martes, 26 de octubre de 2021

España en los años 80 (IX)

Tras su abandono de La Mode por problemas de salud, Fernando Márquez se retira de los escenarios durante un tiempo que dedica a escribir composiciones para otros, algún libro y varios trabajos en prensa y radio. Y en 1986, justo cuando sus antiguos colegas deciden liquidar el grupo, surge de nuevo él al frente de un proyecto que había organizado ya en los tiempos de Paraíso pero que se hundió en un desastroso directo/happening en la primavera del 81: Pop Decó, definido por entonces como "un trabajo conceptual sobre la Movida". Hubo algunas melodías, bases rítmicas e incluso letras que fueron aprovechadas para engrosar luego el repertorio de La Mode, que fue el siguiente y exitoso empeño de Márquez, pero quedaron olvidadas unas cuantas piezas que no tenían sitio en ese repertorio. 

La intención con la que había organizado Pop Decó en aquel momento era dar un apoyo "multimedia" al libro titulado "Música moderna", que acababa de publicar por encargo de la editorial Nuevo Sendero y del que finalmente solo se editaron doscientas copias. El libro viene siendo un relato del ambiente moderno de la época con detalle sobre los grupos y los locales más importantes, siempre con el tono irónico tan del Zurdo, un tono que resulta creíble porque también sabe aplicárselo a sí mismo. Las canciones de Pop Decó habrían de ser una especie de banda sonora que junto al libro recrearía dicho ambiente, e irían acompañadas en directo por una proyección de imágenes y algunos sketchs teatrales; las letras hacían referencia a situaciones, actitudes y personajes relacionados con la Movida. El caso es que todo aquello había quedado olvidado tras el citado desastre escénico; pero en 1986, aprovechando que Márquez anda un poco mejor de su afección vocal y no tiene proyectos musicales a la vista, Mario Pacheco demuestra una vez más su devoción de fan y le ofrece rescatar algunas de aquellas canciones y grabarlas con todo lujo (de hecho será uno de las mayores inversiones en la historia de Nuevos Medios).

Y eso es "La Exposición Internacional de los 80", un Lp en el que el Zurdo actualiza aquel repertorio olvidado con la ayuda de Teo Cardalda, que arregla, produce y maneja la mayor parte de los instrumentos. Cardalda era en gran medida el autor del estilismo sonoro de Golpes Bajos, y su tono generalmente melódico/melancólico puede cuadrar con el planteamiento general de Márquez. Sin embargo la cosa funciona a medias: si se trata de momentos conceptuales o genéricos, por decirlo así, suelen defenderse bastante bien, pero en descripciones de momentos concretos hay algunos criterios bastante erráticos porque el ambiente musical no cuadra con las letras. Ese desequilibrio se nota con claridad si comparamos las espléndidas y casi barrocas "Obertura", la que da título al disco, "Intermezzo" y "Finale" (estas dos últimas instrumentales) con otras cuyas letras guardan relación con momentos concretos, como sucede en "Todos los monstruos", que necesitaría otro tipo de ritmo y arreglos; o la "Dedicatoria", hablando del ambiente de principios de la década y desarrollando un sonido tan del 86, tan de ocaso. Viene bien aquí recordar una cita de Miguel Ángel Arenas que describe perfectamente este tipo de desajuste: "En 1979 los grupos tocaban muy mal, pero eran todos muy divertidos; en 1984 todos los nuevos grupos tocan muy bien, pero son muy aburridos". De todos modos, si olvidamos esas momentáneas colisiones entre letras y músicas, en conjunto resulta un disco muy agradable, que si no alcanzó unas ventas razonables fue también por factores externos: la ideología de Márquez, inicialmente de la Falange Auténtica pero que en suma y con el tiempo se puede definir como un batiburrillo que va desde la extrema derecha hasta el anarquismo, ya había sido aprovechada por la prensa de derechas para intentar atraerlo a su causa. Y si en otros tiempos hubo la ominosa policía política de Franco ahora el mundo artístico se rige bajo una meliflua policía ideológica progre que, si opinas algo fuera de las convenciones bendecidas por ellos, te puede hundir la carrera. Y eso se sustancia en boicots a la obra, y eso le pasó a Márquez. El disco fue un fracaso y las pérdidas para el sello considerables. Hay a mayores un Ep con tres versiones: en la cara A está la pieza que da título al Lp, y en la B "Solo soy una persona" de Mecano y "Andy Warhol" de Bowie. Más contraste, imposible.



