lunes, 28 de septiembre de 2020

1980-81 (X)

 

El electro pop o synth pop, como le llamaban los isleños, comienza a extenderse como una mancha de aceite: entre 1980 y el 81 se consolidan unos cuantos grupos, de los cuales el más popular serán los Simple Minds. Y aunque algunos como los propios Minds comenzaron su carrera en el afterpunk (y tendrán luego una perspectiva más amplia), otros surgen ya de los nacientes ambientillos electrónicos que se están desarrollando a toda prisa como máxima expresión de la modernidad. A finales de la década anterior se comenzó a hablar de Sheffield como un epicentro de esa nueva corriente; es una ciudad tan industrial como Manchester y con una crisis parecida, debida en este caso a su excesiva dependencia de la metalurgia. Pero ese sentimiento de decadencia, que en la ciudad vecina queda simbolizado por unos Joy Division, se canaliza en Sheffield a través de la obsesión por los teclados, cintas, secuenciadores y en general cualquier artilugio susceptible de producir sonidos electrónicos. Por supuesto la influencia germana es evidente: Cabaret Voltaire, el grupo iniciático que había comenzado su carrera allá por el 73/74, eran fieles discípulos de CAN, Faust y demás luminarias progresivas alemanas, aunque sin su altura. En cualquier caso, dejando aparte sus inclinaciones disonantes, hay que reconocerles un vago interés también por las melodías, que ya en los 80 les lleva a buscar una aproximación a los mercados convencionales. Y a su alrededor se va desarrollando la escena vanguardista de la ciudad, que se substancia en al menos dos nombres con perspectiva de futuro y que además están relacionados entre sí: Human League y Heaven 17.
La historia comienza a mediados de la década anterior, cuando se conocen Ian Marsh y Martyn Ware; el primero es un guitarrista que lleva ya un tiempo haciendo performances musicales, por decirlo de algún modo, mientras que Ware es un técnico en informática fascinado por las crecientes posibilidades de los teclados electrónicos. En esa misma fascinación acaba cayendo Marsh, que abandona las seis cuerdas y comienza a compartir cachivaches electrónicos con su nuevo amigo; ya en el 77 bajan a Londres más de una vez intentando que algún sello se fije en sus primeras composiciones instrumentales, pero de momento no hay suerte. En ese mismo año sugieren a Philip Oakey, un antiguo compañero de colegio, la posibilidad de montar un grupo: Oakey es un personaje bastante conocido en Sheffield por su indumentaria un tanto excéntrica y tiene una voz pasable, así que sería buena idea aprovechar ambas circunstancias. Finalmente, tras un cambio de nombre, se presentan en 1978 como The Human League y son un cuarteto aunque Philip Wright, el último fichaje, no es músico sino un aficionado al cine de ciencia ficción que se dedica exclusivamente a proyectar diapositivas y desarrollar los juegos de luces que envuelven al grupo en directo.


A finales de ese año han grabado material suficiente como para editar algunas demos. Por otra parte comienzan a llegarles alabanzas de otros músicos como el mismísimo Bowie, que tras asistir a uno de sus directos declara "haber visto el futuro del pop". Bowie era así, se emocionaba enseguida, pero no es extraño si tenemos en cuenta que por esa época él mismo andaba a vueltas con este tipo de sonidos. Tras algunos singles en un pequeño sello (Fast Product), a mediados del 79 los ficha Virgin; en menos de dos meses los League presentan sus nuevas creaciones, y antes de que termine el año aparece el primer disco grande: "Reproduction". Es un disco oscuro, no hay duda, tal vez con exceso de experimentación y demasiada vanguardia como para alcanzar el éxito en el gran circuito: en ese momento el pop sintético estaba arrancando aún, y solo las piezas con gancho, con un estribillo memorable, llegaban a las listas. Sin embargo hay voluntad por conseguir líneas melódicas ("Almost medieval", "Blind youth" o la muy bailable "Empire State human" son buenos intentos), y ya tienen una línea reconocible que los diferencia de los demás aspirantes a la fama electrónica, especialmente en las baladas como "Zero as a limit" o "The world before last". Las ventas fueron decepcionantes y el grupo se vio obligado a cancelar su última gira de ese año; pero con el tiempo este disco se ha reivindicado, y a día de hoy es un clásico menor entre los fans del género.




