Aunque fueron los Beatles quienes abrieron la espita del gas, parece evidente que los nuevos músicos con inquietudes están más interesados en el r’n’b que se factura en Londres que en ese beat, demasiado blanco y blando al mismo tiempo, al que ya le queda poco recorrido. Así que la consigna está clara: ejercitarse con el ritmo de moda en la capital y luego buscar una personalidad propia. En eso andan también los Animals, un grupo de la lejana Newcastle que desde el principio demuestra tener una perspectiva muy amplia, puesto que sus gustos llegan hasta el folk pasando por Dylan, el rock and roll, el soul y el blues. Con ese fondo de armario, unos músicos de categoría y un cantante llamado Eric Burdon, de tono y potencia vocal sobresalientes, no es extraño que pronto se hiciesen con un puesto de privilegio en la Invasión. Lo curioso de este grupo es que tienen muy poca obra propia: por lo general prefieren reinterpretar canciones del repertorio tradicional (casi siempre estadounidense) o que, siendo más o menos contemporáneas, vayan bien con su estilo. Es decir, que son intérpretes especializados en “recrear” más que en crear, lo cual de algún modo los aleja de los compatriotas de su generación; aunque vagamente, por esa amplitud de miras y la combinación de teclista y cantante estrella, podrían recordarnos por un momento a Manfred Mann. Habrá un tiempo en que los Animals graben preferentemente en Estados Unidos, en un sello de allí y con residencia en aquel país. Escuchándolos con detenimiento, tal vez acabemos pensando que son, como los Stones, un grupo más americano que británico; empezando por esa voz, cuyo titular acabó siendo calificado como “el blanco de alma negra”. Otra cosa es que los Animals que se presentan ahora no pasaron de 1966: a partir de ahí habrá que hablar de la trayectoria de Burdon y las sucesivas formaciones que encabezó. Burdon es siempre la pista a seguir.
Sin embargo la historia comienza por el teclista Alan Price, que tras unas cuantas idas y vueltas parece consolidar en 1962/63 su Alan Price Rhythm And Blues Combo. Junto a él hay dos alumnos de la escuela de Arte: el cantante Eric Burdon y el batería John Steel, que son amigos; a la guitarra está Hilton Valentine, que con solo veinte años ya es un veterano que ha pasado por bandas de skiffle y rock and roll, y el bajista es Bryan “Chas” Chandler. Es el mayor de todos, y sin embargo el de menor trayectoria (aunque en poco tiempo será reconocido como uno de los mejores bajistas de la Isla). A mediados de 1963 se “diluye” el supuesto liderazgo de Price y el grupo adopta el nombre colectivo, siempre más democrático, de Animals. La razón de tal nombre, según a quien queramos hacer caso, da para tres o cuatro versiones distintas: la más atractiva es que en directo eran exactamente eso, unos animales (aunque tal cualidad, en aquellos tiempos, no les diferenciaba mucho de otros cuantos colegas de profesión). Un día, envalentonados, van a Manchester y graban allí, de su propio bolsillo, un Ep de cuatro versiones con tirada de 99 ejemplares: unas cuantas copias figuran a nombre del combo de Alan Price, otras ya como Animals. Más tarde o más temprano Burdon y su gente volverán a interpretarlas, pero de momento aquí tenemos dos de ellas, con toda la frescura del debutante que se sabe capacitado.
Esa grabación llega a oídos -y nunca mejor dicho- de Giorgio Gomelsky, quien como ya sabemos fue quien puso a los Stones en el mapa y ahora es manager de los Yardbirds. Gomelsky los trae al Crawdaddy, ve que tienen futuro y los pone en contacto con Mickie Most, un cantante reconvertido que acaba de pasarse al otro lado del negocio. Tras dejar el micro, Most ha estado estos últimos meses trabajando para tiendas de discos hasta que Columbia le ofrece un puesto como cazatalentos y productor: los Animals serán su primer fichaje. En cuanto a Gomelsky, su confianza en ellos es tal que cuando Sonny Boy llega en Diciembre para su primera gira isleña, no asigna a los Yardbirds para que le acompañen en Newcastle: allí se lucirán los Animals, ante su gente. También grabó esas actuaciones, aunque como en el caso de los Yardbirds se publicarán años después, a principios de los 70. Aquí tenemos dos ejemplos: en “My baby”, Sonny Boy es la figura estelar; en “Nobody but you” el protagonismo es compartido.