Tras el fracaso de Pop Decó, Márquez vuelve a sus trabajos alternativos aunque suspirando por volver. Algo que probablemente no sea recomendable en su caso, ya que las circunstancias político-sociales no cambian: sobre Pop Decó no hubo críticas buenas ni malas, sino que la prensa no se atrevió a hacerlas o simplemente ignoraron el proyecto. Esa situación afectó incluso al sello y a Cardalda, que luego intentaron apartarse de él como de la peste, y por supuesto si vuelve a grabar algo nuevo tendrá que ser en otro sello (es curioso que por entonces las escasas personas públicas que lo apoyan abiertamente sean personajes como Haro Ibars o Carlos Tena. O no tan curioso: son personas con memoria, también como él malditos de algún modo, que recuerdan los tiempos pasados y lo que costó llegar a estos). El caso es que aún no había terminado el año 1986 cuando Paco Martín, el valiente que dirige el sello Twins, le ofrece un contrato y Joe Borsani se hace cargo de los gastos de producción para la nueva aventura de Márquez: el Proyecto Bronwyn (así llamado en honor a la figura femenina central en la película "El señor de la guerra"). Y en 1987 se publica un mini Lp con cinco canciones que pueden recordar a La Mode pero sin su brillantez; por otra parte, con los arreglos tan de la época que llevan algunas canciones, el resultado final es decepcionante. De todos modos hubiera dado igual que estuviésemos ante la octava maravilla del mundo, ya que ni la crítica ni el público se dieron por enterados: tanto para el mundillo mainstream como para el supuestamente modernillo, Márquez no existía. Aunque con un compositor de su altura, nunca está todo perdido: como mínimo estas dos canciones tiene su categoría.



Márquez volvió a desaparecer de la circulación musical durante un tiempo, aunque desde entonces hasta ahora ha seguido intentando poner en pie nuevos proyectos e incluso hay algunas grabaciones suyas que por supuesto suelen pasar desapercibidas. Pero nosotros nos despediremos de él con un recuerdo a su faceta como compositor para otros: aunque 1984 fue un año aciago por la obligación de abandonar las actuaciones fue también de los más prolíficos, ya que además del segundo Lp de La Mode entregó cinco canciones a Kiki d'Akí para su lanzamiento como cantante solista tras la breve existencia de su grupo Las Chinas. Y aunque tampoco fueron muy allá ni su nueva carrera ni las ventas del mini Lp correspondiente, ese disco ha quedado como otra de las joyas del pop nacional y es además uno de los trabajos por los que el propio Márquez siente más cariño. Kiki ha vuelto en algunos momentos aislados para grabar nuevas canciones, pero será recordada siempre al menos por una: "Accidente", que se publicó también en single y que ha quedado para la historia como uno de los momentos más hermosos del pop español. Y se la debemos, como otras cuantas, al Zurdo.


miércoles, 20 de octubre de 2021

España en los años 80 (VIII)

“Nunca he vuelto a ver un grupo como La Mode. La verdad es que no creo que el pop español haya vuelto a ser lo mismo desde aquellos días en que La Mode tuvo su breve e intenso reinado”.
Mario Pacheco

Fernando Márquez, más conocido como El Zurdo, es otro personaje imprescindible en la historia de la nueva ola nacional, ya que como vimos a finales de la década anterior fueron él y Alaska los primeros nombres destacados en aquel magma bullicioso que agrupaba a dibujantes, escritores y músicos primerizos en el Madrid inmediatamente posterior a la muerte de Franco. Como cantante nunca fue una maravilla, pero como compositor hay que reconocerle un gran mérito: entre sus primeras creaciones descacharrantes con Kaka de Luxe y el ascenso a la posteridad creando la legendaria "Para ti" al frente de Paraíso, no pasó mucho más de un año. Y una vez desaparecidos aquellos dos grupos tan erráticos, necesitaba uno nuevo en el que pudiese elaborar ese disco grande que, junto al primero de Radio Futura, el de Parálisis Permanente y muy pocos más, condensa el espíritu de aquellos tiempos y demuestra su talla como artesano de canciones y melodías que llevan el pop a un ámbito ensoñador, nostálgico y melodioso pero también con ritmo e ironía como muy pocos han sabido, al menos en España. Ese nuevo grupo se bautiza con el nombre de La Mode, y es el que nos visita hoy. 