La situación comienza a despejarse en verano del 80, cuando "Travelogue", el segundo Lp, roza el top 15 en muy poco tiempo; para entonces el pop electrónico es ya una tendencia en claro ascenso, pero además los League están tratando de hacerse más accesibles al público medio (al igual que los Simple Minds, por cierto: la vanguardia está muy bien para un rato, pero si tienes cualidades para crear melodías interesantes, aprovéchala). Virgin, que tiene confianza en ellos, les financia su propio estudio de grabación; aunque parte del repertorio sigue manteniendo un tono experimental que exige al oyente mucha afinidad con este estilo, y resulta casi atrevido que comiencen el disco con una pieza como "The black hit of space"; pero también demuestran estar ampliando su radio de acción, y momentos como "Life kills" o "Crow and a baby" ya son perfectamente radiables, por ejemplo. Es curioso que hayan elegido hacer versiones de una pieza tan lejana a ellos como "Only after dark", de Mick Ronson, o el anuncio de Gordon's que había compuesto Jeff Wayne cuatro años antes: en el primer caso es una verdadera recreación, mientras que con el jingle de la ginebra hacen un desarrollo muy bien llevado. En resumen me parece un disco bastante recomendable para aquellos aficionados que, sin ser devotos de este tipo de músicas (como me pasa a mí), quieran tener una idea más o menos clara de por dónde iba la electrónica post-Bowie. Sin embargo, tras la publicación del disco se produce una quiebra: Ware y Marsh se marchan, por incompatibilidades personales con los otros dos y porque sentían que la idea inicial del grupo se estaba perdiendo (ya nos visitarán la semana que viene). Esa marcha se produce de malos modos y pocos días antes de que comience una gira europea, con fechas y contratos firmados; por otra parte la crítica considera que si los cerebros del grupo se han ido, Oakey tiene poco futuro. Estamos ante una situación crítica, por lo tanto. 



Aquí es donde se demuestra la fortaleza de Oakey, con las horas justas para refundar el grupo; apoyado por Wright, que aprende a manejar teclados en muy poco tiempo y pasa ser el primer nuevo músico de los nuevos League. Para cumplir con la gira buscan a toda prisa otro teclista y contratan a Ian Burden, que además toca el bajo, junto con Jo Callis, (teclados y guitarra), antiguo miembro de los encantadores Rezillos. Y para reforzar voces y presencia escénica, entran dos jovencitas que aún están en el colegio: Joanne Catherall y Susan Sulley, a las que Oakey encuentra bailando en un club; nunca habían cantado, pero por lo visto bailaban bastante bien. Serán otros dos nombres infaltables en este grupo a partir de ahora. La gira no fue una maravilla, puesto que no habían tenido tiempo para ensayar y tanto los críticos como el público echaban de menos a los dos ausentes; pero el caso era cumplir, y lo consiguieron. Así termina 1980, y partir de ahí la situación va mejorando poco a poco; cada single que publican alcanza una mayor altura en las listas, hasta que consiguen un puesto 3 con "Love action (I believe in love)". Está rematando el verano, y Virgin decide que ya es el momento de arriesgarse con un nuevo Lp: solo con el tirón de esos singles se ha reactivado la venta de los dos primeros discos grandes.


Y ese Lp es "Dare", uno de los grandes clásicos en la historia del pop electrónico (un sector de la crítica considera que con este disco los League se convierten en los ABBA de los años 80). Estamos ante un número uno en media Europa cuya aparición es una sorpresa a medias, ya que parte del repertorio son los singles publicados en los meses anteriores; pero aun así, el impacto es enorme. Lo produce Martin Rushent, que había comenzado su carrera con los Buzzcocks y que ya en aquella época estaba trabajando sobre las posibilidades de los nuevos teclados. Pero aunque tal vez se debe a él un refinamiento del sonido en comparación con los discos anteriores, lo que está claro es que Oakey ha sabido rehacerse y junto con sus compañeros demuestra una sorprendente habilidad para las melodías y los ritmos electrónicos. Todos componen, menos las chicas; se confirma la situación de miembros fijos de Burden y Callis, y aunque de momento el instrumental es exclusivamente teclístico, no pasa desapercibido el hecho de que ambos tienen recursos guitarreros. No cabe duda de que "Dare" contiene algunas de las piezas más memorables de los League: siguiendo el orden de aparición de los singles, además de "Love action" está "The sound of the crowd", que rozó el top 15, "Open your heart", el top 10 que precedió al Lp y, cómo no, "Don't you want me", el single que lo seguirá para cerrar el año y que será el número uno de las navidades isleñas. En todas ellas Oakey demuestra además un estilo vocal melancólico pero muy musical, que le da el sello definitivo al grupo (ayudado por algunas intervenciones de Joanne y Susan, que sin tener aún una personalidad muy clara comienzan a hacerse imprescindibles). En algunas canciones se nota aún el aroma de los primeros League, como "I am the law" o "Darkness", aunque esta última ni siquiera es de Oakey. Y quedan otras dos canciones muy notables: "The things that dreams are made of", que abre el disco e inexplicablemente no fue single hasta hace pocos años, y "Seconds", mi preferida en toda la carrera de los League.



