martes, 21 de agosto de 2012

Hey Joe


Eh, Joe… ¿a dónde vas con esa pistola en la mano?


El otro día quedamos en hablar un rato sobre “Hey Joe”, una pieza que salta a la fama a finales del 65 y que junto con "Louie, Louie" y otras cuantas constituyen el abecé de la música garajera. Pero si las demás apenas han salido de ese círculo esta ha llegado a todas partes, ya que su origen está en el folk. Y el folk tiene una gran ventaja a la hora de hacer versiones: su base es una línea cantada que puede modificarse a gusto del consumidor, y el resto está por hacer. En cambio el corazón de las demás suele ser su estructura rítmica, una escala que si se modifica las diluye. Dicho de otro modo: en “Hey Joe” tarareamos la línea melódica, en “Louie, Louie” lo primero que nos viene a la boca son esas diez notas inolvidables que abren la pieza.

Como buena canción folk, cumple al menos con dos de las características frecuentes del canon: una letra tumultuosa, incorrecta políticamente, y unos orígenes discutidos. La historia de Joe, que va a matar a su mujer porque la ha visto tonteando con otro, sería impensable en una canción actual; y muchos de sus intérpretes, ya en aquella época, modificaron algunas estrofas para hacerla más presentable. En cuanto a su origen, conocemos la esencia del asunto: Billy Roberts, un cantante folk residente en Nueva York, la registra en 1962. Él mismo reconoce haberse inspirado en la melodía de tres o cuatro canciones que fueron relativamente populares en los años 50, e incluso hay musicólogos que van más atrás y sugieren haber oído “algo parecido” en el antiguo repertorio hillbilly, pero no dan nombres ni datos. El caso es que Roberts escribe la letra y la ensambla con una línea melódica que a estas alturas ya se puede considerar como suya. Poco después se establece en Los Angeles, va cantando su repertorio por algunos bares y aquí viene la segunda parte del culebrón: entre el público se encuentra Chet Powers, que suele presentarse bajo el alias “Dino Valenti”, otro cantante y compositor del ramo que ya ha escrito algunas piezas de éxito y que incluso formará parte de la Quicksilver, una de esas bandas mágicas de la que ya hablamos en su día. Bueno, pues resulta que el tal Powers-Valenti es un poco rata y, creyendo que Roberts (un pobre cantante de tercera fila sin grabaciones hasta la fecha) no ha registrado esa canción, o que no es de nadie, se la birla y la registra a su nombre. Como ven, el fulano este tiene un morro que se lo pisa.

Pero sin saberlo, le está haciendo un favor al otro. Porque “Valenti” es amigo de muchas estrellas de la ciudad; entre ellas David Crosby, de los pujantes Byrds, que se enamora de esa canción y no para hasta que el grupo la incluye en su repertorio para las actuaciones –cantándola él, claro. Son por tanto los Byrds quienes hacen la transición de “Hey Joe” del sonido acústico al eléctrico, aunque de momento no han pensado en grabarla: de eso se encargarán unos admiradores suyos llamados Leaves, que han obtenido poco antes un pequeño éxito con su primer single y eligen esta pieza para el siguiente, tras haberla oido de sus ídolos. Consiguen así pasar a la Historia en Noviembre del 65 como los primeros en publicar esta canción, que se convierte en un hit a lo largo y ancho de todo el país; y aunque ya nunca conseguirán superar ese momento de gloria (dos LPs flojitos y a casa), tienen más motivos para presumir que los Kingsmen con “Louie, Louie”: esos no fueron los primeros en nada.



Y claro, Roberts se entera de que alguien anda atribuyéndose la autoría de esa pieza, lo cual le obliga a reclamarla legalmente. Mientras tanto, comienza el año 66 y se suceden las versiones: tras la de los Leaves llega la de los Surfaris (o sea, un grupo surf), que no aporta nada nuevo pero precede al aluvión de bandas de garaje que se ponen a copiarla. Porque en general son simples copias; y como era de esperar los Byrds tienen que dejar claro que fueron ellos quienes convirtieron “Hey Joe” en una pieza de folk rock, incluyéndola en esa caja de sorpresas llamada “Fifth dimension”, su tercer disco grande y donde aún figura Powers como autor.