En la primavera del 81, tras la liquidación sucesiva de Paraíso y algunas agrupaciones "colaterales" que por lo general duraban lo que un suspiro, Márquez está ya un poco harto de tanta inconsistencia: necesita estabilidad para trabajar, y aquel continuo ir y venir de músicos, cada uno con sus originales ideas y sus problemas de entendimiento con los demás, le resulta insoportable. Acaba de sufrir otro fiasco en directo intentando montar un performance al frente de Pop Decó, una agrupación que parecía tener futuro pero que de nuevo se quedó en nada, y tiene unas cuantas canciones a las que dar salida. Es entonces cuando comienza a funcionar el sello Nuevos Medios, con filosofía independiente pero una planificación más seria, al estilo del británico Rough Trade, y llegará a ser uno de los más prestigiosos en la historia discográfica española (empezando por su logotipo, un dibujo hecho expresamente por Miró). La cabeza visible era el matrimonio formado por Mario Pacheco y Cucha Salazar, muy aficionados al flamenco; los primeros fichajes son de ese mundillo, pero pronto amplían su perspectiva. Pacheco, convencido de la categoría de Márquez, le ofrece un contrato, este busca músicos para un nuevo proyecto y por fin hay suerte: el guitarrista Antonio Zancajo y el teclista Mario Gil, que habían sido los dos más constantes en Paraíso -precisamente por tener la misma visión que Márquez-, se asocian con él. La Mode debuta en directo a finales del año y por primera vez todo sale bien. Por entonces no hay bajo ni batería fijos, sino que, junto a las voces para coros, van pasando por esos puestos algunos músicos que, para evitar nuevos líos de incompatibilidades, figurarán siempre como contratados: a efectos oficiales, La Mode es un trío.

Después de unos meses preparando material, ensayando y con actuaciones bastante decentes que comienzan a encandilar a una afición que suspira por unos nuevos Paraíso, a finales de verano del 82 entran en el estudio. Y en Octubre llega la primera entrega: un maxi single que contiene "Enfermera de noche" en la cara A y un mix de tres canciones en la B, la última de las cuales es "Aquella canción de Roxy", que junto con la A constituye su primera pareja de clásicas. Esto del mix tal vez hoy en día no se entienda bien: por entonces era un recurso muy popular en el mundillo de la música para discotecas, pero puede parecer extraño que dicho recurso se utilice para un grupo pop "normal", por decirlo de algún modo. Y sin embargo la cosa tiene su lógica, ya que los grupos de tecno pop con ocasionales influencias funk como La Mode creaban canciones tan válidas para escuchar como para bailar, y por entonces ya se estaba generalizando la ayuda de teclados electrónicos con cajas de ritmos, al estilo de las bandas isleñas equivalentes. Otra cosa es que con ellos y en este caso la estrategia del mix fuese la más indicada, ya que entre sus fans había mucho snob y a esos les horroriza este tipo de "horteradas", pero aun así las ventas fueron sobresalientes. De todos modos ese avance ya mostraba con toda claridad el nuevo estilo de Márquez, justo a medio camino entre las melodías hermosas pero con gancho y los ritmos perfectamente bailables de gran parte del repertorio, además de unas letras exquisitas; tan esteticistas como las de los Auserón y por momentos incluso más, pero siempre inteligentes y en su mayoría deliciosamente irónicas.




En vista del éxito inmediato que había tenido el maxi, antes de que acabe el año llega el debut en disco grande: "El eterno femenino", otro de esos artefactos fantásticos que puede justificar por sí solo toda una carrera y que desde luego figura en el Olimpo de las grandes obras nacionales de esa década, las anteriores y las que vengan luego. Todo es brillante en él empezando por la portada, una magnífica exhibición de arte moderno a cargo de Montxo Algora, un dibujante cuya obra de aquel tiempo en su mayoría aún se sostiene ahora mismo. Y qué decir de la producción, excelente, muy por encima de la media nacional: es obra de Yayo Aparicio, socio del matrimonio que dirige el sello, que ya había producido el maxi anterior y que producirá toda la discografía de La Mode. Ya la apertura con "Wild puppets" va a lo grande, con esa marchita venenosa que llegó a hacerse consustancial a las noches modernas de la época, tanto en bares como en las discotecas de categoría; "Cita en Hawai", la siguiente, era una de las estrellas en Radio 3 con su ritmo de medio tiempo, melódico, con una preciosa letra de desamor, y luego llega la ya conocida "Aquella canción de Roxy", y la cara A se cierra con la casi épica "El único juego en la ciudad". La cara B arranca con "Aquella chica", otra de esas piezas de ritmo pausado pero vivo, con su letra burlona pero melancólica, tan del Zurdo; "La teoría de la relatividad", muy en la onda del cierre de la cara A, va seguida por "Las chicas de la Inter", una pieza casi estándar en una pista que da paso a "Mi dulce geisha", otra perla de tiempo medio y letra de irónica dulzura, y llega y pasa en otro soplo de melancolía animada la canción que da título al disco... Y cuando termina, de pronto me doy cuenta de que es la última y de que el tiempo se me ha pasado en soplo, y de que tal vez no he estado aquí.




