Hoy llegamos a la parte más seria y circunspecta del negocio, es decir, el temible rock progresivo. En ese sector comenzaremos, como siempre, por King Crimson, Yes y Genesis. Los Crimson ya saben ustedes que en realidad son una sola persona, Robert Fripp, siempre envuelto en problemas de altas y bajas con sus empleados y que bastante tiene con mantener la marca en activo mientras esa situación no se solvente al menos a medio plazo; los otros dos siguen creciendo, cada uno a su modo.
Vamos con Fripp. Recordarán que a finales del año pasado despidió a Pete Sinfield, el único veterano que quedaba. Y los demás músicos no parecen muy contentos con la radicalización que don Roberto está imprimiendo a su sonido; incluso se permiten el lujo de hacer comentarios a la prensa que el jefe, muy diplomático cuando quiere, parece ignorar pero de los que toma nota. Y en estas condiciones comienza su tercera gira americana, una gira que se lleva a cabo porque ya estaba comprometida de tiempo antes: de no ser por eso estaríamos ante una nueva desbandada general, y como resultado este año no hay nuevo disco. Pero Island exige algo, lo que sea, para poner en el mercado, y la única solución es grabar algunas piezas que se están interpretando en la gira; la grabación se hace a toda prisa en una platina de cassette estéreo, y con un repertorio caótico que refleja las tiranteces que hay en la banda.
Ese directo se titula “Earthbound”, y hasta el propio Fripp reniega de él (en Estados Unidos ni siquiera se publicó). Casi no lo recordaba: después de muchos años criando polvo, le he echado una oreja y sí, es para renegar. Lo he devuelto misericordiosamente a su rincón, preguntándome cómo llegué a comprarlo en su día; fanatismo adolescente, supongo. Quizá lo único que se salva –a medias- es la interpretación del Hombre Esquizoide, que abre el disco, dura once minutos y… bueno, el saxo de Collins tiene un pase. Luego ya el resto es un horror incluso para los que disfrutábamos de esta banda: hay una improvisación de siete minutos con el título de “Peoria”en honor a una población de Illinois donde actúan el 10 de Marzo, y la cara A termina con una “versión libre” de “The sailor’s tale”. La B es más insoportable todavía: se abre con “Earthbound”, una improvisación colectiva de siete minutos que viene siendo una especie de free jazz -por llamarle algo- y el despropósito termina con una versión de un cuarto de hora de “Groon”, uno de sus primeros singles, perfectamente evitable. Y luego, a la vuelta de esa gira, la banda salta en pedazos de nuevo. Bueno, pues el año que viene ya hablaremos.
Yes siguen su camino imperturbable hacia la Grandeza Absoluta, plenamente imbuidos de esa vocación tremendista que a mí me recuerda a Led Zeppelin, no sé por qué (¿o será porque ambos graban en Atlantic?). Y en esa línea se presenta su nuevo disco, “Close to the edge”, que pasa a ser un nuevo éxito transoceánico. La portada es de Roger Dean, una vez más; las canciones siguen aumentando su extensión y esta vez son tres, aunque subdivididas. Todo suena muy bien, muy grandioso. La canción que le da título, o al menos algunos de sus fragmentos, es probablemente lo que más me gusta del disco. He ido a mirar y resulta que llegó a ser platino en todo el orbe cristiano. Lo cual significa que soy yo el que se equivoca, pero me da igual: no son la idea que tengo sobre la música popular, así que decido abandonar definitivamente a esta banda. Sintiéndolo mucho, la hartura me sobrepasa. Los rockeros irredentos me aburren muchísimo, pero los progresivos sinfónicos que se acercan a Dios y nos lo van contando me aburren más todavía: ya estoy echando de menos a los punkis, y eso que aún falta. Ah, sí: Bill Bruford, que también parece harto, se marcha poco después; irá a parar a King Crimson, porque Fripp será lo que sea pero desde luego su música está mucho más pegada a la tierra. Y el año que viene Yes publicará un doble con una canción por cara, y se irá Wakeman (también diciendo que “suenan vacíos” ¡y lo dice Wakeman!), y… me trae sin cuidado lo que hagan a partir de ahora.
Genesis podrían caer en la misma afectación que Yes a poco que se descuiden, porque aparentemente proceden de una escuela parecida. Sin embargo, hay matices muy notables que diferencian a estos dos grupos; para empezar y al igual que Fripp, Gabriel es mucho más “real” y sobre todo tiene sentido del humor, algo de lo que la gente tan pagada de sí misma como Jon Anderson carece: Gabriel, de algún modo, sabe reírse de sí mismo. Se nota, por ejemplo, en el tono circense que muestran los montajes en directo de esta banda: mientras en Yes todo son túnicas blancas, iluminaciones astrales y brillos (una especie de glam catedralicio), en Genesis tenemos a un bufón vestido con ropas inverosímiles que incluso a veces buscan la repugnancia, siempre entre luces tenues y tinieblas. Y en cuanto a la música, aunque por momentos podría recordar a los otros, el sonido es mucho más cálido, más controlado y tremendamente original: no necesita tanto coro ni tanta elevación.
Este año, en otoño, llega “Foxtrot”. Poco a poco Genesis comienza a alternar las piezas melancólicas, intimistas, con otras de mucha garra, al mismo tiempo que su sonido se va volviendo más nítido: John Anthony ha sido sustituido por David Hitchcock, el productor de Caravan; ese cambio, muy necesario, se nota. La apertura corre a cargo de “Watcher of the skies”, una clásica en la que tras la introducción Gabriel comienza invocando, respaldado por el melotrón y un bajo magnífico, para seguir luego con un ritmo que por momentos es casi rockero. Viene luego “Time table”, en la onda de los discos anteriores y sin embargo muy animada, con esas escalas tan de casa de muñecas que a mí por lo menos me arrebatan. “Get’em out by Friday”, la siguiente, resulta ser una buena mezcla de estilos entre las dos anteriores. La cara A se cierra con la deliciosa “Can-utility and the coastliners”, que oscila entre el intimismo de la voz apoyada por un juego de escalas de cuerda y luego una fase casi orquestal, marchosa y elegante: imagínense a Yes pero en humano. Y en la cara B, tras una diminuta “Horizons”, un simpe ejercicio de estilo con guitarra acústica, llega “Supper’s ready” que sí, que dura más de veinte minutos, pero que no llega a cansar porque la subdivisión en siete partes nos proporciona un abanico encantador de ritmos cruzados; si “Musical box” fue su primera obra maestra, esta pieza la supera en vigor, en vitalidad, y define perfectamente el espíritu de un disco que parece señalar un futuro radiante. Y aunque no lleguen a las ventas cósmicas de Yes, ya andan por el top 15… superando a King Crimson, que rara vez pasa del top 30: el progresivo de calidad no suele llegar a los primeros puestos de las listas.