En 1984 Gabinete Caligari ya han superado la categoría de grupo underground de la Movida y están muy cerca de asentarse como uno de los nombres más exitosos del pop nacional. Por otra parte tanto Urrutia como sus colegas pertenecen, como Alaska y los suyos, a un creciente grupo de músicos que ya detestan aquella etiqueta. En concreto Urrutia, que sabe hacer buenas frases, hizo luego una bastante combativa frente a quienes alaban la movida dichosa y al PSOE como supuesto benefactor; pero de rebote también es combativa frente a los músicos del rock urbano, para quienes aquello fue el origen de todos sus males: "Ahora resulta que Tierno fue el padre de la Movida. Ni él ni nadie me ayudaron a comprarme una guitarra". Esa vocación de ir a la contra, de mostrar carácter, los define desde la portada de su primer disco grande: ahí vimos una estética que se va a mantener e incluso radicalizar con el paso del tiempo, y que aun dentro de la élite los incluye inevitablemente en la peligrosa secta de "los amas o los odias".
Sin embargo, estéticas aparte, no hay duda de que el trío se supera con su nuevo disco, un mini Lp de seis canciones que llega a finales de aquel 84. Se titula "Cuatro rosas" y es una exhibición comenzado ya por la canción que lo abre y le da título, dedicada a la inolvidable Janis Joplin. Es una pieza redonda tanto por la letra, un homenaje en toda regla a la diosa y su bebida de cabecera, como por la melodía, un cántico de corte clásico, al margen de modas y épocas, que además lleva unos arreglos de categoría: un fiscornio tocado por Luis Medrano (que había empezado casi veinte años antes en el mundo del jazz y las orquestas) y que puede recordar al pop barroco de los años 60, junto a un clavicordio a cargo de Teresa Verdera, de formación clásica (y pareja por entonces de Urrutia) y el saxo de Ulises Montero, un infaltable en muchas grabaciones de grupos de esta época y que ya había participado en el disco anterior del trío. Como es lógico ha quedado como una de las más representativas de Gabinete, sin discusión. Pero el resto del disco es casi igual de bueno, tanto en material como en arreglos, y da la impresión de hallarnos ante la obra de un grupo con mucha más experiencia y trayectoria de la que parece; incluso piezas como "Tango" tienen un tratamiento pop pero muy sofisticado que hace olvidar ese fondo tradicional. En conjunto tal vez la palabra "sofisticado" sea la más aproximada, y tiene poco que ver con su primer disco: esto es un claro ascenso de categoría. Y las ventas estuvieron a la altura, consiguiendo el primer disco de oro de una independiente (la titularidad es para DRO, que por entonces ya había absorbido a Tres Cipreses).
A principios de 1986 Gabinete presentan "Al calor del amor en un bar", su tercer disco, que en algunas piezas -y repito, solo en algunas- recupera ese conjunto de estilos y actitudes castizas que desagrada a muchos de los que habían comprado "Cuatro rosas". En consecuencia las ventas decayeron bastante, aunque la canción que le da título (un pasodoble de libro, con una letra muy a juego -"Pollo, otro bollo" -) se hizo casi asfixiante en las radios de la época, y otras como "Malditos refranes" -un pop trompetero bastante bien hecho- no le anduvieron muy lejos. Hay también piezas de hechura clásica como "Rey o vasallo" o "Las dos caras del mar", junto a otras que mezclan pop con rock en su justa medida, como "El último tranvía" o la de los refranes. Pero da la sensación, y por supuesto no solo en el caso de este grupo, de que hay un gran número de aficionados que fundamentan su criterio en los singles exclusivamente, porque de otro modo no se entienden estos vaivenes en las cifras de ventas. Insisto en que Gabinete no es precisamente uno de mis grupos favoritos, pero me parece injusto que un disco como este se haya metido en el saco de "lo racial" únicamente por dos o tres canciones (que por otra parte no están mal hechas). Y tampoco digo que sea su obra más brillante; pero es bastante mejor, por ejemplo, que el primero.
