Si algo bueno tuvo el rock progresivo fue su gran variedad: había grupos de todos los pelajes, con ingredientes que iban desde el folk hasta el jazz. Y un caso aparte lo constituyeron los músicos radicados en Canterbury, una entrañable reserva patafísica con carácter propio. Su alto nivel artístico era el resultado de una formación extensa combinada con unos espíritus creativos, muy originales, con sentido del humor y que al mismo tiempo demostraban no haber perdido la visión fantástica que da la infancia. De aquella comuna de niños grandes son asiduas a este local las entidades conocidas como Caravan y Gong; pero estos últimos andan muy ocupados con el tránsito de su planeta a Britannia, donde comenzarán a grabar a partir del año que viene, así que por esta vez solamente nos visitan los primeros. Que también viven un momento azaroso, como veremos.
El año pasado finalizó con la marcha de David Sinclair a los Matching Mole de Robert Wyatt; ahí dije que la banda seguiría pisando fuerte de todos modos, aunque esto hay que matizarlo porque si a efectos comerciales y de popularidad es cierto, no lo es menos que la situación interna se enrarece un poco. En teoría Steve Miller, su sustituto, es el indicado por ser un viejo conocido desde los tiempos de Canterbury; por otra parte su habilidad con los teclados no tiene nada que envidiar a la del primo Sinclair, e incluso podría ser al contrario. Bueno, pues tal vez sea ese precisamente el quid del asunto: con Miller el sonido del grupo se hace más instrumental, más técnico, se acerca en algunos momentos al jazz rock, otros al estilo orquestal y pierde un poco de su encanto.
Hay un nexo común -o al menos bastante frecuente- entre los miembros originales de Wilde Flowers, de Canterbury en general: la mayoría de ellos acaban, de un modo u otro, acercándose al jazz vanguardista, por muy abierta que sea la concepción que tengan de él (a veces cercana al dadaísmo). Porque los Mole -el grupo al que ha marchado David y que dirige Wyatt- son de ese jaez al igual que Soft Machine, hay reminiscencias en Gong y solamente se aparta del género Kevin Ayers, que es un espíritu libre. No sabemos qué significa eso. Pero parece que se está convirtiendo en una seña de identidad que los diferencia del resto de las escuelas progresivas isleñas: los Crimson comenzaron sonando así al principio de su carrera, pero ya están en otra cosa; los Floyd no tienen nada que ver, y menos aún Yes o Genesis, en la onda sinfónica. De entre los grupos más o menos grandes solo Colosseum siguió ese camino, y ya no existen (o, a ratos, los Van Der Graaf, que tampoco). Solamente vemos pequeñas bandas del tipo Bakerloo, Greenslade y algunas más, sin mucha repercusión; lo mismo que le pasa, por cierto, a los mismos Soft Machine o las agrupaciones de Wyatt. La vocación minoritaria está muy bien, pero reconozcamos que ese género es un poco aburrido.
De todos modos Caravan tiene un sello de identidad con mucho carácter, y su sonido fuertemente anclado en el pop barroco sigue siendo reconocible sin la menor duda: a principios del verano nos encontramos con “Waterloo Lily”, una de esas delicias que dignifica a Canterbury por siempre jamás. Es cierto que la influencia de Miller se nota, que este disco es el más, digamos, “técnico” de la banda, pero el resultado vale la pena ya solo con oír la canción que le da título y lo abre; esa canción, con su melodía casi popera y luego un “renacimiento” en plan jazz funky, es una de las clásicas del repertorio. Y algo parecido sucede con la siguiente, una composición instrumental articulada que comienza con “Nothing at all”, basada de nuevo en un ritmo de bajo funky que se adentra en el jazz rock para dar paso a “It’s coming soon”, una breve fase apacible con un único teclado que precede al reprise de la primera completando un círculo fantástico. La cara A termina con uno de esos juegos de voces tan entrañables en los chicos de la caravana: “Songs and signs”, abrigada luego por los teclados de Miller. La cara B arranca con otra pieza que podría figurar en cualquier disco de Caravan: “Aristocracy”, de nuevo un lujo de armonías y estribillos. Luego llegamos a la parte más discutible del disco, una incursión de tono orquestal en varias fases que por momentos es brillante y en otros no tanto; aun así tiene la altura suficiente para no desentonar en el conjunto de un disco tan exquisito, que se cierra con otra de esas piezas ensoñadoras que solo estos chicos saben hacer: “The world is yours”.
