Ya iba siendo hora. Hoy terminamos con el año 69, y lo haremos recordando a dos personajes que revalorizan la figura del cantante puro, ese cuyo único instrumento es la voz; hay un grupo tras él, claro, pero esa voz y su estilo son los protagonistas. Por lo general no suelen prodigarse mucho en la composición, sino que viven de piezas compuestas para ellos o hacen versiones que, cantadas a su manera, suenan como originales: ese es su mérito. Y los dos más grandes son sin duda Joe Cocker y Rod Stewart.
Cocker, fanático de Ray Charles y los Beatles, comenzó como batería en algunas bandas colegiales hasta que su hermano, el líder de los Cavaliers, le da entrada en el grupo: ahí, en 1963, deja la batería para convertirse en el cantante principal. El año siguiente consigue un contrato en solitario con Decca y graba una magnífica versión de "I'll cry instead", pero no hay suerte: aunque ya comienza a mostrar rasgos de su estilo, se ciñe demasiado al original, necesita pulirse otro poco. Así que ha de seguir alternando su afición con el trabajo en la compañía de gas. Y en 1966 se reencuentra con Chris Stainton, un viejo conocido que además de ser un excelente teclista (tanto al piano como al órgano) es también compositor: juntos crean la Grease Band, que en realidad no es más que un vehículo, un grupo de apoyo para las habilidades de ambos, pero que les viene bien para rodarse tocando material Motown y soul por el norte de la Isla. Pero ya están componiendo canciones entre ambos, y Cocker elige algunas piezas de otros que añade a su repertorio.
A principios de 1968 un disc-jockey de Sheffield (ciudad natal de Cocker) que conoce a Denny Cordell (productor que ha trabajado con Moody Blues y Procol Harum entre otros) se ofrece a entregarle algunas cintas de Cocker. Entre esas cintas está "Marjorine", una de las primeras composiciones que han hecho a medias Joe y Chris. Y el señor Cordell, que ya lleva muchos años en esto, queda impresionado por la voz desgarrada, de mucho alcohol, que luce nuestro amigo y lo pone a trabajar. Esa canción es su primer single de la época dorada; no es un gran éxito pero sí suficiente para que su nueva casa discográfica (Regal, subsidiaria de EMI) le dé una nueva oportunidad. Y vaya si la aprovecha: a finales de Setiembre llega a las tiendas el segundo, cuya cara A es "With a Little help from my friends" y que alcanza de inmediato el número 1 en la Isla; los Beatles, estupefactos, felicitan personalmente a Joe, le autorizan a que "grabe lo que quiera" de su repertorio e incluso pagan algunos anuncios en la prensa musical alabando la versión. Y no me extraña: de una pieza un poco tonta y sin substancia cantada por Ringo -lo cual ya da idea de cómo la valoraban ellos- Cocker ha hecho una versión monumental, la ha recreado; o ha creado una nueva, si quieren. Porque esta ya no es de los Beatles: es de Joe Cocker, nota por nota.
Su primer LP no podía tardar mucho: aparece en Abril de 1969, con el título de la "nueva" canción y con una nómina de músicos impresionante que incluye a Steve Winwood y Jimmy Page entre otros (de la Grease Band solo figura Henry McCullough). De Cocker y Stainton hay tres piezas -entre ellas "Marjorine", claro- pero eso da igual: la recreación de "Feeling alright", "Don't let me be misunderstood" y la de los Beatles ya sería suficiente para comprar el disco sin dudarlo. Y a partir de ahí ya va todo rodado: poco después se consagra en Woodstock ante el público americano; el insigne Leon Rusell le busca más músicos y un contrato con la A&M, y todos juntos se ponen a grabar el segundo LP; que se publica a finales de este mismo año, con título homónimo reforzado por un signo de admiración. Otra maravilla: ahí vienen las magníficas "Delta lady" y "Hello little friend" de Rusell, otras dos de los Beatles y, entre otras cuantas, por el medio solo una -regular- de Cocker y Stainton. Lo que cuenta es esa voz, esa manera de interpretar, y ya queda claro que hará historia.