Bajo la dirección de Most, que será su productor durante dos años, los Animals publican su primer single a principios de Marzo. En la cara A presentan “Let me take you home”, que según ellos es la evolución de “Let me follow you down”, una tradicional que conocieron por la versión que hace Dylan en su primer disco. En unas ediciones ese single figura como arreglada por Price, en otras por todo el grupo. Pero la cosa es más complicada: justo por entonces Bert Berns (a.k.a. Russell), que es autor -entre otras muchas- de “Twist and shout” (que interpretaron los Beatles), “Hang on Sloopy” (los Yardbirds) o del “Cry to me” (Stones y Pretty Things), arregla “Baby let me hold your hand” y se la da a Hoagy Lands, un cantante soul que la publica en Enero. Resulta que tanto esa canción como la tradicional tienen un estilo parecido, y de hecho en algunos listados la pieza que cantan los Animals figura directamente como obra de Berns. Todo este lío viene a cuento porque no será esta la única canción “problemática” en el repertorio de los Animals en cuanto a su autoría. La cara B es “Gonna send you back to Walker”, otra pieza que también tiene su historia pero que para resumir podemos considerar como versión de “City slick”, publicada el año anterior por Timmy Shaw. Y como lo que importa es el resultado, hay que reconocer que los Animals ya tienen aquí carácter propio: el ambiente cálido podría recordar un cruce entre los Stones y los Mann, pero esa voz tiene una textura y una potencia inigualables. Por otra parte el sonido envolvente del órgano y la ejecución en conjunto les da mucha densidad, y un top 20 es un buen premio considerando que se trata del debut de un grupo provinciano.
De pronto el grupo provinciano da la campanada con una pieza cuyos difusos orígenes podrían rastrearse hasta el folklore británico del siglo XVII, y que se titula “The house of the rising sun”. Es la cara A de su segundo single, publicado en Junio, y llegó como un rayo al número uno tanto en la Isla como en Estados Unidos (aunque allí en versión reducida). Una vez más resulta controvertido el camino por el que llegaron a ella: según el día que tenga, Burdon dice que la descubrieron gracias a Dylan (también en aquel primer disco grande) o que la interpretaba un grupo folk del norte de la Isla y se la oyeron a ellos. Lleva ya muchos años contando esta segunda historia, aunque Valentine afirmaba que el arpegio con el que abre la canción está inspirado en las escalas que emplea Dylan. Para liar más el asunto, de unos años a esta parte algunos periodistas han salido con una nueva teoría, la de que se inspiraron en el bluesmen Josh White tanto en esta pieza como en “Let me take you home”. En fin: bienvenidos al loco mundo de la paternidad de las versiones. Y como esta canción es de sobra conocida, y hay páginas y más páginas en Internet contando hasta el más mínimo detalle histórico y artístico, solo añadiré que a la hora de inscribir la canción en el registro, como en el single anterior, el grupo acuerda que Price figure como arreglista único, y luego ya se repartirán el dinero. Bueno, pues ya veremos si se lo reparten o no. La cara B es “Talkin’ ‘bout you”, una clásica de Ray Charles que ellos actualizan con mucha brillantez; en el single la pieza dura dos minutos escasos, pero aquí tenemos el trabajo completo que hicieron antes de recortarla.
