"Un día empecé a tocar la guitarra muy rápido, al estilo locomotora, y me sentí como si estuviese haciendo surf sobre las olas".
Dick Dale
Sí señor, las Navidades otra vez. Y como los viejos somos muy respetuosos con las tradiciones milenarias, el bar vuelve a vestirse de gala para celebrar estas fiestas como se merece. Por otra parte ya saben ustedes que nuestra mayor preocupación es que la selecta clientela que nos honra con su visita no se nos aburra con propuestas reiterativas, así que cada año cambiamos de ambiente musical. Y este se lo dedicaremos a un estilo muy festivo, precisamente: la música surf, esa bendita anomalía que surgió en los Estados Unidos en un momento en el que todo parecía perdido. Por ultimo, les recuerdo que el formato de las fiestas en este local es el de 12+1, y que al salir podrán ustedes llevarse el aguinaldo correspondiente. Así que vamos a ello.
Antes de nada hay que ponerse en situación: a finales de los años 50 el rock and roll estaba dando sus últimas boqueadas, y los grandes sellos se las prometían muy felices volviendo al orden blanco con la argucia del high school. Aquello era una regresión evolutiva en la que unos cantantes guapitos acompañados de orquesta interpretaban piezas melosas -pringosas, diría yo- para delirio de un público adolescente y soñador que por eso mismo, por soñador, no se daba cuenta de que el tiempo pasaba y el amenazante Imperio Británico estaba a punto de reconquistar aquellas tierras. Pero el sector más “aguerrido” de la juventud había quedado huérfano de sensaciones fuertes, y eso había que arreglarlo. Por otra parte hay una circunstancia paralela que se solapa con esta: la reivindicación de los instrumentistas, que buscan un sonido de grupo, frente a la jerarquía de los cantantes. Incluso el rock and roll, con todo lo que tuvo de revolucionario, había seguido manteniendo esa jerarquía; no digamos ya si el frontman era además instrumentista (la mayoría de las grandes figuras), con lo cual su presencia sobre el escenario anulaba todo lo demás. La música surf es la primera evolución, a medio camino entre rock and roll y garaje, en la que el protagonismo es colectivo. Otra cosa es que los músicos más cercanos al pop mainstream, como los Beach Boys o Jan & Dean, “aprovechen la ola” y durante un tiempo se dediquen al surf vocal, pero para el sector más friki de los aficionados nunca pasaron de ser unos advenedizos en este mundillo.
Al mismo tiempo surge una nueva estructura de poder, ya que hasta ahora la mayor parte de los grandes sellos (RCA, CBS) operaban desde Nueva York; el rock and roll blanco y el country (Sun, mayoritariamente) lo hacía desde el sudeste, y los sellos negros en su mayoría estaban en Chicago. La patria de la música surf, salvo muy contadas excepciones, será California, con sus playas, sus chicas y sus coches. Y en el plano puramente instrumental, la música surf es el “campo de batalla” en el que se dirime la lucha de poder entre el decadente saxo y la pujante guitarra eléctrica, un prodigioso instrumento cuyo poderío se incrementa con el apoyo de unos cuantos pedales que pueden alterar su sonido hasta llegar a la pura brujería: con la música surf llegan el vibrato, la reverberación, el ritmo 4/4 y demás alicientes que van a volver loca a una parte de la juventud estadounidense hasta la llegada de la invasión británica. A partir de ahí su magia será aprovechada durante algún tiempo más por el cine (Ennio Morricone, entre otros, es un admirador de ese sonido), pero su época de fulgor no pasa de tres o cuatro años. Y cuando llegan los isleños queda expuesto el punto débil, no solo del surf sino de la totalidad de la música blanca estadounidense: el no haber seguido adelante con la fusión que había comenzado el rock and roll blanco con el rhythm and blues. Justo lo que hicieron los invasores.
