Efectivamente, los Ramones: si Patti Smith es la madrina de la criatura, los padrinos son ellos. Y en ambos casos habría mucho que discutir sobre su teórica esencia punk, ya que ella es ante todo una poetisa cuya formación musical más relevante comprende desde Dylan a las bandas de Detroit, mientras que los Ramones van más atrás, al rock and roll, el garaje y el pop de los años 60. Ah, y su “mensaje” suele ser irrelevante: ya hemos visto que el cabreo, la vocación de revancha y la histeria punk británica no tienen nada que ver con ellos. Por lo tanto el nexo de unión entre Ramones y el punk isleño está en el aspecto estrictamente musical, en la técnica de las canciones simples pero intensas, directas y cortas. Nada más. Bandas como los Clash, por ejemplo (herederos inicialmente tanto de ellos como de los Pistols), pronto estarán en una onda muy distinta; como mucho, podría haber una cierta similitud con los primeros Damned.
Por desgracia para los iracundos punkis de la Isla, resulta que incluso el “apellido” Ramone es un homenaje a una banda muy detestada por los chicos del imperdible: los Beatles. Peor aún: Paul McCartney, concretamente. El bueno de Paul, cuando los Beatles eran cinco y estaban empezando, pensó en la conveniencia de añadirse nombres o sobrenombres “exóticos”; así, el sería Paul Ramon, mientras que Harrison sería “Carl” por Carl Perkins, y ya se pueden imaginar ustedes quién era Long John. El caso es que Douglas Colvin se acordaba de ese detalle y decidió hacer los honores pasando a llamarse Dee Dee Ramone. Ese cambio ocurrió a principios del 74; poco antes Douglas había llegado de Alemania (su padre, militar, estaba destinado allá) y ahora era vecino del barrio de Queens, donde se hizo amigo de John Cummings y Thomas Erdelyi. John y Thomas -bajo y guitarra- habían formado parte de un grupillo de colegio llamado Tangerine Puppets, unos chavales psicodélicos que al parecer grabaron dos demos de las que nunca se ha sabido nada; Thomas había seguido en contacto con la música trabajando en estudios de grabación, pero John prácticamente lo había dejado. Y poco después el trío se asocia con Jeff Hyman, un muchacho muy animoso ante el micrófono y que hasta poco antes había formado parte de Sniper, una pequeña banda popular en el circuito de Nueva York; por supuesto Jeff también es fan de Beatles, Buddy Holly o la Motown (¡qué razón tenía Johnny Rotten!: “¿eso es punk? ¡Venga ya!”).
Después de darle vueltas al asunto, deciden asociarse aunque con algunos ajustes: Thomas pensaba ser únicamente el manager, pero en vista de que no encuentran un batería decente abandona su instrumento original y se sienta ante los tambores, mientras que John pasa a ser el guitarra oficial y el bajo queda a cargo de Douglas. Por supuesto, la plaza de cantante no se discute: Jeff, bajo el nuevo nombre de Joey Ramone, será una de las figuras más carismáticas del rock yanqui en esta década y la siguiente. Solo falta por asignar los otros dos nuevos nombres, pero la cosa ya es más sencilla: John y Thomas serán simplemente Johnny y Tommy Ramone. Durante lo que quedaba de 1974 y gran parte del 75 recorrieron todo cuanto tugurio musical había en la ciudad llegando a convertirse en uno de los primeros grupos clásicos del CBGB, mientras creaban un repertorio de canciones cuya duración media pocas veces superaba los dos minutos. Su manager será Danny Fields (el que descubrió a los Stooges y MC5 para Elektra), que no tarda mucho en echarle el anzuelo a un sello discográfico: convence a Craig Leon, técnico de sonido en Sire Records, para que les grabe una maqueta y de ese modo prácticamente lo obliga a presentársela a Seymour Stein, el fundador del sello. Por entonces Sire era la mejor opción para una banda de este tipo, ya que tras liquidar su contrato de distribución con Polydor se hace independiente: pronto fichará a Talking Heads o los Dead Boys, mientras rescata a los Flamin’ Groovies y distribuye a gran parte de las luminarias británicas en Estados Unidos (fichando también a algunas, como los Undertones).
A principios de 1976, con Craig Leon ya confirmado como productor, se publica “Blitzkrieg bop”, su primer single, que contiene esa invocación tan deportiva de “Hey! Ho! Let’s go!” y se convierte automáticamente en sello distintivo de la banda. Ni siquiera llegó a las listas, porque no cuadraba con el panorama general: una pieza simple, casi rudimentaria, muy rápida, que va directa al sistema nervioso del oyente y lo pone en pie, lo hace bailar; es casi una declaración de guerra contra el estatus anterior, la señal de un cambio (que ese mismo año comenzará también en la Isla con el primer single de los Damned). En realidad aquello no era más que la actualización del sonido garajero de diez años antes, pero es evidente que pilló al personal desentrenado. Hay dos frases de Joey Ramone que simplifican bastante bien la situación: “No podemos tocar temas lentos, debe de ser algo relacionado con el metabolismo” y “No hacemos solos de guitara. Eso aburre”. Esa perspectiva sí es propia del espíritu punk, aunque en esas dos frases se contiene la esencia no solo de los Ramones, sino también de muchas bandas juveniles que solo podían encontrar solución a su aburrimiento encerrándose entre cuatro paredes, poniendo el volumen a tope y machacando los instrumentos hasta quedar exhaustos; y si además tenían oyentes, mejor que mejor: así la catarsis se generalizaba.
La burbuja comienza a crecer y ya todo va rodado: dos meses después del single llega el Lp, titulado a su nombre y en el que ya cualquier detalle es un mito comenzando por la portada, tan aparentemente simple como sus canciones (el disco se grabó completo en una semana). Comienza con el single y es muy difícil destacar unas canciones u otras, porque lo que tenemos es un todo homogéneo cuya esencia queda definida en esa primera canción: simplemente, el disco arranca y ya nos podemos olvidar de todo lo que nos rodea porque aquí se trata de bailar hasta hacer desfallecidos. Y aunque tampoco en su tiempo llegó a los puestos altos de las listas, sus ventas serán continuas y regulares durante años y años. Por supuesto en la Isla el proceso será muy parecido, como lo será en todo occidente a mayor o menor escala: los Ramones se han convertido en una referencia primordial de la nueva era, y a partir de ahí irá llegando un disco tras otro con muy leves modificaciones hasta que en 1980 cumplen uno de sus sueños dorados al conseguir que el mismísimo Phil Spector produzca “End of the century”, su quinto disco. Al viejo estilo, con el muro de sonido, claro. Lo dicho: que son unos punkis muy raros.
Siguieron grabando discos hasta mediados de los años 90, y por el medio hubo grandes trifulcas entre ellos, y agotamiento, y unos se fueron y otros se quedaron, y los cuatro Ramones originales están muertos (no se equivoquen: las drogas solo mataron a Dee Dee, a los otros tres se los llevó el cáncer), pero su recuerdo es imborrable. Y aunque no sea mi banda favorita nunca se me ocurriría negar su importancia, su influencia decisiva en todo lo que vino luego. Así que bienvenidos: se os echaba de menos en este desfile de monstruos que vamos organizando poco a poco.