lunes, 25 de febrero de 2019

1978/79 (XXIII)

Hoy hemos subido a Leeds, una ciudad que guarda cierto parecido con su vecina Manchester: el ambiente universitario y la revolución industrial son dos de sus principales signos de identidad. Y también como en Manchester, el tránsito entre décadas hizo surgir en ese ambiente a unos cuantos grupos poco usuales; o sea, “de culto”, ese término tan sobado ya. Entre ellos hay al menos dos que, sin llegar al gran público, son muy respetados por su espíritu libre: Gang Of Four y los Mekons. Ambos han creado escuela y después de muchas idas y vueltas, cambios de personal e incluso de estilos, tienen una extensa discografía y aún andan por ahí. Teniendo en cuenta que casi todos proceden de ese mundillo estudiantil, casi de comuna, había amistad y colaboración entre ellos: Jon Langford, uno de los fundadores de los Mekons, le sugirió a Andy Gill que, en vista de lo politizados que estaban él y otros amigos suyos, quedaría bien que al grupo que iban a formar le llamasen Gang Of Four.



La Banda de los Cuatro eran la viuda de Mao y tres de sus colaboradores en la época de la Revolución Cultural china, que luego fueron juzgados por unos cuantos crímenes. Y tanto Gill (guitarra y voz) como Jon King (voz principal y melódica) se consideraban marxistas, así que el sentido del humor de su amigo Langford hizo el resto. Gill y King habían aprovechado el dinero de una beca para viajar a Nueva York en 1976, y en el CBGB vieron la luz (además de hacerse amigos de John Cale o de la banda de Patti Smith). A su vuelta a la Isla convencieron a un bajista (Dave Allen) y un batería (Hugo Burnham) para que se les uniesen, y aunque seguían con sus estudios comenzaron a ensayar en un local compartido con los Mekons y cualquier otro músico que pasase por allí. Para 1978 ya tenían unas cuantas canciones y a finales de ese año consiguen publicar tres en un single a través de Fast Product, un pequeño sello independiente que había lanzado también a los Mekons. Ese single revela una actualización muy libre del funk rock (hay influencias de los primeros Talking Heads, por ejemplo) con una marcada presencia de la guitarra en notas casi “espasmódicas” que podría recordar a Television e incluso a Doctor Feelgood; el aroma post punk está presente aunque ellos nunca se consideraron punks, salvo por algunas conexiones de tipo ideológico. Aquí tenemos la cara A: “Damaged goods”, que enamoró a John Peel y que en poco tiempo alcanzó el número 1 en las listas independientes. 


Después de que Peel los invitase a actuar en su programa, el runrún comenzó a circular tanto en la Isla como en algunos sectores modernillos de la costa este yanqui, seguramente gracias a las amistades que habían hecho tiempo antes allí. EMI, que ya tenía a los Wire asignados a Harvest, ficha también a los Four (hay similitudes entre ambos grupos) y publica “Entertainment!”, su primer Lp, en otoño del 78. Aquí se reafirman sus influencias: de nuevo los Talking Heads en canciones como “Natural’s not in in”, “Not great men” o “At home he’s a tourist”; de nuevo el estilo Television en esa guitarra que elabora escalas cortantes, hirientes casi, en esas mismas canciones o en las demás; de nuevo un vago aroma funk por momentos y una cierta “hermandad” con Wire. Pero Gang of Four saben transformar todo ese bagaje y crearse un espíritu muy personal, con un rango que se define bastante bien en las dos regrabaciones incluidas en el disco: se actualiza “Damaged goods” con ese magnífico bajo negroide, y se refuerza la corrosión sónica de “Love like anthrax”. Está claro que una banda punk jamás podría conseguir un tono tan abrasivo y complejo al mismo tiempo. Y como era de esperar, la crítica lo ensalza mientras que las ventas son simplemente decentes. Sin embargo consiguen tantos fans en la Isla como en el resto de Europa; y probablemente más aún en Estados Unidos, no solo por las amistades sino también por ese parecido con los Heads en la base rítmica.


