lunes, 27 de septiembre de 2021

España en los años 80 (V)

En 1984 Gabinete Caligari ya han superado la categoría de grupo underground de la Movida y están muy cerca de asentarse como uno de los nombres más exitosos del pop nacional. Por otra parte tanto Urrutia como sus colegas pertenecen, como Alaska y los suyos, a un creciente grupo de músicos que ya detestan aquella etiqueta. En concreto Urrutia, que sabe hacer buenas frases, hizo luego una bastante combativa frente a quienes alaban la movida dichosa y al PSOE como supuesto benefactor; pero de rebote también es combativa frente a los músicos del rock urbano, para quienes aquello fue el origen de todos sus males: "Ahora resulta que Tierno fue el padre de la Movida. Ni él ni nadie me ayudaron a comprarme una guitarra". Esa vocación de ir a la contra, de mostrar carácter, los define desde la portada de su primer disco grande: ahí vimos una estética que se va a mantener e incluso radicalizar con el paso del tiempo, y que aun dentro de la élite los incluye inevitablemente en la peligrosa secta de "los amas o los odias".

Sin embargo, estéticas aparte, no hay duda de que el trío se supera con su nuevo disco, un mini Lp de seis canciones que llega a finales de aquel 84. Se titula "Cuatro rosas" y es una exhibición comenzado ya por la canción que lo abre y le da título, dedicada a la inolvidable Janis Joplin. Es una pieza redonda tanto por la letra, un homenaje en toda regla a la diosa y su bebida de cabecera, como por la melodía, un cántico de corte clásico, al margen de modas y épocas, que además lleva unos arreglos de categoría: un fiscornio tocado por Luis Medrano (que había empezado casi veinte años antes en el mundo del jazz y las orquestas) y que puede recordar al pop barroco de los años 60, junto a un clavicordio a cargo de Teresa Verdera, de formación clásica (y pareja por entonces de Urrutia) y el saxo de Ulises Montero, un infaltable en muchas grabaciones de grupos de esta época y que ya había participado en el disco anterior del trío. Como es lógico ha quedado como una de las más representativas de Gabinete, sin discusión. Pero el resto del disco es casi igual de bueno, tanto en material como en arreglos, y da la impresión de hallarnos ante la obra de un grupo con mucha más experiencia y trayectoria de la que parece; incluso piezas como "Tango" tienen un tratamiento pop pero muy sofisticado que hace olvidar ese fondo tradicional. En conjunto tal vez la palabra "sofisticado" sea la más aproximada, y tiene poco que ver con su primer disco: esto es un claro ascenso de categoría. Y las ventas estuvieron a la altura, consiguiendo el primer disco de oro de una independiente (la titularidad es para DRO, que por entonces ya había absorbido a Tres Cipreses).



A principios de 1986 Gabinete presentan "Al calor del amor en un bar", su tercer disco, que en algunas piezas -y repito, solo en algunas- recupera ese conjunto de estilos y actitudes castizas que desagrada a muchos de los que habían comprado "Cuatro rosas". En consecuencia las ventas decayeron bastante, aunque la canción que le da título (un pasodoble de libro, con una letra muy a juego -"Pollo, otro bollo" -) se hizo casi asfixiante en las radios de la época, y otras como "Malditos refranes" -un pop trompetero bastante bien hecho- no le anduvieron muy lejos. Hay también piezas de hechura clásica como "Rey o vasallo" o "Las dos caras del mar", junto a otras que mezclan pop con rock en su justa medida, como "El último tranvía" o la de los refranes. Pero da la sensación, y por supuesto no solo en el caso de este grupo, de que hay un gran número de aficionados que fundamentan su criterio en los singles exclusivamente, porque de otro modo no se entienden estos vaivenes en las cifras de ventas. Insisto en que Gabinete no es precisamente uno de mis grupos favoritos, pero me parece injusto que un disco como este se haya metido en el saco de "lo racial" únicamente por dos o tres canciones (que por otra parte no están mal hechas).  Y tampoco digo que sea su obra más brillante; pero es bastante mejor, por ejemplo, que el primero.



No se sabe si parte de la responsabilidad por ese relativo desaire comercial es de DRO, tal vez sin la dimensión necesaria como para afrontar la cobertura de una banda con pretensiones, pero en todo caso Gabinete fichan por EMI; ahí debutan con esa nueva exquisitez pseudoclásica que es "Camino Soria", a mediados del 87. Es decir, abandonan el enfoque castizo de su disco anterior y vuelven a ponerse el traje de las grandes ocasiones. De nuevo hay varios estilos, y todos ejecutados con categoría: desde ese momento casi Motown (o Jam, si quieren) que es el homenaje a Ulises Montero, fallecido poco antes, hasta el melancólico acordeón portuario de "Como un pez" o la propia melancolía encarada con una actitud despierta, vivaz, en "La sangre de tu tristeza". Y hay otro momento r'n'b en "Rugido de tigre", y en "La fuerza de la costumbre" tenemos un dolorido pero orgulloso canto al desamor en una especie de balada casi a ritmo de marcha triunfal (estaba reciente la ruptura).., y por supuesto el cierre con la canción que título al disco: el broche de oro, además de su single más popular con el paso del tiempo. Ha entrado como ayudante fijo el uruguayo Esteban Hirschfeld, personaje de larga trayectoria que además de sus teclados contribuirá también con el trío en la composición de las letras. No soy yo muy admirador precisamente de las letras de Gabinete, por muy alabadas que hayan sido, pero es cierto que tienen más categoría que la media. Por otra parte, que según algunos fans este sea "el mejor disco en la historia del pop español" ya me parece excesivo; pero desde luego está entre los grandes, y hasta las ventas lo corroboran (ya saben ustedes que no siempre lo mejor es lo más vendido).



