Bienvenidos a la fiesta con la que nos despedimos de los años 70, una década que termina con tanta brillantez como comenzó, aunque por supuesto el panorama es radicalmente distinto. Entre otras cosas, destaca la fugacidad de los acontecimientos: tal vez “new wave” siga siendo un concepto válido, pero el punk ya ha sido sobrepasado y en su lugar está surgiendo el binomio gótico siniestro que marcará gran parte de la oferta en los próximos años. Pero ya lo iremos viendo más adelante: hoy toca relajarse y disfrutar. Como ya saben nuestros escasos incondicionales, en estas fiestas y salvo algunas excepciones tratamos de reivindicar a esos grupos o músicos que van quedando al margen de la historia con una simple nota a pie de página porque su vida comercial fue breve, o de poco interés, o simplemente no tuvieron suerte. Y como siempre, nuestro formato es el 12+1. Vamos allá, pues.
Comenzaremos con una banda maldita, que eso siempre da mucho prestigio. ¿Qué tal los Only Ones, por ejemplo? Peter Perrett, su líder, es el antihéroe clásico: pálido, de aspecto enfermizo, un cruce entre Lou Reed y Johnny Thunders (con quien llegó a colaborar), probablemente con más vocación literaria que musical. Su carrera comienza a principios de la década en un grupillo llamado England’s Glory, cuyas grabaciones no se publicaron hasta varios años después, y a finales del 76 lanza su nuevo grupo que pronto quedó en tierra de nadie. Porque su perfil es el de un poeta rockero urbano (resulta evidente la influencia de Reed, incluso en la voz) que con la llegada del punk resulta demasiado “intelectual” para el público medio; y también hay que reconocer que no tiene la talla de un Reed, aunque algunas canciones suyas sean memorables. Los Only Ones desaparecieron después de publicar tres discos grandes, y de aquel puñado de canciones destaca una que los ha hecho pasar a la Historia con mayúscula: “Another girl, another planet”, una delicia que venía incluida en el primero, que salió también en single y que los emocionados muchachos de Allmusic definen como “el más grande single de rock jamás publicado”. Hombre, tal vez no sea para tanto; pero seguro que la mayoría de nosotros lo pondríamos entre los diez primeros... aproximadamente.
La resurrección del pop en todos sus matices que trajo la new wave dio a luz a cientos de pequeñas bandas que por lo general no duraron mucho: casi cada semana surgía una “one hit wonder”. Pero ha habido muchas ocasiones en las que ese término resultaba injusto, y los Vapors son otro ejemplo: muchos fans los recuerdan exclusivamente por “Turning japanese”, su único top 5, a principios del 80, y sin embargo merecieron mejor suerte. Habían surgido dos años antes y su primer single, en otoño del 79 pasó casi desapercibido; alcanzaron el éxito con el siguiente, y ese hecho les dio opción a grabar un Lp que tuvo unas ventas bastante decentes. Sin embargo, el segundo tuvo muy poca promoción y no era tan chispeante. Poco después los Vapors ya no existían, pero ambos discos grandes son recomendables; y por supuesto “Turning japanese” ha quedado como una inevitable de aquellos tiempos.
Un truco muy usado para entrar en el negocio es apuntarse a alguno de los estilos imperantes, y luego ya se irá viendo: tras el fulgor de los Jam, que reavivaron las cenizas mod, de pronto el mercado isleño se vio asaltado por unos cuantos grupos menores que sin embargo crearon algunas canciones realmente agradables. Y uno de los mejores ejemplos es el de los Lambrettas, que supieron estar a la altura de ese nombre con un planteamiento revival impecable y que nos ha dejado dos Lps encantadores. Su momento de gloria estuvo entre 1979 y el 82; luego quisieron abandonar ese cliché con el que se habían presentado, pero su creatividad no daba para más. En cualquier caso, insisto en que algunas canciones como esta “Da-a-ance”, que abría el primer disco, son arrebatadoras.