Cuando un disco alcanza la categoría de leyenda en su propia época puede oscurecer la trayectoria posterior de los músicos que lo hicieron; y eso es lo que sucedió en este caso, aunque no por una sola razón. Márquez estaba viviendo el momento más dulce de toda su trayectoria al frente de un grupo que solo con su debut era ya uno de los más respetados del panorama nacional, y tanto las actuaciones como su presencia en los medios eran constantes. Y justo entonces, a mediados del 83, anuncia que debe retirarse del directo a causa de una insuficiencia bronquial congénita. Decide seguir componiendo para el grupo y que se busque un sustituto para el directo, aunque de momento podrá seguir participando en las grabaciones. Lo primero que se publica es un maxi que, honradamente, creo que es mejor evitar: con tres piezas mediocres, como para salir del paso, podría dar la impresión de que las hubiera escrito influido por el posible desánimo ante su situación personal. Y algo de eso debe de haber, ya que a principios de 1984 llega el segundo disco grande -cuyo título es el propio año- y se nota un oscurecimiento en el tono general del repertorio. No es un mal disco, ya qué en él vienen perlas como "En cualquier fiesta", una de sus mejores composiciones, una verdadera obra maestra en la que sin embargo se nota ese aire nostálgico, como de despedida (reforzada por una hermosa letra), que quedará como la última gran canción de La Mode. También brillan a gran altura "La cólera" o "Imperios", en tonos parecidos, de tristeza y densidad. Pero no hay canciones con la energía chispeante de aquel primer disco, y que se incluya de nuevo ese pequeño horror supuestamente bailable que es "Negro y amarillo" (ya venía en aquel maxi para olvidar) desluce bastante el conjunto.



Como era de esperar, "1984" alcanza buenas ventas pero no llega a la popularidad del anterior. Y poco después Márquez se despide de La Mode con un último single, pasable -mejor que el maxi de marras- pero sin demasiado impacto. El grupo seguirá adelante con el por entonces semidesconocido Daniel Ballester y grabarán otros dos discos antes de su desaparición en 1986; una desaparición "cantada" como suele decirse, ya que esos dos discos, mediocres, sin la genialidad de Márquez, ya no interesaron a nadie. Y él siguió adelante alternando su faceta de compositor para otros, tertuliano y participante en medios de comunicación con algunos proyectos de corto recorrido pero de los cuales algunos valen la pena. Y a ello dedicaremos la próxima semana. Mientras, les recomiendo un repaso a aquel primer y fastuoso Lp: pocas veces el pop nacional llegó tan alto.


jueves, 14 de octubre de 2021

España en los años 80 (VII)

En la primavera de 1984 llega a las tiendas "La ley del desierto / La ley del mar", el esperadísimo segundo disco grande de Radio Futura, que para entonces ya no guardan relación alguna con sus orígenes, casi cinco años antes. Los comentaristas, con razón, se referían a él como "el primero de los nuevos Radio Futura"; además así complacían a los Auserón y Sierra, para quienes su carrera musical "consciente" comenzaba en el deslumbrante single protagonizado por "La estatua del Jardín Botánico", y se negaban a interpretar en directo una sola pieza de su etapa anterior. Bien, pues si seguimos ese criterio no hay duda de que esta colección de canciones resulta de toda lógica, mantiene el nivel alcanzado entonces y establece los orígenes de esa teoría que llevará luego a considerarlos como los creadores del rock latino.

Tanto el título como el diseño de las fundas interior y exterior, así como el orden de las canciones sugiere la intención de un disco conceptual en dos partes. Y aunque en conjunto no hay diferencias notables, es verdad que dentro de su sonido con eco muy bien matizado se nota por momentos un tono más metálico en la cara A y levemente vaporoso en la B, a juego con el contenido. Tiene una apertura muy vitamínica con "Tormenta de arena", encarrilada casi a ritmo de marcha por una base rítmica con nervio y poderío sobre la que se superpone la voz de Santiago Auserón, que a estas altura ya domina su tono vocal por completo. En esa cara destaca "Escuela de calor", la canción probablemente más famosa en la carrera del grupo, y que se convirtió en una especie de banda sonora para el ambiente callejero de aquel año y algunos más: resultaba casi imposible entrar en un local modernillo y que no acabase sonando esa canción en un momento u otro, con ese ritmo funky blanco y la letra tan a juego con el título. Que por cierto, la manera tan personal que tienen de encarar el funk denota influencias de los Talking Heads, pero ellos sustituyen la carga un tanto oscurilla de los yankis por un ambiente general más luminoso, más brillante y metalizado. Y las referencias latinas se extienden a la melodía e incluso las letras en algunos momentos de la cara B, especialmente con el cierre protagonizado por "Semilla negra", otro de los hitos del grupo, que tanto aquí como en otros casos demuestra una clara querencia por los estilos afrocubanos más que por los tradicionalmente considerados "latinos"; que son cercanos, pero no iguales. En resumen no hay duda de que este es otro disco imprescindible en la historia de la música popular española, y van dos. Del mismo grupo, además. 