La década termina con la publicación de "Privado", que trata de alcanzar la categoría del anterior y a ratos lo consigue. Por otra parte, esa supuesta vuelta a sus querencias "toreras" de la que tanto se habla yo solo la veo en La Canción de Marras (o sea, la del cha cha chá) y de forma abstracta en el cierre con la casi costumbrista "Tomando el airecico". Por lo demás ya digo, este disco es una digna continuación de "Camino Soria" con pocas modificaciones de estilo: "Palabra de honor" es un pop rock muy bien desarrollado, mientras "Amor de madre" se desarrolla en un ambiente acústico casi intimista, a juego con la letra; contrasta con "Profesional", un agradable rock de medio tiempo con arreglos y coros casi épicos. Luego hay un valle, por decirlo así, de tres canciones que arrancan despacio y van cogiendo bríos, y por fin llega mi preferida en toda la carrera de Gabinete: "Solo se vive una vez". Grandiosa en letra y música, en fondo y forma, en la actitud de Urrutia resumiendo el sentir de la generación de los 80... o de cualquier otra. Y luego, ya saben, La Canción de Marras. Creo que fue mal entendida, o tal vez que la tribu de los progres estaba esperando el momento y aquí vieron el cielo abierto. Sí, es otro pasodoble; sí, la letra podría considerarse machista ya con los criterios de entonces; y claro, si a eso sumamos las descripciones de estilo torero, el destrozo es importante. Ahora que ya ha pasado tiempo, supongo que se podrá decir que, sin ser una maravilla, la canción en sí tiene un pase y la letra denota, como muchas otras veces, un tono de coña muy saludable. Pero todo salió al revés, y mientras media España renegaba de la canción (que por otra parte sufrió una sobreexposición desmesurada), otra media de pronto se volvió fan a muerte del grupo. Esa otra media, por lo general clientes del mainstream de los 40 y cadenas afines, no son amantes fiables, y pronto quedó demostrado.



En resumen: que con ese disco y a pesar de las ventas comienza la decadencia de Gabinete Caligari. También es verdad que con la llegada de los 90 la mayoría de los grupos de la nueva ola ochentera han desaparecido ya, porque los nuevos tiempos no son para florituras; pero "Cien mil vueltas", su disco del 91, mereció mejor suerte. Y a partir de ahí ya todo dio igual: "Gabinetíssimo" (95) y "Subid la música" (98) yo creo que sobran, y el grupo se dio de baja poco después. Para entonces mucha gente ni se enteró, pero habían aguantado diez años más que la media.



lunes, 20 de septiembre de 2021

España en los años 80 (IV)

La onda siniestra española alcanza su mayoría de edad en los comienzos de 1982, gracias a aquel Ep compartido entre Parálisis Permanente y Gabinete Caligari; en ese momento ambos grupos muestran una gran identificación con el afterpunk oscuro, y por lo tanto son los dos grandes introductores de ese estilo aquí. Sin embargo ya desde el principio se nota una querencia distinta en unos y otros: por resumir, podríamos imaginarnos a Parálisis como herederos del cruce entre Siouxsie y los Cure mientras que Gabinete, con un criterio más amplio y partiendo de los mismos Cure, llegaban por momentos hasta el tono de unos Joy Division... y ya por entonces se percibía a ratos esa tendencia a lucir el espíritu castizo que será luego uno de sus signos distintivos. En muy poco tiempo Gabinete se convertirá en un grupo irreconocible para sus primeros fans, totalmente "reinventado", por decirlo así. Si algo dejaron claro estos muchachos es que su capacidad de metamorfosis era asombrosa. 

Jaime Urrutia (guitarra y voz), Fernando Presas (bajista) y Eduardo Clavo (batería) son tres universitarios que se conocen desde mediados de la década anterior. Juntos o por separado llevan ya encima una buen colección de pequeños grupos hasta que en 1981 Jaime abandona Ejecutivos Agresivos (otro grupo "seminal", como Kaka de Luxe) y vuelve a reunirse con sus colegas tras la liquidación de Ella y los Neumáticos, donde acompañaban a una jovencísima Christina Rosenvinge. Así que, con unos antecedentes tan poppies, resulta chocante que de pronto, en su "puesta de largo" en el Rock Ola, Urrutia suelte aquello de "Buenas noches. Somos Gabinete Caligari, y somos fascistas". Como era de esperar, ha tenido que explicarlo mil veces: "Fue una pura provocación, claro. Entre el personal que había en la sala, una tropa de medio jipis, y la época (verano del 81, poco después de la intentona de Tejero), se me ocurrió que venía bien calentar un poco el ambiente. El rock es provocación, ¿no?". Aunque, también como era de esperar, muchos progres ya se la juraron ese mismo día; como al Aviador Dro cuando presentaron "Nuclear sí", por ejemplo. Parece que ser progre elimina automáticamente la ironía y el sentido del humor... La cosa da que pensar.