Por último hay que destacar la importancia creciente que tienen los vídeos para apoyar las canciones: en esta época de transición la tecnología de imagen está en desarrollo y no puede recurrir todavía a la truculencia digital, así que para hacerlos atrayentes se está poniendo de moda incluir pequeñas historias (el "Thriller" de Michael Jackson será la cumbre de ese estilo, por supuesto). Y las televisiones están encantadas de rellenar minutos pagados con ese formato, así que todos contentos. Ya llegará el día en que sean más atrayentes los vídeos que su contenido musical, y ya llegará otro día en que todo este montaje sea contraproducente, pero de momento la cosa funciona. En cuanto a los League, su momento cumbre había pasado; pero añadiendo instrumentos tradicionales, con altas y bajas, situaciones tormentosas y unos cuantos años en blanco, todavía andan por ahí: de la formación original queda el inevitable Oakey y las dos señoritas que con el tiempo contribuyeron en gran medida a mantener vivo el nombre del grupo. En cuanto a Heaven 17, dentro de unos días nos visitarán los señores Marsh y Ware para hablar del asunto.



lunes, 21 de septiembre de 2020

1980-81 (IX)

Una de las ofertas más populares durante toda esta nueva década va a ser el pop electrónico, o tecno pop, o sintético, o como quieran ustedes llamarle. Es un estilo con muchas ramificaciones y cuyos orígenes, ya a principios de los años 70, están en la vanguardia: desde el punk electrónico de Suicide o los experimentos de Eno hasta el ambiente somnoliento de Kraftwerk pasando por el art pop de los primeros Roxy Music, los teclados van ganando protagonismo. En los 80 su uso se masifica, entre otras razones porque sus múltiples posibilidades permiten abaratar costes: dos teclistas en escena pueden suplir perfectamente a todo un grupo, ya que en lugar de batería y bajo se puede recurrir a las cajas de ritmos, mientras que las guitarras se hacen innecesarias para acompañar a las melodías ahora envueltas en oleadas electrónicas. Un amplio sector de la nueva generación considera que este tipo de sonido es mucho más actual, y que los instrumentos tradicionales son el pasado. Durante unos años el mercado se polariza entre ellos y los antiguos punkis que ahora son góticos o siniestros; también estos admiten el uso de teclados, pero no necesariamente como elemento central en su sonido. Y por último quedan los veteranos, los que ya andan sobre la treintena, que comienzan a aburrirse y pronto abandonarán la búsqueda de novedades, cada vez más previsibles, para dedicarse a buscar las pequeñas maravillas perdidas en el desván de los años 60/70.

De la new wave surgieron unos cuantos grupos con teclados que han hecho la transición hacia los 80 cada uno a su modo: por este local han pasado, entre otros, Ultravox o Stranglers como ejemplos de la fusión del punk con los sonidos electrónicos; ambos se han vuelto "sofisticados" y serán referentes para el surgimiento de los nuevos románticos, una alternativa que precisa de locales mucho más glamurosos que este. Y luego están los escoceses Simple Minds, inspirados por gran parte de las bandas afterpunk pero que pronto demuestran una fuerte inclinación al tremendismo: ya vimos la gran diferencia que hay entre sus dos primeras obras, mezcla de vanguardia con experimentación, y el tercero, a medio camino entre el pop electrónico y el funk cercano al sonido disco. Ahí, en 1980, comienzan a abrirse camino en el circuito de las grandes salas; Jim Kerr, su líder, compositor y cantante, es un frontman muy carismático que sabe gesticular como un padre de la Iglesia, estableciendo una especie de sintonía casi religiosa con sus fieles. Las actuaciones de los Minds siempre me han dado esa impresión, reforzada por una carga épica que nos hace dudar si no serán estos señores los reyes del pop gótico. En cualquier caso no se puede negar que el señor Kerr tiene muy buena mano para la melodía, y en cada disco suyo hay siempre algunas canciones realmente agradables. 