En la primavera del 81 llegará “Solid gold”, un disco menos agrio y con mayor riqueza de estructuras: los Four han madurado y nos presentan un grupo de canciones en las que comienzan a mostrar un carácter mucho más personal, alejándose ya de sus primeras referencias. Sin embargo no pierden la esencia de su estilo: “Paralysed”, la que lo abre, es un ejemplo perfecto, con esas escalas secas sobre las que va recitando la voz; y la evolución ya se nota en la siguiente, “What we all want”, con ese ritmo de marcha que está marcando el camino a seguir en algunas bandas posteriores como That Petrol Emotion. En conjunto es un disco más asequible, que los asienta definitivamente en el mercado. Poco después se marcha Allen, sustituido por Sara Lee (procedente de la banda de Fripp) y su tercer disco, titulado “Songs of the free” marca una evolución hacia el funk electrónico que a muchos fans nos desilusiona un poco, aunque desde luego está a años luz de la sucesión de horrores que tuvimos que soportar en esa década. Desde entonces, de modo intermitente y aunque de la formación original solo queda Gill, el grupo sigue adelante: se espera nuevo disco para este año. 




 
Los Mekons, sobre todo por sus primeras grabaciones, sí podrían considerarse post punk con todo merecimiento. Además, su ideología les lleva a enfocar el asunto musical de un modo muy libre e inmediato: cuando comienzan a ser conocidos su dominio de los instrumentos es manifiestamente mejorable, sus canciones suenan a simple maqueta y la voz es horrenda. El conjunto suena tan desagradable que Rough Trade, el sello que distribuye sus dos primeros singles grabados en Fast Product, se negó inicialmente a hacerlo por considerarlos “unos ineptos”. Por otra parte, aunque hay tres o cuatro elementos fijos, con frecuencia entran y salen músicos que incluso cambian de instrumento. Así estaban las cosas. Pero el humor que no falte: el mekon es un invasor venusiano que trata de conquistar la Tierra y al que hace frente Dan Defensor (o Dan Dare, si lo prefieren en inglés). Ni que decir tiene que John Peel o Lester Bangs los adoran, claro; Bangs, en uno de aquellos momentos de arrebato que le asaltaban a veces, llegó a definirlos como “el grupo más revolucionario en la historia del rock”, nada menos. 

La base se articula sobre Jon Langford, que inicialmente es el batería y a veces canta (luego será guitarrista, además de probar con el bajo y los teclados) y Tom Greenhagh (guitarrista que luego será también cantante). Junto a ellos, en los primeros tiempos, estaban los cantantes Andy Corrigan y Mark White y el bajista Ross Allen entre otros. Son ellos los que inauguran Fast Product a principios de 1978 con un single cuya cara A es una ironía sobre el “White riot” de los Clash: “Never been in a riot”, una mezcla antiestética de nihilismo e irreverencia (“Nunca he estado en una revuelta / Nunca he estado en una pelea / Nunca he estado en nada”). Pero con esa canción y las que vendrán luego los Mekons se apartan voluntariamente del elitismo punk intelectualoide -teniendo una formación sobre teoría política superior a la de Strummer y sus socios- y toman partido por el hombre de la calle, por el proletario que bastante tiene con sus propias miserias: “¿Que dónde estaba yo en el 77? Currando, esa es la respuesta de la clase obrera”. Con esa claridad de ideas resulta difícil atacarlos, por mucho que los Clash se cabreasen. Aunque bueno, los Clash estaban cabreados casi siempre.


Después de un nuevo single bastante más estructurado, fichan por Virgin y publican su primer Lp en 1979: “The quality of mercy is not strnen”, que mantiene en gran parte el atrevimiento de sus inicios con una colección de canciones rudimentarias, no siempre bien cantadas, en las que de nuevo las letras tienen un gran protagonismo pero que ya muestran al menos una base rítmica bastante coherente. Ese punk de primera hora pero sin embargo con un claro tono humorístico deja algunas canciones realmente interesantes como “Like spoons no more”, “Trevira trousers”, “After 6” (ya muy bien estructurada), “What” (con una línea melódica cercana al pop) o esa dedicatoria al entrañable Dan. Es un disco que si se escucha una sola vez podría parecer del montón, pero con un poco de paciencia se va descubriendo que hay mucha más materia de la que parece; y desde luego, en este estilo, es de los pocos que han sobrevivido al paso del tiempo. Sin embargo Virgin se asusta y ante las escasas ventas (y su actitud combativa) decide echarlos; a partir de ahí, su enorme producción se irá desgranando en unos cuantos sellos empezando por Red Rhino. 