A mediados de 1985 publican "De un país en llamas". La fragancia latina se percibe en momentos aislados, sobre todo con "El tonto Simón" (cuya melodía está claramente inspirada en "Semilla negra"). Pero en conjunto el repertorio de este disco, el carácter del grupo en esa época, desdibujan la herencia de los Heads y nos llevan hasta un Bowie, por ejemplo: ese funk metalizado del que hablaba antes es aquí mucho más evidente. La grabación tiene lugar en Londres, y a mayores destaca la pareja de personajes elegidos para producir el disco: Jo Dworniak y Duncan Bridgeman, que en esa época participaban en Shake Shake!, un grupo funk de vanguardia que había actuado tiempo atrás en Madrid, donde los conocieron. En concreto, el primer trabajo de Dworniak con Radio Futura había sido la regrabación de "Semilla negra" (incluyendo la guitarra de Rafael Amador) para su publicación en single, y la relación seguirá manteniéndose. El caso es que la personalidad de esta pareja impregna el disco hasta el extremo de que por momentos su trabajo se sobrepone a la mayor o menor entidad de las canciones; lo cual es beneficioso, porque no todas ellas están a la altura de su obra anterior. Y gracias a ello destaca esa apertura "internacional" que es "No tocarte", o luego "La ciudad interior", por citar solo dos que van muy a juego con el estilo que se lleva por entonces en medio occidente. Tal vez por sonar un tanto "despersonalizado", el disco no llegó a la altura de ventas de "La ley...", pero sigue siendo una obra de mucha categoría; y desde luego, muy por encima de la media hispana.


Esa evolución en el tipo de sonidos y el creciente ritmo de trabajo hace que comiencen a surgir fricciones, sobre todo entre Solrac y el trío Auserón/Sierra, entre otras cosas porque cada vez resulta más difícil ajustar su estilo a una base rítmica que no acaba de convencerle, y en consecuencia a veces no se entiende con el bajo de Luis. Ese mismo año abandona el grupo, y durante un tiempo Radio Futura son un trío que se reafirma en una decisión fundamental: ellos tres son quienes crean y dirigen, y quien llegue a partir de ahora lo hará en calidad de "empleado". Con esa premisa se convierten en quinteto en 1986: el nuevo batería es Carlos Torero, veterano ya de varios grupos madrileños, y los recursos se amplían con el teclista de formación clásica Pedro Navarrete. Ese año es de "reorganización general", por decirlo de algún modo: prácticamente no hay giras, sino mucho trabajo en estudio y preparación de un nuevo repertorio que marcará también un nuevo estilo, aunque busquen de nuevo a Dworniak.

"La canción de Juan Perro", que llega a principios del 87, es el resultado. Esta vez han sustituido el sonido metalizado por otro más caluroso y orgánico con la ayuda de Dworniak, el ambiente neoyorkino donde se graba el disco y el apoyo de las percusiones que usa el cubano Daniel Ponce más la sección de viento de los Uptown Horns. Este disco es el que certifica a Radio Futura como precursores de ese naciente rock latino que para bien y para mal acabará enseñoreándose de locales de moda y radios hasta llegar a un puro mainstream que a veces se ha hecho asfixiante. “Yo hoy no tocaría algo latino bajo ningún concepto”, dijo luego Luis Auserón, hastiado de que al poco tiempo de haberlo hecho comenzaran a salir cosas como "Devórame otra vez". "¿Es culpa mía? Pues entonces me vuelvo a Jimi Hendrix y de ahí no me muevo. Es cierto que muchos grupos han salido de lo que hicimos. Pero oyendo a la mayoría de ellos no es un listado en el que yo quisiera estar”. Conste que, volviendo a lo de antes, yo veo más estilo caribeño y funk que esa abstracción de "latino" que a veces se usa a caño libre, sin matizar, pero lo que cuenta es el resultado. En cualquier caso y como siempre, las letras son magníficas y las músicas no se limitan a un único estilo: hay una clara influencia americana en general, funk, blues e incluso se distinguen pequeñas virutas de jazz, y todas ellas se van fusionando en los inspirados momentos que ofrecen esa vigorosa apertura con "En un baile de perros" o "37 grados", o el medio tiempo de "Lluvia del porvenir", o esa suma de ambientes con esos cambios de ritmo que luce "La negra flor"... y sí, por supuesto, la "latinidad" del cierre con la espléndida "El canto del gallo" (que suena más a reggae que a otra cosa), por destacar solo cinco de ese espléndido ramillete. Es curiosa la evolución de este disco a ojos de la crítica: por entonces no se les vio muy conformes, pero ahora hay muchos que lo consideran como el mejor de su carrera. También hubo desfase económico, ya que tuvo buenas ventas pero según Ariola no llegó a cubrir los gastos de la grabación.



