Bienvenidos a la fiesta nacional -no la taurina precisamente- que celebramos para despedir el convulso quinquenio en el que cambiaron tantas cosas. Ya saben ustedes que con este tipo de saraos intentamos rescatar algunos nombres anecdóticos o que no llegaron a la popularidad de los que tienen su propia entrada aquí; lo cual no siempre quiere decir que su escasa obra haya de ser sepultada entre las brumas del tiempo sin más, porque a veces podemos llevarnos pequeñas sorpresas. Y como ya estarán ustedes cansados de tanto rollo literario como el que han tenido que soportar estos últimos meses, vamos sin más dilación al asunto; recuerden, como siempre en formato 12+1...
En España el hilo conductor que enlaza el primer quinquenio de los años 70 con el segundo es el rock duro, más o menos progresivo; también lo fue en la Isla, aunque en menor medida porque allí hubo otras alternativas como el glam o el pub rock. La mayor parte de los grupos que intentaron mantenerse en el negocio fracasaron (tanto por falta de infraestructuras como de creatividad), pero alguno tuvo su momento de gloria, y entre esas raras excepciones destacan los sevillanos Storm. Su carrera arranca a finales de la década anterior bajo el nombre de los Tormentos y se van haciendo conocidos gracias a una actuación en TVE; poco después se interesa por ellos el mánager José Luis Fernández de Córdoba (que luego organizará el festival de la Cochambre), les busca actuaciones por medio país y finalmente en 1974 les convence para que cambien de nombre ("eso de Los Tormentos suena muy andaluz") al mismo tiempo que les consigue un contrato con BASF, que en España nunca se prodigó mucho como sello discográfico. Antes de que acabe el año se publica su primer disco, de título homónimo; luego vino la mili, y a la vuelta hubo algunas grabaciones más que ya iban fuera de tiempo, pero aquel disco los consagró como símbolo de esa época de transición. Las ansias por convertirse en los Purple españoles quedan patentes en piezas como "I've gotta tell you mama", que abre la cara A.
Ese estilo entre duro y progresivo, que en Madrid protagonizó la escena casi hasta el final de la década bajo el nombre de "rock urbano", fue radicalizándose a medida que perdía protagonismo hasta llegar al heavy en sus múltiples variedades; esa opción será una de las más rentables en los años 80, apadrinada como era de esperar por Vicente Romero -ahora ya plenamente Mariscal- y otros personajes de su órbita. En ese mundo y antes de que existiesen unos Ñu hubo otros grupos menores como Union Pacific, de Vallecas, que se hicieron míticos por varias razones. Para empezar, impresiona su veteranía: estuvieron en activo desde 1970 y durante casi diez años, lo cual no es frecuente en un grupo que no pasó de dos singles y participaciones en algunos recopilatorios. Pero tal vez eso se deba que aquello fue una especie de "academia" por la que pasaron un buen número de músicos; y algunos de ellos crearon luego Obús, una de las más aclamadas bandas jevis metaleras del país. La influencia de -otra vez- los Purple queda meridianamente clara en "A tu marcha", la cara A de su debut en 1978, que por otra parte explica su escasa popularidad: ese estilo ya no se lleva, y la única posibilidad es extremar la propuesta y buscar un nuevo sector de fans. Obús y otros serán la consecuencia.