Ni que decir tiene que los Animals fueron inmediatamente solicitados por cadenas televisivas y empresarios estadounidenses. Su llegada a Nueva York, con motoristas y limusina esperando en el aeropuerto más el desfile consiguiente, no tuvo nada que envidiar a la de los Beatles: de algún modo, aquel grupo les parecía más “familiar”, digamos, que cualquier otro de los que estaban llegando desde la Isla. Semanas antes de partir, en Septiembre, se lanza el tercer single; teniendo en cuenta el fastuoso precedente de tres meses antes, las expectativas eran muy altas y por tanto también lo era el riesgo. Pero supieron encararlo muy bien, sorprendiendo a los aficionados con sus dos primeras piezas propias y en un estilo totalmente opuesto a su éxito anterior. En la cara A tenemos “I’m crying”, una especie de rock blues con un coro al estilo Yardbirds y un ritmillo endiablado en la que se luce todo el mundo: está compuesta por Burdon y Price, y desde luego ambos sobresalen; pero no es menor ese juego de tambores, esa finísima y vigorosa digitación de la guitarra, y ese bajo palpitante. En realidad la suma de todo ello está más cerca del pop que de cualquier otra cosa -y los puristas torcieron el gesto-, pero no se puede negar que es tremendamente efectiva y ha quedado como una de sus canciones más brillantes y representativas (además de que ese tipo de ritmo es uno de los grandes referentes para las bandas de garaje). “Take it easy”, la B, es más clásica: es un rhythm and blues de libro, cuya marchita denota su escuela british, que podría llegar a recordar incluso a un Alexis Korner. Siento debilidad por ese estilo, qué le voy a hacer. En fin: que salieron del compromiso con mucha solvencia, y un top 10 es un buen premio.
A principios de Noviembre presentan su primer Lp, con titulo homónimo, y no hay una sola pieza enteramente propia salvo, como mucho, las “recreaciones” que hacen Burdon y Price sobre las dos primeras. El disco se abre con una adaptación libre de Burdon sobre la “Story of Bo Diddley” publicada por este poco antes (vaya, otro grupo de isleños que recurren al viejo Bo). Respetando el ritmo básico, Burdon nos cuenta los orígenes de Diddley, la decadencia del rock and roll, cómo la mecha prendió en la Isla a través de los Beatles, su encuentro con él en Newcastle, los Stones por medio, la opinión de Diddley sobre lo mala que era la música que estaban haciendo… En fin, un culebrón. Hay que recordar que esa misma idea es la que tenían casi todos los bluesmen que llegaron a la Isla, empezando por Muddy Waters o Sonny Boy: el trato que los melenudos ingleses estaban dando a su repertorio era horrible. Tendrá que pasar un tiempo hasta que algunos, como B.B. King, acaben reconociendo dos cosas: en primer lugar, tal vez su punto de vista era un tanto arcaico y no eran capaces de entender ese planteamiento tan "revolucionario"; y en segundo lugar, como consecuencia, tenían un difuso temor a ser borrados del mapa, o algo por el estilo (cuando en realidad lo que sucedió fue que precisamente gracias a los británicos mejoró muchísimo su situación artística y económica: el propio King estuvo dándoles las gracias hasta su muerte). A continuación Price recrea la inmemorial “Bury my body”, una clásica del repertorio góspel; lo hace tan bien que parece propia, porque a Burdon le queda como un guante. Los referentes más próximos de esa pieza ya tenían unos años: desde los tiempos de (otra vez) Josh White, la única que se escuchó en la Isla fue la de Lonnie Donegan, pero ya tenía más de diez años y no se aparta mucho del tono acústico de las anteriores. En fin, que aquí Price hizo un buen trabajo.
En cuanto al resto, los Animals, como Manfred Mann, están demostrando que se pueden mantener sin necesidad de mucho repertorio propio, porque su tratamiento del material ajeno es de calidad. Otra cosa es que difícilmente volverán al número uno de las listas (como le pasa a los Mann), pero tienen una gran solidez y, también al igual que los Mann, no son simplemente un “grupo de voz y guitarras” como la mayoría… aunque Valentine sea de lo mejorcito de la Isla, y nunca se haya reivindicado lo suficiente. Pero a lo que íbamos: de las otras diez piezas, destaca el hecho de que Chuck Berry, John Lee Hooker y Fats Domino tienen dos cada uno. Algunas sorprenden, como “Memphis, Tennessee”, que tal vez suena un poco poppy (el propio Berry me suena así de vez en cuando), pero la resuelven muy bien. La versión de “Dimples” de Hooker, que es otra infaltable en el repertorio de unas cuantas bandas británicas, les queda muy fresquita, muy agradable; lo mismo pasa con “The girl can’t help it” de Troup, otra que ya casi es una estándar. En conjunto, los Animals son una de las bandas que mejor saben asimilar el espíritu original de estas canciones y al mismo tiempo revitalizarlas de un modo asombroso. Hacía mucho que no escuchaba este disco, y ahora que he vuelto a él me reafirmo en lo que dije arriba: al menos en esta época, son probablemente más “americanos” aún que los Stones; y con más densidad, con más “verdad” incluso (resulta curiosa su manera de encarar “She said yeah”, en comparación con Jagger y compañía). Parece que los Animals, a pesar de su nombre, tienen virtudes más interesantes que la fiereza. Pero en fin, esto es una simple opinión. Eso sí, anduvieron cerca del top 5.
