Tras la visita de don Julian Cope resulta inevitable que nuestro próximo invitado sea Robyn Hitchcock, un alma hermana en muchos aspectos. El parecido es notorio: al igual que Cope, Hitchcock es otro apóstol del ácido que ya se había ganado una fama por su liderazgo en uno de los grupos más alternativos pero respetados de la new wave, los Soft Boys; que, como en el caso de Cope y Teardrop Explodes, habían sido el perfecto vehículo de expresión para un músico cuya escuela está en la psicodelia tradicional. Así pues, ese estilo queda perfectamente defendido en La Isla desde entonces hasta hoy mismo por estos dos señores. La diferencia más notable es únicamente de perspectiva, aunque los dos tienen a Syd Barrett como uno de sus santos patrones: mientras Cope se acerca más a la vertiente un tanto "atormentada" de un Roky Erickson, la tendencia de Hitchcock tiene su acomodo en el mundo de fantasía que habitan algunos duendes como el entrañable Kevin Ayers (esa fotografía, una recreación de la contraportada de "Joy of a toy", lo dice todo). En consecuencia, pertenece a la facción más genuinamente británica: licenciado en Literatura Inglesa, su afición por Dylan y Donovan hace que su trayecto musical arranque desde el folk. Aunque por supuesto los Beatles y los Kinks son también marcadas influencias, y finalmente la suma de unas y otras lo lleva a crear y dirigir los añorados Soft Boys hasta su debut en solitario. En fin, ya se podrán suponer ustedes que entre estos dos personajes los fans tenemos el corazón partío.
Hitchcock debuta en solitario con "Black snake diamond röle" en verano de 1981. Es un disco de transición, incluso en lo emocional: además de que algunas canciones ya estaban casi rematadas en la época de los Soft Boys (a quienes vemos incluidos en la lista de músicos intervinientes), resulta que una de las primeras de aquel grupo se titulaba "Black snake diamond rock", aunque no llegó a publicarse en su momento. Se hace fácil revivir esa época en los momentos más enérgicos como "Brenda's iron sledge", "Meat" o "City of shame", aunque en realidad su recuerdo viaja a lo largo de todo el disco. Aun así también comienza a notarse un tono más personal, más claramente cercano al pop psicodélico british de toda la vida, en una apertura como "The man who invented himself", con ese piano trotón y esa sección de viento, y esa letra que por momentos parece recrear a un alter ego de Starman o cualquier otra criatura espacial del Bowie de su época glam. Pero, se parezcan más o menos a los primeros tiempos de Hitchcock, hay unas cuantas delicias locas como "Acid bird", "Out the pictures", o el cierre con "Love", o... cualquier otra, la que se quiera elegir a voleo, da igual. Este disco es una perla refulgente, y solo es el primero en la carrera de alguien que, al igual que Julian Cope, parece un geniecillo menor pero ha influenciado a muchos más músicos que la mayoría, porque ha sabido crearse su propio mundo, con sus poesías desquiciadas pero emocionantes y ese gusto tan particular por las melodías inesperadas, contrahechas, casi ilógicas, que van sembrando su carrera de pequeñas maravillas. Y parece que con el paso del tiempo este disco ha llegado a hacerse un sitio entre las leyendas de la psicodelia británica de todos los tiempos, lo cual no es más que un puro acto de justicia.