Pero a lo que íbamos: en Enero del 82 llega aquel Ep compartido con Parálisis. Había amistad entre ellos, e incluso Urrutia colaboró en varias ocasiones con Benavente y sus secuaces, así que la creación del sello Tres Cipreses es casi una consecuencia lógica teniendo en cuenta su identificación con el ideario isleño. Y las dos canciones de Gabinete son ya un buen indicativo de que posiblemente su espíritu sea el de un grupo "crossover" más que otra cosa: la composición corre a cargo de los tres y, aunque las letras a veces pueden guardar una cierta similitud con las de Parálisis, tanto el estilo melódico -más cercano al pop- como el modo de cantar de Jaime resultan un tanto indefinibles. Aunque Jaime deberá aprender a cantar, eso también: entre que modula malamente y a veces su ansia por elevar el tono lo lleva al desgañite, el aspecto vocal es manifiestamente mejorable. Ya con la primera, "Golpes", demuestran tener un carácter propio, porque la canción tiene un aire vagamente "latino", con una letra entre amorosa y sadomasoquista que le queda muy apropiada. Y "Sombras negras" sí que recuerda a un cruce entre Joy Division y Cure, aunque de nuevo la personalidad de Urrutia le da un aire distintivo. Por no repetir la portada que acompañaba la entrada de los Parálisis, aquí tienen ustedes la que se publicó en las reediciones.



Poco después llega el segundo single, en el que de nuevo demuestran su personalidad "bifronte", por decirlo en fino. Porque en "Olor a carne quemada", la cara A, vemos una exhibición de sadismo casi de tebeo en el que al protagonista se le va la mano y achicharra a su pareja -con un ritmo del estilo Cure cuando no se ponían muy pesados- mientras que en la B, titulada "Cómo perdimos Berlín", Urrutia nos canta una especie de lamento nazi por eso mismo, por perder Berlín; aunque con el tono casi de coña que emplea, nos quedamos con la duda de si no se estará riendo de todo lo que dice. También es cierto que por lo general los comentaristas musicales se toman muy en serio este tipo de letras, y quizá por eso Urrutia emplea ese tonillo. La letra es una colaboración entre el trío y Lars Mertanen, antiguo guitarrista en la banda de la señorita Rosenvinge y ahora en Décima Víctima. Y ya digo, la canción en sí es uno de los momentos en los que mayor similitud veo entre Gabinete y Parálisis, tanto por las cuerdas como por la base rítmica. En conjunto es un single muy destacable, de los mejores de su carrera, y la confirmación de que siniestros sí que son, pero a su aire. Y se agradece ese tono tan parecido a la despreocupación que acaba convirtiendo el tenebrismo en sarcasmo.  



El año 82 se redondea con un single de tres canciones, de las cuales "Gólgota" es una especie de ejercicio de estilo, instrumental, en el que de nuevo hay un acercamiento al estilo Parálisis. Las otras dos en cambio recuerdan el planteamiento de unos Joy Division en sus primeros tiempos, de onda fría pero con un ritmo muy vivo en "La vida es cruel", que comparte la cara B con la pieza instrumental. En la cara A está "Obediencia y nada más", que a mí me produce sensaciones encontradas: la canción en sí es buena, con un ambiente de tipo atmosférico (otro de los atributos de los Division) que le da mucho cuerpo, pero el ansia de Urrutia por llegar a tonos altos nos deja unos cuantos gallos por el camino. Tal vez hubiese quedado mejor en la cara B y "La vida..." en la A, pero tampoco importa mucho. Ah, y la portada redondea la faena, con ese Brian Jones con uniforme nazi: la provocación es clara y afortunadamente una constante en la carrera de este trío. Hacen su entrada en 1983 como uno de los más valorados entre las huestes alternativas madrileñas, así que el salto al disco grande ya comienza a hacerse de rogar. Sin embargo llevan un ritmo de actuaciones bastante nutrido, y su entrada en el estudio no será hasta el otoño.