También era de esperar que Roberts ganaría el litigio: a partir de ahora ya no veremos el apellido Powers o Valenti en los sellos de los discos (o “traditional”, como apareció en otros). Pero la vida sigue, y otro folkie llamado Tim Rose publica a mediados de ese año una versión que rescata su espíritu original; esa versión impresiona a un guitarrista de Seattle que, tras oir a Dylan, lleva una época muy aficionado a ese estilo: se trata de Jimi Hendrix, que la interpreta en el Café Wha? de Manhattan apoyado en su destreza inverosímil con la guitarra. Y hace caer de rodillas a un selecto turista británico que pasaba por allí, un turista llamado Chas Chandler, bajista de los Animals, que tiene la idea de abandonar a su grupo y meterse a manager… y que comprende de inmediato que los dioses le han hecho un guiño: Chas convence a Jimi, lo mete en un avión a la Isla y el resto es Historia.

Esa versión de Jimi ayudará indirectamente a Rose a introducirse tras él en el mercado de la brumosa Britannia, donde ambos serán más famosos que en su propio país. Por otra parte, entre la idea de uno y la potente versión del otro la pieza vuelve a quedar abierta, disponible para cualquier intérprete. Y ahora les toca a los isleños echarle el diente a Joe, desde los mods como Creation hasta los por entonces progresivos Deep Purple. Mientras, al otro lado del Atlántico también algunas personalidades del soul caen en su embrujo, como el gran Wilson Pickett: aunque cuando pensamos en este género los primeros nombres que se nos vienen a la cabeza sean Otis Redding o Sam Cooke, la voz incendiaria de Pickett no tiene nada que envidiarles, y para mí la suya es de las mejores versiones que se han hecho nunca. Aquí lo tenemos, cerrando los gloriosos años 60 con Duane Allman a la guitarra:


Y ya estamos en la nueva década. Da la impresión de que Joe va entrando apaciblemente en el selecto club de las viejas glorias, pero en 1974 hay dos notables versiones que lo vuelven a poner de actualidad. A principios de ese año se publica “That’s what I am here for”, el tercer LP oficial de Roy Buchanan, el mago de la Fender Telecaster. A quien, en cierto modo, le pasa algo parecido a Pickett: pocos aficionados lo siguieron en vida y menos aún lo recuerdan tras su muerte, mientras que entre los profesionales se le llegó a llamar “El mejor guitarrista desconocido de la Historia”. Bien, pues en ese disco viene incluida su versión de “Hey Joe”. Juzguen ustedes mismos.


Por esas fechas se presenta en sociedad una nueva cantante-poetisa llamada Patti Smith; quien, aunque nacida en Chicago, se ha hecho un nombre en los ambientes alternativos de Nueva York. Su mente, febril, es un batiburrillo de tendencias que la llevan desde su incipiente militancia en el budismo hasta su admiración por Rimbaud. Y el folk, mezclado con el sonido pre-punk que se respira por entonces en la ciudad, es otra de sus inquietudes. Poco después se hará muy famosa, pero de momento ella y su banda solo han conseguido financiación para grabar un único single. Cuya cara A es… Bah, seguro que ya lo han adivinado.


Yo creo que siete versiones, una para cada día de la semana, son suficientes. Así que terminaremos con una dominguera, alegre, festiva. Una versión latina, hispana: sí señores, también los aires tex/mex le sientan divinamente al viejo Joe; tanto, que parecen llevarlo a su medio natural. Oigan si no esta estupenda interpretación que hizo el malogrado Willy DeVille y que incluyó en “Backstreets of desire”, su disco de 1992: le acompañan los Camperos de Nati Cano y fue número uno en España (¡y en Francia!). No me negarán que resulta entrañable...


Un último dato: van más de mil versiones contabilizadas. Y seguimos contando, pero ustedes podrán comenzar su colección particular con estas siete si pinchan aquí. Cuidado con enviciarse, que Joe es adictivo...

 

martes, 14 de agosto de 2012

U.S.A. 60's: la serie B (VII)


Ya que hemos comenzado por los Sonics, el grupo más salvaje de la época, seguiremos de momento con otros cuantos que, sin ser tan fieros, tienen también su carácter. Hoy recordaremos a los Standells y los Shadows of Knight: ambos fueron considerados en su época como bandas de un solo éxito, lo cual es una injusticia absoluta; pero muy frecuente entonces, como ya iremos viendo. 

