Seguimos con los grupos que se hallan en tránsito desde el blues hacia el más allá. Y para no extendernos mucho, yo creo que será suficiente con los tres que se citaron el otro día:
Ten Years After, que en los dos años anteriores se han ganado el respeto general gracias a su blues eléctrico aliñado con tonos de jazz y rock and roll, siguen añadiendo ingredientes a la mezcla. En 1969 publican dos discos: el primero, titulado "Stonedhenge", alcanza el Top-10 probablemente por el tirón que ya tiene la banda, pues en mi opinión se trata de una obra un tanto irregular. Tenemos aquí unas cuantas piezas lentas de blues-jazz en las que se incluyen pinceladas psicodélicas y sonidos de laboratorio que a veces cansan un poco, pero seamos benévolos: también tenemos la magnífica "Hear me calling", un monstruoso psych-blues que acabó por ser uno de los grandes éxitos del grupo cuando la pasaron a single. Y el disco se cierra con un pantanoso pero acelerado "Speed kills" que, sumado a lo anterior, nos convence de la necesidad de comprar el disco. Si es que somos unos blandos, coño.
Y está visto que las buenas obras tienen su recompensa, porque los TYA nos agradecen efusivamente esa compra publicando pocos meses después "Ssssh": todos callados. Su cuarto disco es la consagración definitiva, con la que se patenta una etiqueta muy tentadora: "blues and roll" (y ya se imaginarán ustedes que, con semejante distintivo, el cañonazo es seguro). Siguen trabajando los trucos de estudio como muy pocas bandas han hecho, sin empalago, utilizándolos solamente para matizar pasajes; o, como en este caso, para unir canciones que por sí mismas ya se bastarían de sobra. El blues de estos muchachos es personalísimo, ágil y electrificado hasta tal punto que suenan las chispas. Y da igual que haya versiones o piezas originales: "Good morning little schoolgirl" o "I woke up this morning" parecen suyas. Y obras propias como "The stomp" son clásicos inmediatos. Ah, y Alvin Lee no es solamente un gran compositor: es a estas alturas el guitarra más rápido de la Isla. No es que yo sienta mucha afición por la rapidez -de hecho, nunca la he considerado como un valor per se- pero en este caso la pericia y el buen gusto van parejos.
El caso de Free es curioso: "Tons of sobs", su debut del año pasado, un disco excelente, pasó casi desapercibido (y la Wikipedia lo data en 1969, cuando en realidad fue publicado a finales de Noviembre del 68). Se han mantenido en pie hasta este momento gracias a su gran popularidad en las giras; pero Island, su casa discográfica, está un poco agobiada. Digo que este caso es curioso porque años después tanto la crítica como el público han reconocido su valor: ahora se admite que son los padres del hard blues (y los listos de Rolling Stone llegan a bautizarlos como los inventores del hard-rock). Cosas veredes…
En fin: por si había dudas, este año publican su segundo disco grande, homónimo. Y aunque el single extraído de él se hunde sin dejar rastro en las listas, el LP casi roza el Top-20; lo cual es un alivio para ellos y para Island. Hablo en términos casi de supervivencia porque Free estuvo a punto de desaparecer por falta de respuesta comercial, lo que sería otra de las muchas injusticias que el salvaje mercado comete con sangrienta regularidad; pero esta vez hay suerte y la banda comienza a ser respetada. Son, indudablemente, un grupo de cuatro solistas de alto nivel y perfectamente conjuntados que desarrollan las líneas contenidas en el primero, con un toque ligeramente más intimista: "I'll be creepin", "Broad daylight" o "Songs of yesterday" deberían haber sido clásicos ya en aquel mismo momento. Pero tanto este disco como el anterior serán plenamente reconocidos a partir de 1970, cuando se publique su obra cumbre y eso haga correr a las tiendas a muchos compradores despistados preguntándose qué es lo que se han estado perdiendo. Justicia poética.