"Que Dios reparta suerte" es el título de ese esperado primer Lp, que refleja muy bien la transición en la que andan. Y la mejor prueba es ya el arranque con "Tierra de nadie", cuya letra a mí me parece una buena alegoría de su situación en ese momento y cuyo ritmo, muy vivo, despierto, fresco, no se parece ni a lo que han hecho antes ni a lo que harán después. Tal vez por eso es una de mis preferidas de este disco, y yo diría que de este grupo. Sin embargo el personal quería ver otra cosa: según las tendencias de cada uno, aquí de lo que se trataba era de ver cuánto de siniestro y cuánto de racial había en la composición química del disco. Y aunque es verdad que algunas canciones todavía pueden encuadrarse en el estilo anterior del trío, como "Grado 33" (sobre todo esta), "Maquis" o "Héroes de la URSS", el caso es que, casi diluidas en el tono general con que nos obsequian ahora, suenan un tanto ajenas al conjunto... o contaminadas por él, que también puede ser. No sé cómo decirlo; la idea adquiere más peso si recurrimos a la versión que hacen de "Un día en Texas", de sus amigos los Parálisis. Ahí vemos una pieza que en origen es puro afterpunk convertida en una especie de rockabilly vitaminado, más acorde con los estilos tradicionales pero igual de potente. Y luego, ya saben, esas exhibiciones de "rock torero" según bautismo de Patricia Godes o Francisco Umbral, que no está claro, en la canción que da título al disco, "Sangre española" y algunas más; especialmente la primera, con su despliegue de castañuelas y saxo, es la que ha quedado como distintiva, no sé si para bien o para mal. No hay duda de que Gabinete Caligari está entrando en un terreno difuso entre swing, tango y pasodoble en el que ningún grupo español de los últimos veinte años se había atrevido a entrar, y eso demuestra valor. Como consecuencia inmediata la tribu siniestra se va alejando de ellos, pero esa nueva actitud parece causar buena impresión en otros tipos de aficionados.



No queda más remedio que esperar al disco siguiente para ver por dónde piensan seguir su camino, así que la próxima semana volverán por aquí. Sin ser de mis grupos preferidos pienso que los Gabinete, gusten más o menos, desarrollaron su carrera buscando una continua evolución, lo cual les hace más interesantes que la media; tal vez por eso duraron más que la mayoría de sus coetáneos.



lunes, 13 de septiembre de 2021

España en los años 80 (III)

Parálisis Permanente es uno de esos nombres que pronto se convirtió en mito a pesar de que su carrera fue muy corta, y tal categoría se debe a que son los primeros y probablemente más auténticos representantes en España del post punk siniestro/gótico. La influencia en ellos de Siouxsie y sus Banshees (u otros como los Cure en menor medida) resulta evidente, pero tampoco se puede negar que supieron darle un carácter propio a ese estilo. Por desgracia la temprana muerte de Eduardo Benavente nos deja con la duda de hasta dónde habrían podido llegar, pero el hecho de que con una producción tan escasa sigan siendo recordados a día de hoy es la mejor prueba de su categoría. Por otra parte son también uno de los primeros grupos que se alejan de las disqueras tradicionales intentando primero el "háztelo tú mismo" británico y participando luego en Tres Cipreses, que es algo así como el bautizo indie del mercado discográfico español. 

Los principios del grupo, creado ya en 1980 por Benavente y Nacho Canut mientras ambos militaban en la "casa matriz" Pegamoides, son bastante trabajosos: pronto tienen material propio, pero no hay una plantilla consolidada y el dúo ha de atender a dos frentes. Así que cuando presentan las primeras maquetas, junto a ellos está Javier (hermano de Eduardo) como cantante y Johnny (hermano de Nacho) a la batería. En ese momento, Enrique ejerce como guitarrista y Nacho es el bajo; pero poco después se marcha Javier, lo que convierte a Parálisis en un trío en el que Eduardo es ahora también cantante. Con esa formación se financian un Ep compartido con los también primerizos Gabinete Caligari; se publica en Enero del 82 y para su propia sorpresa la tirada inicial de casi mil copias se agota enseguida. Pero ya por entonces Benavente y Jaime Urrutia -líder de los Caligari- entre otros han creado Tres Cipreses, el primer sello independiente de la nueva ola, y lo reeditan con nueva portada y todo. Y vuelve a agotarse, y esta vez lo relanza DRO, el segundo sello independiente, creado por Servando Carballar, teclista y productor, que nos visitará pronto (DRO será con el tiempo uno de los sellos más fuertes del país, y ya en 1983 absorberá a Tres Cipreses).

Si, aquello fue una sorpresa, pero no tan grande: aunque dejemos aparte a los Caligari, que nos visitarán luego, lo que resulta evidente es que la onda oscura había llegado con fuerza a España (ya que también los Caligari eran de ese palo en sus primeros tiempos, este split es el mejor ejemplo). Y además ya están aquí dos grandes clásicas de Parálisis: "Autosuficiencia", de Canut y Benavente, será una de sus canciones más distintivas, y "Tengo un pasajero" -a nombre de Benavente- tanto en esta versión como en la de su disco grande se mantiene a la misma altura. Son dos magníficas demostraciones del poderío de un grupo que ha sabido entender esa evolución que está viviendo en la Isla el sonido postpunk para llegar al tono siniestro que tiene ahora, y que ya se adorna con aromas góticos; por otra parte resulta evidente que, solo con las maquetas previas y algunas actuaciones, el boca a boca los había encumbrado. Como curiosidad, tal vez alguno de ustedes recuerde aquel clip -por llamarle algo- que grabaron en casa de Diego A. Manrique para promocionar "Autosuficiencia" en un programa de televisión. No era más que un conjunto de poses del trío en pasillo y habitaciones, pero tenía su gracia... y además daba envidia ver esa tremenda colección de discos y cintas (que solo era una pequeña parte del arsenal de ese señor).