A los Standells, no sé por qué, se les considera ahora "los padrinos del punk rock". En realidad sus orígenes son muy similares a los de la mayoría de grupos que comienzan a principios de los años 60 haciendo versiones del rock and roll clásico y luego son influidos por los británicos. Se forman en 1962 y en Los Angeles, el sitio ideal: hay muchas salas y el show business más potente del país. Tras unos cuantos cambios de personal y una anecdótica balada duduá grabada a finales del 63, se van haciendo un nombre gracias a sus actuaciones constantes y son fichados por Liberty Records; que cae en la misma fantasía que afecta a Columbia con los Raiders o a CBS con los Byrds y, sin el más mínimo pudor, anuncia a los Standells como "la respuesta americana a los Beatles". Al igual que los Raiders, se les verá en alguna película y varias series de televisión; y al igual que los Beatles… se dejan el pelo largo (pasan por ser la primera banda americana con exuberancia capilar). Pero la cosa aún va más lejos: el primer single con el sello es una pieza pop bastante tonta hecha a base de coros y palmas, escrita por Tamblyn y titulada "Peppermint Beatles", que no alcanza las listas. Así que deciden centrarse y volver a su estilo original -no muy lejano al de los Wailers, por ejemplo. Su primer LP, publicado poco después, se graba en directo en el PJ's de Hollywood (un equivalente al Castillo de los Wailers) y al igual que ellos hacen un repaso de las versiones que más han trabajado: "Money", "Louie, Louie", etc. Pero tampoco hay suerte y poco después se despiden de Liberty. 

El año 65 parece seguir la misma tónica: fichados por Vee-Jay, graban algunos singles sin brillo. Pero metidos ya en el otoño, justo cuando más negro parece su futuro, se fija en ellos Ed Cobb. El señor Cobb, antiguo integrante de los Four Preps, uno de los grupos blancos de voces más famosos en la América de los años 50/60, había comenzado poco antes a interesarse por las mesas de mezclas y la producción, además de ser un buen compositor ("Tainted love", por ejemplo, es suya). Y decide aprovechar la pequeña fama televisiva del grupo para relanzarlo: a finales de ese año les consigue un contrato con una subsidiaria de Capitol y les entrega "Dirty water", compuesta por él. Es una canción con un aire Stones matizada por el órgano y que significa una ruptura total con su estilo anterior; lo cual no es del agrado de algunos de los miembros del grupo, que abandonan. Tal vez por esta razón el single ascendió muy despacio en las listas: publicado en Noviembre del 65, roza el top 10 metidos ya en Julio del 66. El mes anterior se había publicado su segundo LP, que lleva el mismo título y donde hay otras tres piezas de Cobb aparte de esa; el resto salvo una son versiones, o composiciones de colegas de Cobb, lo cual demuestra que los Standells, como la gran mayoría de los grupos de la época, no tenían capacidad creativa. Pero ese disco es realmente bueno, y variado además: cubriendo un rango que va desde el pop de garaje hasta rozar la psicodelia, es su mejor obra (incluyendo "Hey Joe", una nueva standard de la que ya hablaremos. Ah, y la versión de "Batman", inolvidable). 

Columbia queda satisfecha por las buenas ventas del LP y decide utilizar la misma técnica que estaba empleando con los Raiders; o sea, exprimirlos. Los Standells publican otro LP en 1966 ("Why pick on me"), pero es evidente que no tienen el gancho comercial de Revere y sus chicos: hay otro puñado de versiones, algunas muy buenas, de clásicos como "Paint it black" o "Black hearted woman" en un tono levemente pop, pero las nuevas de Cobb son un tanto flojitas. Y llegados al año 67 publican otros dos más, a los que hay que añadir su participación en la banda sonora de "Riot on Sunset Strip". La mayor parte de su repertorio siguen siendo versiones (algunas tan curiosas como el "Black is black" que en España popularizaron los Bravos), mientras se deslizan gradualmente hacia la psicodelia. En cada disco hay tres o cuatro piezas realmente interesantes, pero de ningún modo justifican semejante exuberancia discográfica, que al final acabará con ellos. Y aunque "Dirty water" sea su única pieza famosa, es un grupo ideal para un recopilatorio: son mucho mejores de lo que parece.