Y si Cocker es el cantante de la voz de whisky, Rod "El mod" Stewart es el de la voz de arena: ese es su mote más certero. Desde que abandonó el fútbol en favor de la música hasta 1969, cuando publica su primer LP, han pasado diez años muy intensos para él. Un sintético repaso a su carrera hasta ahora incluye, como hechos más destacados, su participación en 1962 como cantante al frente de quienes luego serían los Kinks; su primera entrada a las órdenes de Long John Baldry; su primera grabación como solista en 1964 versionando "Good morning little schoolgirl" (antes que los Yardbirds, por ejemplo); en 1965 su vuelta con Baldry bajo la etiqueta "Steampacket" -otra de esas asociaciones inolvidables: medio Londres pasó por ahí-; en 1966 su abandono de ese grupo para formar parte de Shotgun Express hasta su separación en 1967 (unos tales Peter Green y Mike Fleetwood, base de la banda, se marchan con Mayall); su alta en la nueva banda de Jeff Beck cuando este abandona los Yardbirds, y por fin su decisión de seguir en solitario (aunque no del todo: entre unas cosas y otras aún tendrá tiempo para divertirse a ratos con los Faces, un "entretenimiento" que creará a medias con su compinche Ron Wood). Como ven, este hombre no para.
Un enrevesado contrato con Phonogram hace que su primer disco salga en los States poco antes que en la Isla: Mercury -su "delegación" americana- lo saca en Noviembre del 69 allá, y Vertigo a finales de Enero del 70 en Britannia (pero como para ese año ya tendremos otro nuevo, hago trampa y ya está). El disco, sin ser una de sus grandes obras, es muy bueno; aunque esté mal que lo diga yo, que soy fan a muerte de los cuatro primeros (luego ya no tanto). Y aunque su capacidad compositiva irá bajando, en este debut la mitad de las piezas son suyas. Elige una versión de los Stones para abrir: "Street fighting man", que con el tiempo ha llegado a gustarme más que la original, seguida por "Man of constant sorrow", una clásica del folk americano que Stewart recrea con un gusto exquisito. En conjunto, la cara A es magnífica incluso en "Blind prayer", tal vez su mejor composición propia; luego la B quizá baja un poco de nivel, pero aun así es muy agradable. Entre los músicos están Ron Wood e Ian McLagan, que junto al resto de los Small Faces -sin Marriott, claro- serán dirigidos por Stewart en la banda por horas llamada Faces; cuyo estilo recuerda a los Stones de esa época sin desmerecer lo más mínimo. Y esto es todo: el disco no llegará muy alto, pero es el primer paso de otra carrera que, si al final resultó un tanto patética, en sus primeros años fue muy brillante; mucho más de lo que pueda parecer, si sabemos diferenciarla de su obra posterior al 75 (en la que hay algunos fiascos deprimentes).
Y esto es, a grandes rasgos, lo que ha dado de sí el último año de esta década descomunal, la más grande en la historia de una música humilde -y orgullosa también- que a tantos nos ha marcado la vida. Pero en fin, habrá que encarar los 70 con buena actitud, ya que hay un buen ramillete de grupos y solistas que prometen. Veremos.
Cocker, fanático de Ray Charles y los Beatles, comenzó como batería en algunas bandas colegiales hasta que su hermano, el líder de los Cavaliers, le da entrada en el grupo: ahí, en 1963, deja la batería para convertirse en el cantante principal. El año siguiente consigue un contrato en solitario con Decca y graba una magnífica versión de "I'll cry instead", pero no hay suerte: aunque ya comienza a mostrar rasgos de su estilo, se ciñe demasiado al original, necesita pulirse otro poco. Así que ha de seguir alternando su afición con el trabajo en la compañía de gas. Y en 1966 se reencuentra con Chris Stainton, un viejo conocido que además de ser un excelente teclista (tanto al piano como al órgano) es también compositor: juntos crean la Grease Band, que en realidad no es más que un vehículo, un grupo de apoyo para las habilidades de ambos, pero que les viene bien para rodarse tocando material Motown y soul por el norte de la Isla. Pero ya están componiendo canciones entre ambos, y Cocker elige algunas piezas de otros que añade a su repertorio.
A principios de 1968 un disc-jockey de Sheffield (ciudad natal de Cocker) que conoce a Denny Cordell (productor que ha trabajado con Moody Blues y Procol Harum entre otros) se ofrece a entregarle algunas cintas de Cocker. Entre esas cintas está "Marjorine", una de las primeras composiciones que han hecho a medias Joe y Chris. Y el señor Cordell, que ya lleva muchos años en esto, queda impresionado por la voz desgarrada, de mucho alcohol, que luce nuestro amigo y lo pone a trabajar. Esa canción es su primer single de la época dorada; no es un gran éxito pero sí suficiente para que su nueva casa discográfica (Regal, subsidiaria de EMI) le dé una nueva oportunidad. Y vaya si la aprovecha: a finales de Setiembre llega a las tiendas el segundo, cuya cara A es "With a Little help from my friends" y que alcanza de inmediato el número 1 en la Isla; los Beatles, estupefactos, felicitan personalmente a Joe, le autorizan a que "grabe lo que quiera" de su repertorio e incluso pagan algunos anuncios en la prensa musical alabando la versión. Y no me extraña: de una pieza un poco tonta y sin substancia cantada por Ringo -lo cual ya da idea de cómo la valoraban ellos- Cocker ha hecho una versión monumental, la ha recreado; o ha creado una nueva, si quieren. Porque esta ya no es de los Beatles: es de Joe Cocker, nota por nota.