La confirmación de Parálisis Permanente como uno de los grupos alternativos más brillantes de España llega a mediados del 82 con un ep de cuatro canciones entre las que se incluye "Quiero ser santa", que junto con la anterior "Autosuficiencia" forma la pareja de piezas más populares de su repertorio. Y por supuesto la letra se convirtió en una especie de símbolo de lo mucho que había cambiado el país, con esa profanación irónica de lo sagrado, con esa exaltación masoquista y claramente sexualizada que indignó a los sectores más puritanos. Esa letra había sido escrita por Alaska y Ana, y con la estructura musical creada por Eduardo y Nacho ha quedado como una de las obras cumbres de ese estilo. Pero también se incluye otra clásica como "Unidos", esta de Nacho exclusivamente, y dos grandes muestras de post punk gótico como "Yo no" y "Un día en Texas". En resumen, se trata de una sobresaliente confirmación de la categoría del grupo. Pero no todo son buenas noticias: su publicación va seguida de la marcha de Nacho, que desea ampliar su perspectiva e ir girando hacia el funk discotequero; es decir, justo lo que le ofrece Carlos Berlanga con su nuevo proyecto llamado Dinarama. Así pues, con pocas semanas de diferencia abandona tanto Parálisis Permanente como los Pegamoides.



El nuevo bajista es Rafa Balmaseda, que había pasado brevemente por dos de los grupos que pronto serán nuevos clásicos de la modernura madrileña: Derribos Arias y Glutamato Ye-Ye. Y por fin, como era de esperar, tras la separación definitiva de los Pegamoides entra también Ana Curra, que con sus teclados reviste las canciones con un envoltorio sombrío pero señorial que engrandece el repertorio. Casi a continuación comienzan a grabar el Lp, que con el título de "El acto" se publica en otoño del 82 y pasa a ser de inmediato otro fetiche del género. Hay la consideración general de que a Parálisis le iba mejor el formato pequeño, y es verdad que la mayoría de sus mejores canciones no están en ese disco (el tandem Canut-Benavente se ha disuelto); pero de todos modos el nivel medio es sobresaliente, y la suma del contenido más el diseño gráfico nos da una joya que a estas alturas es ya intemporal. "El acto" nos sumerge en una atmósfera lasciva, lujuriosa y tétrica al mismo tiempo, que por otra parte tiene una gran densidad. Y aunque se echa de menos la maestría compositiva de Canut, que aquí ya solo participa a pequeña escala, las nuevas canciones de la pareja Benavente/Curra suplen esa carencia con bastante soltura; por no hablar de la versión sobresaliente, magistral, del "Heroes" de Bowie, para mí la mejor que se ha hecho de esa canción y que vampiriza su espíritu hasta hacerla parecer una clásica de Parálisis. Otra cosa es la de "I wanna be your dog", más convencional, pero es que tampoco los Stooges son Bowie. En resumen, este es uno de los discos -de los escasos discos- inevitables en una historia de la música española de los años 80 y más allá, puesto que su influjo sigue presente.


La suma de aquellos dos discos iniciales más este Lp hacen de Parálisis Permanente uno de los grupos señeros de la nueva ola. Aunque Johnny Canut se cansa de tanta oscuridad y se marcha a los Nikis, un grupo bastante más ligero pero entrañable (ya saben, los Ramones de Algete): el nuevo batería será Toti Árboles, que, entre otros, formó parte de los poco afortunados Flash Strato. En los primeros meses del 83 dejan preparadas dos nuevas canciones para un single y reciben la oferta de Paloma Chamorro para participar en "La edad de oro", el programa ultramoderno que comenzará a emitirse en Mayo. Graban una especie de programa-maqueta y siguen de una actuación a otra hasta que el 14 de ese mes Ana, Eduardo y Toti tienen un accidente de tráfico en el que muere Eduardo, con solo veinte años: ahí termina la historia del grupo. A partir de entonces Parálisis Permanente es ya un nombre mítico, y el broche de oro lo pone la publicación, pocas semanas después, de aquel single que faltaba: "Nacidos para dominar" y "Sangre", las dos últimas clásicas del grupo. Poco después Ana decidió que el mejor homenaje posible a Eduardo era seguir adelante, aunque por supuesto con otro nombre: Seres Vacíos, que ya había creado como proyecto alternativo en vida de su pareja, será ese homenaje aunque su carrera no durará mucho, De todos modos, con idas y vueltas, Ana siempre parece seguir adelante. Y esa conjunción entre memoria y presente que desarrolla en sus directos es aún hoy celebrada por un buen puñado de seguidores irredentos y por las publicaciones del ramo, que siguen mostrando su respeto por uno de los grupos más visionarios en la depauperada historia musical española.



martes, 7 de septiembre de 2021

España en los años 80 (II)