Shadows of Knight, de Chicago, son ya una consecuencia directa de la invasión británica. Tanto, que hasta el inconsciente les juega una mala pasada cuando en 1964 -la fecha de su nacimiento- deciden bautizarse como "Shadows" a secas, hasta que el año siguiente se enteran de que hay un grupo con ese nombre en la Isla. En ellos (a los que ahora también se les llama "punk") confluyen dos sanas influencias: además de su admiración por los grupos isleños del sector r'n'b está su propio origen, ya que Chicago es la Meca del blues urbano; incluso podemos considerarlos como la primera banda blanca del país con piezas blues en su repertorio. Aunque es su afición a los británicos la que los pone en el mapa, ya que una de las versiones que suelen atacar en sus directos es "Gloria", de los Them. Y esa versión les proporciona un contrato con Dunwich Records (subsidiaria de Atlantic: ¡bien!): a finales del 65 se publica el single, que alcanza el primer puesto en Chicago, va saltando de estado en estado y en conjunto es un top-10 nacional poco después. Lo cual les permite ponerse a grabar inmediatamente su primer LP, titulado como la pieza que les dio la fama y que se convierte en un clásico; aunque esa canción sea la única de origen británico en todo el disco, ya que la mayoría son versiones blues (hay tres de Willie Dixon) o esa "Light bulb blues" de cosecha propia.

Sin embargo, las ventas no fueron satisfactorias. Visto ahora, tal vez estaban fuera de tiempo o de lugar: se hicieron más populares en la Isla que en su propio país, quizá porque el rhythm and blues no tenía suficiente mercado aún en los States. Hay un comentario de la banda que los retrata: "Stones, Animals y Yardbirds cogieron el blues de Chicago y le dieron el toque inglés. Nosotros hemos cogido la versión inglesa y le hemos añadido el toque de Chicago". Ya, la idea es muy buena. Pero recordemos que a principios del 66 los Yardbirds (salvo por "For your love") eran un grupo menor en América, y que Stones y Animals vendían muchos más singles que LPs. Es decir, en ese género había mercado para canciones sueltas con gancho, pero poco más. Si nos referimos exclusivamente al blues rock, Cream no serán populares allí hasta bien entrado el 67, y ese blues ya tiene más ingredientes. Shadows of Knight tenían su versión de "Hoochie coochie man" o "Spoonful" años antes que Cream, pero sin su altura y quizá demasiado pronto para los gustos de sus demorados compatriotas.

Un nuevo single había llegado poco antes a las tiendas: "Oh yeah". La canción es de Bo Diddley, pero ellos trabajan sobre la versión de los Yardbirds y pienso que la mejoran. Es un nuevo éxito -aunque no tanto como lo había sido "Gloria"- e ilusiona a Dunwich para darles una nueva oportunidad, que se substancia con la publicación de "Back door man", su segundo disco grande. Solo han pasado cuatro o cinco meses desde la aparición del primero, pero ya se nota que estos chicos tienen más cosas que ofrecer: aparte de clásicas como "Spoonful", que por fin trasladan al estudio después de mucho tiempo haciéndola en directo, hay incursiones en la naciente psicodelia tan curiosas como "The Behemoth", una instrumental que junto a "Eight miles high" de los Byrds anuncia un nuevo género: la raga rock, que con frecuencia acabará siendo un poco ladrillo pero que en el momento fue una verdadera revolución; y tenemos también una versión de "Hey Joe", la pieza de moda en 1966. Es un gran disco, para mí superior incluso al primero, y anticipa en cierto modo el estilo Doors: seguro que Ray Manzarek -al menos él- tomó apuntes de esta obra. Sin embargo este disco siguió la suerte del anterior: la banda, frustrada, comenzó a desintegrarse a tal velocidad que en 1967 y de la formación original ya solo quedaba el vocalista Jim Sohns. Quien intentó seguir adelante con la marca comercial, pero sus posteriores grabaciones fueron cayendo en el pozo común del garaje decadente: otra vez pop, música chicle y psicodelia sin substancia.

Que en los años 80, cuando comenzó la furia por el revival, los dos primeros discos de Shadows of Knight fuesen elevados a los altares y la banda sea considerada hoy en día como de lo más florido de esa época, es un triste consuelo; aunque como dije antes fueron mucho más populares en la Isla que en su país, y eso significa algo. La tristeza nace ya por el hecho de que sean considerados como "serie B" siendo como eran mucho mejores que algunos consagrados del momento a los que ya nadie recuerda, mientras que ellos, finalmente, sí son recordados. Pura justicia: poética tal vez, pero justicia al fin y al cabo.





martes, 7 de agosto de 2012

U.S.A. 60's: la serie B (VI)


Bienvenidos al Alto Imperio. A partir de ahora las bandas americanas competirán en igualdad de condiciones con los británicos, gracias a que estos les han hecho ver sus carencias: un vasto territorio propio por descubrir -la música "racial"- y la necesidad de una nueva actitud. Hay varios grupos que proceden de la época anterior pero se adaptan rápidamente a esta; y entre ellos uno que, por su carácter rompedor y por la memoria que ha dejado en los aficionados como el prototipo más puro del llamado "rock de garaje", se hace digno de una entrada completa: se trata de los Sonics, claro. Si la tuvieron los Wailers, que en cierto modo fueron sus mentores, ellos no van a ser menos.