Uno de los pocos circuitos más o menos estables era el de las discotecas y las ya tradicionales salas de fiestas: ahí se foguearon la mayoría de los músicos de entonces, cuando las "salas de actuaciones", tal y como las conocemos ahora, eran una rareza. En ese mundo de penurias no era fácil hacerse ilusiones, pero a veces algunos se atrevían: hubo en Burgos, tal vez a raíz de aquel infausto festival cochambroso, un pequeño ambiente en el que destacó un grupillo que había comenzado a finales del 74 bajo el nombre de Tommy -sí, en honor a los Who- y que poco después se rebautiza como Ciclón. Ese grupo comenzó a hacerse famoso en casi todo el norte de España por su directo sólido y potente, además de un inusual gusto por las "performances escénicas" que lo hacían muy vistoso y atractivo para los empresarios de espectáculos. Ciclón, como Union Pacific, llegó a durar unos cuantos años, pero solo grabó un single en 1978 (en un diminuto sello de la ciudad) que ahora es objeto de coleccionismo. Su cara A es este "Bienvenido Mr. Mague" en el que se resumen todas las glorias y miserias del panorama nacional por entonces: una ejecución solvente pero un excesivo mimetismo con el rock urbano madrileño, que ya estaba decayendo; es más, a mí me recuerda al estilo Rosendo en Leño e incluso después. A ver ustedes qué opinan:
Seguimos por la "periferia", aunque ahora cambiando de estilo. La otra gran alternativa que hubo en nuestro país durante casi toda la década, el progresivo-sinfónico, tuvo en su momento tanta o más importancia que el rock duro. Aunque con la llegada de la nueva ola comenzó a caer en desgracia, en aquel momento se consideraba que ese era el culmen de la música popular, y desde luego marcaba la diferencia entre los músicos y aficionados exigentes, "de categoría", frente a los más conformistas. Lo malo es que la mayoría llegaron a ser tan pretenciosos como sus ídolos isleños (por no hablar de las letras): aunque algunos supieron mantener un cierto equilibrio, como Triana, aún tiemblo ante el recuerdo de Bautista y sus "Ciclos", por ejemplo. Y en ese complicado equilibrio, que por otra parte dio dinero a muy pocos mientras hundió a la mayoría, tiene mérito que un grupo de Cantabria llegase a codearse con los más populares del país; el grupo se llama Bloque, se creó en el 73 y poco a poco se fue ganando una fama en los festivales del norte de España. Sobre el 77, ya con una formación estable, llegan a Madrid y poco después los ficha Romero para Chapa. Su primer disco grande, publicado en el 78, tenía una cierta frescura, y además entre esas oleadas de teclados ambientales tan aclamados por la parroquia surgían unos ramalazos de jazz rock, folk o una vaga psicodelia muy agradables. Bloque duraron otros tres discos y desaparecieron justo diez años después de haber surgido, barridos por la ola moderna como la mayoría de sus colegas, pero algunas piezas sueltas aún se mantienen hoy.
De los sellos nacionales de postín solo Zafiro a través de Chapa ha sido protagonista principal en este largo paseo, ya que por entonces sus competidores seguían apostando claramente por los solistas o los grupos de pop facilón. Era muy raro que fichasen a una banda de corte vanguardista, y más aún si no era madrileña o de Barcelona; en consecuencia algunos músicos ilusionados llegaban a costearse una grabación en pequeños estudios, que luego presentaban en las emisoras de radio o vendían en sus escasas actuaciones. Este fue el caso de los gerundenses Atila, un verdadero mito entre los coleccionistas del progresivo nacional, que comenzaron su carrera a principios de la década y en 1975 graban su primer disco por ese sistema, en un desarrollo de suite única aunque integrada por varias partes y en directo. Aquello no fue muy allá, pero el runrún hizo que un año después el mismo sello BASF que se había atrevido con Storm lo hiciese también con ellos publicando "Intención", en el que se actualiza, resumida, aquella primera suite y se incluyen otras tres piezas. Su popularidad en el circuito subterráneo los lleva a participar en algunos festivales en Francia y Alemania -hay evidentes rastros de krautrock en varias piezas de su repertorio- y de pronto EMI decide ficharlos en 1978 para publicar "Reviure", su tercer disco; que será el último, porque a pesar de su notable calidad ya iba fuera de tiempo y por otra parte no tuvo promoción. Del segundo, el más alabado, he elegido "Cucutila", un resumen perfecto de su estilo en menos de cinco minutos.
Frente a este panorama decadente, la influencia de aquellos músicos argentinos que fueron llegando a España a raíz del golpe militar del 76 fue notable; sin embargo es posible que no haya sido valorada como se merece, ya que solo Tequila alcanzaron el estrellato. Su trabajo, a veces discreto, queda simbolizado en la figura de Moris, un personaje de prestigio en su país, y cuya carrera había comenzado diez años antes. Moris es un curioso cruce entre cantautor y rockero que descubre para los españoles en qué consiste el pub rock y el disfrute de lo sencillo, lo inmediato; él mismo afirmaba no comprender cómo los madrileños parecían ignorar el encanto de su ciudad, del país, "el valor que tiene tomarse esta copa de coñac a las tres de la tarde, la maquinita, la Casa de Campo...". Para él las "grandezas" políticas o existenciales de las letras al uso eran pretenciosas, y esa es también una de las ideas de las que parte la nueva ola para crear las suyas. Llegado a España comienza pronto -ayudado por los Tequila- a tocar en algunos bares de la ciudad hasta que lo descubren Manrique y Ordovás, que quedan prendados de su estilo; se lo recomiendan a Romero y en 1978 se publica su primer disco grande aquí, que se abre con su canción más popular: "Sábado noche". La carrera de Moris en nuestro país nunca llegó muy arriba, pero probablemente tampoco le importó mucho: su modestia no cuadra con esa imagen que solemos hacernos de los argentinos.