Doña Olvido Gara, más conocida como Alaska, es inevitablemente quien ha de abrir esta serie, ya que es ella junto al Zurdo y algunos más quien desde finales de la década anterior protagoniza esa revolución del pop español que comienza con los fugaces Kaka de Luxe y luego se convierte en símbolo de la Movida con los Pegamoides y más tarde Dinarama (un símbolo perfectamente arropado por Carlos Berlanga y Nacho Canut, compositores de la mayor parte de las canciones más recordadas y verdaderos artífices de esos grupos). Es inevitable también que por esa asociación con una etiqueta que ha inspirado amores y odios -y que ella misma rechaza- resulte difícil valorarla con imparcialidad, pero lo que no puede negarse es la impronta que ha dejado. Y eso significa que no solamente cuenta en ella su mayor o menor categoría musical, sino también su imagen, su actitud y su manera de ver el mundo: guste o no, Alaska tiene una vocación libertaria que ha ayudado en la lucha de algunos "colectivos" maltratados por la historia. Al margen de su gusto por el petardeo -esa debilidad por lo que muchos consideramos "horrores estéticos"-, sobre otros asuntos tiene bastante criterio. Y si su evolución musical no nos interesa, evitemos los comentarios engolados: mantengamos un respetuoso silencio como solemos hacer ante los artistas que no son de nuestra onda, digamos por ejemplo los cantantes de rancheras o Raphael, que de ambos es ella fiel devota. 

Ya vimos que la vida de Kaka de Luxe duró poco más de un año: a finales del 78 ya no existían. Ahí se bifurca el camino para Alaska y el Zurdo, los dos personajes más destacados de aquella agrupación primaria (en todos los sentidos), y sus nuevas aventuras reflejan con claridad la distinta perspectiva de cada uno. En el caso de Alaska, Berlanga y Canut, muy poco después de la ruptura comienzan a organizar un grupo al que bautizan como "Alaska y Los Pegamoides" pero que durante varios meses estará aquejado de un mal muy frecuente en los orígenes de la nueva ola madrileña: el continuo trasiego de músicos (incluso Berlanga tonteó un rato con los nuevos proyectos del Zurdo antes de volver al redil). Así que tras muchos cambios y recambios, el trío queda definitivamente acompañado por la teclista Ana Curra, que con veinte años tiene hecha gran parte de la carrera de Piano, y el cantante metido a batería por necesidad Eduardo Benavente, que ha estado ya en dos o tres grupillos madrileños. 


A mediados de 1980 esa formación ya está consolidada y es muy popular en el circuito madrileño; por otra parte hay algunos locutores de FM que están jaleando algunas maquetas suyas. Uno de sus primeros fans es el polifacético Miguel Ángel Arenas, que entre otras cosas trabaja como cazatalentos de Hispavox y que consigue que ese vetusto sello patrio los fiche. Su debut discográfico llega poco después con un single de tres canciones entre las que se incluye "Horror en el hipermercado", que para las magnitudes de la época resulta ser un verdadero bombazo. Y no solo por rozar el top 20 nacional, sino porque es una de las primeras canciones de la nueva ola con vídeo clip (bastante cutre, las cosas como son). Tanto la música como la letra son un perfecto resumen no solo de la mentalidad desenfadada, kitsch pero rompedora del grupo, sino también y por extensión de esa nueva ola que se ha ido gestando durante tres o cuatro años y que por fin alcanza la "visibilidad" a gran escala. No son menores "El hospital" u "Odio", las otras dos piezas -que junto a la primera demuestran una creciente habilidad de Berlanga y Canut como compositores-, pero es innegable que el tema estrella está en la cara A. Por otra parte Alaska participa, junto a otros miembros del naciente mundillo musical madrileño, en la primera película de Almodóvar (otro fetiche de los nuevos tiempos).



Como era de esperar, las fricciones con Hispavox comienzan muy pronto. En primer lugar el grupo no acepta la producción de Rafael Trabucchelli, emblema del sello, uno de los profesionales más brillantes del país... en otros tiempos (de momento, de las alternativas que se les ofrecen ellos eligen a Julián Ruiz, aunque acabarán lamentándolo), y exigen libertad sobre el diseño de las portadas. Por parte de la disquera hay un claro empeño por relegar a Alaska y hacer de Berlanga el cantante principal, mientras que ellos prefieren alternarse al micro según la canción que sea. Y por último Nacho Canut, que es probablemente el elemento más racional pero inconformista del grupo, no se recata en echar pestes tanto sobre la producción como sobre las tácticas de Hispavox en general, lo que acaba obligando al sello a vetarlo para entrevistas y demás accesos a la prensa. En ese ambiente ya enrarecido, a principios de 1981, se graba el nuevo single, también con tres canciones de Berlanga y Canut, producido por el grupo y que junto a una magnífica cara A con "Otra dimensión" la B contiene la legendaria "Quiero ser un bote de Colón", en la que de nuevo se percibe la herencia del espíritu Kaka de Luxe, y "Salir", con una clara influencia post punk siniestra isleña (Alaska y Ana Curra son en ese momento nuestras Siouxsies nacionales). Ese single roza el top 10, y fuerza a Hispavox a seguir manteniendo las formas. Lo cual tampoco es garantía de nada, ya que el propio grupo lleva dentro la semilla de la destrucción: también los Pegamoides serán un grupo de tránsito.



