De todos los grupos que surgieron a principios de los años 70 como resultado “colateral” de la moda glam, el más interesante es Roxy Music. Si Bowie ejemplariza el cambio de época porque él mismo procede de los años 60 y está haciendo ese viaje, los Roxy son una confluencia de varios estilos anteriores y actuales: junto al glam que triunfa cuando ellos arrancan hay que sumar una influencia progresiva que transforman en avant garde con sus dos primeros discos (el espíritu de Brian Eno), pero también su querencia por el art pop y el cabaret. La suma de todas esas corrientes da como resultado la primera gran banda de tránsito entre el primer y el segundo quinquenio de esta década, una banda que con el tiempo se convertirá en referente: su primera época con Brian Eno impresionó a los Talking Heads, y algunas músicas de los primeros años 80 (los nuevos románticos, por ejemplo) les deben mucho. Bryan Ferry, líder y compositor principal, dejó claro con el tercer disco que no les había perjudicado la marcha de Eno: perdieron parte de su inclinación vanguardista (que a veces se hacía un poco densa), pero a cambio reforzaron su esencia de vodevil pop, sofisticándolo. Por otra parte, la estética glam desaparece y lo que tenemos ahora es un grupo de músicos muy profesional en el que Ferry adopta una pose de galán, de “conquistador de casino” que tal vez le venga un poco grande: ese cruce estético entre la apariencia bohemia de Kevin Ayers y los trajes perfectamente cortados de Bowie resulta dudoso.
Pero lo que a nosotros nos importa son las canciones, y a finales de 1974 llega la confirmación de que la banda pasa por un gran momento con la publicación de “Country life” (ni que decir tiene que en España hubo problemas con esa fotografía, que salió recortada). En algunos aspectos la marcha de Eno ha servido para mejorar la situación interna, ya que los demás músicos coincidían con él en la excesiva autoridad de Ferry: la autoría de las canciones se va repartiendo entre él, Manzanera y Mackay gradualmente. Por otra parte el puesto de bajista, que había sido casi itinerante en los primeros tiempos, parece confirmarse a favor de John Gustafson, al que vemos por segunda vez en los créditos; como también se confirma Eddie Jobson, el sustituto de Eno, que ha ampliado el rango de sonido en la banda gracias a su dominio del violín junto a todo tipo de teclados. Como ya es norma de la casa, el disco se abre con una pieza frenética: “The thrill of it all”, que además viene apoyada por ese violín y las voces de Ferry envuelto en el ritmo de la batería y las notas “enroscadas” de la magnífica guitarra de Manzanera. Pero en ese estilo la supera “All I want is you”, una de sus mejores composiciones, que lo tiene todo: línea melódica, los coros, el estribillo, ese punteo cósmico… un top 5 en singles, como era de esperar. Otra pieza brillante es “Prairie rose”, la que cierra la cara B, con un espléndido desarrollo en el que el protagonismo lo llevan los teclados y el saxo, aunque de nuevo Manzanera nos deja una de sus exhibiciones y por supuesto las voces y los coros son de categoría (hay que reconocer que los Roxy son un grupo con un sonido muy equilibrado, sin fisuras, gusten más o menos). Hablando de coros, hay un curioso ejercicio a medio camino entre música medieval y efluvios de su época avant garde en “Triptych” que vale la pena. Las piezas de medio tiempo están brillantemente representadas con “Three and nine”, “Out of the blue” o “Casanova”, y en conjunto yo diría que estamos ante uno de los mejores discos de los Roxy.
Sin embargo, Ferry no estaba plenamente satisfecho. Las ventas alcanzaron un buen nivel en la Isla y Europa (un top 5 de media), pero en Estados Unidos la portada no fue del gusto de todos y llegó a ser boicoteada, lo cual afectó al contenido ya que se escuchó muy poco en las emisoras de radio. Ni que decir tiene que aquel inmenso país era el anhelo del bueno de Bryan, y no solo por el dinero: una de sus fantasías era convertirse en un nuevo Frank Sinatra, un gran crooner de los 70. Su carrera en solitario, paralela de momento a los Roxy, había comenzado en 1973 con “These foolish things”, un disco de versiones que es todo un homenaje al género, y vuelve a repetir la jugada en 1974 con “Another time, another place”, publicado justo antes de comenzar la grabación con los Roxy. En esos dos discos la mayoría de las canciones son yanquis, especialmente en el segundo (aunque la canción que lo cierra sea suya), y tuvieron una aceptación razonable, sin estridencias. Ferry piensa que tal vez en aquel país la imagen de su banda, tan decadente, tan europea, sea un obstáculo para sus planes; que posiblemente le interese seguir su camino en solitario…
Y en 1975 llega el que será el último disco en esta fase de los Roxy: “Siren”, que se publica en otoño y que no muestra grandes diferencias con el anterior aunque el sonido es un poco más compacto. Resulta inevitable una mención especial a “Love is the drug”, la canción que lo abre y que fue un éxito planetario al mismo tiempo que desagradó a muchos seguidores tradicionales del grupo, que vieron una descarada inclinación a la comercialidad en ese ritmo casi funky (de todos modos la ejecución es soberbia, como siempre). Además del sonido también se nota una mayor “presencia” de Ferry, aunque las demás canciones siguen la línea básica trazada en el disco anterior: “Whirwind”, la que abre la cara B, parece inspirada en la apertura de aquel disco, mientras que “Sentimental fool” e incluso “Both ends burning” cumplen con la cuota de pop vanguardista. Los ritmos medios están bien representados con “Could it happen” o “Just another high”, que cierra el disco con mucha dignidad. En conjunto estamos ante otro superventas que incluso en los States elevó el nivel medio de popularidad de la banda, aunque a algunos nos decepcionó un poco: hasta cierto punto, da la impresión de que todo gira alrededor del hombre de la pajarita.
Tras una nueva gira, a mediados de 1976, se anuncia la baja de Roxy Music en el censo. Dicen que Jerry Hall, la sirena que vemos en el último disco y que era novia de Ferry por entonces, fue quien le animó a dar ese paso, aunque es evidente que lo habría hecho de todos modos. Por entonces se publica “Viva!”, un resumen de tres actuaciones habidas entre 1973 y 1975 en la Isla; no está mal, aunque algunos pensamos que las bandas como esta brillan más en estudio. Pero las ilusiones de Bryan no se cumplirán plenamente: sus discos en solitario seguirán vendiéndose más o menos bien en Europa y muy poco en los States; ah, y la pérfida Jerry lo abandonará para irse con Mick Jagger. Los Roxy tendrán una segunda vida entre 1977 y 1983, haciendo mucho dinero con su novedoso estilo soft pop (Ferry seguirá alternando su carrera en solitario con sus obligaciones en la banda). Y por supuesto, volvieron a intentarlo en este siglo. Pero a estas alturas ya da igual: los Roxy que nos gustan son los del siglo pasado, ¿verdad?