Dentro del angosto panorama rockero catalán en esta época no es fácil encontrar referencias de categoría, aparte de las que ya nos han visitado. Pero a veces hay curiosos personajes que tal vez hubiesen merecido mejor suerte, y entre ellos están los tres hermanos Moreno; son veteranos del mil grupos diminutos y futuros integrantes de otros cuantos (Javier, el guitarrista, formará parte luego de la última formación de Tapiman). Por ejemplo, en 1978 crean un grupo llamado Mortimer que en cierto modo va por delante de la época y hasta podría recordar a algunos nombres de la nueva ola madrileña. Solo publicaron dos singles y en el primero figura como cara A "General idi Amin Dada", una pieza sorprendente para aquellos tiempos y aquel lugar, en la que de modo irónico van haciendo un perfil del personaje. Ese single se publicó en BP, subsello de la vetusta Belter, y aunque no tuvo mucho éxito dio pie para que Romero se fijase en ellos: Chapa, que salvo excepciones como Bloque se asociaba al rock madrileño, también probó a conseguir cuota de mercado entre la modernura catalana, y Mortimer fue uno de los grupos que reclutó allí.
Siguiendo con la pequeña historia de los Moreno, hay que decir que aquel segundo single no llegó a ningún sitio a pesar de que Chapa los incluyó en el tercer volumen de "Viva el Rollo", dedicado íntegramente a Cataluña (y titulado "Visca el Rollo! - Rock del Llobregat" para hacer juego). Así que deciden cambiar de nombre y, hasta cierto punto, de estilo: Hot Panotxa es el nuevo grupo, que sin embargo, no mejora su suerte. Un solo single, cuya cara A, titulada "Deixa d'estorbar" va cantada en catalán y es además la que abre aquel recopilatorio, es todo su capital antes de que la mili se los lleve por delante. Si olvidamos piadosamente ese guerrero "Hey! Visca el rollo!" que supongo Romero les obligó a entonar, creo que estarán de acuerdo conmigo en que ese tonillo de rock urbano con un vago tono pop resulta encantador.
La Banda del Extremo Placer Solitario (BEPS, para los amigos) forzosamente tenía que encandilar a alguien como Romero, porque era lo más parecido que había en Barcelona a los grupos al estilo urbano madrileño. Se habían dado a conocer en 1978, muy jóvenes, y el año siguiente publicaban su primer single, incluido en el recopilatorio de marras, en un estilo de rock and roll boogie muy clásico y agradable. Poco después, ya en el 80, grabaron todo un Lp en el que demostraban tener una solvencia respetable: "BEPS seller", que así se llama, no es el típico disco de rock urbano sin más, porque de vez en cuando se perciben inclinaciones poppies y demuestran que saben hacer baladas originales. Sin embargo Chapa no los promocionó lo suficiente, casi no se les vio en Madrid y Barcelona no era aún territorio para alguien como ellos. En consecuencia fueron languideciendo por el pequeño circuito rockero de su zona, que les dio un cierto sustento gracias a que se acabaron convirtiendo al heavy metal (llegaron a ser teloneros de Whitesnake en Madrid). Ese cambio de perspectiva se refleja también en un cambio de nombre: Banda de la Encarnación del Poder Satánico. Sin comentarios.
En el otro extremo del espectro, tratando de aprovechar cualquier posibilidad, Borne fue otro de los fichajes catalanes de Chapa. Se trataba de un grupo progresivo sinfónico que cayó pronto, víctima de su desfase temporal: presentar un primer disco como el suyo ya metidos en 1979 era muy arriesgado. Y sin embargo tenían categoría suficiente para haberse mantenido si su carrera hubiese comenzado tres o cuatro años antes, porque su fusión del espíritu mediterráneo y el andaluz, revestida con unos tonos de jazz funk muy agradables, podía haber competido con el resto de las bandas que hacían cosas parecidas. Aun así consiguieron una cierta popularidad, pero la cosa no duró mucho porque Chapa se desentendió de ellos; tres años después, reconvertidos en banda de pop con tonos reggae, grabaron un segundo disco que no llegó a ningún sitio y luego desaparecieron. Borne, como otros muchos, simbolizan el drama de los buenos músicos, excelentes técnicos que sin embargo carecen de creatividad o el sentido de futuro necesarios para sobrevivir en una época tan vertiginosa.