Su transición da un paso en falso con "Groovy decay", que se publica el año siguiente. Se puede objetar -él mismo lo hizo luego- que la producción a cargo de Steve Hillage no era la más indicada (Hillage por entonces andaba muy en plan moderno, con baterías recargadas, instrumentos de viento y tonos new wave), pero es que la calidad del material tampoco estaba a la altura: se salvan algunas piezas sueltas, pero el ambiente general decepciona un poco (años después publicó "Groovy decoy", que en esencia es el mismo repertorio sin la producción de Hillage: yo no veo una gran mejoría, pero hay gente que sí). Las pocas ventas y la propia decepción que sintió le hicieron abandonar su carrera por un tiempo, viviendo de algunos trabajos sueltos y colaboraciones esporádicas con Captain Sensible. Hasta el otoño de 1984 no volvemos a tener obra suya, pero la espera ha valido la pena: "I often dream of trains", su nuevo disco, nos compensa de sobra; y además demuestra valentía o mucha confianza en sí mismo, porque ese disco es prácticamente acústico. Y es también uno de los mejores de su carrera, o el mejor para muchos fans. Lógicamente el ambiente general es casi "de recogimiento", muy austero, con piano y guitarras acústica y eléctrica a cargo de Hitchcock; y "Nocturne" es la introducción perfecta, un solo pianístico de minuto y medio que es toda una declaración de intenciones. A partir de ahí es cuando el espíritu de Kevin Ayers comienza a mostrarse en varios momentos del disco con esa melancolía humorística, cínica por momentos, surrealista, que define tan bien a ambos personajes. Y desde "Sometimes I wish I was a pretty girl" hasta el cierre con la canción que da título al disco, seguida por el "Nocturne" pianístico de despedida, viajamos por un mundo que no es de este tiempo porque por desgracia ese tiempo ya no existe; pero nos queda su legado junto a los discos de Ayers, de Barrett, de Nick Drake, de los King Crimson más líricos, de toda esa gente que habita en otro plano de la realidad pero que siempre está ahí.
Tras ese fogonazo de genialidad casi bucólica que acaba de regalarnos, Hitchcock viaja de nuevo al otro polo de su ying yang personal y busca la compañía de un grupo de apoyo estable al que bautiza como The Egyptians... y en el que vemos de nuevo a Andy Metcalfe y Morris Windsor; es decir, a dos antiguos Soft Boys. Como es lógico ese formato indica una mayor "animación" del repertorio, otra colección de piezas brillantes reunidas bajo el título de "Fegmania!", que se publica en la primavera del 85. Lo que hay aquí es una gozosa exhibición de ese psych pop magistral en el que se actualiza la escuela de los 60 a través de un músico que procede de la new wave; de ese modo escuchamos estructuras que en el fondo son clásicas, pero totalmente "manipuladas" por la excelencia creativa y vocal de Hitchcock (y su impecable humor absurdo) junto a unos músicos excelentes, con esas guitarras que tanto deben a los Byrds (el cierre con la versión de "The bells of Rhymney" es el mejor reconocimiento). De nuevo es imprescindible el adjetivo "intemporal" para definir exquisiteces como "My wife and my dead wife", "Another bubble", "Strawberry mind" o "Heaven", por citar injustamente solo cuatro: debería escribirlas todas. Y aunque como es lógico el disco no pasó de un top 20 (lo cual ya es milagroso), el tiempo le ha hecho justicia: aunque toda su obra se ha reeditado más de una vez, esta es una de las estrellas tanto en vinilo como en CD. Y poco después él y su grupo se dan un homenaje en directo con "Gotta let this hen out!!", con un sonido realmente bueno sin necesidad de overdubs excesivos.
Y la vida sigue: si los Soft Boys tenían su "Invisible hits", Hitchcok publica "Invisible Hitchcock", que como en el caso anterior es una colección de rarezas y maquetas igual de imprescindible que su obra más brillante. En 1986 llega "Element of light", otra joya que compite por el título de "mejor disco de su carrera", y luego fichará por A&M, y así sucesivamente. Su carrera, como la de Cope y algunos monstruos más, daría para docenas de entradas como esta; pero si ustedes ya lo conocen no es necesario, y si lo acaban de descubrir ya saben lo han de hacer. Y al igual que Cope, todavía le queda cuerda: a finales del 19 publicó un Ep titulado "Planet England" junto con Andy Partridge, el genio loco de los XTC (estas dos cancioncillas son de ese Ep). Dios los cría y ellos se juntan.