De todos modos, si en su primera visita al bar ya se citó aquel tercer disco aunque pertenece a esta nueva década, es porque los Minds estaban aún a medio hacer (es el último que graban para Arista, que no llegó a comprender el potencial del grupo). El salto de promesas a grandes figuras lo dan en 1981, cuando fichan por Virgin, un sello mucho más adecuado a este tipo de sonidos. Al menos demuestra confianza en ellos, que por lo visto vienen cargados de ideas y graban material suficiente para un doble Lp: "Sons and fascination / Sister feelings call". Inicialmente se lanzan diez mil copias en ese formato, a precio de sencillo; luego se reeditan por separado, aunque el segundo a menor precio. Esa diferencia de categoría probablemente se debe a que, en conjunto, las piezas que se contienen en el primer disco son más asequibles que las del segundo, aunque yo no veo tanta "ruptura" entre uno y otro. Por entonces los Minds todavía estaban muy influenciados por los grupos electrónicos alemanes (y por el Bowie de la trilogía famosa), razón por la que su productor es Steve Hillage, líder de Gong tras la marcha de Allen: Hillage, otro admirador de ese estilo, es por su edad y su experiencia un buen referente para modular ese tipo de sonidos.

                                                                                          "Sons and fascination" es el primero de los discos de masas en la historia de los Minds, aunque teniendo en cuenta lo que vino luego parece que haya quedado un tanto oscurecido. La esencia de su estilo grandioso, ampuloso a veces, contundente, épico, ya se define con "In trance as mission", toda una declaración de intenciones, una apertura de lo más indicado; luego "Sweat in bullet" denota su admiración por el sonido funk, actualizado y con un tratamiento de percusión muy inteligente. Hay un buen ejemplo de la influencia electrónica al estilo Bowie en "70 cities as love brings the fall", por ejemplo, y a veces consiguen una fusión entre pop, teclados y contundencia que los lleva a momentos memorables como "Love song", cuyo arranque recordarán los aficionados al periodismo deportivo: se convirtió en sintonía del programa de José María García en Antena 3, al poco de publicarse. No hay duda de que uno de los discos más consistentes en toda la historia de lo que por entonces se llamó tecno pop, y aún hoy puede escucharse sin que se note mucho el paso del tiempo (cosa que no pueden decir la mayor parte de sus coetáneos electrónicos). En cuanto a "Sister feelings call", tal vez no tenga el gancho del que disfruta su "hermano mayor", pero nos ofrece una buena muestra de lo que hubiesen sido los Minds de mantener su gusto por la experimentación y no solamente se dedicasen a hacer dinero: dejando aparte algunas variaciones sobre las ideas del otro disco ("Sound in 70 cities" como versión "alternativa"), el grupo asume un riesgo mayor sin renunciar a ser aceptados, y a mí por lo menos me parece que la influencia de Bowie es aquí bastante evidente. Por otra parte también aquí hay canciones con encanto inmediato: si se hubiese mantenido el formato original, habrían destacado piezas como la casi atmosférica "Theme for great cities" o el nervio rítmico de "Wonderful in young life". El caso es que pronto desapareció de las tiendas y no se recuperó hasta la aparición del formato CD. 



A partir de aquí el ingrato trabajo por buscarse un sitio en las alturas ya casi está terminado: los Simple Minds formarán parte del circuito de los grandes estadios muy pronto. El año 82, para ser más exactos, será el de su consagración definitiva como ídolos de masas, pero aún no hemos llegado ahí. No hay prisa.




lunes, 14 de septiembre de 2020

1980-81 (VIII)


Si XTC son el símbolo más "exitoso" del art pop británico de principios de la década, hubo algunos otros grupos, minoritarios pero igual de entrañables, que también contribuyeron a darle prestigio a una escuela tan isleña. En esa reducida nómina se incluyen The Monochrome Set, que con el tiempo acabaron convirtiéndose en una de las más deliciosas anomalías del mercado: siendo un grupo de culto, es decir, muy alabado por los comentaristas pero poco investigado por el oyente medio, tuvieron una vida relativamente más prolongada que la mayoría de los de su clase. Lo cual revela que, sin hacerse millonarios, se mantenían gracias a una pequeña pero leal base de fans que los siguió casi de principio a fin. Los Set nos visitan de nuevo tras haber cerrado la década anterior con solo cuatro singles, lo cual no es mucho teniendo en cuenta que su carrera comienza a principios del 78; pero han tenido tiempo para ir puliendo su estilo y preparar un repertorio suficiente que nos compensará en 1980 con dos discos grandes. Por otra parte han dado un salto de categoría al pasar de la voluntariosa pero aún inconsistente Rough Trade a Virgin, que los asigna a la filial Dindisc. O sea, que hay -o debería haber- más dinero para promoción.