Y si “Lambrettas” es un nombre de clara evocación mod, “Merton Parkas” ya es lo más (el barrio de Merton, y en general el sur de Londres, fueron núcleos mod muy activos). Comenzaron trabajando el circuito de pubs, y en consecuencia su inclinación revivalista es bastante amplia y abarca varios estilos, desde el puro pop hasta el r’n’b; solo han dejado un Lp y algunos singles, pero fueron el medio por el que Mick Talbot se dio a conocer. Talbot será luego miembro de los Dexys Midnight Runners y luego del dúo Style Council junto a Paul Weller (o sea, una evolución tras otra en el recorrido neo mod. Ambos grupos nos visitarán en la próxima década). Aquí tienen ustedes “Face in the crowd”, que da título a aquel disco grande y me resulta más atractiva que algunos de sus singles.
Siguiendo con las bandas revivalistas que proceden de los pubs, aquí tenemos a los incombustibles Inmates, que probablemente a día de hoy aún estén tocando en algún local. Su estilo está mucho más cerca del rock and roll que de cualquier otro, y en ese sentido podrían considerarse como una especie de “hermanos pequeños” de Dr. Feelgood, por ejemplo. Su especialidad son las versiones, y hay una en concreto que los hizo casi famosos: la fascinante “Dirty water”, que ya había puesto a los Standells en los libros y cuyo embrujo se mantiene íntegro gracias a la habilidad y el respeto que demuestran estos muchachos. Además de publicarse en single era también la que abría su primer Lp, titulado “First offence”; de entonces ahora van otros diez, más o menos.
Gracias al espíritu “antisistema” del punk y a la actitud combativa de mujeres como Siouxsie o Poly Styrene, el mercado comienza a asumir la presencia creciente del género femenino como algo normal. Y antes de que finalice la década ya hay algunos grupos en los que son mayoría; es el caso, por ejemplo, de las Slits: en un principio figuraba entre ellas Budgie, el batería que luego se unió precisamente a la banda de Siouxsie, pero cuando el primer Lp llegó a las tiendas lo que vemos es un trío de señoritas. Y aún encima resulta que su propuesta es pura vanguardia post punk, con ritmos deconstruidos y “alternativos” al reggae, el ska o incluso el funk. Resultaron demasiado avanzadas para el momento, pero al menos aquel primer disco ha dejado huella (su discografía, aunque un tanto irregular, abarca media docena) Se han reagrupado más de una vez; el puesto de batería, el más voluble en este grupo, estuvo ocupado en sus orígenes por la malagueña Paloma Romero, más conocida por Palmolive, que fue la musa de Joe Strummer en su single con los 101’ers y que luego militará en otra banda femenina legendaria: las Raincoats.
Así que por pura lógica ahora llegan las Raincoats. La influencia de las Slits es evidente, ellas mismas lo reconocen, y también su formación tradicional es la de trío aunque con ayuda de otros músicos que van y vienen, Palmolive por ejemplo: eran cuatro cuando se presentó su primer Lp. Sin embargo el estilo de Raincoats es más “occidental”, digamos, aunque también innovador gracias entre otras cosas a la presencia de Vicky Aspinall, que tiene formación como violinista clásica además de compartir con sus compañeras la guitarra y el bajo. Su visión vanguardista va desde el post punk hasta el art pop (por momentos recuerdan a la Velvet), y como en el caso de las Slits llegaron demasiado pronto como para superar el sambenito de “minoría ilustrada”, o sea, de banda de culto; pero también como ellas, hoy en día son uno de los grupos más respetados de aquel tiempo.