Volvemos por tanto a la ciudad de Tacoma, y por extensión al Noroeste: habíamos quedado en que allí se nota una mayor proximidad afectiva hacia el rhythm and blues que hacia los géneros blancos, y los Wailers eran el ejemplo. Bien, pues en 1959 y entre la algarabía de jóvenes que jalean a ese grupo desde sus comienzos, se encuentran dos hermanos que están tomando apuntes: se trata de Larry y Andy Parypa. Larry, más lanzado, es quien da el primer paso; en 1961 se le une su hermano y a partir de entonces ya tenemos el esqueleto de los Sonics. Aunque de momento no son tan fieros, los cambios de personal son constantes y su repertorio se basa en piezas instrumentales con predominancia por las líneas de guitarra al estilo de Link Wray (sonido ronco y arrastrado de tono blues) y en menor medida Duane Eddy (el famoso "twang"). Esta situación se mantiene hasta 1963, año en el que fichan a Gerry Roslie: ahí comienza la leyenda.

El caso de Roslie es curioso, y debería figurar en los anales de la superación personal. Su voz, cruda, fiera, agresiva, es una suma de herencias que arranca en los viejos "blues shouters" y llega hasta Little Richard; lo cual tiene su mérito, ya que este muchacho es blanco. Pero curiosamente, esa furia vocal tiene que luchar contra un carácter tímido: hasta ahora su trabajo ha sido el de teclista, y como tal entró en los instrumentales Sonics. Pero cuando los otros, en los ensayos, le oyen cantar como el que no quiere la cosa ("para matar el tiempo, aprovechando que os echáis el cigarrito"), se quedan alucinados. Y es entonces cuando deciden que va a tener mucho más trabajo a partir de ese momento convirtiéndose en cantante y frontman; bueno, y teclista también… y compositor casi único. Una fabulosa terapia contra la timidez, no hay duda.

Metidos ya en 1964, Roslie ha escrito, entre otras, "The witch". Y aquí entra en escena Buck Ormsby, el bajista de los Wailers y que a efectos operativos es quien se halla al frente de Etiquette (recuerden, el sello creado en 1961 por esa banda): los Sonics son teloneros frecuentes suyos, y de vez en cuando pasa por el local de ensayo para ver si sus "ahijados" progresan. Buck, que ya está al tanto de la Invasión, cree que esa pieza tiene posibilidades, aunque tal vez convendría echarle un poco más de nervio. Y el obediente Gerry la reescribe hasta convertirla en un número anfetamínico, impensable para un grupo blanco de la época… aunque es posible que ni el mismísimo Little Richard se hubiera atrevido a cantarla (en cierto modo es un homenaje al propio Richard, del cual Roslie es fiel devoto). "The witch" será la canción que marque el tono de los Sonics y que por supuesto figura como cara A de su primer single, publicado por Etiquette antes de que finalice el año; la cara B, por cierto, será "Keep a-knockin'", siguiendo la versión que había hecho Richard y que les sienta como anillo al dedo.

Como era de esperar, teniendo en cuenta la época, las emisoras del noroeste se dividieron en dos bandos: las más atrevidas radiaron este single con insistencia, mientras que otras casi lo ignoraron. Según posteriores confesiones de algunos DJs a Roslie, las ventas indicaban claramente que habían alcanzado el número 1, hecho insólito para una banda local; aunque a efectos oficiales, las listas del estado de Washington los colocaban en el 2 (cediendo el primer puesto a "Downtown", de Petula Clark. O sea, la cara amable de la British Invasion. Curioso). Pero daba igual: los Sonics ya estaban lanzados, y en 1965 reeditan el single cambiando la cara B por otra original: "Psycho", una nueva clásica. Buck decide aprovechar el tirón para publicar un LP; que se titula "Here are the Sonics!" y donde encontramos cuatro piezas originales: aparte de la Bruja y el Psicópata (sí, las letras también son de cuidado), "Strychnine" y "Boss Hoss". El resto son versiones en las que se nota la mano de Buck: "Have love will travel" de Richard Berry, "Dirty robber" de los Wailers y otras cuantas de similar calibre.

