“… Cuando abandonaron el esnobismo blusero y canalizaron su arrogancia hacia la creación de la música más implacable y corrosiva que se hubiese hecho en Gran Bretaña, se convirtieron, como bien había previsto Oldham, en la fuerza más irresistible del pop con permiso de los Beatles”
Bob Stanley, “Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno”, 2015
Los Stones llegan al 66 habiendo consolidado el tándem Jagger-Richards como eje de la composición e incluso de la dirección de la banda, en detrimento de Brian Jones. La prensa y especialmente los fans seguían viéndolo como su líder, porque él había sido el creador y tenía una estética muy potente; pero este año será la confirmación de que, como muy bien dice el señor Stanley, aquella militancia blusera se va difuminando, ya que los otros dos tienen una perspectiva más amplia. Por otra parte los Beatles ejercen influencia sobre ellos, o al menos sobre su estrategia creativa, aunque traten de aparentar que no se parecen en nada: de un modo u otro están atentos a su evolución, porque esa es de momento la pauta a seguir. Andrew Oldham reconoció que “Rubber soul” había cambiado los parámetros de la música británica, opinión que sus protegidos compartían. Y aunque su marca de fábrica es y será siempre el rhythm’n’blues (como todos los grupos londinenses de la época, en mayor o menor medida), a partir de ahora y hasta finales de la década el pop, incluso con ribetes barrocos, será un recurso notable en su repertorio.
En los últimos meses del año anterior habían grabado en Estados Unidos gran parte del material para el año siguiente. Por entonces se les acercó Allen Klein, un conocido tiburón del negocio, que pasó a ser su manager allí y que negoció para ellos grandes mejoras en sus contratos (al mismo que tiempo que se aseguraba la propiedad de sus grabaciones, algo que el grupo descubriría años después). El primer single del nuevo año llega a principios de febrero, y automáticamente pasa a ser otro clásico: “19th nervous breakdown” / “As tears go by”. La primera cayó inmediatamente en las garras de la prensa más “seria” exclusivamente por la letra, que muchos quisieron ver como una nueva alternativa a la creciente categoría literaria de los Beatles; pero una vez más Jagger, displicente, cortó las expectativas: “A ver, no somos Bob Dylan. La letra no tiene por qué significar nada. Esto va de una tía que se vuelve loca, y punto. Por cierto, que lo primero que se nos ocurrió fue el título: sonaba bien”. Mucho más apropiada es la opinión del mismísimo señor Fournier (también conocido como Alice Cooper), que la vio como una de las primeras muestras de rock moderno: “No sonaba a Chuck Berry ni a un viejo blues, sino a algo nuevo, fresco y emocionante”. En cuanto a la cara B, se trata de una de las primeras composiciones de Jagger y Richard, escrita casi dos años antes; es una bonita balada que por entonces había popularizado Marianne Faithfull, y ahí ya se ve que no todo iba a ser r’n’b en la carrera de este grupo.
A mediados de abril los Stones presentan “Aftermath”, el disco que los consolida definitivamente: todo el repertorio es propio, pero lo más importante es el tremendo salto de categoría con respecto a la obra anterior. El dúo creativo demuestra tener muchos más recursos de los que parecía, mientras Jones profundiza en el estudio de unos cuantos instrumentos “étnicos”, entre ellos el sitar (la influencia de Harrison es evidente). Entre una cosa y la otra el rango de melodías y escalas se amplía mucho, tanto que en ese momento son mucho más que una simple banda de r’n’b: también ellos han dado el estirón. Ya lo dejan claro con “Mother’s little helper”, esa apertura en la que se cruza el folk con las vibraciones orientales y que podría recordar vagamente el estilo de los Kinks, incluso en el tipo de letra: por mucho que Jagger diga que ese aspecto de las canciones le trae sin cuidado, las referencias a la “pequeña ayuda” a la que recurren muchas mujeres recluidas en su trabajo casero, resignadas, prácticamente anuladas como personas, convertidas en yonkis sin ser conscientes de ello, es muy de la escuela de Ray Davies. Hay momentos en que las letras oscilan entre una velada misoginia y el puro machismo, la escala que va desde “Stupid girl” y “Under my thumb”, por ejemplo; la primera es más estándar para su estilo, pero la otra tiene un melodía con gancho, muy pop, y será otra de sus clásicas. Vienen luego unas cuantas más en la onda tradicional del grupo, pero demostrando carácter propio, culminadas por “Out of time”, otra balada pop que casi nunca interpretaron en directo; de hecho, ni Jagger ni Richard han demostrado nunca mucho cariño por ella. ¿Tal vez por esa letra? Ah no, que las letras no importan. En fin, a Chris Farlowe le vino muy bien para conseguir un número uno. Mención aparte merece “Goin’ home”, en primer lugar por sus más de once minutos, pero sobre todo por su voluntad vanguardista: aunque el esquema básico parte del blues, resulta sorprendente ese espíritu de improvisación en una época tan temprana. En ese sentido se adelantan a Cream, por ejemplo.
Pocas semanas después llega un nuevo éxito estratosférico en single, con una cara A en la que figura “Paint it black”. Jagger dijo que esto venía siendo “una especie de canción turca”, y bueno, para quien no la conozca podría servir como referencia. No hay duda de que la influencia oriental es la misma que afecta a algunas piezas del disco grande; pero además aquí hay una línea melódica con mucho atractivo y una profunda “implicación” de todos los miembros de la banda, ya que junto al sitar de Jones hay una percusión muy rica, reforzada por el bajo, sin trastes, sonando como un trueno (Wyman aquí toca también órgano). De hecho gran parte de la base inicial es idea de Jones y Wyman, pero al final todo el mérito se lo llevan, una vez más, los dos “compositores oficiales”; con la aquiescencia de Oldham, que siempre tomaba partido por ellos. En cuanto a “Long, long while”, la cara B, es una balada más o menos clásica en el estilo de los Stones, con un tono soul que la hace muy atractiva. Tal vez no sea de las más grandes de su carrera, pero ese punto negroide que tiene me encanta.
El último single de este año llega a finales de septiembre y, aunque recupera en parte la esencia del grupo, demuestra un aplomo sorprendente. En la cara A tenemos “Have you seen your mother, baby, standing standing in the shadow?”, un rock and roll vigoroso, denso, casi atronador, con un bajo endiablado que apoya metales y teclados y que, tanto por su estructura como por la ejecución, complicadas, retorcidas, posiblemente resultó demasiado experimental para el oyente medio de la banda (por no hablar de las oscuras sutilezas de la letra, por mucho que Jagger diga que…) y no pasó de un top 5 muy ajustado. La cara B, “Who’s driving your plane” es un blues arrastrado, con esa querencia pantanosa que pronto será una de sus señas distintivas. Como en el caso del single anterior, puede parecer un divertimento hecho a última hora de la sesión para completar el single, pero tiene su gancho. De hecho anticipa con bastante fidelidad lo que serán dentro de unos años, cuanto la fiebre pop haya pasado.
Los Stones han cumplido con creces el expediente y entran en la vorágine de 1967 con buen pie: la furia psicodélica se generalizará, y ellos nunca se sintieron cómodos en ella, pero ya tienen la suficiente talla como resistir y esperar tiempos mejores. Todas las modas pasan, pero los estilos tradicionales negros siguen en vigor aún hoy.