Más o menos por entonces comenzaron a agravarse los problemas de salud de Sierra, que padecía una enfermedad hepática hereditaria y no pudo participar en la gira de presentación de "Juan Perro". Su ausencia se fue cubriendo con guitarristas distintos hasta que se confirmó Javier Monforte, que seguirá siendo fijo a la vuelta de Sierra (contando ya con la posibilidad de recaídas, cosa que ocurrirá pronto). Luego hay cambio de titularidad en la batería, con la sustitución de Torero por Óscar Quesada. A mediados del 88 y en vista de que el grupo no ha reunido aún material suficiente para un nuevo disco, Ariola trata de compensar las pérdidas relativas del anterior embarcándolos en la preparación de un directo, grabado en dos días de octubre durante sus actuaciones en Valencia y que llegará a las tiendas a principios del año siguiente. Ahí se nota que el grupo ha entrado en una situación de inercia: el disco se vende muy bien, tal vez porque ya habían pasado dos años desde el anterior y el público quería tener algo que llevarse a casa. Pero decepciona, empezando ya por la actitud codiciosa del sello, que distribuye once canciones en un doble para sacarle más rentabilidad: ninguno de los discos llega a los treinta minutos. Luego está el excesivo "tratamiento" de las canciones en estudio, o sea, overdubs y demás truquitos de laboratorio que enmascaran el sonido del grupo. Y por último la propia inclinación estilística de los Auserón por entonces, ya que en su cruzada por el "espíritu latino" y los arreglos elegantes privan de su encanto a las piezas más clásicas de su repertorio: ellos dirán lo que quieran, pero cerrar el disco presentando "La estatua..." totalmente desnaturalizada me parece un crimen. En fin, siempre se puede encontrar alguna que se salve a medias o incluso mejore:


El último disco real del grupo se titula "Veneno en la piel", se publica en 1990 y simboliza muy bien la decadencia, algo que ya nos esperábamos después de aquel directo. Aunque de nuevo la cifra de ventas y la categoría del material presentan magnitudes distintas: un nuevo público, como en el caso de Gabinete, disfruta a rabiar de canciones como la que da título al disco o "Corazón de tiza", que además fueron singles y tuvieron su video correspondiente. Ahora sí que estamos ante una banda de rock latino con todas las de la ley, un estilo que por entonces ya estaba arrasando en radios y bares modernos, así que el éxito comercial fue enorme. Para los que añoramos a los Radio Futura de sus primeros años, poca cosa quedaba ya: si acaso, leves pinceladas en algunas canciones sueltas como la que va ahí abajo. El propio grupo, incómodo con la situación, anunció que lo dejaban ese mismo año, justo en un momento de máxima popularidad y locales abarrotados: eso les honra, ya que podrían haber exprimido su nuevo estatus como hicieron unos cuantos. Como hizo Ariola por ejemplo, que los obligó por contrato a mantenerse unidos (aunque no volvieron al directo) hasta 1992, tras la publicación de un último disco que estará compuesto mayoritariamente de remezclas; aunque luego, claro, hubo recopilatorios, piezas sueltas y cosas así.


Radio Futura se despiden dos años después de cuando ellos hubiesen querido, así que estamos ante un grupo que ocupó con una exactitud casi matemática la década de los 80 y la dignificó como nadie (en comparación con ese fulgor, sus carreras posteriores no nos dicen mucho). Por último vaya desde aquí un recuerdo a Enrique Sierra, fallecido en 2012 y cuya importancia es crucial en esta historia: los Auserón eran los compositores principales y tal vez los "ideólogos", pero él fue el eje sobre el que giraba la evolución en el sonido del grupo. Era mucho más que un simple guitarrista, y eso que solo hablamos de asuntos musicales.




lunes, 4 de octubre de 2021

España en los años 80 (VI)