Teniendo en cuenta que la guitarra será la reina de este estilo, es inevitable citar al menos a los dos más ilustres precursores, surgidos ya a finales de los años 50, que oponen su maestría como instrumentistas frente a la oferta masiva de frontman con orquesta. Ambos comenzaron su carrera casi al mismo tiempo, así que vamos primero con el que antes consiguió la popularidad. Y ese es Duane Eddy, nacido cerca de Nueva York y cuyos orígenes están en el country. Pero su afición por “trucar” la guitarra eléctrica y el haberse encontrado con el legendario Lee Hazlewood le cambiaron la vida: durante unos años, el sonido “twangy” de su guitarra y las excelentes composiciones de Hazlewood, co-autor junto a él de buena parte de su material (más unas cuantas versiones inesperadas), lo mantuvieron bastante alto en las listas convencionales. Lo cual tiene su mérito, considerando que hablamos de un género al margen del mainstream. Su dominio de la reververación y el eco son novedades sorprendentes a finales de los años 50, pero pronto fueron asimiladas por las bandas surf: a partir de 1961/62 su estrella comienza a decaer, aunque se mantuvo en el negocio durante mucho tiempo alternándolo con otros trabajos relacionados con el mundo musical. Aquí tenemos “Moovin’ n’ groovin’” (cuya intro "toma prestada" de Chuck Berry): es una de sus clásicas de 1958, tal vez su mejor año.
El otro pionero es Link Wray, nacido en Carolina del Norte (es decir, seguimos en la costa atlántica), de origen mestizo y que pasó gran parte de su juventud en Virginia. También él comenzó en el bando del rockabilly o el country como cantante guitarrista; sin embargo, y como Eddy, su afición por experimentar con la guitarra, la posibilidad de deformar el sonido a base de reverb, distorsión y otros trucos lo van llevando hacia el sonido instrumental. En 1958 consigue el éxito (cerca de un top 10) con “Rumble”, una exhibición de trémolo y distorsión en tiempo lento, “arrastrado”, que pasa a formar parte de la leyenda. Y eso a pesar de que fue boicoteada por gran parte de las emisoras y prensa, sugiriendo que por su título (en slang, “bronca callejera”) inducía a la violencia juvenil. Lo cual resulta un tanto “exótico”, teniendo en cuenta que estamos ante una pieza completamente instrumental... pero así se las gastaban por entonces en el país de la Libertad. Y aunque su época dorada, también como en el caso de Eddy, comenzó a declinar a principios de los años 60, él mantuvo una carrera casi continua durante toda su vida, con más popularidad seguramente en Europa que en su país, y varios estilos distintos. Wray y Eddy han sido de los primeros referentes para una enorme cantidad de guitarristas desde los años 60 en adelante.
Y entramos de lleno en el mundillo surf con la primera gran banda que establece el canon del estilo: los Ventures, que con el paso del tiempo se convirtieron además en el grupo más representativo y longevo. Lo curioso del asunto es que proceden del noroeste, del estado de Washington, donde se está gestando una auténtica revolución tanto en el sonido como en la personalidad de los grupos. Pero ahora estamos a lo que estamos: los Ventures se presentan en 1960 con, entre otras, la inolvidable “Walk, don’t run”, que se convierte automáticamente en el primer hito en la historia del surf instrumental. Para entonces son ya un grupo de cuerdas y percusión, sin instrumentos de viento, y su fama se extiende de tal modo por todo el mundo que han vivido de la profesión hasta hoy mismo: América, Japón, Australia, Europa… Seguro que en estos momentos aún andan de gira.
A lo largo de toda la costa californiana e incluso más arriba, las emisoras comienzan a poblarse de grupillos que provocan el delirio de los fans con el nuevo ritmo. Uno de los primeros fueron los Gamblers: surgieron en el sur, dirigidos por el canadiense Derry Weaver, que además de guitarrista era compositor. En realidad, durante su corta vida, fueron más una asociación “experimental” que un verdadero grupo, pero de sus dos únicos singles destaca con nitidez el primero, donde tenemos otra de las grandes clásicas del género: “Moon dawg!”, compuesta por Weaver en honor a “Moondog”, es decir, el legendario Alan Freed, el primer DJ de la historia, el inventor del término “rock and roll”, de las discotecas y sabe dios de cuántas cosas más. La cara B lleva por título “LSD 25”, por lo cual se convierte en la primera pieza musical con un título tan psicodélico, sin tener relación alguna con esa substancia. El single se publicó en 1960 y fue top 10 en la costa californiana, aunque en el resto del país pocos se enteraron. Por cierto, que de ese grupo salió el eximio Larry Taylor; y Bruce Johnston, que entró luego en los Beach Boys... grupo que hizo una versión bastante buena de esta pieza en 1962.