La tensión entre unas tendencias y otras va creciendo. Berlanga, que ya había amagado con marcharse tiempo antes, está enfrentado con Benavente, que se escora hacia el post punk y la temática siniestro/gótica. Canut de momento se siente atraído por los gustos de Eduardo y participa junto a él en la creación de Parálisis Permanente,  un proyecto alternativo -ya que siguen militando en la escudería Pegamoide- aunque con carrera y grabaciones propias. Y justo cuando la situación comienza a hacerse insostenible llega en 1982 el gran cañonazo mediático: "Bailando", compuesta por Berlanga. Es una pieza funky/disco, en la onda de los Gibson Brothers, que alcanza una tremenda popularidad a gran escala y es además la dosis de autoestima que necesitaba para convencerse de que le conviene seguir su propio criterio. Poco después llega "Grandes éxitos", único Lp del grupo, de título irónico pero solo a medias, ya que la mayoría del repertorio era bastante popular en sus directos. Y aunque en esencia es obra de Berlanga y Canut, se notan las tensiones que se vivían ahí dentro: más que el tradicional estilo pegamoide ya se distingue el sesgo discotequero que tomará la obra de esa pareja junto a momentos un tanto más oscuros y casi góticos del otro bando. En todo caso las ventas sorprenden de nuevo a su sello.


Tras otros dos singles bastante meritorios pero no tan brillantes, la liquidación llega antes de que termine el año. Berlanga ya se ha ido para no volver; poco después Canut abandonará las querencias siniestras y le acompañará en la defensa de los ritmos bailables. Eduardo Benavente, ante la marcha de Canut, ha de reorganizar la formación de sus Parálisis. Alaska, que ha compuesto algunas canciones de tono gótico junto con Ana, pasará por unos meses de indefinición hasta que por fin acepta la oferta irrechazable: será la nueva cantante de Dinarama, el grupo que han creado Berlanga y Canut. Bajo ese nombre comercial se harán definitivamente populares a gran escala, entrando en una órbita de famoseo que en todo caso solo Alaska parece asumir sin muchas molestias (a los otros dos no les iba tanto ese aspecto del negocio, y especialmente Canut dio más de una espantada). Y Ana, que ahora es pareja de Eduardo, siguió en los Pegamoides hasta el final por amistad hacia Alaska, aunque como era de suponer su futuro estaba claro. Poco después de la ruptura Hispavox publica un Lp imprescindible con todas las clásicas de sus primeros tiempos, logrando así otro éxito de ventas, y ahí termina todo.



Nosotros nos despedimos del trío deseándole mucha suerte en sus nuevas aventuras, aunque su estilo no nos emocione: preferimos seguir en primer lugar la trayectoria de Eduardo y Ana, y luego de algunos otros músicos que con sus carreras demostraron que la saga Kaka de Luxe/Pegamoides fue una de las más fructíferas de España. Aunque solo fuese por eso, se merecen un respeto.


miércoles, 1 de septiembre de 2021

España en los años 80 (I)


"... El rock español, el que ha trabajado por el cambio, ha sido abandonado por el gobierno socialista. Y cuando hablo de rock no hablo del pop, de la basura. Es terrible: el rock español vivía mejor con Franco y la UCD que con los socialistas...". 
Vicente "Mariscal" Romero 

"... Quieren explicar la Movida como una conspiración del PSOE contra el rock proletario; lo cual es bastante absurdo, puesto que los primeros concursos de grupos los montó la UCD. Allí salían las propuestas más frescas por el apoyo de unos pocos críticos y periodistas; los grupos duros ya tenían su discográfica, su circuito, sus locutores que intentaban llevarse una tajada. Luego, es cierto, quedaron eclipsados, pero ese es un fenómeno de renovación que, aunque resulte cruel, siempre pasa". 
Jesús Ordovás 

Ya antes de que termine la década de los 70 se nota que España ha cambiado mucho en poco tiempo: que Franco muera a finales del 75 y tan solo dos años después surja un grupo como Kaka De Luxe es muy revelador. Demuestra que hay una nueva generación ansiosa por echar abajo todo lo que aquel horror histórico había edificado, y esa urgencia bulle tanto en los barrios obreros como en los más distinguidos: primero se había consolidado el rock urbano, que consiguió un gran protagonismo con su fusión del hard y progresivo tradicionales, e inmediatamente después los niños bien del centro -más jóvenes, casi unos críos- descubren la new wave isleña y americana, es decir, el renacimiento del pop. La sucesión de acontecimientos va a tal velocidad que antes del inicio de los 80 ya hemos visto surgir el conflicto entre esas dos opciones básicas: el rock urbano comienza a ser desplazado en las preferencias de la prensa y el público mayoritario por la nueva ola. Lo cual no significa en absoluto su desaparición, sino que -como sucede a escala mundial con el hard o el heavy- a partir de entonces será una corriente al margen, pero con un gran número de seguidores y ajena al paso del tiempo. 

Todo esto sucede en Madrid, una ciudad que durante la posguerra había perdido su carácter hasta convertirse en un lugar oscuro, sobrepasado ampliamente por la efervescencia cultural y artística de la por entonces cosmopolita Barcelona. Sin embargo y contra lo que podría esperarse, la desaparición de la dictadura había invertido esa polaridad: mientras la burguesía catalana, obsesionada con la identidad y el "hecho diferencial", trata de controlar todo tipo de expresiones artísticas mostrando un sorprendente sesgo discriminatorio, Madrid se libera de la caspa amontonada durante tanto tiempo y echa a volar. Llegados a esta nueva década se ha convertido en una especie de faro de la modernidad que asombra "a propios y extraños", como se decía antes, y en la que se consagran lugares de encuentro como el Rastro y su bar La Bobia, los paseos por la Gran Vía, varios locales míticos como el Pentagrama (desde 1976), La Vía Láctea (1979) o el Rock Ola (1981-85) y un verdadero enjambre de revistas, fanzines y demás familia que podríamos simbolizar en una sola: "La Luna de Madrid", fundada en 1982. 

