Ante la segunda juventud que estaba viviendo el rock and roll gracias a la moda glam, algunos personajes del negocio pensaron que lo mismo podía pasar con el duduá y en general el pop con esos estribillos sin sentido cantados a coro. Esta serie B en la que predomina el single y las piezas de baile es pasto de adolescentes, tan manejables como los artistas a los que adoran: estamos ante una moda naif a pesar de su provocación estética, así que todo es posible. Ese es el planteamiento que sustenta a dos grupos como Showaddywaddy y los Rubettes, nuestros invitados de hoy; los primeros, en plan teddy boy, comenzaron escribiendo sus propias canciones, mientras que los otros son un puro invento de dos compositores de postín que decidieron aprovechar la ocasión para dejar en la historia unos cuantos estribillos que recordaron a las nuevas generaciones el encanto de un estilo que había arrasado en los años 50/60 tanto o más que el propio rock and roll.
Showaddywaddy, un nombre muy eufónico para el tipo de música que interpretan, es la fusión de dos pequeñas bandas que actuaban en la zona de Leicester a principios de los 70: Choise, que alternaban versiones con piezas propias, y Golden Hammers, rockeros dedicados exclusivamente a hacer covers. Las dos bandas coinciden en un pub y llegan a la conclusión de que tienen gustos similares, así que deciden unirse. Lo curioso del asunto es que esta unión es de una exactitud matemática: de pronto hay dos músicos en cada puesto, incluyendo dos cantantes. Y así, un total de ocho se presenta ante el público con su nuevo nombre en “New Faces”, un concurso de jóvenes promesas. Llegan a la final y son fichados por Bell Records, una pequeña subsidiaria americana que luego sería Arista y donde ya milita Gary Glitter; el sello les asigna como productor al legendario Mike Hurst (el que descubrió a Cat Stevens, sin ir más lejos) y los pone a trabajar de inmediato. En cuanto a la éstética, rescatan el estilo teddy boy pero actualizado: si aquella moda corresponde a una época en blanco y negro con tonos grises, ahora que estamos en 1974 y triunfa el glam ellos se presentan con todos los colores del espectro.
Su espíritu revival queda claro desde el principio, y además son lo suficientemente autónomos como para componer sus propias canciones: en la primavera del 74 llega “Hey Rock’n’roll”, su primer single, que alcanza el segundo puesto en las listas y es toda una declaración de intenciones. Tienen otros dos singles en ese año, ambos en el top 15, que los afianzan como banda de mucha popularidad pero también como corredores de fondo; es decir, que aun sin arrasar en las tiendas podrán mantenerse durante mucho tiempo en el negocio porque ese tipo de canciones, al menos en la Isla, se han hecho intemporales. La mejor demostración es que su único número uno es “Under the moon of love”, una pieza del 61 que había cantado Curtis Lee con Phil Spector en la mesa de mezclas y que ellos elevan a lo más alto en el 76. Y así, mezclando las composiciones propias con versiones de Cochran, Holly y otros clásicos, siguen en las listas hasta los años 80. Son también una influencia para nuevas bandas que surgen a mediados de los 70: su popularidad en el trienio 76/78 es igual o mayor que la que habían tenido en sus dos primeros años.
Por supuesto, siguen en la carretera; y con el paso de los años se han convertido en una de las bandas con más apariciones en la BBC, sin ir más lejos. Tal vez esto resulta incomprensible en un país como el nuestro, pero es porque no enfocamos bien el asunto: estamos hablando de baile, de fiesta. Y si nosotros presumimos de Manolo Escobar, Los Chunguitos o la “salsa”, ellos tienen a grupos como Showaddywaddy. Visto así la cosa cambia, ¿verdad?
La historia de los Rubettes es bastante simple, porque estamos ante un producto de laboratorio: se trata de cinco señores que habían comenzado su carrera a mediados de los años 60 en unos cuantos grupos de corta vida y que a principios de los 70 trabajan en su mayoría como músicos de estudio. Así que lo que cuenta en este caso es quién decidió crear el grupo y ponerlo a funcionar. Y ahí la cosa ya se hace más interesante, porque ese “quién” son dos viejos zorros del negocio: Tony Waddington y Wayne Bickerton, que se habían conocido una docena de años antes en Liverpool, donde concidieron como solista y bajo en la banda de Pete Best (el primer batería de los Beatles). Comenzaron a escribir canciones juntos para esa banda, pero tras unas cuantas giras por Europa lo dejaron en 1966: Tony decidió echarse un tiempo en los States mientras Wayne entraba en la Deram como productor y compositor. Su versatilidad es de tal calibre que abarca personajes tan dispares como Tom Jones o Giles, Giles & Fripp… sí, ese Fripp: “The cheerful insanity of G, G & F”, así como los singles que salieron de ese único LP del trío están producidos por Wayne, que poco después se pasa a Polydor.
Tony vuelve de los States para entrar precisamente en Deram, y aunque cada uno está en un sello distinto forman un dúo compositor que trabaja para la editorial de DECCA. Los resultados llegan pronto: mis amadas Flirtations, antiguas Gypsies, vuelven a ser estrellas del northern soul con su nuevo nombre gracias a unas cuantas canciones escritas por ellos, especialmente la divina “Nothing but a heartache”. Pero al público español tal vez le interese más saber que “Summertime girl”, la canción con la que debutaron los Íberos, es de Tony y Wayne como lo son la cara B de ese primer single (“Hiding behind my smile”, otro cañonazo) y otras cuantas más. La lista de éxitos de esta pareja es amplia, pero vayamos a lo que nos ocupa: en 1973 escriben una canción titulada “Sugar baby love” con la idea de participar en el festival de Eurovisión, pero la BBC la descarta. No se desaniman, y tras ver a unos teddy boys llamados Showaddywaddy en la final de “New Faces” se la ofrecen a ellos; pero resulta que estos muchachos quieren trabajar su propio material, y además la consideran demasiado blandita. Finalmente, Tony y Wayne deciden reunir a un grupo de músicos de estudio, la graban y ofrecen a esos músícos la posibilidad de figurar como un grupo para el que además ya tienen nombre e incluso vestimenta: los Rubettes, con sus boinas blancas y sus uniformes de ”músicos”. Unos aceptan y otros no; en cuanto tienen la plantilla necesaria, el disco sale a la calle a principios del 74 -muy poco antes que el de Showaddywaddy- y llega al número uno al poco tiempo, quedándose ahí durante casi un mes. Y lo mismo pasó en media Europa: el duduá, entre unos y los otros, había resucitado.
Durante dos años, los supuestos Rubettes (o sea, Tony y Wayne) consiguieron unos cuantos éxitos más, aunque ya nunca a la altura del primero. La pareja dejó de escribir canciones para ellos poco después y amplió su trabajo a otros sectores del negocio, pero hasta no hace mucho ha habido un grupo de músicos, más o menos cambiante, que mantuvo el tipo bajo ese nombre comercial en el circuito nostálgico. He aquí sus dos piezas más recordadas.
Bueno, pues la cosa no da mucho más de sí: a grandes rasgos, estos son los
nombres que han quedado en la historia del glam. Pero aunque estamos ante una
moda británica, tal vez sea conveniente echar un vistazo al otro
lado del océano: puede que algunos yankis estén aprovechando el influjo de
Bowie, Reed y compañía para hacerse un sitio.