Hoy terminamos por fin con la lista de personajes ya conocidos en el tugurio; y los últimos en llegar son Roxy Music, una de las sorpresas más refrescantes del año anterior. Es seguro que en aquella época muchos aficionados no fueron plenamente conscientes de la talla de los Roxy, porque desde el primer día jugaron a la contra: en un ambiente estético gris y uniforme salvo en casos muy concretos, ellos se presentaban con aquellas ropas de vodevil glam que desagradaban al sector “serio” del público (no era difícil, por entonces, oír la famosa frase “pero con esas pintas, ¿qué mierda de música van a hacer?). La heterodoxia solamente se le perdonaba a Bowie o a Marc Bolan, y aun así con reparos. Por otra parte, aunque no renunciaban del todo a los planteamientos musicales del momento -hay claras influencias progresivas en sus primeros discos y la ejecución es soberbia, lo cual indica una gran altura técnica-, la esencia de su repertorio es el art pop con tonos rockeros y ocasionales pretensiones avant garde. Sin embargo su primer disco llegó al top 10, lo cual tiene un mérito enorme y demuestra una vez más que cuando hay verdadero potencial las cosas suelen salir bien.
Otra de las “rarezas” de esta banda es que reactivan el mercado del single: “Virgina plain”, el primero, llegó al top 5 a finales del año pasado; y aunque el segundo, “Pyjamarama”, no pasará del top 10, tiene gracia ver a los fans comprando un artefacto que han llegado a detestar. Pero no hay más remedio, ya que esas dos canciones -magníficas, sobre todo la primera- no van incluidas en los discos grandes. En consecuencia su situación actual, tras unas cuantas giras ya por media Europa es envidiable: han logrado hacerse un hueco en el negocio con una ventaja añadida, que es la carencia de competidores, y todo parece ir viento en popa (salvo el lunar yanqui: en los States son casi unos desconocidos). Sin embargo también hay malas noticias, ya que Brian Eno, el encargado de la sección electrónica del grupo, comienza a mostrar abiertamente sus diferencias con Bryan Ferry, voz y compositor principal. La vocación de Eno es la música experimental, no cuadra bien en una banda de este tipo; por otra parte le horrorizan las giras interminables y la exposición continua al público, mientras que Ferry es claramente un animal de escena. Por otra parte Eno se ha hecho amigo de Robert Fripp: al parecer se han reunido para componer y desarrollar algunos fragmentos musicales, oficialmente sin un objetivo claro. Así que, cuando el segundo disco de Roxy Music llega a las tiendas, en la primavera del 73, la situación interna de la banda amenaza tormenta.
Ese segundo disco se titula “For your pleasure”, y la diferencia más notable es el cambio de productor: Pete Sinfield es sustituido por Chris Thomas, que dirigirá las grabaciones de este y los tres discos siguientes. En cuanto a la pelea de egos, aunque todo el material sigue siendo obra de Ferry da la impresión de que él y Eno tratan de coexistir y buscar un equilibrio entre las inclinaciones de uno y el otro, ya que junto a dos muestras de pop-rock de primera categoría como la enloquecida “Do the strand”, que abre el disco, y “Editions of you”, hay zonas de influencia Eno: el estilo y los arreglos de las tres piezas que componen la cara B muestran su toque vanguardista. En conjunto es un buen disco, casi a la altura del primero -de hecho algunos fans del progresivo lo consideran el mejor de la banda- pero quizá haya soportado peor el paso del tiempo: esa cara B, a día de hoy, me aburre un poco, qué quieren que les diga. Y casi a continuación ocurre lo inevitable: Eno decide seguir su propio camino y es sustituido por el teclista Eddie Jobson, un ex Curved Air que además domina el violín.