En la primavera presentan el primero, titulado "Strange boutique". Para esa no muy numerosa masa de fans que los adora, es la confirmación de un estilo único y difícil de definir que podría encuadrarse dentro del pop eléctrico pero que tiene muchos ingredientes, desde el surf hasta la música de westerns al estilo de Ennio Morricone incluyendo un vago aroma a Velvet Undergound "en dibujos animados", por decirlo así. Para abrir el disco recuperan "The Monochrome Set (I presume)" que ya habían publicado en single pero dándole más profundidad y sobre todo marcando mucho el ritmo de la percusión hasta hacerlo casi "africano". Destaca como siempre la exquisitez en la digitación de las guitarras, y se percibe a lo lejos la influencia de los viejos maestros como Duane Eddy. Ese sonido cristalino, limpio, se mantiene a lo largo de todo el disco, destacando en piezas como "Expresso", "Martians go home", "Love goes down the drain" o la instrumental "The etcetera stroll", tanto como en otras de tiempo medio e incluso momentos "descalabrados" como el que da título al disco. Esa alternancia de poderío entre cuerdas con sonido a los años 50/60 y la percusión, junto con escalas melódicas que pueden parecer tan clásicas como vanguardistas, resulta sorprendente y hace de los Set un grupo aparte. Pero la suma de canciones tan "raras" más unas letras que van desde la ironía hasta el sinsentido, da como resultado un estilo que desde luego nunca será para mayorías: a duras penas llegan al top 60, a pesar del evidente cariño que les muestra gran parte de la crítica (que ya se ha hecho casi tan incondicional como sus fans, aunque tampoco queda muy claro si es por verdadera admiración o porque los ven como una pandilla de simpáticos gamberros nostálgicos).



A finales del mismo año llega "Love zombies", que partiendo de las mismas estructuras que el anterior demuestra sin embargo una notable madurez porque las composiciones están más trabajadas, mientras que las escalas melódicas son más coherentes pero igual de originales. Y sin embargo el sonido es prácticamente el mismo, lo cual tiene su mérito porque no es frecuente que un grupo de "serie B", por decirlo así, pueda imponer su criterio frente a los productores: tanto Bob Sargeant en el primer disco como Alvin Clark en este son figuras de categoría, y ni por asomo se les ocurre modificarlo; es más, en "Love zombies" incluso el grupo figura coproduciendo junto a Clark. Así que el resultado es más que notable: probablemente se busca un cierto paralelismo entre la apertura de aquel primer disco y la de este, protagonizada por la canción que le da título, pero comparándolas queda resumida la evolución de los Set, ahora con mucho más cuerpo. Además disfrutan recreando ambientes con regustillo antiguo, como de radio de válvulas, uniendo espíritu y sonido en piezas tan deliciosas como la instrumental "405 lines", o buscando la cercanía al sistema monoaural (esto resulta más evidente aún en esa especie de swing progresivo titulado "R.S.V.P." o "Apocalypso", cuyo título parece decirlo todo pero se queda corto). La épica de ese sonido envuelve toda la carrera de los Set, pero creo que este es su disco más recomendable para quienes se acercan a ellos por primera vez; para esos afortunados dejo aquí la casi anfetamínica "Karma suture" y la instrumental ensoñadora, arrebatadora, titulada "In love, Cancer?", dos perlas de este ameno y lujoso baúl de tesoros...



Al igual que su predecesor, este disco pasó por las tiendas de puntillas a pesar de las alabanzas de la prensa. Por otra parte el contrato con Virgin termina, y han de buscarse un nuevo sello además de un nuevo batería: se marcha de John Haney y llega Lexington Crane. Durante 1981 están entretenidos en hacer una cuantas giras y preparar un nuevo disco, lo cual sumado a los cambios de sello y batería hace que solo publiquen un single nuevo. Curiosamente, y cuando más oscura parecía su situación, será en 1982 cuando llegue su mejor momento. Pero esa ya es otra historia y etc, etc..



lunes, 7 de septiembre de 2020

1980-81 (VII)


Aunque la hegemonía de Londres y Manchester en el tránsito de los años 70 a los 80 es muy marcada, tanto el circuito de locales como la prensa y radio especializadas van creciendo y extendiéndose de tal modo que cualquier punto del país puede dar sorpresas en el momento menos pensado: Liverpool, por ejemplo, está a punto de recuperar parte del protagonismo que tuvo en otros tiempos. Y si en una pequeña ciudad como Woking surgieron los Jam para recrear el universo mod, de la insospechada Swindon proceden XTC, uno de los grupos que participarán en el nacimiento de la neo psicodelia. En su primera estancia en este bar Andy Partridge (el líder "de facto") resumía muy bien las supuestas "taras" que acompañaban a su carácter de provincianos, pero pronto supieron demostrar una insospechada habilidad creativa. Rebosantes de ideas, Partridge y compañía llegan a la nueva década después de haber publicado tres discos grandes en tan solo año y medio; se podrá objetar que son un tanto irregulares (sobre todo el segundo, en plena evolución), pero no hay duda de que se han ganado el respeto de la crítica y una buena parte de los fans. Su tránsito desde la new wave hacia una especie de art pop muy personal los convierte en una de las alternativas más interesantes de aquel tiempo.