Ya estaban tardando: con ustedes, Radio Futura. Son el grupo más destacado y tal vez más influyente de la nueva ola, puede que de toda la década de los años 80 y más allá, aunque por supuesto cada tribu citará otros nombres. Hay similitudes con Gabinete Caligari, ya que también ellos tuvieron una primera época en la que se adaptaron a los estilos del momento: si Gabinete fueron siniestros, ellos llegaron a representar como nadie el espíritu pop de la Movida gracias a unas canciones chispeantes, muy bien construidas, con unas letras que reflejaban la época con acierto y más categoría de la que puede parecer. Luego, también como Gabinete, cambiaron totalmente de perspectiva: a partir de 1982/83, Radio Futura son un grupo distinto que conseguirá un sorprendente equilibrio entre densidad melódica, calidez y vanguardia. Ese equilibrio demuestra una gran formación, y les da ese sabroso eclecticismo que nadie ha sabido conseguir como ellos aunque les adjudicasen la etiqueta de "padres del rock latino", que me parece bastante reduccionista. Por otra parte, el éxito que consiguieron con su primer disco dio la confianza suficiente a los sellos tradicionales para lanzarse a fichar gente nueva a diestro y siniestro -otra cosa es que, salvo algunas excepciones, los resultados fueron bastante desalentadores. Y al poco de comenzar la nueva década, lo dejaron: ya no era su tiempo ni su circunstancia. 

Ya vimos que la primera formación fue reunida por el artista multimedia Herminio Molero en 1979 bajo el nombre de "Orquesta Futurama": junto a él, que toca los teclados y hace coros, está el batería Javier Pérez Grueso (Javier Furia, para los amigos), que también canta; los hermanos Auserón (Santiago: guitarra, voz; Luis: bajo) y el guitarra solista Enrique Sierra. Al igual que Molero y Grueso, los Auserón son dos diletantes con varias inquietudes artísticas e incluso profesionales, y en parte su llegada a la música tiene un componente casual. Por contra, Sierra es ya para entonces uno de los mejores guitarristas madrileños, y su consagración había tenido lugar en Kaka de Luxe (donde era el único que sabía tocar de verdad). En un principio se dejan llevar por la idea de Molero de crear una alternativa nacional al estilo de Roxy Music pero con más ligereza, con una clara cadencia pop, y en poco tiempo -ya bajo el nombre de Radio Futura- tienen preparadas unas cuantas canciones que comienzan a hacerse populares en el circuito madrileño. Entre eso y que Molero es un personaje conocido en el mundillo cultural de la ciudad, ya en ese año se les ve en televisión, son teloneros de Elvis Costello y consiguen un contrato discográfico: la sorprendente Hispavox está dispuesta a grabarles un disco grande sin pasar siquiera por el single.

En la primavera de 1980 llega ese disco, que será toda una revolución. Se titula "Música moderna", y a pesar de que una denominación tan evidente parece buscar la ironía es al mismo tiempo la imagen exacta de lo que contiene: estamos ante el acta fundacional de la nueva ola, la Movida o como quieran llamarle, antes incluso que los Pegamoides, y además con unas letras que en parte sintetizan muy bien el momento generacional (la magnificencia irónica de "Enamorado de la moda juvenil", con ese ritmo casi ferroviario), la lujuriosa languidez que supera incluso a unos Parálisis Permanente ("Muchachita", esa perla de medio tiempo), o unos ritmos electrónicos que también pueden dejar atrás a los Pegamoides ("Trepidación", el título lo dice todo). Y hablando de los Pegamoides hay que recordar la fantástica "Ivonne", un pop electrónico de vanguardia en cuya creación participa Berlanga y que recreará con su grupo poco después. Pero también demuestran su habilidad para hacer versiones: ese tono de reggae que emplean con el "Ballrooms of Mars" de T. Rex, con los arreglos electrónicos que le añaden, dan a luz "Divina", una nueva y maravillosa canción favorecida además por una letra hermosa que mantiene todavía algunas similitudes con la de Bolan; fue escrita por Santiago Auserón, como dedicatoria a Alaska. Y podría seguir detallando las demás canciones del disco con igual embeleso, pero lo dejo aquí porque sospecho que se me nota demasiado mi devoción por él. Solo añadiré que, sumando unas con otras, esta es una exacta representación del conjunto de tendencias y estilos que están surgiendo en la nueva ola madrileña. También Hispavox quedó embelesada con la cifra de ventas y la presencia arrasadora del grupo en directos, radios y televisión, pero el ambiente ya se estaba agriando antes de llegar el disco a las tiendas.