Jethro Tull en cambio van a toda marcha hacia el estrellato: su segundo disco, titulado "Stand up", arrasa en la Isla y los asienta definitivamente en Estados Unidos. La marcha de Mick Abrahams, sustituido por el obediente ex-Penny Peeps Martin Barre, consolida el poder omnímodo de Ian Anderson, que a partir de ahora hace y deshace a su gusto. Me van a perdonar que haga yo una reseña más breve que en los otros dos casos, ya que por tratarse de mi banda preferida igual se me ve mucho el plumero. Pero bueno, a ver si logro embridar mi éxtasis ante esta… obra:
Al igual que la mayor parte de los grupos que han partido del blues, los Tull también añaden nuevos ingredientes a su potaje: aquí tenemos además un fuerte tono folk y algunas pinceladas de rock e incluso jazz. El conjunto resulta personalísimo, distinto a cualquier otra banda, e incluso su blues-rock con aroma progresivo es único: oigan ustedes el arranque del disco con "A new day yesterday" y verán por qué lo digo. En conjunto tenemos ante nosotros un variado ramillete que nos lleva desde la inolvidable versión en tono jazzy que hacen con "Bouree" (¿qué pensaría el señor Bach si la hubiese oído?) hasta la emocionante balada amorosa de "Reasons for waiting". Y cuando mister Ian está muy ocupado con su piano, su balalaika o su mandolina, Martin Barre se entretiene en rememorar su antigua afición por la flauta (como en la puntual dedicatoria a Jeffrey, compromiso inevitable en sus tres primeros discos). Y mención aparte merecería el cariño con el que esta banda se emplea en sus singles, formato que otros desprecian, y… ya me callo.
Bueno, pues a grandes rasgos este es el panorama que ofrece en 1969 la evolución del blues rock en lo que a grupos de primera línea se refiere. Muy interesante, creo yo. Veremos a continuación cómo va el folk, ya que lo hemos citado a propósito de los Tull; pero tranquilos, que eso no será hoy: me he vuelto a pasar con el rollo.
Ten Years After, que en los dos años anteriores se han ganado el respeto general gracias a su blues eléctrico aliñado con tonos de jazz y rock and roll, siguen añadiendo ingredientes a la mezcla. En 1969 publican dos discos: el primero, titulado "Stonedhenge", alcanza el Top-10 probablemente por el tirón que ya tiene la banda, pues en mi opinión se trata de una obra un tanto irregular. Tenemos aquí unas cuantas piezas lentas de blues-jazz en las que se incluyen pinceladas psicodélicas y sonidos de laboratorio que a veces cansan un poco, pero seamos benévolos: también tenemos la magnífica "Hear me calling", un monstruoso psych-blues que acabó por ser uno de los grandes éxitos del grupo cuando la pasaron a single. Y el disco se cierra con un pantanoso pero acelerado "Speed kills" que, sumado a lo anterior, nos convence de la necesidad de comprar el disco. Si es que somos unos blandos, coño.
Y está visto que las buenas obras tienen su recompensa, porque los TYA nos agradecen efusivamente esa compra publicando pocos meses después "Ssssh": todos callados. Su cuarto disco es la consagración definitiva, con la que se patenta una etiqueta muy tentadora: "blues and roll" (y ya se imaginarán ustedes que, con semejante distintivo, el cañonazo es seguro). Siguen trabajando los trucos de estudio como muy pocas bandas han hecho, sin empalago, utilizándolos solamente para matizar pasajes; o, como en este caso, para unir canciones que por sí mismas ya se bastarían de sobra. El blues de estos muchachos es personalísimo, ágil y electrificado hasta tal punto que suenan las chispas. Y da igual que haya versiones o piezas originales: "Good morning little schoolgirl" o "I woke up this morning" parecen suyas. Y obras propias como "The stomp" son clásicos inmediatos. Ah, y Alvin Lee no es solamente un gran compositor: es a estas alturas el guitarra más rápido de la Isla. No es que yo sienta mucha afición por la rapidez -de hecho, nunca la he considerado como un valor per se- pero en este caso la pericia y el buen gusto van parejos.