Su primer LP no podía tardar mucho: aparece en Abril de 1969, con el título de la "nueva" canción y con una nómina de músicos impresionante que incluye a Steve Winwood y Jimmy Page entre otros (de la Grease Band solo figura Henry McCullough). De Cocker y Stainton hay tres piezas -entre ellas "Marjorine", claro- pero eso da igual: la recreación de "Feeling alright", "Don't let me be misunderstood" y la de los Beatles ya sería suficiente para comprar el disco sin dudarlo. Y a partir de ahí ya va todo rodado: poco después se consagra en Woodstock ante el público americano; el insigne Leon Rusell le busca más músicos y un contrato con la A&M, y todos juntos se ponen a grabar el segundo LP; que se publica a finales de este mismo año, con título homónimo reforzado por un signo de admiración. Otra maravilla: ahí vienen las magníficas "Delta lady" y "Hello little friend" de Rusell, otras dos de los Beatles y, entre otras cuantas, por el medio solo una -regular- de Cocker y Stainton. Lo que cuenta es esa voz, esa manera de interpretar, y ya queda claro que hará historia.
Y si Cocker es el cantante de la voz de whisky, Rod "El mod" Stewart es el de la voz de arena: ese es su mote más certero. Desde que abandonó el fútbol en favor de la música hasta 1969, cuando publica su primer LP, han pasado diez años muy intensos para él. Un sintético repaso a su carrera hasta ahora incluye, como hechos más destacados, su participación en 1962 como cantante al frente de quienes luego serían los Kinks; su primera entrada a las órdenes de Long John Baldry; su primera grabación como solista en 1964 versionando "Good morning little schoolgirl" (antes que los Yardbirds, por ejemplo); en 1965 su vuelta con Baldry bajo la etiqueta "Steampacket" -otra de esas asociaciones inolvidables: medio Londres pasó por ahí-; en 1966 su abandono de ese grupo para formar parte de Shotgun Express hasta su separación en 1967 (unos tales Peter Green y Mike Fleetwood, base de la banda, se marchan con Mayall); su alta en la nueva banda de Jeff Beck cuando este abandona los Yardbirds, y por fin su decisión de seguir en solitario (aunque no del todo: entre unas cosas y otras aún tendrá tiempo para divertirse a ratos con los Faces, un "entretenimiento" que creará a medias con su compinche Ron Wood). Como ven, este hombre no para.
Un enrevesado contrato con Phonogram hace que su primer disco salga en los States poco antes que en la Isla: Mercury -su "delegación" americana- lo saca en Noviembre del 69 allá, y Vertigo a finales de Enero del 70 en Britannia (pero como para ese año ya tendremos otro nuevo, hago trampa y ya está). El disco, sin ser una de sus grandes obras, es muy bueno; aunque esté mal que lo diga yo, que soy fan a muerte de los cuatro primeros (luego ya no tanto). Y aunque su capacidad compositiva irá bajando, en este debut la mitad de las piezas son suyas. Elige una versión de los Stones para abrir: "Street fighting man", que con el tiempo ha llegado a gustarme más que la original, seguida por "Man of constant sorrow", una clásica del folk americano que Stewart recrea con un gusto exquisito. En conjunto, la cara A es magnífica incluso en "Blind prayer", tal vez su mejor composición propia; luego la B quizá baja un poco de nivel, pero aun así es muy agradable. Entre los músicos están Ron Wood e Ian McLagan, que junto al resto de los Small Faces -sin Marriott, claro- serán dirigidos por Stewart en la banda por horas llamada Faces; cuyo estilo recuerda a los Stones de esa época sin desmerecer lo más mínimo. Y esto es todo: el disco no llegará muy alto, pero es el primer paso de otra carrera que, si al final resultó un tanto patética, en sus primeros años fue muy brillante; mucho más de lo que pueda parecer, si sabemos diferenciarla de su obra posterior al 75 (en la que hay algunos fiascos deprimentes).
Y esto es, a grandes rasgos, lo que ha dado de sí el último año de esta década descomunal, la más grande en la historia de una música humilde -y orgullosa también- que a tantos nos ha marcado la vida. Pero en fin, habrá que encarar los 70 con buena actitud, ya que hay un buen ramillete de grupos y solistas que prometen. Veremos.