Dejando aparte las incursiones de Chapa, en Cataluña ya nos quedó claro que todo aquello que no fuese acogido en el mundillo Zeleste estaba condenado al olvido, salvo que apareciese por medio la sorprendente Belter. Esa es una de las razones por las que el rock callejero pasó casi desapercibido en aquella zona, aunque luego grupos como La Trapera hayan sido elevados a la categoría de héroes: Belter grabó a unos cuantos, bien en el sello matriz o en BP, pero no les sirvió de mucho porque luego la promoción era casi inexistente. Y en consecuencia solo el boca a boca podía hacer que consiguiesen una cierta popularidad; La Trapera lo consiguió hasta cierto punto, llegando a ser apreciados incluso en Madrid, pero por el camino quedaron algunos como Basura, que solo grabaron un single aunque su cara A sea toda una leyenda en el mundillo urbano. Esa canción se titula "No seas lesbiana, mi amor", y su letra de irónico dramatismo va acompañada por un juego de ritmos que la convierte en una clásica: si llega a ser compuesta por unos Burning, digamos, arrasaba. Pero además del trato común en BP cuenta también su propia inconsistencia, y por otra parte tuvieron la desgracia de enfrentarse a un temible enemigo: José L. Martin y su esposa Bertha M. Yebra, reyes del Popular 1, a los que incomodaron. Quedó en el limbo una canción titulada curiosamente "Bertha, estúpida nineta" que años después vio la luz en algunos recopilatorios...
Habrán visto ustedes que, tanto en la sucesión de músicos que nos han ocupado en estos últimos meses como en esta misma fiesta, se repite continuamente el 78. Es el año crucial en la historia del rock español de la década, a medio camino entre la recuperación de la libertad y la entrada en los procelosos 80: repasen brevemente nombres, discos y hechos históricos, y verán que su protagonismo es estelar. Y uno de los hechos más notables fue el primer festival Villa de Madrid (o San Isidro Rock, si prefieren), en el que queda clara la fractura que comienza a abrirse entre los viejos estilos y los nuevos, simbolizado entre grupos como Trilogía frente a Kaka de Luxe. En ese remolino se cuelan por medio el Gran Wyoming con su inseparable Reverendo y algunos más, entre ellos el hermano del propio Wyoming, que así a lo tonto consiguen ganar aquel festival bajo el nombre de Paracelso (y el año siguiente volverán a ganar, con otro nombre). La asociación entre Wyoming y Reverendo, aunque inconstante, duró muchos años -casi hasta la muerte del segundo-, y durante todo ese tiempo su afición musical iba desde el rock and roll hasta el jazz pero eso sí, siempre con la coña proverbial que los hizo famosos. He aquí la canción ganadora de aquel primer festival: "El trapichero", la número 12 de esta fiesta.
Y la 12+1 corre a cargo de un dúo (Pax Morgan y el Profesor Pasote) que participó también en ese festival, aunque no tenían nada que ver con aquello. Imagínense ustedes un cruce entre Moncho Alpuente y Desmadre 75 pero con un punto más cheli todavía que ellos o el propio Wyoming: se hacían llamar La Colitis Vasilona, y actuaban vestidos de superhéroes (Batman y Superman eran sus referencias más claras). Sus canciones, ya digo, tienen un punto entre varietés y rock and roll que denota el cariño por aquella escuela demencial tan de los setenta, y sus letras serían hoy prohibidas en la gran mayoría; de hecho, alguna ya lo fue en su momento. El caso es que consiguieron quedar de quintos, y Chapa no tuvo más remedio que incluirlos en el recopilatorio. Poco después, inexplicablemente, los fichó Columbia y en 1979 publicaron un Lp completo en el que se incluía, regrabada en otro tono, la canción del festival y otras cuantas perlas del extrarradio como la que abre el disco y nos da una idea de quiénes eran: la grandiosa "Sumen de la cubai". El propio sello se asustó, y la distribución fue muy escasa (en algunas páginas se dice que no llegó a publicarse); ellos siguieron adelante por un tiempo bajo unos cuantos nombres distintos, y finalmente dejaron la profesión. Pero aquí los tenemos, poniendo el broche de oro.
Con esta fiesta nos despedimos de una de las décadas más entretenidas de nuestra historia, una década que en cierto modo echamos de menos con frecuencia. Pero hay que seguir adelante: ya saben, "camina o revienta", que le decían al Lute. Y aquí les dejo empaquetada esta fiesta (con un pequeño regalillo adicional) por si quieren ustedes también sucumbir a la nostalgia. Gracias por su asistencia, y espero que nos veamos en los 80.