En fin, que los Animals son otro de los grupos que llegan pletóricos a 1965. Permanezcan atentos a la pantalla.
Coincido contigo plenamente, Animals son algo más que la increíble y portentosa voz de Burdon ("ese blanco con voz de negro"). Estoy pensando en Price, por ejemplo, magnífico músico, su participación como compositor principal en la película "Oh Lucky Man!" de Lindsay Anderson unos años más tarde (1973) lo confirma. Y ¡qué decir del amigo Chas Chandler!, primer "padrino" de Hendrix en las Islas.
ResponderEliminarMe gusta su primera época (por cierto, que parecidas las portadas de los primeros discos de Yardbirds y Animals), especialmente el "Animal Tracks", también llena de muchas y muy dignas "recreaciones". The New Animals y su posterior carrera comoThe Eric Burdon Band, ya muy asentados en EEUU.
Espero esa segunda parte con ilusión de converso.
Saludos,
Yo creo que mientras los Stones o los Pretty Things actualizan el rock and roll negro, sin más filigranas, estos buscan un abanico más amplio que incluye además del blues el soul, el folk e incluso la balada tradicional. Son mucho más ricos, más complejos.
EliminarLo de la fotografía es curioso. Mismo ángulo, mismo sello discográfico y el único cambio es que en vez del enrejado hay una rústica empalizada. Evidentemente, el fotógrafo es el mismo.
Saludos mil.
Estos sí que los conozco, y también a Burdon. Sabía que se dedicaban a recrear material tradicional, y lo hacen bien. Quizás suenan más ortodoxos que los Manfred Mann, pero revitalizan muy bien los viejos temas, lo cual es dotarlos de nueva vida.
ResponderEliminarComo le digo a Javier, son ante todo más complejos que muchos de sus competidores: todos reciclan, pero estos tocan más palos y, sobre todo, suenan como si fuese una banda americana. Hay similitudes con Manfred Mann, en efecto. Quizá la diferencia fundamental es que mientras los Mann se orientan más hacia el pop estos se hacen cada vez más rockeros.
Eliminar¡Ostras Rick!
ResponderEliminarEsta serie es jugar con ventaja.
Con estos nombres que pones, ya no se sabe que decir que no se haya dicho antes, Unos de los mas grandes y como e n lecciones anteriores, otra gente que se supo mover y adaptarse al paso del tiempo con gran solvencia.
Una espina que llevo clavada es no haber visto a Eric Burdon en directo nunca y eso que no hace muchos años tocó en Zaragoza, pero imprevistos de última hora me impidieron ir. Me ca.
Un saludo
Jose
Amigo mío, si a nuestra edad no podemos jugar con ventaja, ya me contarás qué gracia tendría el juego.
EliminarY ya digo, eran mucho más grande de lo que la gente aprecia. Mira que yo soy poppie ante todo, pero cuando sale un grupo como este me quito el sombrero. Ah, y a mí tampoco me coincidió el llegar a verlo en directo. Me he perdido a unos cuantos, entre ellos a estos.
Saludos mil.
Nosotros lo vimos en Málaga, aunque ya en el 2004. Esto de los Animals y el Burdon son palabras mayores. Y eso que también soy poppie, como comentas. Los descubrí en su momento con l famosa versión de “The house of the rising sun”. Luego, más adelante, fue uno de los grupos habituales en nuestra estancia en Malasaña. Ya comentarás esa época próximamente.
ResponderEliminarSaludos.
Creo que en el caso de Burdon y sus Animales, como en algunos otros, todos los descubrimos con la misma canción. No era exactamente un grupo de guitarras al uso, no hacían beat o r'n'b convencionales, y precisamente por eso tenían un carácter tan marcado. Y sí, su estela durará bastante tiempo.
ResponderEliminarFelizes navidades, año nuevo y demás fastos. Suerte con el año que viene.