El grupo demuestra poco después que puede sobrevivir perfectamente sin Eno: a finales de este año se publica “Stranded”, que alcanza el número 1 en la Isla casi de inmediato. Una vez más la gran mayoría de las canciones son obra exclusiva de Ferry, aunque comienza a compartir la tarea con Manzanera y MacKay posiblemente para aliviar la supuesta fama de dictador que le había adjudicado Eno. Es comprensible que los fans del avant-garde que defendían al ausente consideren este disco un poco light, pero creo que la gran mayoría estamos de acuerdo en que es uno de los más brillantes de su carrera (y el propio Eno acabó por reconocerlo). La primera canción, como ya es norma de la casa, nos empuja al baile sin remedio: es “Street life”, otra clásica; a partir de ahí tenemos un exquisito equilibrio entre las piezas de medio tiempo y algunas baladas en la que la antigua querencia progresiva de Eno ha sido sustituida por unos arreglos muy medidos, muy trabajados pero elegantes: la palabra “elegancia” comienza a ser referente indispensable para definir la categoría musical de este grupo. Una elegancia que va desde las baladas puras como “Just like you” hasta las piezas con desarrollos cambiantes como la magnífica “Mother of pearl”, una de mis favoritas desde siempre. Y es justo en las aventuras “progresivas” donde el grupo se pierde un poco: “Psalm” quedaría perfecta en tres o cuatro minutos, pero dura ocho; y algo parecido sucede con “A song for Europe”, demasiado orquestal y un tanto pretenciosa. De todos modos, ese tono en la voz de Ferry, torturado y malévolo al mismo tiempo, resulta imbatible; y junto a unos músicos de tal categoría, no hay miedo al futuro. Ahora toca hacerse con el mercado yanki.
En cuanto a Brian Eno, pronto tenemos noticias suyas: a finales de este año se publica “No pussyfooting”, el trabajo musical que Fripp y él desarrollaron en solamente tres sesiones. La cara A corresponde a la primera reunión que tuvieron, ya a finales del año anterior, y se titula “The Heavenly Music Corporation”; la B, “Swastika girls”, es el conjunto de las otras dos reuniones, en Agosto de este año. Básicamente se trata de Fripp desarrollando líneas de guitarra que luego van alterando su sonido por la manipulación de Eno sobre las cintas de dos bobinas Revox. Vanguardia pura, vamos. Este tipo de aventuras tiene sus fans: lo mismo pasa con “Metal machine music” de Lou Reed y algunas otras; pero por desgracia somos muchos los que no llegamos a semejantes niveles de comprensión. Ese disco será el primero en una serie de colaboraciones con otros músicos y en los que, por lo general, nos topamos con el aspecto más intrincado en la obra de este señor: vanguardia, experimentación, música ambiental, poemas recitados, etc...
Pero al margen de todas esas colaboraciones él tiene una carrera a su nombre exclusivo, y al menos en los primeros años esa obra es mucho más accesible. Su primer disco en solitario se graba en otoño, es decir, antes ya que su colaboración con Fripp, pero no se publica hasta Enero de 1974 bajo el título de “Here come the warm jets”; como siempre la cosa irá a gustos, pero para mí es el mejor de toda su producción. Para empezar, el plantel de músicos que lo acompañan es de lujo: aparte del propio Fripp, participan todos sus antiguos compañeros de Roxy Music (menos Ferry, claro); y entre otros, añadan a Chris Spedding, John Wetton o Simon King. Las composiciones de Eno están a la altura: es inevitable un cierto regusto a los Roxy, hay un aura en el sonido que los recuerda, pero estamos ante una colección de piezas magníficas desde el primer momento, de nuevo a medio camino entre rock, pop y vanguardia (a quien no lo conozca, le recomiendo que comience por “Baby’s on fire”, mi preferida, en la que, entre otras cosas, hay una exhibición de Fripp a la guitarra que está a la altura de su obra en los Crimson sin duda alguna).
Antes de que acabe el año llegará su segundo disco, “Taking Tiger Mountain (by strategy)”, más oscuro pero todavía accesible; algo parecido sucederá con el siguiente, “Another green world”, y a partir de ahí dejé de seguirle: su progresiva tendencia a la música ambiental lo dirige hacia un sector muy concreto de fans especializados y muy fieles, entre los que no me encuentro. Será la edad.