El segundo, con el título de “The Mekons” y un subtítulo muy largo que resumiré como “Devil, rats and piggies”, resulta demoledor para sus fans más “puristas”, ya que aquí se utilizan teclados electrónicos y el tono general del disco se aparta bastante de aquellos inicios; como Gang of Four, no se sentían cómodos con la etiqueta “punk”, y de momento siguen una evolución parecida a la de sus amigos. De hecho su perspectiva es incluso más amplia: desde el rock casi progresivo de piezas como “Im so happy” hasta esos primeros signos de tendencias folk en “Institution” por ejemplo, aquí comienza a haber una tendencia ajena a cualquier tipo de esquema contemporáneo. Y con el paso del tiempo la inclinación hacia el folk y el country se hace cada vez más evidente: comienzan a ser una banda que transita con misma soltura por la Isla que por Estados Unidos, y su intención es trasladar a los ritmos tradicionales el mismo criterio de sencillez que tenía el punk original. Una idea mucho más razonable de lo que pueda parecer, ya que ese tipo de canciones suelen interpretarlas pequeñas agrupaciones rurales o se cantan a horas intempestivas en los bares, y ese es precisamente el espíritu que buscan los Mekons. Llegados ya al nuevo siglo es evidente que su sonido se ha perfeccionado y suavizado mucho, pero aun así mantienen un encanto muy personal que linda a veces con la pura belleza… 



Ah, y tienen una canción dedicada al Brexit…



lunes, 18 de febrero de 2019

1978/79 (XXII)


Hoy nos dirigimos hacia el este, concretamente a Cambridge. Esta ciudad universitaria tan historiada destaca, a efectos musicales, por haber sido la cuna de Syd Barrett, el gran apóstol oscuro de la psicodelia británica; y como era de esperar, su rastro se percibe aún mucho tiempo después. Por lo tanto no es extraño que justo allí surgiese un grupo de muchachos que, agrupados bajo el nombre de The Soft Boys, resucitasen ese estilo musical actualizándolo con el toque new wave entre finales de los años 70 y principios de los 80; por no hablar de la carrera posterior de su líder, el imprescindible Robyn Hitchcock, que todavía sigue en activo. Un dato curioso sobre ellos es que ninguno nació en esa ciudad: simplemente, fueron llegado allí sin una idea clara de cuál podría ser su camino, y parece como si el aura de Barrett los hubiese vampirizado. El resultado es otra de esas bandas “de culto” que, como XTC, los Set y varias anomalías más, honran al pop isleño demostrando que en un ambiente como ese hay sitio para cualquiera que sea imaginativo y tenga el valor de presentar su oferta aunque vaya a la contra de la moda del momento; de hecho, están considerados como los padres de la neo psicodelia (incluso los REM los nombran como influencia). Y aunque su discografía va a caballo entre las dos décadas, lo lógico es resumirla en una sola entrada porque a finales de 1980 desaparecen; los Soft Boys cuadran perfectamente con el final de los 70, y más adelante ya nos visitará el señor Hitchcock en solitario. 

Robyn Hitchcock es un londinense que estudia en la escuela de arte y que ya escribe canciones además de tocar la guitarra acústica y la armónica. Sí, parece ser un fan de Dylan; probablemente con más sentido del humor que él, ya que en esa escuela participa en un grupillo llamado The Beetles (Lennon es otra de sus inspiraciones). Pero también es fan de Shakespeare, y decide subir a Cambridge a estudiar Lengua Inglesa en la universidad; de paso se va introduciendo en los círculos folkies, y de ahí a pequeños grupos eléctricos hasta que en 1976 tiene ya una visión propia sobre el estilo que le interesa y convence a algunos colegas para que le sigan. El año siguiente, ya bajo el nombre definitivo de Soft Boys, graban un primer single al más puro estilo casero (en el piso de Hitchcock, para ser exactos), medio en estéreo medio en mono, y que publica el diminuto sello Raw. En la cara A tenemos “Wading through a ventilator”, muy influenciada por el ambiente punk del momento pero ya con un toque personal, con ese extraño cambio de ritmo haciendo el intermedio y el tono general medio loco de toda la pieza (sí, puede haber rastros del Capitán Beefheart). Es su primera “clásica subterránea”, por decirlo así… 


