces con un encantador tono de coña que los aleja de los modos pedantes e iluminados de otros (y si a eso le sumamos que en sus actuaciones solían incluir a una bailarina oriental del vientre, la diversión estaba asegurada). Pero la cosa no acaba ahí, ya que sus vastos conocimientos y su afán experimentador sobrepasaban con mucho la dedicación a un solo estilo: si eran capaces de hacer ragas y desarrollos de un brillante exotismo, también lo eran de versionar sin despeinarse clásicos como "Minnie the moocher" de Cab Calloway (¿recuerdan "Cotton Club"?), recrear la música tradicional británica o atacar un clásico del blues como "You don't love me" y conseguir una versión pantanosa que habrían firmado los mismísimos Canned Heat. Es una banda de culto, para paladares exquisitos; lo cual significa que vendieron poco y se les recuerda menos: lo que mola es el heavy. Ah, y si se ponen a buscar (como mínimo sus dos primeros discos son esenciales) no se confundan: hay una banda británica con el mismo nombre, a la que conocimos en la serie sobre psicodelia.
It's A Beautiful Day: siguiendo con las exquisiteces, aquí tenemos una joya tardía. Estos muchachos tuvieron la desgracia de aparecer a finales de 1967 (las grandes bandas ya se habían repartido el pastel) e ir a caer en manos de un manager truhán como Matthew Katz, con el cual los Aeroplanos ya habían tenido malas experiencias. Entre una cosa y otra, su maravilloso primer disco no apareció hasta 1969, cuando ya la magia de aquella generación se estaba desintegrando; lo cual no evita que, con el paso de los años, sea considerado como una de las obras cumbres del género. La espléndida formación académica del violinista David LaFlamme y su mujer Linda -teclista-, apoyados por unos competentes músicos, quedó plasmada en ese disco homónimo en el cual uno se extasía y su alma sube a los cielos. El siguiente disco, no tan brillante, es aun así magnífico. Y luego, barrida ya la epopeya de la época, se fueron diluyendo. Pero ya nadie nos podrá quitar de la memoria esa joya que eleva el sonido de San Francisco a categoría sinfónica. Por cierto, los seguidores de Deep Purple podrán encontrar en "Bombay calling" (una de las perlas de ese primer disco) la entrada tan famosa que sus ídolos copiaron descaradamente para crear "Child in time".
Y ya nos falta poco para abandonar esta colorida ciudad: el próximo día haremos un cajón de sastre con lo más relevante que nos queda por ver y luego volaremos a Los Angeles, que allí también hay mucha tela que cortar.
Quicksilver Messenger Service: las alegres guitarras cantarinas, soleadas, calurosas, son muy frecuentes en esta ciudad. Y quizá el personaje más representativo de esa entrañable escuela sea John Cipollina, la quintaesencia de lo que debe ser un guitarrista de rock ácido en San Francisco; junto a Gary Duncan, la otra guitarra del grupo, tejía hermosos dibujos que nos trasladaban a las praderas sin fin del viejo Oeste, o desarrollaban piezas de su amado Bo Diddley con resultados épicos (la suite en la que versionan "Who do you love" y que ocupa toda la cara A de su segundo disco es magnífica, a pesar de su excesiva duración y el pobre sonido de un directo en malas condiciones). Sus tres primeras obras son, sencillamente, una preciosidad: un tanto irregulares, pero encantadoras. Luego vino la decadencia con cambios de personal continuos, las baladas de Dino Valenti (un plasta) se fueron haciendo con el grupo y la guitarra cantarina abandonó a principios de los años 70.
Country Joe & The Fish: teniendo en cuenta el ambiente izquierdoso que se respira en esta ciudad, no es extraño que algunos estén más pendientes de la política que de la música: eso le pasa a Country Joe McDonald. "Country Joe" es un nombre jocoso que se le daba en la época de la II Guerra Mundial a don José Stalin, afamado carnicero bolchevique. Y el colega de McDonald, el guitarrista Barry Melton, se hacía llamar "The Fish" por una cita de Mao Tse-Tung, así que ya se pueden ustedes imaginar de qué pie cojean estos chicos. Pronto se hacen conocidos en los ambientes progres con sus proclamas anticapitalistas y, sobre todo, contra la guerra del Vietnam: su raga "I feel like I'm fixin' to die" se convierte en un himno antes de llegar a grabarla. Musicalmente no son nada del otro mundo -una mezcla a medio camino entre los Dead y los Quicksilver-, pero tienen algunas buenas canciones en su primer LP (y la famosa raga no aparece hasta el segundo, un tanto errático). Duraron algunos años más, entre separaciones y reuniones: otra banda para un recopilatorio. Pero este, muy justito.
Kaleidoscope: de entre los cientos de grupos que se dejaron arrullar por los sonidos orientales, estos señores son para mí los más lúcidos y con mayor formación musical; y a veces con un encantador tono de coña que los aleja de los modos pedantes e iluminados de otros (y si a eso le sumamos que en sus actuaciones solían incluir a una bailarina oriental del vientre, la diversión estaba asegurada). Pero la cosa no acaba ahí, ya que sus vastos conocimientos y su afán experimentador sobrepasaban con mucho la dedicación a un solo estilo: si eran capaces de hacer ragas y desarrollos de un brillante exotismo, también lo eran de versionar sin despeinarse clásicos como "Minnie the moocher" de Cab Calloway (¿recuerdan "Cotton Club"?), recrear la música tradicional británica o atacar un clásico del blues como "You don't love me" y conseguir una versión pantanosa que habrían firmado los mismísimos Canned Heat. Es una banda de culto, para paladares exquisitos; lo cual significa que vendieron poco y se les recuerda menos: lo que mola es el heavy. Ah, y si se ponen a buscar (como mínimo sus dos primeros discos son esenciales) no se confundan: hay una banda británica con el mismo nombre, a la que conocimos en la serie sobre psicodelia.
It's A Beautiful Day: siguiendo con las exquisiteces, aquí tenemos una joya tardía. Estos muchachos tuvieron la desgracia de aparecer a finales de 1967 (las grandes bandas ya se habían repartido el pastel) e ir a caer en manos de un manager truhán como Matthew Katz, con el cual los Aeroplanos ya habían tenido malas experiencias. Entre una cosa y otra, su maravilloso primer disco no apareció hasta 1969, cuando ya la magia de aquella generación se estaba desintegrando; lo cual no evita que, con el paso de los años, sea considerado como una de las obras cumbres del género. La espléndida formación académica del violinista David LaFlamme y su mujer Linda -teclista-, apoyados por unos competentes músicos, quedó plasmada en ese disco homónimo en el cual uno se extasía y su alma sube a los cielos. El siguiente disco, no tan brillante, es aun así magnífico. Y luego, barrida ya la epopeya de la época, se fueron diluyendo. Pero ya nadie nos podrá quitar de la memoria esa joya que eleva el sonido de San Francisco a categoría sinfónica. Por cierto, los seguidores de Deep Purple podrán encontrar en "Bombay calling" (una de las perlas de ese primer disco) la entrada tan famosa que sus ídolos copiaron descaradamente para crear "Child in time".
Y ya nos falta poco para abandonar esta colorida ciudad: el próximo día haremos un cajón de sastre con lo más relevante que nos queda por ver y luego volaremos a Los Angeles, que allí también hay mucha tela que cortar.