A veces la línea que separa a los músicos “de culto” y los simplemente “raritos” es muy fina, y en todas las épocas ha habido unos cuantos de esta última clase; de hecho, grupos como las Slits o las Raincoats podrían figurar perfectamente en ambas categorías. Lo mismo pasa con los Flying Lizards; se trata de una agrupación que andaba a medio camino entre la vanguardia y el dadaísmo, y cuya plantilla siempre fue inestable (han pasado por ahí o han colaborado casi veinte músicos, Robert Fripp entre ellos). En realidad fue una creación del compositor David Cunningham, y la entidad más reconocible era el estilo vocal y la presencia escénica de Deborah Evan-Strickland. Deborah busca una monotonía distante, casi de aburrimiento, mientras los músicos (especialmente piano y batería) ejecutan escalas minimalistas e incluso infantiles. Surgieron a finales de 1976 y su discografía va del 79 al 81; ni ellos mismos se tomaban muy en serio -eran artistas multimedia-, pero de entre su producción destacan antes las versiones deconstruidas que el material propio. De esas versiones la más popular fue “Money”, su primer single, un mediano éxito en las listas y con un extraño pero verdadero encanto.
Banda de culto, esta con todas las letras, son los Swell Maps. Al igual que otras de esa condición que ya pasaron por aquí, sus influencias llegan hasta el progresivo y el kraut rock de unos años antes, aunque la compleja personalidad de los hermanos Godfrey, sus dos integrantes principales, añade matices que incluyen su admiración por Dylan o el rock clásico británico. Consiguieron llegar a lo más alto de las listas alternativas en verano del 79 con “A trip to Marineville”, su primer Lp, considerado una de las obras maestras del art punk (recuerden: Wire, Gang Of Four… ese tipo de gente); el segundo, tal vez demasiado experimental, paso casi desapercibido. Los hermanos Godfrey disolvieron la banda a mediados de 1981 tras esos dos discos y unos cuantos singles, aunque por supuesto hubo luego todo tipo de recopilaciones; lo cual resulta lógico si tenemos en cuenta que esa banda es fuente de inspiración para gran parte de las bandas noise de los 80/90… y luego llegaron los primeros Jacobites, y luego la carrera de cada uno de ellos por separado. Seguro que les suenan los nombres de guerra de los dos hermanos: Nikki Sudden y Epic Soundtracks, que hoy gozan de la categoría de muertos ilustres.
Los músicos solistas no son muy abundantes en la era new wave, pero ya vimos que algunos consiguieron una buena posición. Por contra, en el camino quedaron otros que parecían tener futuro pero luego se fueron diluyendo. Este es el caso de Lene Lovich, encantadora muchacha de origen yugoslavo / británico y nacionalidad estadounidense que se estableció en la Isla con su familia cuando ella era aún adolescente. Lene, otra de esas artistas "multifunción", estudia pintura, escultura y otras cuantas disciplinas y no se dedica con plenitud a la música, pero su voz tan especial y su aspecto acaba por proporcionarle una buena oportunidad: en 1976 comienza a grabar algunas piezas y dos años después ficha por la Stiff, que lanza “Stateless”, su primer Lp. Ese disco está compuesto en su mayoría por Lene y su compañero Les Chappel (que además es guitarrista), junto a algunas versiones sorprendentes; y la estrella es una pieza propia titulada “Lucky number”, que llegó al top 3 y es otra de esas leyendas de la época. El disco grande tuvo unas ventas pasables, los siguientes no tanto; pero tampoco le importó mucho, porque siempre ha estado alternando sus apariciones musicales con el teatro, e incluso algunas incursiones cinematográficas. En cualquier caso, ella y su banda siguen en activo.