Los conflictos comienzan en las grabaciones: los Auserón y Sierra no aprobaron los arreglos que hizo Molero, que además es el compositor de gran parte del material aunque todas las canciones figuran a nombre colectivo: oficialmente el productor es Honorio Herrero (en vista de su trayectoria no se entiende muy bien qué pinta aquí), pero en realidad es Molero quien decide. Por otra parte, la intención del sello -que no ha captado el trasfondo irónico- es la de convertirlos en un nuevo ídolo juvenil como Tequila o los Pecos, ya puestos. Como consecuencia vienen unos meses de actuaciones en cualquier sitio y campañas de publicidad que acaban de envenenar la situación. Grueso se marcha ya antes de que termine el año, mientras Molero lo hará a principios del 81: el puesto de teclista queda vacío, y a la batería entra como fijo Carlos "Solrac" Velázquez, que ya había participado en las grabaciones. Los otros tres intentan olvidar esa época haciendo borrón y cuenta nueva: "Música moderna" deja de existir para ellos. La cosa llega a tal extremo que en algunas discografías del grupo este título ni siquiera aparece, y creo que sobreactúan un poco: esa postura de ignorar el disco -y por consecuencia esa época- y decir que se trata básicamente de una obra de Molero en la que ellos son simples músicos me parece un pelín elitista, como diciendo "nosotros somos unos señores muy elevados y no hacemos este tipo de niñerías". Los Auserón han dejado más de un rasgo de soberbia a lo largo de su carrera, y la soberbia suele ser gratuita. El caso es que además ganan un juicio a Molero por la propiedad del nombre del grupo, lo cual parece extraño, pero finalmente resulta que Radio Futura son ahora un cuarteto que no tendrá nada que ver con sus primeros tiempos.


Estamos en 1982. Para entonces también está en precario su relación con Hispavox, como era de esperar tras el error de planteamiento comercial del sello, que sin embargo parece estar reconsiderando su estrategia y decide crear un subsello llamado Flush! para sus fichajes "modernos". Como responsable designan a Carlos Juan Casado, que se ha ganado un prestigio en Ariola y trata de apoyarlos en todo lo posible; por otra parte Jaime Stinus les ayuda también y produce el primer single de este grupo renacido. Y qué single: ya solo la cara A, con "La estatua del Jardín Botánico", se basta para señalar un antes y un después en la vida del grupo y de muchos de los que nos sentimos acompañados por esa canción hasta hoy mismo. Sobre ella se han escrito tantas alabanzas que ya resulta imposible añadir una sola más, así que me limito a resumir: es una obra cumbre sin parecido con nada de lo que se hubiese grabado aquí antes, cinco minutos en estado de gracia para un grupo que solo con esa canción ya habrían pasado a la historia del pop nacional con todos los honores. Hay un magnífico complemento entre la música, una pieza de medio tiempo, densa, atmosférica y de perfecta ejecución, con una letra quizá un tanto esteticista pero con un soberbio punto melancólico; y la guinda la pone un colectivo de publicistas fans del grupo, que les elabora un vídeo muy a juego. En cuanto a "Rompeolas", la cara B, podría haber sido una magnífica A: aunque parece quedar un tanto oscurecida por la brillantez de su compañera, estamos ante otro ejemplo de la altura que han alcanzado. Es una pieza alegre, muy rítmica, bailable pero con esa categoría que impregna la nueva entidad del grupo (será durante mucho tiempo una de las sintonías de Radio 3). Llega un segundo single a finales del año, con "Dance usted", un tema funk, y la instrumental "Tus pasos", un ejercicio de estilo muy bien construido. Carece de la magia del anterior -alcanzarla es tarea imposible- pero deja marcada ya la impronta del nuevo estilo del grupo, con un perfecto dominio de sonoridad y eco, ambos brillantes, muy marcados, y la perfecta ejecución de cuerdas y base rítmica. Así que, dejando aparte nuestra opinión sobre su voluntad de enterrar el pasado, no se puede negar que han crecido. Y mucho.



Termina por fin el contrato con Hispavox. Durante casi dos años sin pisar un estudio de grabación, el grupo ha estado rodándose en una sucesión interminable de actuaciones, y a finales del 83 comienzan a grabar por su cuenta en Doublewtronics (los estudios de moda entre gran parte de los músicos del momento). Pocos meses antes habían fichado ya por Ariola pero, escarmentados por el comportamiento de su antiguo sello, prefieren no firmar un contrato vinculante y de momento utilizar este solamente para el prensaje y la distribución. En cualquier caso no tendremos que esperar mucho para que el resultado llegue a las tiendas, así que tomaremos otra ronda mientras pasan los días y llega la próxima semana.