Como consecuencia, por entonces la banda tiene mucho trabajo y las giras son constantes, tanto en Europa como en Estados Unidos y Japón. A pesar del cansancio creciente consiguen ir preparando material nuevo; graban su cuarto disco en fechas sueltas del verano de 1980, y Virgin lo publica de inmediato. Esa sensación de ir "con la lengua fuera" les había inspirado el título inicial de "Work under pressure", pero a sugerencia de su manager, que no estaba muy conforme con la imagen que daba la frase (y a que esa presión, en gran parte, se debía a sus exigencias por rentabilizar el buen momento del grupo), decidieron cambiarlo: "Black sea", el cuarto disco de XTC, llega a las tiendas a mediados de septiembre, con una portada que demuestra bien a las claras a cuál de los dos títulos le cuadraría mejor. Técnicamente hay pocos cambios, ya que de nuevo el productor es Steve Lillywhite, que en resumen se limita a dar más contundencia al sonido. Pero se nota que el grupo está entrando en una nueva fase, más cercana a la escuela british de los años 60/70: es un empeño personal de Partridge, que prácticamente compone él solo todo el material salvo dos canciones a cargo de Moulding. Dejando aparte las letras, que por momentos podrían recordar la escuela Kinks, no hay duda de que la intención es revestir la sonoridad que consigue su productor con un trabajo muy delicado en los arreglos (hay que recordar que el grupo intentó casi desde el principio producirse por su cuenta, pero Virgin se negaba). Y esa mixtura entre potencia y exquisitez da un resultado magnífico: aunque XTC son un grupo con varios singles independientes de los discos grandes, al menos la mitad de de las canciones de "Black sea" se publicaron también en ese formato. Tal vez sus momentos más brillantes sean piezas como "Generals and majors", "Sgt. Rock" o "Tower of London", pero resulta difícil destacar unas sobre otras porque para muchos aficionados este es su mejor disco. Y las ventas lo confirmaron, rozando el top 15 en la Isla -algo infrecuente para un grupo tan "extraño" como este- y el top 40 en Estados Unidos, otra sorpresa.



Durante lo que queda de 1980 y todo el año siguiente, el ritmo de trabajo será todavía más frenético de lo que ya era: XTC no son un grupo de estadios, pero en el mucho más numeroso circuito de locales medios están arrasando. Los viajes de una punta a otra, de Australia a Europa o lo que cuadre, están empezando a hacer mella en el grupo, en el que hay unas cuantas broncas que de momento no se hacen muy visibles. Lo más visible, de momento, es el progresivo deterioro físico de Partridge: aquel título de "Black sea", sin ser tan explícito como el que habían pensado en un principio, hace referencia al estado de su mente. Lleva varios años a tratamiento con ansiolíticos, desde el divorcio de sus padres, y casi desde el principio de la existencia del grupo comenzó a notar una creciente aversión al escenario. La única salida que se le ocurre es aumentar las dosis, pero es evidente que ese sistema no puede durar: con frecuencia se queda enmudecido en plena actuación, se olvida de las letras de las canciones y los demás lo van cubriendo como pueden. Así que habrá que tomar alguna determinación. Pero tanto eso como su próximo disco serán asunto de 1982, así que quedamos a la espera de su visita para entonces. Mientras tanto, les ruego encarecidamente que le den una oportunidad a "Black sea". Es de lo más brillante que puede ofrecer la música británica en estos primeros años de la década, aunque solo fuese por la tremenda personalidad que demuestra esa transición de la new wave al pop de categoría que protagonizaron ellos y muy pocos grupos más.



martes, 1 de septiembre de 2020

1980-81 (VI)