En cambio Annie Lennox, cuyos primeros tiempos no parecían muy prometedores, acabará siendo una figura de talla mundial en los 80 y más allá. La historia comienza a mediados de esta década: David Stewart (ex guitarrista de Longdancer) y su colega Pete Coombes bajan a Londres y allí conocen a Annie, que tiene estudios musicales. Poco después forman The Tourists junto a otros dos integrantes y en 1979 publican su primer Lp, que sin ser una joya les da cierta popularidad; el segundo no es mejor, pero contiene una versión de la inmortal “I only want to be with you” que publicada en single consigue rozar el top 5 y quedará como su momento más brillante. El grupo durará otros dos años, con algunos singles de categoría por medio, y a partir de ahí comienza la épica: Annie y David, que eran pareja, liquidan su relación sentimental y recomponen la musical creando Eurythmics, que durante casi diez años serán protagonistas principales en las listas de éxitos. Luego cada cual proseguirá su carrera en solitario, con algunas reuniones esporádicas.
Y completamos la docena con uno de esos éxitos tremebundos que consagran a un músico por siempre jamás: se trata de Gerry Rafferty y su inolvidable “Baker Street”. En cierto modo se cumple así una especie de justicia poética, ya que su carrera había discurrido hasta entonces y durante casi diez años entre luces y sombras. Desde sus comienzos con los Humblebums su querencia ha estado siempre entre el folk y el pop, siendo su época de mayor popularidad (relativa) en los primeros 70s formando el dúo Stealers Wheel junto a Joe Egan: todo buen aficionado recuerda al menos el single “Stuck in the middle with you”, un top 10 que resucitó luego Tarantino en el 92 para su primera película. Pero tras la disolución del dúo y unos cuantos problemas legales, no pudo publicar material nuevo hasta 1978; ahí es cuando demostró que no había perdido el tiempo, ya que la coleccion de exquisiteces contenida en “City to city”, su nuevo Lp en casi cinco años, hace de “Baker Street” una guinda muy vistosa pero no mucho más brillante que el resto. Tras ese momento de esplendor siguió manteniendo una buena regularidad durante la década de los 80 y luego su trabajo se fue espaciando hasta su muerte en 2011. En cualquier caso el mérito de esta obra es doble: por su perfección tanto melódica como técnica, y por haber conseguido semejante éxito con un material tan lejano a la new wave o cualquier otra modernura. O sea, que estamos ante un verdadero clásico.
La selección 12+1 solemos presentarla como “fuera de programa”, ya que por lo general se trata de canciones que no guardan una relación directa con la docena anterior. En este caso podría incluirse, aunque con la salvedad de que su autor no es exactamente un músico, sino un artista plástico que decide probar suerte en esta otra disciplina; se trata de Paul Roberts, que en ratos libres deja los pinceles y se pone a componer canciones cantando y apoyándose con la guitarra. Ya tenía algunas rematadas a mediados de la década, pero su intento por conseguir que un sello las publicase resultó infructuoso y tras algunas actuaciones en la Isla se marchó a Francia. Y allá por 1978, animado por algunos músicos amigos, vuelve a intentarlo; esta vez consigue que Chiswick escuche sus maquetas y en el año siguiente se publica un primer Lp, titulado “Flickle heart”. Roberts, apoyado por cuatro músicos más, emplea el nombre comercial “Sniff’n’The Tears” y elabora también las portadas; el disco no alcanza grandes ventas, pero sí el single que se extrae de él: “Driver’s seat”, una verdadera plaga en las radios y las máquinas de discos entre 1979 y 1980. Es la perfecta canción mainstream, una especie de power pop melodioso que acabó convirtiéndose en la única pieza realmente interesante del señor Roberts; quien no obstante consiguió la inercia suficiente para grabar unos cuantos discos más y seguir compaginando una profesión con la otra aunque ya casi nadie se acuerde de él…
Y aquí termina la fiesta. Espero que les haya quedado un buen sabor de boca a pesar de la nostalgia (puesto que la mayoría de los asistentes tiene ya una edad, que lo sé yo). Y por si les apetece escuchar la selección de nuevo, en casa, el coche, el mar o la montaña, aquí les dejo el paquetillo en versión doble, para que la cosa no se haga tan fugaz. Gracias por su asistencia y no se vayan sin pagar las copas...