Para entonces hay una formación más o menos estable en la que junto a Hitchcock (que además de cantar hace segundas guitarras) tenemos a Kimberley Rew como primer guitarrista y segunda voz; Andy Metcalfe es el bajista y Morris Windsor el batería. Siguiendo con su estrategia del “Hazlo tú mismo” crean su propio sello discográfico, llamado Two Crabs, y a principios de 1979 lanzan su primer Lp: “A can of bees”. Es el desarrollo de las ideas básicas contenidas en el single, y resulta casi lógico que lo cierre precisamente su cara A, esta vez en directo; por momentos se nota una influencia punk, pero dejan claro que su querencia va por otro lado. Hay contundencia y la supuesta simpleza de una obra muy fresca e imperfecta, pero al mismo tiempo las escalas no son las usuales en una banda new wave al uso: “Give it to the soft boys” o “The pigworker”, por citar únicamente las dos primeras, demuestran un conocimiento bastante amplio de los recursos del rock alternativo de años antes junto a la presencia de ese extraño tono hard psicodélico olvidado hace tanto (especialmente en la segunda). Como es lógico hay influencias de Barrett en piezas como “Human music”, e incluyen un homenaje casi obligado a Lennon en esa brillante versión de “Cold turkey”. Gran parte de los críticos (incluido John Peel) parecieron no darse por aludidos, mientras que muchos músicos de la generación anterior los alabaron: ese cruce entre “folk metal”, como lo definía el propio Hitchcock, y aquel sonido de banda punk con enfoque a lo King Crimson despistó a mucha gente. Pero lo mejor estaba por llegar.


Lo mejor se llama “Underwater moonlight”, se publica en verano del 80 y a día de hoy está considerado como uno de los grandes clásicos de esa etiqueta, “neo psicodelia”, que ellos instauran con una colección de piezas en la que hay una gran variedad. El abanico se abre con el punk pop casi catedralicio que despliegan en “I wanna destroy you”, y de ahí hasta el final vamos de una sorpresa a otra en un camino jalonado de perlas de power pop futurista (“Kingdom of love” o “Tonight”), con esas guitarras cantarinas que podrían recordar a la escuela americana, pasando por la psicodelia casi progresiva de “Old pervert” o “I got the hots” (otra exhibición de Rew) o la instrumental de ambiente cósmico titulada “You’ll have to go sideways”. Es un disco muy frondoso que necesita ser escuchado varias veces para captar su densidad y la tremenda riqueza que atesora, pero los buenos aficionados siempre sabrán apreciar una rara gema como esta. Su influjo, como sucede con todas las grandes obras, se ha ido agrandando con el paso del tiempo; y si las ventas iniciales fueron desalentadoras, lleva ya unas cuantas reediciones. Nunca ha faltado en las tiendas, que yo recuerde. Por entonces su bajista era Matthew Seligman (otro fan de Andy Fraser), cuya digitación es muy brillante; con el paso del tiempo será un clásico en los estudios de grabación.


Sin embargo, el relativo fracaso del disco y las pocas actuaciones que consiguieron con él hacen que Hitchcock liquide el grupo: “Había una verdadera dictadura New Wave, y todo lo que se saliese de la pauta era anatema”. Por lo visto, los Soft Boys hacían música pasada de moda. Sin embargo, cuando el grupo desaparece, las ventas de su escasa discografía se reactivan gracias a las alabanzas de varios músicos; alabanzas que hasta entonces procedían en gran parte de los veteranos y que ahora se amplían a muchos contemporáneos (y que realzan también el interés de los yanquis por su obra: ya digo, REM son fans suyos). O sea, que tan pasados de moda no estarían. Y a partir de ahí comienzan a surgir discos, piratas o no, con grabaciones alternativas, maquetas, directos y en general cualquier trozo de pieza que haya quedado en alguna cinta. Por supuesto hay material de poco interés, mal sonido a veces y demasiadas reiteraciones; pero esos problemas fueron solucionados en 1982 por el propio Hitchcock, que hizo una excelente selección de las piezas no publicadas y las agrupó en “Invisible hits”, un Lp que por su calidad puede considerarse como un “disco póstumo” del grupo, sin nada que envidiar a sus antecesores. Ahí figuran momentos gloriosos como “Rock’n’roll toilet” , que podría formar parte del “Sticky fingers” de los Stones sin desdoro alguno; “Wey wey hep up hole” recuerda a una especie de folk yanqui pasado por la electrónica (y algún ácido por medio), y así sucesivamente. Sorprende que canciones de esta categoría no hubiesen sido publicadas en su momento, pero recuerden: son una banda pasada de moda, y ningún sello “serio” quiso ficharlos. A veces el mundo discográfico se hace ininteligible.