Magazine es la otra banda que junto a Siouxsie y sus Banshees dio sentido a la etiqueta "afterpunk": como ellos, su primera referencia contemporánea fueron los Pistols pero pronto demostraron tener mucha más categoría. Por otra parte son uno de los más brillantes ejemplos de la primera ola que convertirá a Manchester en una clara alternativa al poder londinense, aunque como ocurrió con Joy Division su carrera no es muy extensa. Y una última similitud con esos grupos es el hecho de que su cantante es al mismo tiempo quien marca el estilo: se trata de Howard Devoto, que había comenzado su carrera compartiendo con Pete Shelley la dirección de los Buzzcocks pero que pronto los abandona para seguir una trayectoria que será más alabada por la crítica que por el gran público. Es el problema al que se enfrentan los músicos nacidos en un ambiente como el del punk, tan "epidérmico", cuando deciden reorientar su carrera: que corren el peligro de quedar en tierra de nadie. Ya vimos en su primera visita a este tugurio que Devoto es un músico bastante cerebral cuyo trabajo puede incluirse en el art rock y que junto a sus acompañantes, unos técnicos de categoría, crean una variedad de matices realmente innovadora e interesante; pero a diferencia de Siouxsie no se ajustan a los criterios siniestros o góticos tan de moda, sino que se sitúan en un punto equidistante entre esos dos estilos y la sonoridad cold wave que había consagrado a Joy Division. Por otra parte las letras y la entonación de Devoto, con frecuencia oscilando entre la ironía y el sarcasmo, crean una atmósfera muy personal, muy "de autor", digamos. 

Su carrera había comenzado en enero de 1978 a lo grande con "Shot by both sides", el single que inaugura el efímero período afterpunk (un período cuya otra perla, medio año después, es el debut de Siouxsie con su "Hong Kong garden"): aquella obra maestra, además de convertirse en leyenda para el aún reducido círculo de vanguardia, consigue unas ventas aceptables. En ese momento Devoto está acompañado por la creciente habilidad guitarrera de John McGeoch como solista y Barry Adamson al bajo; el veterano Dave Formula aporta su soltura en los teclados, mientras que la batería está a cargo de Martin Jackson, que se marchará tras la publicación de "Real life", el primer Lp. Ese disco se beneficia de la estela que ha dejado el single y alcanza el top 20, lo cual es una verdadera hazaña para un repertorio cuya densidad ya supera el estándar punk del momento. Poco después McGeoch encuentra a un batería competente para sustituir a Jackson: John Doyle, también de Manchester. La década termina con "Secondhand dayligh", que sin pasar de un top 30 los consolida como una de las alternativas más sólidas al dominio casi absoluto que está alcanzando la onda siniestra en las listas y en las calles. Tal vez ahora, casi cuarenta años después de aquello, parezca un poco extraño, pero hubo una época en que el panorama moderno estaba poblado de ropa negra y pelos hacia arriba, largos pero correctamente despeinados, con mucha laca. Ah, y las hombreras, que llegarán pronto por cortesía de los Nuevos Románticos. Pero a lo que íbamos...

En el verano de 1980 Magazine presentan "The correct use of soap", su tercer disco y también el que más cerca estuvo de algo parecido al concepto de "éxito", que en su caso consiste en recuperar el top 20 que habían alcanzado con el primero. Hasta cierto punto, esa mejoría comercial se debe a dos circunstancias complementarias: en primer lugar hay una participación colectiva y casi igualitaria entre todos los miembros de la banda, lo que otorga una mayor flexibilidad al material (hasta entonces la mayoría de las piezas eran de autoría restringida casi en exclusiva a Devoto y McGeoch); y la segunda, posiblemente tan importante como la primera, es que Martin Hannett es su nuevo productor (Devoto y él se conocían desde aquel "Spiral scratch" autopublicado por los Buzzcocks). De Hannett ya sabemos, por su trabajo con Joy Division, que su obsesión enfermiza por cualquier detalle sónico lo eleva un peldaño por encima de los productores tradicionales: no se limita a ese trabajo, sino que consigue convencer a los grupos y llevarlos por donde él quiere. Y en el caso de Magazine, que ya tenían ciertas similitudes con las atmósferas que a veces creaban los Division, esa sociedad forzosamente ha de salir bien, por lo que sumando una cosa y la otra el resultado es una selección de canciones con un tono general más luminoso (algo que también está buscando Siouxsie en esa época). En cierto modo, hay una vuelta a los postulados art punk de uno o dos años antes; así, algunas canciones rozan el pop -es el caso de la espléndida "Model worker", que con otros arreglos podría recordar incluso a los Damned- mientras que algunas que podrían resultar demasiado densas quedan revestidas de un espíritu funk que las "anima", y no solamente por el "Thank you" de Sly Stone: "Stuck" es otra buena prueba. Otras veces ese tono se acerca a algo parecido a las músicas para series de televisión, o eso al menos me recuerda "Philadelphia", y el cierre con la extrañamente nostálgica "A song from under the floorboards" es un magnífico broche para esta colección. Hannett también logra una mayor variedad de matices tanto en la voz de Devoto como en los teclados y la base rítmica. En resumen: por lo general a los fans de un grupo les cuesta trabajo discernir cuál es su disco preferido, y a los de Magazine nos pasa con este en comparación con los dos anteriores; pero no hay duda de que, si no el mejor, es el más "cercano" de los tres... signifique lo que signifique eso.



