En el mundo de la música popular, al menos hasta el momento en el que nos hallamos, solía cumplirse una norma no escrita por la cual los cambios generacionales y de estilos comenzaban a mediados de la década: eso había pasado en los 50, los 60 y los 70. Sobre 1984/85, aunque la nueva ola madrileña sigue protagonizando la actualidad, ya comienza a notarse una cierta fatiga que viene acompañada de una creciente fragmentación entre los aficionados más veteranos, muchos de los cuales dejan de prestar atención a dicha actualidad para volver sus ojos a tiempos pasados. A cambio la masa de aficionados más jóvenes está creciendo, y entre ellos hay ya un buen sector al que no interesan los fenómenos post punk o electrónicos. Crece también, como alternativa, la afición por los grupos de corte netamente "español" como Radio Futura o Gabinete Caligari: ambos surgieron en aquel ambiente madrileño primario, pero ya poco queda en ellos de sus orígenes. Entre unas cosas y otras, se percibe una creciente "deslocalización" que resta influencia a Madrid.
Bajo esas nuevas circunstancias surge a finales de 1984 El Último De La Fila, el proyecto definitivo de García y Portet, que a partir de ahora trabajan con total profesionalidad. Cuando ya tienen un repertorio sólido negocian con el pequeño sello PDI la grabación, pero antes presentan dos canciones a un concurso de maquetas organizado por la revista Rock Spezial (epítome de la modernura por entonces) y lo ganan. Eso les daría la ocasión de grabar en Virgin, pero ya tienen un contrato con PDI que respetan porque quieren independencia total, y lo único que les interesa de la revista es su apoyo mediático. A mediados de 1985 llega el debut: "Cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana". Aquí ya se nota con claridad el sesgo "españolizante" que ha tomado el dúo, tanto en las melodías como en el tono aflamencado de García, que a veces se pasa un poco pero que en su justa medida da buenos resultados: el equilibrio entre letra, música y voz en piezas como la casi épica "Dulces sueños" o la que da título al disco es exquisito. Hay un extraño experimento electrónico supuestamente vanguardista titulado "A cualquiera puede sucederle" que a algunos nos parece casi una parodia, pero que fue una de las piezas que habían presentado en aquella maqueta ganadora: deducimos por tanto que ellos están interesados en que la consideremos como una de sus señas de identidad. El caso es que este disco se grabó en quince días, y poco a poco tanto la prensa como el boca a boca lo van aupando hasta llegar a una cifra de ventas muy decente, cercana a las treinta mil copias. Al fin lo han conseguido: las actuaciones ya se prodigan por España adelante, y su vistoso directo redondea la faena.
En 1986 consolidan su posición con "Enemigos de lo ajeno". Entre otras cosas esa querencia andaluza que imprimen a algunas canciones actualiza de algún modo las posibilidades del rock sureño; no llego a decir que esto sea exactamente flamenco rock, pero se le acerca bastante: piezas como "Lejos de las leyes de los hombres" abren mucho el campo para ese estilo. El cierre con "Para qué sirve una hormiga", a mí me suena como un cruce entre Andalucía y el Magreb con un agradable toque psicodélico. Y entre esas dos hay un abanico bastante amplio de estilos muy inteligentemente mezclados, además de unas letras con una carga poética de categoría. Tengo que reconocer que "Insurrección", esa pieza tan alabada, no es de las que la que más me atraen a mí, pero le reconozco el gancho; "Mi patria en mis zapatos" o "Las palabras son cansancio" son más de mi estilo. En cualquier caso, precisamente esa variedad es la que hace que este disco sea un éxito de ventas, y que junto a su deslumbrante directo -tanto en imagen como en sonido- los eleva ya a la categoría de estrellas del circuito nacional. Por supuesto también la crítica se rinde ante ellos, y aprovechando esa situación de poderío rescatan unas cuantas canciones de su anterior etapa y las regraban, publicando a principios del 87 el resultado bajo el título de "Nuevas mezclas", que por supuesto dan como resultado un sonido mucho más actual. Esa actualización no agrada a todo el mundo, y a muchos de sus fans de primera hora no se les ve muy contentos; de todos modos, posiblemente por el tirón que ya tenían se vendió bastante bien.
El Último de La Fila graba en 1988 su último disco de esta década; y lo hace a lo grande, con una de sus obras más recordadas aún hoy. Se titula "Como la cabeza al sombrero" y representa un giro hacia un sonido más pausado y sencillo que en los anteriores, con un tono acústico general con arreglos suaves: "Dios de la lluvia", la primera, es un buen resumen del repertorio. De todos modos, por alguna razón que no sé explicar, me parece distinguir alguna vaga influencia de los grupos de pop melódico electrónico como los Simple Minds en algunos momentos: los teclados no son invasivos, ni mucho menos, pero ese ambiente general que abriga algunas canciones tiene un aroma casi nuboso, casi norteño. Y esa sensación se refuerza en momentos con los arreglos que lleva "Ya no danzo al son de los tambores", por ejemplo. Da la impresión de que se sienten a gusto en ese pop entre rítmico y melódico que empieza a triunfar en la Isla, un pop blanco pero con tonos muy marcados de funk en la percusión. La canción que da título al disco es sin embargo una de las más cercanas a su estilo anterior, y queda muy bien ese refuerzo de palmas que suena por momentos. Poco después dan un salto de categoría y se hacen conocidos a escala internacional gracias a su participación en un macroconcierto a favor de los Derechos Humanos organizado por Amnistía Internacional en Barcelona junto a pesos pesados como Peter Gabriel, Springsteen, Sting y otras cuantas luminarias. Así que el dúo llega a los años 90 en el momento de más popularidad de su carrera.
"Nuevo Pequeño Catálogo de Seres y Estares" será el disco con el que se inaugura la nueva década, y en él se recupera parte del vigor que tenían antes de ese ligero relajamiento del precedente; un relajamiento que de todos modos solo afectaba a su trabajo de estudio, porque en directo nunca perdieron su fuerza. Supongo que esa opinión general de que este es un disco más "experimental" se debe a que hay una mezcla de estilos más cercanos al pop. Las ventas siguen subiendo. En el 93 publican "Astronomía razonable" con un acercamiento al sonido más tradicional, sin teclados electrónicos; hay un predominio de los tiempos medios y un tono general más sureño. Por fin su carrera discográfica terminará en el 95 con división de opiniones: "La rebelión de los hombres rana" es su última grabación en estudio; la marca seguirá vigente unos años más, aunque poco después de las giras de presentación del disco su actividad desaparece, sustituida por trabajos en solitario de Portet y García. En definitiva, lo que nos queda es un trabajo discográfico bastante aceptable (aunque al final se hacían un tanto reiterativos) y una magnífica memoria de sus directos: es un buen equilibrio.