Siguen apareciendo de vez en cuando actualizaciones o recopilaciones de los Soft Boys, esos chicos suaves y pasados de moda. Lo cual significa que el número de fans, en vez de disminuir, aumenta. Y la carrera de Robyn Hitchcock, cimentada por ese magnífico aval, se mantiene hasta hoy mismo. Como es lógico unos discos serán mejores que otros, pero muy pocos son realmente prescindibles: rebuscando en ellos casi siempre surge alguna deliciosa sorpresa. 




lunes, 11 de febrero de 2019

1978/79 (XXI)


Ya estamos de vuelta en Londres, que a la larga siempre acaba siendo el destino obligatorio para contrastar las verdaderas posibilidades de los músicos, sean de Manchester, de Swindon… o extranjeros que hayan llegado a la Isla buscando un porvenir. Ese fue el caso del canadiense Thomas Hardy, que prefiere ser nombrado como Lester Square (en honor a esa plaza londinense tan teatral) y que, entre otros, se asoció con Ganesh Sehadri, un descendiente de la nobleza india al que hemos de llamar Bid (¿en honor a..?). Esa reunión de foráneos y nativos dio a luz en 1978 a The Monochrome Set, otro grupo de raritos como los XTC, tan insólito como adorable. Se trata de uno de esos nombres underground que al mismo tiempo figuran en los inicios de lo que luego se conocerá como pop indie: no suelen destacar en los escaparates de las tiendas de discos, pero han influido en muchos músicos posteriores. Los Set son una mezcla imposible de guitarras al estilo de los años 50/60 (desde Duane Eddy hasta el surf) con bases rítmicas muy nítidas, tan clásicas como imaginativas, creando ambientes que pueden recordar al jazz tanto como al spaghetti western pasando por las bandas de garaje, mucho humor oscuro… y esa influencia punk / new wave del momento, que junto a la supuesta sencillez de la estructura musical y una frecuente brevedad de las canciones -más de la mitad del repertorio no supera los tres minutos-, suelen mostrar un tono inquieto, muy vivaracho, que los emparenta casi con los principios del rock and roll. Son una banda de otro mundo, pero sobre todo de otra época: si hubiesen surgido entre los años 50 y 60, tal vez los Beatles habrían sido discípulos suyos.

Allá por 1976, cuando aún eran estudiantes de arte, Lester (guitarrista y segundas voces) coincide con Bid (cantante y segundas guitarras) en The B-Sides, un pequeño grupo que no llegó a grabar pero cuyo líder será luego bastante popular: Stuart Goddard, que a finales del año siguiente decide dar un giro a su carrera y se rebautiza como Adam Ant. Poco después Lester y Bid, que tienen ideas propias, abandonan su compañía y crean Monochrome Set junto a John Haney, el ex batería de los Art Attacks (una pequeña banda punk); de momento, el bajista oficial será Jeremy Harrington. A mediados del 78 ya están actuando en algunos colegios y sitios parecidos, llegan luego al Ronnie Scott’s y allí los descubre Geoff Travis, que viene siendo otro Richard Branson, ya que también él dirigía una tienda de discos que amplió a sello discográfico a finales del 77: Rough Trade Records, una de esas maravillas alternativas que engalanan la Isla. Según la versión que cuenta Bid (aunque va a días), Travis los fichó poco después de haberlos visto… y de mantener una pelea con el propio Bid. El caso es que para entonces tanto el belicoso cantante hindú como el guitarrista canadiense tenían ya preparadas unas cuantas canciones, y Rough Trade presenta su primer single antes de que termine 1978: en la cara A se encuentra la luminosa “He’s Frank”, y la alambicada “Alphaville” en la cara B. Más tarde sabremos que Frank existe en dos versiones, así que probablemente lo más indicado será que escuchen ustedes las dos: comprendan que estamos ante una de las piezas más veneradas por los frikis de la banda (por cierto, Fatboy Slim hizo una versión cantada por Iggy Pop. Ya ven qué fans más curiosos tienen los Set). Primero escucharán la de este single, y luego “la otra”…


A su vez, no es extraño que estos muchachos sean fans de los Velvet; pero también admiran el trabajo que Andy Warhol hacía para ellos, y da la casualidad de que Haney tiene un compañero de piso que está estudiando Cine en la escuela de Arte. Ese compañero se llama Tony Potts, que pronto se hace amigo del grupo y se les ofrece para diseñarles algunas proyecciones; también serán suyos los primeros clips y en general la estética que lucen, muy deudora de los Reed y compañía, a veces con una vestimenta uniforme o mostrando su preferencia por el blanco y negro. “Se convirtió en una especie de quinto miembro”, dice Bid. En 1979 llega su primera actuación en el programa de John Peel, y poco después el segundo single con otras dos clásicas: una especie de pop hindú (compuesto por Bid, claro) titulada sarcásticamente “Eine symphonie des grauens” en la cara A, y la emocionante instrumental “Lester leaps in” en la B, que durante dos minutos y medio nos lleva a una dimensión temporal en la que la música popular era más simple y al mismo tiempo mucho más arrebatadora. Algunos la meten en el saco del punk pop, pero yo creo que está muy por encima de etiquetas: esta podría ser la sintonía perfecta para la vida de muchos de los que vendimos nuestra alma a la música ratonera hace ya tanto.


