Tras abandonar Nueva York nuestro primer destino será Akron, en Ohio. Es una zona industrial (la capital del neumático) que a efectos musicales también tiene mucha vida; y si ahora es conocida por ser la patria de los Black Keys o Chrissie Hynde, a finales de la década de los 70 hubo allí una especie de “microclima” en el que habitaron varios músicos y grupos con un cierto encanto. Aquella efervescencia llegó a tal extremo que el sello Stiff, pura vanguardia isleña por entonces, envió a sus ojeadores y no dudó en publicar un recopilatorio centrado exclusivamente en esa ciudad (disponible incluso en España), aunque tanta efervescencia resultó, como casi siempre, más ilusión que realidad: Rachel Sweet fue su único fichaje de impacto relativo en Europa. Pero lo más doloroso para Stiff fue perder a la banda que probablemente había originado todo aquel revuelo aunque su estilo fuese único, la banda “multidisciplinar” cuyos miembros ya eran veteranos en los escenarios antes de grabar su primer single: Devo. Esa pandilla de locos encantadores que estaban creando mixturas entre el pop y los ritmos sintetizados antes que surgiese tal moda, y cuya influencia se siente incluso aquí, ya que la Nueva Ola madrileña de los 80 habría sido distinta sin ellos.
La historia comienza a principios de los años 70 en el ambiente universitario que se respira en la cercana ciudad de Kent (y en cualquier otra parte de los Estados Unidos), fuertemente influido por los últimos estertores de la guerra del Vietnam y unos cuantos hechos desgraciados como los que ocurrieron en esa misma universidad en Mayo del 70 cuando la Guardia Nacional, tratando de impedir una manifestación compuesta básicamente de estudiantes desarmados, disparó a discreción matando a cuatro e hiriendo a una decena. Para entonces Gerald Casale y Bob Lewis, dos estudiantes de esa universidad, ya estaban desarrollando una curiosa “teoría sociológica” en la que se burlaban del carácter tradicional no ya del americano medio sino de la clase media en cualquier sitio, con mentalidad de rebaño y tendencia a la sumisión a los poderes políticos y económicos. Esa teoría, que en esencia no pasa de ser una broma bien elaborada, tiene incluso nombre: la De-volución, cuyo resumen es que el ser humano ya no evoluciona sino que devoluciona, es decir, va hacia atrás (ya lo decía nuestro simpar Makoki: “cada día que amanece, el número de tontos crece”). Por otra parte, esa carga irónica incluye la afirmación de que la “nueva” realidad no es la que nos suministra la Naturaleza, sino que cada uno de nosotros debe encarar la suya propia y moldearla según su conveniencia. Finalmente en 1973 deciden crear un grupo musical que bautizan como “Devo”. Lewis prefiere mantenerse al margen, en labores de organización, mientras que Gerald y su hermano Bob se asocian con otros tres hermanos: Mark, Bob y Jim Mothersbaugh. Este último, que estaba al frente de la batería, se marcha en 1977 (poco antes de comenzar la carrera discográfica del grupo) y es sustituido por Alan Myers; los otros cuatro se encargan de cuerdas, teclados y voces.
