Una vez que hemos visitado a los músicos veteranos más activos a principios de los años 70 en California y antes de emprender el vuelo a otras latitudes, daremos un último paseo por allí para ver si encontramos gente nueva con categoría para ir tomando el relevo. Lo primero que llama la atención, así en general, es que la marejada psicodélica parece haber influido en el ánimo del sindicato de músicos, y salvo raras excepciones anda todo el mundo muy apaciguado. Digamos que el tono “buen rollito” de unos Crosby, Stills, Nash & Young podría considerarse como el paradigma californiano; en realidad no es tanto así, porque precisamente ese cuarteto tiene una vida muy accidentada como consecuencia de una continua pelea de egos, pero la imagen pública de una banda no suele coincidir con su funcionamiento interno. Una de las corrientes que se van a imponer en el primer quinquenio de los años 70 es indiscutiblemente la fusión del country con el rock, y el suroeste de los Estados Unidos será la zona predominante: California y Tejas “resucitan” el sonido Bakersfield y se convierten en las grandes alternativas al tono más clásico y conservador de Nashville, casi al otro lado del mapa. De todos modos es Nashville el primer modelo del que parten tanto Dylan como los Byrds, y el “Sweetheart of the rodeo” es un buen ejemplo… salvo por alguna canción compuesta por Gram Parsons, que no parece tan clasicista. Así que tal vez convenga hablar un rato de este señor, que entra en esa banda, les cambia el espíritu y tan rápido como entró se marcha para seguir otros rumbos: Parsons es un personaje excesivo cuya vida fue corta; pero su influencia lo convierte en uno de los principales referentes del nuevo estilo, y se merece una entrada para él solo.
Gram Parsons, natural de Florida, pasó una buena parte de su adolescencia en pequeñas bandas de rock and roll y folk antes de subir a Harvard para estudiar Teología. Pero esos estudios duraron menos de seis meses, ya que pronto se integró en pequeños grupos folkies de la zona y luego conoció a John Nuese, un guitarrista muy aficionado al country -el folk blanco sureño- que lo convence para cambiar de estilo. Junto a él y otros aficionados se crea en 1966 la International Submarine Band; poco después deciden trasladarse a la costa oeste, y en Los Angeles grabarán a finales del 67 un single y el que está considerado como el primer disco grande en la historia del country rock: “Safe at home”. Ahora tengo que reconocer que el country no es exactamente mi género preferido, pero a cambio lo puedo juzgar con distancia y además en esto coincidimos muchos aficionados, de un bando u otro: estamos ante una verdadera preciosidad para todos los públicos, con un estilo muy vivo, tanto en las versiones como en los originales (la mayoría de Parsons); en contraposición con el estilo Nashville, aquí hay un country ágil, que por momentos me recuerda incluso a las bandas de garaje. Por desgracia hubo algunas broncas contractuales que demoraron la salida del disco y lo convirtieron en una joyita minoritaria, pero eso a Parsons ya no le afectó porque poco después de grabarlo recibe la oferta que no puede rechazar: McGuinn y Hillman acaban de echar a Crosby de los Byrds (lo cuente como lo cuente Crosby, eso da igual) y casi al mismo tiempo se marcha Michael Clarke; Parsons será uno de los nuevos miembros del grupo.
Aunque su llegada a los Byrds es como empleado, pronto se crea una fuerte afinidad entre él y Hillman, que ya de antes sentía interés por los géneros tradicionales yanquis: entre los dos convencen a McGuinn para dar un giro al grupo, y el resultado es “Sweetheart of the rodeo”. A efectos “contables” resulta lógico que su impacto sea mucho mayor que el que pudiese causar el primer disco de los ISB (publicado finalmente en la primavera del 68), y que por tanto la masa de aficionados consideren al de los Byrds como el disco con el que empezó todo; por otra parte fue grabado en Nashville, como mandan los cánones, e incluso hicieron una tormentosa aparición en el Grand Ole Opry, así que no hay nada que discutir. Sin embargo, la estancia de Parsons fue corta y conflictiva: en lo artístico llegó a discutirle el liderazgo a McGuinn y en lo profesional le afectó el litigio con Lee Hazlewood, el dueño del sello en el que se grabó el disco de los submarinos y cuyo contrato estaba aún en vigor. Hazlewood impidió que se escuchase la voz de Parsons en algunas piezas, que fueron regrabadas por McGuinn. Como resultado de todo ello, cuando el disco se publicó, a finales del verano de 1968, Parsons ya no estaba en el grupo. Y pocas semanas después, Chris Hillman se marcha también para acompañar a Parsons en su nueva aventura: los Flying Burrito Brothers. Como ven, el año 68 fue de todo menos aburrido.
Los gastronómicos burritos son, al menos en su planteamiento, una evolución del mismo espíritu que había guiado a la International Submarine Band: con la publicación a principios del 69 de su primer disco, titulado “The gilded palace of sin”, se reitera ese sano interés por lavarle la cara al country mezclándolo con otras influencias. Hay un aire general folky, es decir, de mucha amplitud, que incluye tonos de balada rock incluso con algún destello psicodélico y momentos entre soul y góspel muy curiosos; como resumen yo les propondría que escuchasen los “Hot burrito” número 1 y 2, que lo tienen todo (y ya nos gustaría a los no fans que todos los discos de “supuesto” country fuesen como este). La mayor parte del material está compuesto por Parsons, Hilman y el bajista Chris Ethridge, que ya había participado con Parsons en la grabación del disco de los submarinos y que con el tiempo será uno de los músicos de sesión más solicitados del país; de hecho las influencias “negroides” son cosa suya, y precisamente será la razón por la que abandone el grupo antes de terminar el año, ya que los otros dos prefieren no salirse de las alternativas blancas. El disco, de todos modos, será muy alabado por los críticos pero en su época tendrá poca ventas; por otra parte, la excesiva afición de Parsons por las substancias químicas lo convierten en un personaje de carácter errático, muy aficionado a juntarse con Keith Richards cada vez que puede y en consecuencia desestabilizar ambas bandas. Sus actuaciones resultan imprevisibles, y a duras penas consigue aportar piezas para el nuevo disco, “Burrito Deluxe”, que siendo aún de calidad resulta más previsible y cercano al rock estándar. Poco después de su publicación, en la primavera del 70, Parsons deja el grupo.
A partir de ahí se va desarrollando un descontrol creciente entre idas y venidas por medio mapa, su conflictiva estancia con los Stones en la época francesa de “Exile on Main St.” y su creciente dependencia de varias drogas distintas. En vida consiguió publicar un disco a su nombre, bastante decente teniendo en cuenta las circunstancias; dejó material para un segundo disco y murió en Septiembre del 73. Es triste decir que la noticia no sorprendió a nadie, y que incluso su cadáver anduvo dando tumbos en una sucesión de episodios surrealistas que pueden encontrar ustedes fácilmente en Internet. Descanse en paz.