Ni que decir tiene que este tipo de melodías nunca llegará al top 10, pero también se pueden suponer ustedes que la comunidad friki ya los ha puesto en un altar pagano y que su futuro próximo está garantizado (por no hablar de la crítica: algunos comentaristas un poco pedantuelos consideran a los Set como “avant garde”, mientras otros prefieren llamarles “abstractos”. Hay que ver lo que ha dado de sí esa cosa llamada post punk). Su tercer single llega en otoño del 79, y como ya es norma las canciones son totalmente distintas. La cara A tiene por título el nombre de la banda, y suele ser la que usan para abrir las actuaciones; poco después será regrabada con un sonido más “tribal” para su primer Lp, pero de momento esta base rítmica ya es vigorosa, simple y constante, mientras Bid casi recita una letra un tanto dadaísta (cosa muy frecuente en él) acompañado por sus colegas en el estribillo, repetitivo, casi monótono. En la B está “Mr.Bizarro”, que tras unos sonidos de ecos eléctricos se desarrolla en un tono casi latino, con un juego de percusiones muy variado… aunque, como siempre, una y otra son difíciles de definir con propiedad: esa es una de las grandezas de esta banda, que cada oyente se hará su propia idea sobre lo que está escuchando, y probablemente habrá tantas interpretaciones como oyentes. He aquí esa “autodefinición” que resulta ser su santo y seña en directo:


Antes de que termine 1979 se estabiliza el puesto de bajista, que será ocupado por Andy Warren. Andy es colega de Lester y Bid desde los tiempos de los B-Sides, pero hasta este momento había seguido junto a Adam Ant. Y para despedir el año se publica un single con tres canciones que el grupo había grabado el año anterior en un sello propio -o sea, casero- y que iban a publicar justo cuando los fichó Rough Trade; una de ellas es la primera grabación de “He’s Frank” (con el subtítulo de “Slight return”). Ya que ustedes han podido valorar ahí arriba la diferencia entre las dos versiones, tal vez piensen lo mismo que yo: es mejor esta primera que la oficial, aunque haya un evidente parecido. En cuanto a las otras dos, “Fallout” tiene un sonido muy simple que da la impresión de haber sido grabada en directo sin ningún tipo de arreglos; en el rango Monochrome Set, esta es de la familia de las “vigorosas”, con un excelente juego de guitarras. Y la otra la tienen ustedes aquí: “Silicon carne”, otra joya de ese pop intemporal que solo se les podía ocurrir a ellos.


1980 será el año en el que los Set comiencen a hacerse conocidos en otros mercados (España incluida) gracias a sus dos primeros discos grandes, pero esa ya es otra historia y… “¿Cómo? ¿Y para cuatro singles se echa este tío semejante rollo?” Pues sí, qué quieren que les diga. Amor de fan. Para mí los Monochrome Set merecen eso y mucho más. Por cierto: hay más casos como el de “He’s Frank”, hay otras cuantas canciones que fueron publicadas en más de una versión y que nos dejan con la duda de cuál de esas versiones es la mejor. Y otro ejemplo, ideal para despedirnos hoy de estos muchachos, es “Fun for all the family”. Es una de las que formará parte de su tercer Lp, allá por 1982, pero aquí tienen ustedes la maqueta original: esta es mejor, sin duda alguna, y que solo aparezca en algunas recopilaciones me parece una injusticia. 



lunes, 4 de febrero de 2019

1978/79 (XX)


“Siempre tuve celos de las bandas como Talking Heads, que hacían cosas parecidas a nosotros pero eran de Nueva York, y por lo tanto molaban. A los ingleses no les gusta que la gente normal (inglesa) haga cosas inteligentes. Y nuestros primeros managers nos decían que tratásemos de modificar el acento, para que no se notase que éramos de Swindon”. 
Andy Partridge 


