El último de los grupos londinenses históricos surgidos en la generación del r’n’b son los Pretty Things, que comienzan a grabar en 1964. En sus primeros tiempos podrían considerarse como una especie de versión alternativa, un tanto salvaje, de los Stones; probablemente eran más “auténticos” que ellos, y sus fans lo eran a muerte. Lo curioso es que luego supieron adaptarse mejor a la era psicodélica que Jagger y sus socios, e incluso en algunos aspectos fueron unos adelantados (quien crea que el “Tommy” de los Who es la primera ópera rock, es porque no conoce “S.F. Sorrow”). En paralelo y bajo el nombre de “Electric Banana” grabaron algunos discos como material de fondo para películas (lo que se conoce como “library music”). Y mientras los Stones volvían a su esencia, los Things se aventuraron a través del rock progresivo, pasaron brevemente por el glam y acabaron convertidos en una banda de rock más o menos actualizada, pero siempre con algunos rasgos de casi todos los estilos que habían trabajado. Y aunque ni antes ni después consiguieron un éxito masivo, todo aquel que los conoce los respeta. Incluso la crítica los quiere mucho: a algunos comentaristas se les nota más devoción hacia ellos que hacia Sus Satánicas Majestades, por ejemplo. Tal vez hayan sido los primeros grandes a los que se puede adjudicar con propiedad ese apodo de “banda de culto”, para bien y para mal.
Hay además un nexo de unión en las historias de los Stones y los Things: los Blue Boys, el grupo de alumnos de la escuela de Arte Sidcup donde comenzaron su carrera los guitarristas Keith Richards y Dick Taylor, junto a Mick Jagger como cantante. Tras las maquetas y algunas actuaciones con la banda de Korner, donde ya estaba Brian Jones, surgen los primeros Stones con Taylor, que se ha pasado al bajo. Sin embargo, pocos meses después los abandonó para entrar en otra escuela de arte londinense, lo cual dio a Bill Wyman la oportunidad de su vida. Taylor tampoco estuvo mucho tiempo en esa escuela, porque casi a continuación su amigo Phil May (otro miembro de la escuela Sidcup) lo tienta para crear una nueva banda: él será el cantante y armonicista, mientras que Taylor recuperará su guitarra. A principios de 1964 han “evolucionado” el nombre de “The Pretties” y pasan a llamarse The Pretty Things, en honor a una de las primeras canciones de Bo Diddley. Por otra parte la formación ya casi es estable: junto a ellos, la guitarra rítmica queda a cargo de Brian Pendleton y el bajista es John ‘Stax’ (mote en honor a su devoción por ese sello). La batería es el único puesto que aún no está claro, con frecuentes entradas y salidas.
En aquel momento ya había más grupos que los Beatles haciendo dinero, y los sellos comenzaban a preferir el riesgo al ridículo (la sombra de Dick Rowe es muy alargada). Los Things tenían un nivel técnico bastante bueno, una masa de fans más que respetable... y otro amigo de la escuela, llamado Bryan Morrison, que pasará a formar parte de esa nueva ola de managers aventureros sin el menor reparo en tratar a las discográficas de tú a tú. Morrison consigue un contrato con Fontana y el propio sello les pone en contacto con Viv Prince, un batería que ya tiene pedigrí, había sido pretendido por los Kinks, y a quien Keith Moon adoraba; Prince estará con ellos durante un tiempo, aunque por su carácter errático e imprevisible -como buen batería- ese tiempo no será muy largo. Muy poco después, a principios del verano, publican su primer single. En la cara A figura “Rosalyn”, compuesta a medias entre Morrison y otros amigos: la influencia de Bo Diddley es evidente. Pero además de esas guitarras (magnífica la slide de Pendleton) destaca la voz de May, y ese ambiente general que consiguen hace pensar que los Things podrían cubrir el espacio que va entre los Stones y los Yardbirds. La B es una versión del “Big boss man” que había popularizado Jimmy Reed, y de nuevo sobrevuela el recuerdo de los Stones; unos Stones que, por comparación, suenan mucho más “arregladitos”, digamos. Este debut rozó el top 40, lo cual tiene su mérito.
En otoño presentan su segundo single, con “Don’t bring me down” en la cara A. Está escrita por Johnny Dee, road manager de los Fairies, que no estaban interesados en ella (los Things y los Fairies -un pequeño grupo “seminal”, como se dice ahora- mantenían amistad). Es una muestra inmejorable de r’n’b británico, sin nada que envidiar a nadie y que alcanzó el top 10 (el mayor éxito en toda su carrera). La B es “We’ll be together”, una especie de boogie blues compuesto por el grupo, que también mantiene el tipo aún hoy. Y llegados aquí, les contaré una marujada: dicen las malas lenguas que Jagger, asustado ante la pujanza de este grupo, intentó impedir que volviesen a “Ready, Steady, Go!” (“O ellos o nosotros”, según la leyenda). Puede ser verdad o no, pero lo cierto es que tras su primera aparición, poco después de publicarse el segundo single, no se les volvió a ver en ese programa (aunque sí en otros). Vaya usted a saber. En ese momento eran el grupo más salvaje -punk, dirían ahora- de la ciudad, los que llevaban el pelo más largo, los de moral más “equívoca”, y algunos aprendices de estrella los adoraban: el mismísimo Bowie, que por entonces aún era simplemente Jones, no se perdía un concierto suyo y copiaba los gestos, entre androginia y bisexualidad, que prodigaba Phil May, bastante más extremo que Jagger: “Es demasiado atractivo… demasiado peligroso”, dicen que dijo el Morritos.
El año 64 termina con una jugada que funcionó muy bien: ante la expectación que causó el grupo en aquella única presencia en RSG!, Fontana decide publicar de nuevo los dos singles reunidos en formato Ep. Y contra lo que podría esperarse superó incluso las ventas anteriores, rozando el top 5. Ese éxito hace que el sello se anime y le entren las prisas por un disco grande, grabado en dos o tres días de Enero del 65 y listo para publicarse a mediados de Marzo; rizando el rizo, pocos días antes se presenta un single en cuya cara A figura “Honey I need”, que será una de las estrellas del Lp, y en la B “I can never say”. Ambas son propias y ambas son magníficas; especialmente la A, con un gancho irresistible que la convierte en una de las más brillantes de su repertorio. Y no me resisto a transcribir aquí el comentario de la Wikipedia, hecho por un verdadero fan: “El elemento más poppie de la canción, y muy probablemente el que la hizo escalar el hit parade británico, es el estribillo insistente e inspirador, seguido por un crudo solo de guitarra blusera, típicamente rayano en la indisciplina. May cambia ligeramente la melodía de la estrofa cuando vuelve tras la pausa, añadiendo un poco más de urgencia a una canción que ya tenía bastante marchita. Eran ese tipo de pequeños e inteligentes detalles con las sutilezas los que desmentían la imagen de los Pretty Things como burdos patanes musicales, elevándolos por encima de la mayoría de los grupos británicos de rock crudo derivado del R&B de mediados de los 60 en cuanto a originalidad”. Pues eso.
Y con estos gozosos antecedentes, quedamos a la espera de ese primer Lp que se publicará más o menos dentro de una semana. Qué nervios…