Genesis es otra de esas bandas que los comentaristas catalogaron inmediatamente como “progresiva” por la necesidad de buscar etiquetas, pero que al igual que los Crimson viven en su propio mundo. Gabriel y sus socios tuvieron que luchar en los primeros tiempos contra la visión a corto plazo de un productor tan poco fiable como Jonathan King, obsesionado con la posibilidad de crear una alternativa a los Bee Gees, obligándolos a elaborar un pop orquestado y blandengue que casi acaba con ellos. Eran un grupo con esencia pop, eso es innegable; pero en cuanto se sacudieron a King de encima su estilo melódico, barroco y sí, orquestal a veces, se fue electrificando hasta situarse en el rango de unos Moody Blues o Procol Harum. Finalmente demostraron tener más recursos y originalidad que todos ellos: en 1973 alcanzan su cumbre con la publicación de “Selling England by the pound”, una rara maravilla que aún hoy se sostiene a pesar de que los gustos han cambiado mucho.
En teoría la composición corre a cargo de todo el grupo, ya que ninguna canción figura a nombre de uno de ellos en particular. Sin embargo, hace tiempo que se sabe que quien lleva la voz cantante -y nunca mejor dicho- es Peter Gabriel, un personaje inquieto, en la onda de un Bowie, para quien la música no se limita a una mera ejecución sino que ha de ser acompañada por un buen show. Él es quien elabora y por supuesto quien representa los personajes surrealistas que aparecen en el escenario, quien diseña los juegos de luces, quien le da a Genesis su verdadera esencia. Los demás son muy buenos músicos, y aunque tienen criterio propio saben ceñirse a sus ideas, pero comienzan a mostrarse inquietos: Gabriel no es muy dado a escuchar los consejos de sus compañeros, que tanto en lo musical como en lo escénico desearían una banda más convencional, no tan “rara”. Y al menos desde el punto de vista económico tienen sus razones, ya que están en números rojos por culpa de los enormes gastos que originan los montajes teatrales. Por otra parte, a finales del verano de 1974, cuando comienzan a preparar el nuevo disco, Gabriel se ausenta con mucha frecuencia ya que su esposa está sufriendo un difícil embarazo. La suma de unas cosas y otras hace que las relaciones dentro del grupo se vayan agriando a cada día que pasa.
Teniendo en cuenta todas estas circunstancias resulta sorprendente que el nuevo disco, titulado “The lamb lies down on Broadway”, doble, con la complejidad temática y musical que tiene, haya sido grabado en tan solo dos o tres meses, lo cual indica que la mayor parte de las piezas ya estaban muy rodadas gracias a las actuaciones. Se publica a mediados de Noviembre de 1974 y pronto se convierte en su obra más popular hasta ese momento: durante más de medio año la banda se embarcará en una serie de giras continuas en las que casi con exclusividad ejecutarán ese único material. Y sin embargo hay que insistir en que no estamos ante un disco “fácil”, sino ante una obra conceptual bastante alambicada comenzando por el tema literario, que nos describe las accidentadas aventuras de Rael, un inmigrante de Puerto Rico que llega a Nueva York; por supuesto esas aventuras siguen el tono surrealista al que nos tienen acostumbrados, y finalmente el protagonista, que ha encontrado a su hermano John, descubre que es él mismo (“It is real, it is Rael”, clama Gabriel). Pero lo que nos importa aquí es la música, y aunque hay muchos seguidores que prefieren su disco anterior otros pensamos que este tiene el mismo mérito, que ambos constituyen la culminación de la carrera de Genesis, para lo bueno y para lo malo (tal vez haya un poco de autocomplacencia, un exceso de tremendismo en la idea general). No tiene mucho sentido destacar unas canciones sobre otras porque aquí, tal vez por el hilo conductor de la trama, la música va fluyendo entre momentos de grandiosidad casi orquestal como las piezas que abren y cierran el disco, fases contundentes (como “Back in NYC”) y zonas de melancolía muy bien conseguidas (“The carpet crawlers” es un buen ejemplo). Incluso hay piezas fácilmente asumibles por una buena mayoría de aficionados: “Counting out time” fue un relativo éxito en single.
Pero la brillantez de esta obra no va a juego con situación interna del grupo. Aunque no lo parezca, solamente algunas piezas sueltas como “The carpet crawlers” son obra casi completa de Gabriel; en realidad su trabajo se ha centrado en la trama literaria, delegando en sus compañeros la elaboración de gran parte del esquema musical (lo cual resultaba inevitable, ya que por la situación de su esposa faltaba a los ensayos con mucha frecuencia). Y a finales del verano de 1975, tras unas cuantas giras que se le hacen insoportables, decide pasar más tiempo al lado de su esposa y su hija recién nacida, que siguen con problemas de salud. Si a esto sumamos el mal ambiente que ya había por la dirección artística del grupo, no es extraño que finalmente decida abandonarlos. Más tarde o más temprano, con problemas de salud o sin ellos, esta separación acabaría ocurriendo de todos modos.
Lo que pasó luego era esperable, hasta cierto punto. Collins, Rutherford y compañía insistían mucho en que Genesis era una comunidad de músicos en la que todos aportaban una creatividad similar, y nunca les gustó que la prensa y los fans tuviesen a Gabriel como referencia central, como si ellos fuesen simples acompañantes. Era una verdad a medias, ya que el trabajo principal de Gabriel era literario y escénico antes que musical (aunque el diseño global del sonido Genesis solía ser suyo), pero cuando llegó la ruptura se vio que sin él se convertían en una banda previsible: los discos inmediatamente posteriores intentaron dar la imagen de que había una lenta evolución respetando el estilo que los había encumbrado, pero se perdió el toque mágico. Y finalmente Genesis acabó siendo una banda de pop rock más o menos standard que consiguió unos ingresos formidables: como suele pasar, lo profesional se impuso a lo artístico, aunque ya no importaba mucho porque eran otros tiempos. En cuanto a Gabriel no sé la opinión que tendrán ustedes, pero sus discos entre finales de los 70 y principios de los 90 me parecen de lo más valioso que se hizo en aquella época.