Hoy hemos llegado a Swindon, a una hora en tren desde Londres. Es una ciudad pequeña, sin una marcada tradición musical, y ese comentario de arriba podría aplicarse también a otras zonas de la Isla. De todos modos la gente es parecida en todas partes, y aquí, como en Manchester o cualquier otro sitio, hay alguna muy rarita; pero probablemente por el hecho de estar más al sur, donde el clima es menos riguroso, esa gente es más lunática que depresiva, y así la vida se lleva con otro talante. Un buen ejemplo de ciudadanos raritos son los XTC, el orgullo de esta ciudad. Y, como en el caso de los Fall, olvídense ustedes de términos baldíos como “post punk” o cosas parecidas; porque si también ellos se aprovechan del ambiente de la new wave para darse a conocer, muy pronto nos demostrarán que viven en su propio mundo. Y ese mundo, también intelectualoide a veces y con algunos rasgos “frenéticos” (sobre todo en sus primeros tiempos), será habitado en los años 80 por una elegante post psicodelia compuesta de ingredientes acústicos, eléctricos o electrónicos junto a melodías de corte pop e incluso folk, todo ello envuelto por la exquisitez en los arreglos y un marcado sentido del humor tanto en sus letras como en sus gestos. Partiendo de la new wave, XTC (pronúnciese “extasy”) acabarán siendo algo parecido a una agrupación psicodélica pop de cámara, si tal cosa existiera. O sea, que para bien y para mal estamos ante otro nombre de culto. 

La base del grupo se asienta durante la mayor parte de su existencia sobre Andy Partridge (compositor principal, voz y guitarra), Colin Moulding (compositor, voz y bajo) y, a partir de 1979, Dave Gregory (guitarra, teclados y segundas voces); junto a ellos hay que destacar también a Terry Chambers, que fue el batería hasta 1983. Los cuatro son, ya desde la adolescencia, aficionados a un rango muy amplio de músicas que van desde los Beatles, la psicodelia o la música chicle yanqui hasta el glam e incluso el jazz rock. A principios de los años 70 ya forman parte de agrupaciones más o menos estables junto a otros colegas, hasta que después de unos cuantos cambios de nombre llega el definitivo, a finales de 1976; por entonces, junto a Partridge, Moulding y Chambers, las teclas corren a cargo de Barry Andrews. Era una mezcla curiosa, ya que mientras los dos primeros (es decir, la sección de cuerdas) dominaban sus instrumentos sin grandes alardes, los otros dos eran realmente buenos. En cualquier caso, y teniendo en cuenta que ya llevaban media década tocando, su técnica sobrepasaba a la de los nacientes músicos punkis; por entonces Partridge y compañía andaban a medio camino entre el glam y el rock progresivo, y escuchar a los Pistols les abrió los ojos: lanzarse no era tan difícil. 

Una vez más es el bendito John Peel quien los descubre en una actuación y los presenta en su programa de la BBC a principios de 1977. Pronto surgen las ofertas de varios sellos y finalmente se los lleva Virgin, asignándoles como productor a John Leckie (que lo era también de Magazine). Y antes de finalizar el verano nos presentan su primer single, cuya cara A es “Science friction” y que resume perfectamente el planteamiento de estos señores en su primera época: un ritmo anfetamínico con una melodía que resulta un tanto contrahecha por la curiosa forma de cantar de Partridge (a la que deberemos ir acostumbrándonos) y sin embargo muy atractiva, tal vez por esa rareza. Ni que decir tiene que el single no fue un éxito, pero Virgin decidió arriesgarse y lanzó un videoclip para cada una de las tres canciones que venían contenidas en él; lo cual es poco frecuente y nos demuestra que ese sello es la vanguardia del momento, como años antes lo había sido Island.


En enero del 78 se publica “White music”, el primer Lp. Todas las piezas son propias salvo una sorprendente versión del “All along the watchtower” de Dylan, que dura casi seis minutos y está cantada por Moulding con una voz cuyo tono resulta más desagradable aún que el del propio Dylan; aparte del teclado casi progresivo a lo Vanilla Fudge que inicia y finaliza la canción, la estructura musical podría recordar a los Talking Heads haciendo funk con armónica, y en conjunto es una de las versiones más extrañas de esa canción que he oído en mi vida: hay que ser valiente para salirse de toda lógica en tu primer disco -en plena época new wave- y atreverse con algo así. Partridge es el compositor principal y Moulding solo presenta dos canciones, pero ya domina el bajo con bastante soltura; dice ser fan de Andy Fraser, o sea, que tiene un gusto excelente, y se va notando (justo la versión de Dylan es el mejor ejemplo). La primera de esas dos (“X wires”) es bastante caótica, pero “Set myself on fire” es ya uno de los primeros ejemplos de la estructura, a medio camino entre pop y deconstrucción de ese mismo pop, que regirá gran parte del material de la banda. XTC es probablemente uno de los mejores ejemplos de cómo la new wave tiene recursos ocultos que distinguen a los grandes músicos de la medianía. Hay algunas similitudes con Talking Heads, eso parece evidente; pero no creo que nadie esté copiando a nadie, porque cada uno tiene su propio espíritu y porque el primer disco de unos y otros se publica en un espacio temporal muy corto. Y aunque “White music” es irregular, aunque la banda está buscando aún su propio estilo, aquí figuran algunas de sus primeras clásicas como “This is pop” (una excelente autodefinición del momento en el que se encuentran), “Radios in motion” o “New town animal”. Llegó al top 40 en la Isla, lo cual es casi una hazaña. 