Dick Dale, nacido en Boston de padre libanés (su verdadero apellido es Monsour), es un guitarrista que, como Duane Eddy o Link Wray, lleva ya unos años en el negocio con su voz y su guitarra: sus primeros singles son de rock and roll tardío, pero muy agradable. Ya por entonces es notoria su gran destreza con la guitarra y su gusto por la reverberación; en cierto modo podría compararse con Wray, aunque Dale es tal vez más vigoroso, más “heavy”, por decirlo así. Aprovecha el nacimiento de la música surf para cambiar de trayectoria y convertirse en poco tiempo en el autoproclamado “Rey de la guitarra surf”, cosa que ocurre a partir de 1961, cuando publica su primer single en ese estilo. Sus dos piezas más populares (aunque tiene muchas) son versiones de melodías tradicionales, una griega y otra judía: “Misirlou”, de 1962, y “Hava Naguila”, del año siguiente. Se las enseñó su padre, y el trabajo de reforma que hace sobre ellas es sorprendente. Dale tuvo unos años gloriosos alternando la música surf con la hot rod (que viene siendo lo mismo, pero con temática de coches veloces y motos), hasta que un cáncer casi se lo lleva. Volvió mucho tiempo después: como Wray y algunos más, se convirtió en una leyenda viva que anduvo actuando por todo el planeta. Y por supuesto, Tarantino le hizo un gran favor rescatando para las nuevas generaciones a la gran “Misirlou”, rescatando por tanto la memoria de Dale, cuyas ventas de recopilatorios se dispararon a partir de ahí.
En 1962 se confirman los Beach Boys, un grupo que había debutado con un single el año anterior y ahora lo hace con su primer disco grande. Son los más destacados representantes de la rama vocal de la música surf / hot rod, aunque hay varios grupos que alternan en su repertorio las piezas cantadas con las puramente instrumentales. La diferencia fundamental entre ellos y los demás es que aquí los juegos de voces son esenciales, y su espléndido dominio de los coros será uno de sus puntos fuertes durante toda su carrera. Como sucede con todos los músicos de larga proyección, el surf es solo una moda transitoria que les sirve para echar a andar, aunque no la abandonaron hasta que la invasión británica casi se los lleva por delante junto a todos los demás. A partir de ahí será un grupo pop de mucha categoría hasta que comience su decadencia, a finales de la década. De sus muchísimas canciones dedicadas a las playas, las chicas y los coches, tal vez la más brillante sea esta “Surfin’ USA” que lo tiene todo y demuestra su magnífico empaste vocal.
También 1962 es el año en que se presenta un grupo que anda por la costa de Los Angeles y que son una especie de saga: debutan bajo el nombre de los Bel-Airs con una pieza de tiempo medio titulada “Mr. Moto” que se convierte en otra clásica, aunque las tienen mejores. Al año siguiente deciden cambiar de nombre y pasan a ser Eddie & The Snowmen (su lider se llama Eddie Bertrand), y por último, tras algunos singles más o menos en el mismo estilo, en 1964 se reconvierten en los Bel-Aires hasta su separación un año después. En realidad era una especie de grupo-escuela, ya que de ahí salieron unos cuantos músicos que luego formarán parte de bandas de categoría como los Standells o Cat Mother. Y aunque suele recurrirse a su primer single para presentarlos, el segundo es mucho mejor: se titula “Volcanic action”, y es uno de esos pulsos que mantienen la guitarra y el saxo tan distintivos de este género.
1963 puede considerarse como el momento central de esta efervescencia; y aunque los Beach Boys quieran convencernos de otra cosa, para entonces ya está muy claro que los músicos no tienen por qué ser surferos ni californianos para grabar este tipo de sonido. Por ejemplo, en este año debuta un grupo de veteranos procedentes de Colorado que aprovechando el rebufo se dan a conocer en California como The Astronauts y bajo el padrinazgo de Lee Hazlewood graban una composición suya: “Baja”, una de esas melodías encantadoras de twang puro que por supuesto arrasó en las fiestas playeras de la época. Animados por el éxito, Hazlewood y compañía comenzaron a publicar grabaciones a destajo, tanto instrumentales come cantadas (más de la mitad eran versiones), y para 1964 ya estaban arrasando en Japón junto a los Ventures. Luego la cosa comenzó a desinflarse, pero aún aguantaron hasta casi finales de la década.