Ya se pueden imaginar la conmoción creada por este disco, cuya leyenda comenzó a expandirse lentamente por todo el país y que ha quedado, junto con el directo de los Wailers, como uno de los puntales del Norwest Sound y quintaesencia del "garaje", que como ya queda claro es oriundo de esa zona. Aunque los "ahijados" son mucho más crudos que los "padrinos". Y de los británicos han heredado antes la rudeza que el estilo musical, aunque su adoración por los Kinks es notoria: "La primera vez que oímos "You really got me" en la radio del coche, casi nos salimos de la carretera. Nuestra conclusión fue que los Kinks eran nuestros hermanos". Y Ray Davies les devolvió el cumplido: "ellos ya estaban en el garaje antes de que nosotros tuviésemos coche". Andy Parypa nos informa sobre sus técnicas de grabación: "Si nuestros discos suenan distorsionados es porque lo están. Mi hermano siempre andaba trasteando con los amplificadores, que iban pasados de vueltas. O le daba por apagar los altavoces y agujerearlos con un punzón del hielo hasta que luego sonábamos como un tren descarrilando”. Añadan a eso una grabación en dos pistas, un solo micro para la batería y el volumen a tope; y luego ríanse del segundo disco de la Velvet, o de los excesos de Blue Cheer: estos muchachos hicieron todo eso y más mucho antes.

Las navidades de 1965 se celebran en el Noroeste con un curioso artefacto publicado por Etiquette: el LP titulado "Merry Christmas", con la participación de Wailers, Sonics y Galaxies (otra banda de la casa, de corta carrera y poco brillo). Los Sonics nos demuestran, con tres piezas, su particular versión de esas fechas en un tono bastante burlón. Y en 1966 aparece su segundo disco grande, titulado "Boom". De nuevo hay cuatro originales -todas de Roslie- entre las que "Cinderella", la que abre el disco, es otro tótem. Pero se nota una mayor amplitud de miras ya que las otras tres, sin perder la fuerza característica de la banda, tienen un regusto a rhythm'n'blues clásico. Y el resto son grandes versiones, como por ejemplo -tenían que hacerla- esa bestial "Louie, Louie" y alguna "tentativa" de balada. En suma, otro disco para la Historia. Y el último, porque…

Tanto la banda como Etiquette saben que, si continúa su progresión, necesitan un sello de más vuelo; como Jerden Records, de Seattle, que está interesada en ellos y tiene un contrato con la ABC para posibles distribuciones a nivel nacional. Así que abandonan el nido de sus padrinos y vuelan a California para la grabación de un tercer LP, "Introducing The Sonics", publicado en 1966 y que significa el final del grupo. Los fans irredentos afirman que Jerden los hundió haciéndoles perder su sonido crudo y domesticando a Roslie. Bueno, en parte puede ser así. Pero no nos engañemos: la diferencia de producción no es tan grande como para que no se note la baja calidad del material. La cara A se abre con "The witch" y se cierra con "Psycho" en un intento por mantener a los fieles. Solo hay dos versiones: una podría cuadrar, más o menos, con su estilo (I'm a man"); la otra no ("On the road again"). Y una original de Roslie, en la estela de "I'm a man", completa esa cara. En la B hay tres piezas de los hermanos Parypa, pasables pero lejos del espíritu Sonics. Y a las demás, de Roslie, en un tono soul-pop, les pasa lo mismo. En conjunto el disco es mediocre, delata que las ideas se han agotado. Y poco después comienza la desbandada, precedida de algunas piezas y versiones a medio camino entre el pop y la música chicle: mejor olvidarlas. Sus dos primeros discos son lo que cuenta.

Detesto la etiqueta "protopunk", como muchas otras. Pero si hay algún grupo que la merezca, son sin duda los Sonics: sin ser grandes músicos -en realidad eran bastante flojitos- suplían sus carencias con entrega, con alma, con furia. Sus canciones eran cortas, salvajes y directas. Y de eso va el punk, ¿no? Ah, y por favor, no cojan la mala costumbre de llamarles "grunge", que ya lo he leído más de una vez. El tono depresivo, atormentado y machacón del grunge -heredero del heavy clásico al estilo Black Sabbath hecho por músicos que han oído mal a los Pixies- no tiene nada que ver con una banda tan vitalista como ellos. O como los Pixies.