Esa nueva realidad que surge en la capital se transmite al resto del país, lentamente pero con la efectividad de la lluvia fina, gracias a la radio y en menor medida la televisión. Primero, como siempre, fue la radio: en 1979 Radio Nacional de España inaugura Radio 3, que en su vertiente musical es la reunión de muchos de los grandes nombres que se habían consagrado en Onda 2, Popular FM y otras emisoras madrileñas que solo tenían alcance provincial (una de las circunstancias que había causado el despertar de esa ciudad en contraste con el resto del país). En 1981, a través ya de su red nacional, tendrá veinte horas diarias de emisión, algo poco frecuente por entonces. En cuanto a la televisión, y entre otros programas más convencionales, en 1983 TVE estrena el vanguardista "La edad de oro", de contenido multicultural pero con énfasis en la actualidad musical tanto española como extranjera: allí actuaron, entre otros, los Dream Syndicate, Violent Femmes, Tom Verlaine o Johnny Thunders junto a lo más granado del país como Radio Futura o Derribos Arias. Presentado por la legendaria Paloma Chamorro, solo duró dos años pero dejó una huella imborrable. La nueva mentalidad de la época llegó incluso a los programas infantiles con "La bola de cristal", que probablemente tuvo más público juvenil que infantil. Comenzó en 1984 y duró tres años. La suma de esas influencias hace que pronto comiencen a surgir ambientes autóctonos como el que hubo en Valencia, en Vigo o en algunas ciudades andaluzas. 

Hay dos fechas casi "mitológicas" en la historia de la nueva ola: la primera es el 9 de Febrero de 1980, cuando tiene lugar el concierto homenaje a Canito, el batería de Tos (futuros Secretos), que como ya vimos había muerto a causa de un accidente de tráfico ocurrido en la Nochevieja del 79; la segunda es "El Concierto de Primavera", celebrado el 23 de Mayo de 1981 en la Escuela de Arquitectura ante unos quince mil espectadores y que confirmó definitivamente que la música española estaba viviendo una nueva era. Entre uno y otro se encuentra una buena parte de los nombres que protagonizan el futuro a corto y medio plazo. Por lo tanto, podemos resumir diciendo que el primer quinquenio de los 80 fue una larguísima fiesta. 

A partir de ahí -un poco antes, en realidad- comenzó la decadencia, que a otra escala comenzaba también en la Isla o los States porque el ardor inicial de las nuevas olas, como pasa siempre, se va apagando. Es entonces cuando se puede echar parte de culpa al PSOE (que llega al poder a finales del 82) por la creciente degradación: con fines claramente electoralistas y aprovechando el ya manoseado soniquete de "La Movida", tanto el ministerio correspondiente como los ayuntamientos socialistas se dedican a gastar una considerable cantidad de dinero en todo tipo de expresiones culturales, unas con criterio y otras enloquecidas. En lo referente a la música, la mayor parte de los nombres con un mínimo de popularidad comenzaron a incrementar su caché: las fiestas patronales eran una mina. Pero lo eran para todos, al margen de la mayor o menor cantidad de discos que vendiesen. Y por mucho que los rockeros urbanos madrileños, o los progresivos catalanes o andaluces digan que la Movida los hundió, conviene recordar que sus discos ya estaban pasando de moda antes de la nueva década, y que fue por entonces cuando se consagraron la mayoría de los que en los primeros 80 ganarán más dinero: la Orquesta Mondragón o Tequila, por no hablar de clásicos como Miguel Ríos, son los reyes del escenario. De los recién llegados, solamente Alaska estará a esa altura. Y por supuesto algunos "rockeros auténticos" como Rosendo seguirán gozando del favor de un amplio sector del público. 

Por último, una pequeña acotación sobre el término "La Movida", que espero usar lo menos posible y que en realidad es solo una parte de la nueva ola. Como ya vimos surgió a raíz del concierto homenaje a Canito, tal vez por un comentario de Alaska sobre aquella reunión ("menuda movida") que luego un comentarista musical sacó de contexto. Como en el caso de Guercio con "Paisley underground", tampoco ella quiere saber nada de una etiqueta que con el tiempo ha quedado como un reclamo más "para turistas". Ese reclamo se convertirá en parodia a mediados de la década, cuando solo queden un puñado de músicos de la primera época realmente interesantes compartiendo la debacle junto a una maraña de personajes absurdos y sin el menor interés, más pendientes de su ropa y su peinado que de la música. Y a partir de ahí comenzará a surgir la nueva generación, los futuros protagonistas de los años 90, que ya no son asunto nuestro. 

Bien, pues vamos allá. Como dije antes, para quienes vivimos esa década aquello fue una fiesta. Y como en todas las fiestas luego llegará la resaca.., pero nadie piensa en eso ahora, ¿verdad?