Virgin se ilusiona con el relativo éxito de ventas y el exquisito trato de la crítica, así que prepara la edición del segundo disco a conciencia: “Go 2” sale a la venta en octubre con una portada muy original y sin embargo extremadamente sencilla, que una vez más demuestra la categoría de Hipgnosis; consiste en un texto escrito a máquina, blanco sobre negro, definiendo qué es una portada y cuál es su objetivo (y además la primera edición incluye otro disco con cinco remezclas). Sin embargo, esa búsqueda de estilo en la que anda el grupo todavía no ha terminado, y este disco es tal vez más irregular aún que el primero: junto a piezas en las que “reorganizan” la visión tradicional del reggae e incluso el ska, como “Meccanik dancing” o “Jumping in Gomorrah”, otras cuantas se hacen tediosas. Eso sí, como en el disco anterior con la versión de Dylan, hay una que resulta insólita: “Battery brides” es una aproximación al estilo de las bandas alemanas electrónicas que la mayoría de la crítica considera “aburrida”, pero que a algunos fans nos parece de lo más interesante del disco; dicen que fue hecha para agradar a Brian Eno, que se había declarado seguidor del grupo y al que pidieron que produjese este disco. Pero él rechazó el ofrecimiento contestando que eran lo suficientemente buenos como para producirse ellos mismos (Virgin, no tan convencida, les asignó de nuevo a Leckie). Por otra parte Andrews se marchará antes de que termine el año, enfadado ante la “dictadura” de Partridge, que no ha aceptado más que dos canciones suyas (pasables, simplemente). Y a pesar de todas estas inconveniencias, rozan el top 20. Es decir, que ya hay una masa de fieles, de gente comprensiva.


Andrews es un teclista solvente cuyo próximo trabajo estará junto a Robert Fripp, así que la tarea de buscarle sustituto es delicada. Finalmente se deciden por Dave Gregory, al que ya conocían de tiempo antes y que puede defenderse con la misma destreza tanto a la guitarra como con los teclados. Su llegada parece revitalizar al grupo, ya que el tercer disco será su consagración: se titula “Drums and wires”, se publica a finales de verano del 79 y tiene mucha más consistencia que los dos anteriores. No cabe duda de que se nota el trabajo de Steve Lillywhite en la producción (desde que comenzó con Ultravox, su fama sube como la espuma); pero tal vez porque el ambiente interno ha mejorado mucho con la marcha de Andrews, a Partridge y Moulding se les ve asentados en su labor de compositores y las piezas fluyen con más soltura, aunque como siempre hay algunas piezas irregulares (lo cual es lógico en este tipo de grupos tan “aventurados”). La cara A se inaugura con “Making plans for Nigel”, que se convierte en una de sus pequeñas clásicas y confirma lo acertado del título de este disco: la percusión (drums) y las guitarras (wires) son las protagonistas principales en una estructura en la que los teclados -básicamente sintetizadores- se limitan a perfilar el sonido (de un modo muy original, por cierto); mientras tanto, al menos en este tipo de canciones, la melodía es claramente pop. Pero también nos traen nuevos ejemplos de su modo tan peculiar de entender el ska, un estilo que hecho por otros puede resultar pesado como una losa: “Helicopter” o “Real by reel” son chispeantes. Y en las piezas de tiempo medio, como “Day in, day out” o “Millions”, parece como si estuviesen creando un juego de escalas nuevo, extraño pero con un embrujo que hace de XTC algo totalmente único. No pasaron del top 30. Inexplicable. 




De todos modos su categoría como compositores va a seguir desarrollándose, especialmente en el caso de Partridge, y su mejor época comienza justo ahora. En resumen: XTC son ya una especie a proteger (incluso en Estados Unidos hay ya una pequeña masa de seguidores incondicionales). Así que no duden ustedes que estos curiosos habitantes de Swindon volverán al bar en la próxima década.