El caso de Free es curioso: "Tons of sobs", su debut del año pasado, un disco excelente, pasó casi desapercibido (y la Wikipedia lo data en 1969, cuando en realidad fue publicado a finales de Noviembre del 68). Se han mantenido en pie hasta este momento gracias a su gran popularidad en las giras; pero Island, su casa discográfica, está un poco agobiada. Digo que este caso es curioso porque años después tanto la crítica como el público han reconocido su valor: ahora se admite que son los padres del hard blues (y los listos de Rolling Stone llegan a bautizarlos como los inventores del hard-rock). Cosas veredes…
En fin: por si había dudas, este año publican su segundo disco grande, homónimo. Y aunque el single extraído de él se hunde sin dejar rastro en las listas, el LP casi roza el Top-20; lo cual es un alivio para ellos y para Island. Hablo en términos casi de supervivencia porque Free estuvo a punto de desaparecer por falta de respuesta comercial, lo que sería otra de las muchas injusticias que el salvaje mercado comete con sangrienta regularidad; pero esta vez hay suerte y la banda comienza a ser respetada. Son, indudablemente, un grupo de cuatro solistas de alto nivel y perfectamente conjuntados que desarrollan las líneas contenidas en el primero, con un toque ligeramente más intimista: "I'll be creepin", "Broad daylight" o "Songs of yesterday" deberían haber sido clásicos ya en aquel mismo momento. Pero tanto este disco como el anterior serán plenamente reconocidos a partir de 1970, cuando se publique su obra cumbre y eso haga correr a las tiendas a muchos compradores despistados preguntándose qué es lo que se han estado perdiendo. Justicia poética.
Jethro Tull en cambio van a toda marcha hacia el estrellato: su segundo disco, titulado "Stand up", arrasa en la Isla y los asienta definitivamente en Estados Unidos. La marcha de Mick Abrahams, sustituido por el obediente ex-Penny Peeps Martin Barre, consolida el poder omnímodo de Ian Anderson, que a partir de ahora hace y deshace a su gusto. Me van a perdonar que haga yo una reseña más breve que en los otros dos casos, ya que por tratarse de mi banda preferida igual se me ve mucho el plumero. Pero bueno, a ver si logro embridar mi éxtasis ante esta… obra:
Al igual que la mayor parte de los grupos que han partido del blues, los Tull también añaden nuevos ingredientes a su potaje: aquí tenemos además un fuerte tono folk y algunas pinceladas de rock e incluso jazz. El conjunto resulta personalísimo, distinto a cualquier otra banda, e incluso su blues-rock con aroma progresivo es único: oigan ustedes el arranque del disco con "A new day yesterday" y verán por qué lo digo. En conjunto tenemos ante nosotros un variado ramillete que nos lleva desde la inolvidable versión en tono jazzy que hacen con "Bouree" (¿qué pensaría el señor Bach si la hubiese oído?) hasta la emocionante balada amorosa de "Reasons for waiting". Y cuando mister Ian está muy ocupado con su piano, su balalaika o su mandolina, Martin Barre se entretiene en rememorar su antigua afición por la flauta (como en la puntual dedicatoria a Jeffrey, compromiso inevitable en sus tres primeros discos). Y mención aparte merecería el cariño con el que esta banda se emplea en sus singles, formato que otros desprecian, y… ya me callo.
Bueno, pues a grandes rasgos este es el panorama que ofrece en 1969 la evolución del blues rock en lo que a grupos de primera línea se refiere. Muy interesante, creo yo. Veremos a continuación cómo va el folk, ya que lo hemos citado a propósito de los Tull; pero tranquilos, que eso no será hoy: me he vuelto a pasar con el rollo.