Por lo general los habitantes del sur del continente americano suelen tener problemas bastante más serios que su elevación personal por medio de la música o cualquier otro arte: las condiciones de pobreza en las que vive gran parte de ellos hace que muy pocos tengan el nivel económico necesario para comprar discos, y mucho menos para conseguir un instrumental decente. Así no es extraño que la mayoría de los que lo hicieron provengan del sector universitario y en general de las clases pudientes. Siendo un número muy reducido es lógico que hoy en día casi nadie recuerde un solo nombre, salvo los coleccionistas y cuatro tipos raros más. En todo caso y como era de esperar, los países caribeños -los más cercanos al Ecuador- tienen una tendencia marcada hacia la exuberancia a medio camino entre el folk rock y la psicodelia, mientras que en el Cono Sur se oye rock'n'roll e incluso hay algunas veleidades progresivas.
Sin embargo hay un país que por su tamaño y especial idiosincrasia llegó a crear un estilo propio. Ese país es Brasil, y ese estilo se resume en una palabra mágica: Tropicalia. Un nombre bajo el cual se abriga una nueva manera de concebir la música y las artes escénicas y visuales, basándose en una orgullosa idea motriz: Brasil tiene suficientes estilos y personalidad como para elaborar sus propias obras sin necesidad de calcar los modos del norte. Caetano Veloso, su instigador, ya había colaborado con su hermana Maria Bethania y con Gal Costa (dos estrellas de la canción brasileira) antes de substanciar este movimiento. Y en 1968 reúne a un colectivo de músicos para publicar un disco que en cierto modo es un manifiesto: "Tropicália ou panis et circensis".
En ese disco participan, además del propio Veloso y la señorita Costa, otros dos santones de la canción brasileira como Gilberto Gil y Tom Zé; pero también un trío con veleidades psicodélicas: Os Mutantes, que con el paso del tiempo será el grupo más famoso de Brasil en ese género. El disco es un ramillete de estilos que abarca desde la bossa nova hasta el rock pasando por la psicodelia, claro; e incluso fuera de su país comienzan a llegar los ecos de una revolución musical que llega hasta hoy mismo. Una revolución que en realidad consiste en elevar el variado folk patrio a la misma categoría y prestigio que puedan tener los del norte. Gracias a ellos, Brasil tiene su propia escuela.
No pasó lo mismo con el resto del continente sudamericano: Argentina por ejemplo, que podría haber exportado el tango bonaerense con un mínimo nivel de actualización, no lo hizo hasta mucho después; en los años 60 se limitó a calcar el rock'n'roll, con un leve punto latino: este es el caso de Los Gatos o Almendra, muy valorados… por los coleccionistas. Y aparecen algunos grupos progresivos a mediados de los años 70, como La Máquina De Hacer Pájaros, que acabaron igual. Hay una reactualización del rock and roll que se producirá a partir de ese momento, pero ya se sale de nuestro viaje temporal. En cuanto a Chile, hubo una curiosa dicotomía en las tiendas: o folklore popular o rock'n'roll. Nunca llegaron a fusionarse, y con el tiempo se olvidaron los rockeros: de Chile solo recordamos a Inti-Illimani, Victor Jara, Quilapayún y otros nombres integrados en la Nueva Canción Chilena, aplastada por la dictadura militar de 1973. Porque esa es otra: en la mayoría de estos países regían las dictaduras militares. Chile tuvo su frescura hasta la llegada de Pinochet, pero casi todos los demás vivieron décadas bajo ellas. Brasil llegó a deportar a la mitad del colectivo Tropicalia, y la mayor parte de los artistas cercanos al folk -o sea, a la protesta velada- estaban represaliados.
De todos modos, y para quien piense en curiosear por aquellas latitudes, le recomiendo vivamente que le eche un vistazo a los grupos peruanos: se encontrará con nombres como los Saicos (la equivalencia sudamericana a los Sonics), los Destellos -inventores de la cumbia surf- o los Holy's, entre surferos y futuristas; de estos últimos surgieron luego Telegraph Avenue, grupo progresivo cuyos dos discos son ahora muy buscados por los coleccionistas. Lo mismo pasa con Traffic Sound, con otros dos discos : sus primeros singles, luego agrupados en un LP, eran excelentes versiones de Cream, Hendrix y otros, aunque el segundo ya se iba desinflando.
Y luego está Uruguay. Lo más grande y tal vez inesperado del panorama hispanoamericano, hasta tal punto que se llegó a hablar de la invasión uruguaya; especialmente en Argentina, adonde acabaron dirigiéndose muchos músicos de aquel país buscando oportunidades o escapando de la dictadura que se estableció en el 73. Hay ciertas similitudes con Brasil en cuanto a la fusión de ritmos autóctonos -el candombe- con los estilos occidentales, pero en cualquier caso resulta sorprendente la cantidad de discos tremebundos que puede ofrecer aquel país. Algún día habrá que hablar de ellos...
Y se acaba el año, y nuestro viaje. Ya toca coger el avión de vuelta a la Isla. Ya iba siendo hora, ¿eh?
Y se acaba el año, y nuestro viaje. Ya toca coger el avión de vuelta a la Isla. Ya iba siendo hora, ¿eh?