Aquí estamos otra vez, prosiguiendo con nuestro viaje por las catacumbas yeyés nacionales. Tras despedirnos de Barcelona bajamos a la vecina comunidad valenciana, donde a principios de la década de los 60 también las influencias francesa e italiana son predominantes, como ocurre en toda la zona mediterránea incluyendo las Baleares (al menos de momento: el segundo quinquenio en esas islas ya será más variado). Por otra parte y gracias al turismo incipiente que comienza a poblar la costa desde años antes, surgen algunas agrupaciones “híbridas”, a medio camino entre orquesta y conjunto, que consiguen vivir con soltura actuando en salas de fiestas o en hoteles con su propio espacio para bailes: la mayoría de esos grupos se limitan, al estilo de las orquestas, a retransmitir con la mayor fidelidad posible los grandes éxitos de cada uno de los géneros de moda, que en aquella época eran los hispanoamericanos. Y una de esas agrupaciones, creada ya en 1952, quedará para la Historia como el primer conjunto español, con los matices que son del caso: se trata de los Javaloyas, que serán también los más longevos ya que a través de sucesivos cambios de plantilla duraron casi cincuenta años.
A los Javaloyas el tiempo no los ha tratado bien, a pesar de que su producción discográfica es muy amplia y en los años 60 fueron casi tan populares como Mustang o Sírex, además de tener unas cuantas piezas propias. Es de suponer que hay un cierto desdén hacia ellos por esos orígenes híbridos de los que hablaba antes: carecen del pedigrí “vanguardista” de los Estudiantes o Lone Star, verdaderos conjuntos desde el principio, seguidores de los géneros más modernos, arriesgados; pero en su estilo tenían un calidad técnica imbatible, y supieron ir amoldándose poco a poco a la actualidad aunque sin perder de vista su vocación de animadores profesionales. El creador y líder de esta agrupación es Luis Javaloyas, un músico valenciano que recluta a otros cuatro camaradas para amenizar fiestas y demás saraos en su comunidad, pronto también en las Baleares y luego en media España a base de sambas, boleros y demás material en boga por entonces. Su profesionalidad es absoluta, y al estilo de las orquestas se presentan uniformados, sin dar una nota de más y con una férrea disciplina; esa seriedad, unida a un gran dominio técnico de los instrumentos (aunque con el paso del tiempo ha habido muchos cambios, casi todos los que han estado en este grupo tienen carrera musical) y un profundo conocimiento de los géneros, hace que su fama los lleve ya en 1953 a Argel, donde además de las actuaciones entrarán por primera vez en un estudio de grabación.
Antes de que comience la década de los años 60, los Javaloyas han actuado en medio mundo: Francia, Italia, Alemania e incluso países más exóticos como Japón, Jordania o Irán conocen ya su amplio dominio de todo tipo de estilos, y han participado en películas además de grabar algunos discos y acompañar en Francia a luminarias como Luis Mariano o Charles Aznavour. Y por cierto, son también los primeros políglotas del negocio en España, ya que no tienen ningún reparo en cantar en inglés, francés o italiano. En 1961 llegaron a compartir escenario en el Star Club de Hamburgo junto a unos desconocidos Beatles, y durante toda esa década su fama tanto en España como en gran parte de Hispanoamérica fue muy grande. Sin embargo, su predilección por las piezas tradicionales del repertorio “latino” hizo que el público moderno nunca los tomase en serio: según su criterio, los Javaloyas eran un grupo para mayores. Pero no se puede negar su tremenda popularidad y la ingente cantidad de discos que grabaron. Y también, de vez en cuando, se atrevían con canciones más actuales, donde el bueno de Luis se lucía con esa voz digna de mayores hazañas. He aquí tres buenas muestras: “Hippy hippy shake”, “Skinny Minnie” y “Gimme some lovin”. Aunque en las dos primeras se nota su querencia de orquesta tradicional, la de Winwood y sus amigos ya tenía otro vuelo.
Creo que los Javaloyas, como otras agrupaciones de este estilo, merecen al menos un recuerdo. No pasarán a la Historia como innovadores, pero esa profesionalidad y una trayectoria tan extensa los dignifica. Y la misma dignidad tuvieron los Tamara en Galicia (ya se me ha visto el plumero), los Archiduques en Asturias y algunos más cuya memoria casi ha desaparecido pero que en muchas ocasiones supieron actualizarse y cumplieron un papel tan importante como los “respetados”: gracias a la radio y a sus actuaciones en los puntos más recónditos de la geografía, a muchos jovenzuelos de provincias les entró el gusanillo en el cuerpo y se pusieron luego a investigar otras opciones. Y es de bien nacidos ser agradecidos.