Los Chantays en cambio sí son californianos de pro. Surgen también en 1963, y aunque no tienen una producción muy extensa (en la práctica, su obra cabe en dos discos grandes) han dejado algunas clásicas para la historia. De entre todas ellas destaca sin duda “Pipeline”, un magnífico ejemplo de surf de tiempo medio, que ha sido versionada mil veces tanto en su país como en la Isla. Lo cual no es tan frecuente como podría parecer: cuando se compara a los grupos surferos americanos con los Shadows se ven claramente las diferencias entre un estilo y otro. Los Chantays, al igual que otros cuantos de esta época, se vieron beneficiados por el furor vintage que comenzó en los años 80, reforzado luego por el "efecto Tarantino", y todavía hace poco era posible verlos en directo.
Un caso parecido es el de los Surfaris, que se presentan casi al mismo tiempo que los Chantays y cuyo nombre lo dice todo: al igual que ellos, han dejado al menos una clásica absoluta para la historia. Y aunque en su época tampoco tuvieron una carrera muy prolongada, “resucitaron” en los 80/90. Los Surfaris, por otra parte, resumen muy bien la política de los sellos discográficos que se dedicaban a este estilo: exprimir lo máximo posible a los grupos con una producción desmesurada que inevitablemente dejaba a la luz sus carencias. Porque vuelvo a lo de antes: el surf es una evolución del rock and roll que, al no mezclarse con ninguna otra corriente, acaba resultando reiterativa. Y por eso duró lo que duró, hasta que los británicos enseñaron el hocico. En fin, vamos con esa histórica tremebunda: “Wipe out!”, con su inolvidable y sarcástico “saludo” inicial.
La conmoción surfera afectó a otras zonas del Pacífico; especialmente a Australia, donde en poco tiempo surgieron unos cuantos grupos que copiaron miméticamente el estilo californiano sin añadir nada nuevo. Pero hubo al menos uno que consiguió una cierta popularidad, también en los Estados Unidos: los Atlantics, de Sydney. Parece extraño que su nombre corresponda a un océano que nada tiene que ver aquí, pero según ellos se debe a sus orígenes. Hay que recordar que tras la Segunda Guerra Mundial hubo un enorme éxodo migratorio de Europa hacia aquella isla, y ellos son descendientes en primera generación de esos emigrantes. En fin, el caso es que también los Atlantics siguen hoy en activo, y dejaron al menos otra gran clásica para el listado de inevitables surferas: “Bombora”, que podría haber firmado cualquiera de los grandes grupos californianos.
Cerramos la docena con un músico todoterreno cuya obra resume muy bien la evolución surf/hot rod a partir de la decadencia de 1964/65, cuando esa música comienza a vivir una nueva juventud como banda sonora de muchas películas de carretera de serie B, principalmente: ya saben, los veloces automóviles de carreras, las tribus de moteros, la delincuencia juvenil, ese tipo de ambientes. Se trata de Davie Allan (con o sin sus Arrows), cuyo primer single se publica en 1964 y que no hace grandes modificaciones a su estilo surfero original para conseguir un montón de encargos para bandas sonoras entre 1965 y el 67, cuando con la llegada de la psicodelia también ese estilo cinematográfico comienza a decaer. Pero poco antes de comenzar con esos trabajos publicó un primer disco grande titulado “Apache ‘65”, cuya pieza central por supuesto es la que los Shadows habían llevado a la gloria poco antes. Y creo que es una forma muy oportuna de terminar esta serie, ya que muestra claramente la diferencia de espíritu entre un país y otro.
La pieza 12+1, aunque como siempre va fuera de programa, en realidad no tiene nada que envidiar a las anteriores. Sus creadores son un grupo canadiense llamado Les Jaguars, cuya carrera comenzó sobre 1962, es decir, justo cuando el furor surfero estaba en su apogeo allá abajo. Una de sus mayores influencias son los Shadows, lo cual implica que suelen sonar más europeos que americanos. Pero junto a eso hay también twist, algo de rockabilly, piezas de origen latino, orquestal y en conjunto la sensación de que ya resultan un tanto desfasados por entonces. Sin embargo, en 1965 deciden echar una cana al aire y graban “Guitare jet”, con arranque al estilo Surfaris, que se convertirá en la más brillante aportación del conspicuo país canadiense al género playero californiano. De hecho, tal vez sea la última gran obra de un estilo que por entonces ya está comenzando a resultar anacrónico.
Y esto es todo. Espero que la velada haya sido de su agrado, y aquí queda el paquetillo correspondiente por si desean repetirla en la comodidad de su salón. Por mi parte solo me queda desear unas felices fiestas, próspero año nuevo, etc etc y, como dirían los irreductibles galos, que no nos caiga el cielo encima. Hasta más ver.