Después de un tiempo de participaciones esporádicas en festivales, en los que hay tanta música como representación “teatral”, elaboran en 1976 un primer corto con el título de “The truth about De-evolution” (está en Youtube) donde figura el “Secret agent man” de P.F. Sloan y “Jocko Homo”, pieza original en la que se contiene uno de sus “mini-himnos”, el que será luego título de su primer disco grande: “¿No somos hombres? ¡Somos Devo!”. En 1977, a través de su propio sello, lanzan una versión desquiciada del “Satisfaction” que se convertirá en pieza de culto, vía importación, en Londres. Poco después llega el segundo single (con “Jocko homo” en la cara B), cuya cara A es la legendaria “Mongoloid”, verdadero “buque insignia” de Devo y que lleva a Stiff a ofrecerles un contrato. Sin embargo su estancia en ese sello no será muy prolongada, ya que dos notables personajes se declaran fans del grupo y les buscan acomodo en la potente Warner Brothers: se trata de David Bowie e Iggy Pop, que por entonces andaban a medio camino entre Estados Unidos, Suiza y Alemania. Y a este último país se los llevan para que Brian Eno les produzca su primer Lp, que será publicado en verano del 78; ahí tenemos la regrabación de “Mongoloid”, “Jocko Homo” y “Satisfaction”, y en conjunto una selección de melodías que dejan perfectamente definido el espíritu Devo: la frescura de un pop reinventado a base de sonidos electrónicos acompañados de guitarras que no suelen pasar del rasgueo, con una base rítmica sencilla pero muy marcada y grandes dosis de humor. Mark es la voz principal y trabaja muchas escalas de voz, desde la ironía hasta la histeria.
Como era de esperar, Devo se convierte en otro de esos productos yankis mucho más populares en Europa que en su propio país. Por otra parte su vocación teatral les hace cuidar mucho la imagen, siendo de los primeros grupos que elaboran vídeos para apoyar sus canciones, y en escena se presentan con uniformes enloquecidos, como de secta marciana. Hay que tener en cuenta que, además de la música, su implicación “ideológica” es muy potente: El General, un personaje paranoico vestido de militar, aparece con frecuencia en los vídeos o en las actuaciones controlando las actividades del grupo, mientras Booji Boy es un niño mutante medio subnormal (a ratos) que además de teclista también puede ejercer como obrero industrial. Lo grandioso del asunto es que “el General” es el padre de los Mothersbaugh, mientras que Mark representa a Booji Boy (que por otra parte era el nombre del sello que crearon para lanzar sus dos primeros singles). Las ventas definen perfectamente la situación: mientras en la Isla rozan el top 10, en Estados Unidos no pasan del 78.
Sin embargo el aura de ese primer disco, muy en la onda new wave europea, parece no agradarles y buscan un tono más cercano grabando en California bajo la dirección de Ken Scott. Scott es un legendario ingeniero de sonido que ha trabajado con medio censo británico y que los envuelve en un clima más cálido, más relajado (dando predominancia a los teclados sobre las cuerdas) pero al mismo tiempo más convencional, aunque las canciones tienen una categoría similar a las del primer disco. El resultado se titula “Duty now for the future”, se publicó exactamente un año después que aquel y fue un error que los llevó a tierra de nadie: mientras en su país la cifra de ventas apenas mejoró, en Europa cayó a plomo. Con la publicación en 1980 de “Freedom of choice”, su tercer Lp, Devo parecen interesados en fusionar el sonido sintetizado con ritmos más próximos al pop funk; esa perspectiva les da un cierto reconocimiento, e incluso dos relativos éxitos en single: “The girl u want” y “Whip it”, dos clásicas de su repertorio. Pero ya han comprendido que el pop sintético está cayendo en la rutina pretenciosa de los grupos británicos y tratan de asentarse definitivamente en su país, lo cual resulta evidente en “New traditionalists”, su disco del 81: en él mantienen la esencia musical del anterior (cada vez más dependientes de los teclados y las cajas de ritmo que de las guitarras) y combinan ese estilo con unas letras mucho más familiares al americano medio aprovechando la llegada de Reagan y el capitalismo desbocado. A mediados de la década comienza la dispersión, conscientes de que el género no da más de sí. Algunos miembros se retiran, mientras que otros comienzan una carrera como creadores de bandas sonoras.
El mundo de los sintetizadores está muy desprestigiado, eso es innegable. Pero la creatividad de algunas bandas como Suicide o Devo demuestran que hubo, y probablemente haya, un rango muy amplio de oferta cuando los músicos implicados tienen la creatividad suficiente: tanto un grupo como el otro son hoy de culto, a pesar de que no tienen nada que ver. Y también en Europa hubo personajes de categoría en ese sector, así que no deberíamos matar al mensajero antes de escuchar sus mensajes.