John McGeoch decide marcharse a la banda de Siouxsie. En teoría se debe a que está perdiendo protagonismo en una banda que por momentos se acerca a los tonos casi ambientales, mientras que con los Banshees su trabajo será mucho más relevante. Pero hay más: la actitud de Devoto, que se niega a dar entrevistas salvo en muy contadas ocasiones, da una imagen negativa del grupo, al que muchos consideran como una reunión de egos engreídos. Y puede que esa sea la razón por la que los discos de Magazine no alcanzan la popularidad que debieran, ya que la prensa cumple con el trámite de comentar sus discos (y por lo general los críticos siguen reconociendo su categoría) pero poco más. A McGeoch esa actitud le parece poco profesional, ya que les hace perder dinero; pero Devoto, aunque lamenta profundamente esa marcha, no va a cambiar su actitud. Hay, como drama de fondo, la muerte del padre de Devoto a mediados de ese año, cuando el grupo estaba en plena gira yanki; ahí se agria el carácter del cantante, y probablemente ese fue elemento definitivo que contribuye a la decisión de MacGeoch. En un principio el sustituto será Robin Simon, que poco antes había abandonado Ultravox junto con John Foxx, pero después de dos o tres giras se marcha para participar en el primer disco en solitario de Foxx; queda constancia de su paso en el directo "Play", grabado en Australia, de sonido decente y una buena selección de temas aunque no se incluya "Shot by both sides" (que por supuesto aparecerá luego en las reediciones en cd). 


Antes de que termine 1980 entra Ben Mandelson, amigo de Devoto desde los tiempos de la universidad. El grupo vuelve al estudio poco después y presenta en verano del 81 el que será su último disco: "Magic, murder and the weather". Aquí se nota claramente tanto la grieta que ha creado la ausencia de McGeoch como el cansancio de Devoto ante la situación colectiva y personal, ya que apenas participa en la elaboración de las canciones (aunque todas las letras son suyas, la mayor parte del trabajo musical corre a cargo de Dave Formula). El resultado es un disco oscuro, sin la fuerza de los anteriores; llama la atención el hecho de que no hay oficialmente un productor, ya que al parecer Hannett se limita a hacer las mezclas. Y sin embargo, aunque el tono general es desapasionado, casi de amargura, hay algunos momentos en los que Formula crea pasajes ambientales bastante bien desarrollados; porque este es claramente un disco de teclados -piano y sintetizadores- en el que la base rítmica amortigua el estilo Magazine de los discos anteriores para acercarse por momentos a un mundo difuso entre el jazz, el progresivo y las tonalidades cercanas al estilo orquestal. No digo que sea un gran disco, pero hay algunas canciones realmente atractivas como "Vigilance", con sus mezclas ambientales cercanas a la psicodelia; la casi cinematográfica "About the weather" o algunos momentos en los que recuerdan al Bowie de su época alemana: "The great man's secret", por ejemplo. De todos modos ni el propio Devoto le dio la menor posibilidad, ya que abandonó el grupo antes incluso de que llegase a publicarse; casi a continuación, Magazine desaparecían del mapa.



Devoto se tomará un tiempo para reordenar su situación y en 1983 presentará su único disco en solitario (apoyado por Formula y varios músicos de estudio), titulado "Jerky versions of the dream", como siempre más alabado por la crítica que por el público. Luego creó el dúo Luxuria junto al multinstrumentista Morgan Fisher ("Noko"): grabaron dos discos, con parecidos resultados. Era evidente que su gusto por la complejidad de las texturas musicales no cuadraba con una época crecientemente simplista, y abandonó la profesión durante más de diez años. Volvió a reunir a Magazine en 2009, y no le fue mal del todo; incluso grabaron un disco en 2011 ("No thyself"), bastante decente. Y desde entonces ha ido alternando su trabajo en varios asuntos distintos con algunas reuniones fugaces incluso con Pete Shelley, su primer socio, recreando a los Buzzcocks. Nunca fue un músico para mayorías, es cierto; pero al menos sus discos con Magazine están entre lo más memorable de aquellos tiempos.