No se sabe si parte de la responsabilidad por ese relativo desaire comercial es de DRO, tal vez sin la dimensión necesaria como para afrontar la cobertura de una banda con pretensiones, pero en todo caso Gabinete fichan por EMI; ahí debutan con esa nueva exquisitez pseudoclásica que es "Camino Soria", a mediados del 87. Es decir, abandonan el enfoque castizo de su disco anterior y vuelven a ponerse el traje de las grandes ocasiones. De nuevo hay varios estilos, y todos ejecutados con categoría: desde ese momento casi Motown (o Jam, si quieren) que es el homenaje a Ulises Montero, fallecido poco antes, hasta el melancólico acordeón portuario de "Como un pez" o la propia melancolía encarada con una actitud despierta, vivaz, en "La sangre de tu tristeza". Y hay otro momento r'n'b en "Rugido de tigre", y en "La fuerza de la costumbre" tenemos un dolorido pero orgulloso canto al desamor en una especie de balada casi a ritmo de marcha triunfal (estaba reciente la ruptura).., y por supuesto el cierre con la canción que título al disco: el broche de oro, además de su single más popular con el paso del tiempo. Ha entrado como ayudante fijo el uruguayo Esteban Hirschfeld, personaje de larga trayectoria que además de sus teclados contribuirá también con el trío en la composición de las letras. No soy yo muy admirador precisamente de las letras de Gabinete, por muy alabadas que hayan sido, pero es cierto que tienen más categoría que la media. Por otra parte, que según algunos fans este sea "el mejor disco en la historia del pop español" ya me parece excesivo; pero desde luego está entre los grandes, y hasta las ventas lo corroboran (ya saben ustedes que no siempre lo mejor es lo más vendido).
La década termina con la publicación de "Privado", que trata de alcanzar la categoría del anterior y a ratos lo consigue. Por otra parte, esa supuesta vuelta a sus querencias "toreras" de la que tanto se habla yo solo la veo en La Canción de Marras (o sea, la del cha cha chá) y de forma abstracta en el cierre con la casi costumbrista "Tomando el airecico". Por lo demás ya digo, este disco es una digna continuación de "Camino Soria" con pocas modificaciones de estilo: "Palabra de honor" es un pop rock muy bien desarrollado, mientras "Amor de madre" se desarrolla en un ambiente acústico casi intimista, a juego con la letra; contrasta con "Profesional", un agradable rock de medio tiempo con arreglos y coros casi épicos. Luego hay un valle, por decirlo así, de tres canciones que arrancan despacio y van cogiendo bríos, y por fin llega mi preferida en toda la carrera de Gabinete: "Solo se vive una vez". Grandiosa en letra y música, en fondo y forma, en la actitud de Urrutia resumiendo el sentir de la generación de los 80... o de cualquier otra. Y luego, ya saben, La Canción de Marras. Creo que fue mal entendida, o tal vez que la tribu de los progres estaba esperando el momento y aquí vieron el cielo abierto. Sí, es otro pasodoble; sí, la letra podría considerarse machista ya con los criterios de entonces; y claro, si a eso sumamos las descripciones de estilo torero, el destrozo es importante. Ahora que ya ha pasado tiempo, supongo que se podrá decir que, sin ser una maravilla, la canción en sí tiene un pase y la letra denota, como muchas otras veces, un tono de coña muy saludable. Pero todo salió al revés, y mientras media España renegaba de la canción (que por otra parte sufrió una sobreexposición desmesurada), otra media de pronto se volvió fan a muerte del grupo. Esa otra media, por lo general clientes del mainstream de los 40 y cadenas afines, no son amantes fiables, y pronto quedó demostrado.
En resumen: que con ese disco y a pesar de las ventas comienza la decadencia de Gabinete Caligari. También es verdad que con la llegada de los 90 la mayoría de los grupos de la nueva ola ochentera han desaparecido ya, porque los nuevos tiempos no son para florituras; pero "Cien mil vueltas", su disco del 91, mereció mejor suerte. Y a partir de ahí ya todo dio igual: "Gabinetíssimo" (95) y "Subid la música" (98) yo creo que sobran, y el grupo se dio de baja poco después. Para entonces mucha gente ni se enteró, pero habían aguantado diez años más que la media.