La conclusión es que estamos ante una de las obras más brillantes de Caravan, pero a veces los fans pensamos de una manera y los músicos de otra: tras unas cuantas discusiones el grupo se parte y solo quedan a bordo Richard Coughlan y Pye Hastings, que han de buscar nuevos acompañantes; mientras tanto, Richard Sinclair y Steve Miller más su hermano Phil (que estaba en Matching Mole) se unen al batería Pip Pyle (ex Gong) y crean Hatfield and The North, una nueva banda canterburiana que se inclinará claramente… al jazz rock. Y el trasiego de músicos no termina, porque dentro de poco veremos a David Sinclair volviendo a Caravan en plan hijo pródigo. Pero esa ya es otra historia.
Termino con una gozosa noticia española: Columbia, la distribuidora nacional de Deram, acaba de enterarse de que en la Isla hay una banda llamada Caravan que por lo visto está consiguiendo vender una aceptable cantidad de discos con cierta regularidad. Así que, ni corta ni perezosa, engalana las tiendas del Imperio con un doble LP barato titulado “In the land of grey and pink”. Pero… ¿ese no era el tercer disco de la banda? Y, sobre todo, ¿ese disco era doble? Pues no, pero los cerebros grises del sello patrio han decidido publicar dos discos usando la portada de uno solo: el primero resulta ser “If I could do it…”, es decir, el segundo del grupo, de 1970; y el otro es efectivamente “In the land of…”. Magnífico. Y como ese doble se vendió bastante bien (por no hablar de lo contentos que se pusieron los coleccionistas foráneos una vez más), dentro de dos años veremos otro con el título de “Caravan 2” conteniendo “Waterloo Lily” más un directo. Como ven, la imaginería nacional no conoce límites.
Esto ya es otro cantar (nunca mejor dicho) para mi. Casi todo lo que se estaba hirviendo en la olla de "Wilde Flowers". luego me resultó un buen manjar. Lástima que no se publicara nada de estos hasta el 94. Sobre todo me interesa Robert Wyatt y Kevin Ayers con los primeros Soft Machine. Y luego, por otro lado, las locuras de Daevid Allen y Gong. A Caravan, no les pillé el truco en tiempo real, es decir, en su momento. Tenía un L.P. de ellos que no me entró del todo en el primer momento, no se porqué razón. Fue luego, con el paso del tiempo, cuando empecé a saborear su música. Este es un apartado de la música (el de Canterbury) al que si le he podido sacar su jugo. Pienso darle un nuevo repaso a Caravan, que creo que se lo merecen (aunque a ellos les importe un bledo lo que yo haga o deje de hacer)
ResponderEliminarGracias por la exhaustiva documentación.
Saludossssssssssssss
Un buen manjar, sí señor, porque aunque en su época no llegaran a sacar ni un triste single fue la escuela de muchos músicos que luego nos alegraron la vida. Mi preferido a título personal es Kevin Ayers, y por supuesto los Machine de aquella época además de Gong y Caravan. Pero el asunto de "no pillarle el truco" a estos últimos, que le ha pasado a mucha gente, está en su criminal olvido por parte de Columbia: la historia que cuento sobre sus dos LP's "dobles" es rigurosamente cierta, y yo fui uno de los que tuvieron esos discos mientras no pude pillar los originales.
EliminarComo consecuencia, a Caravan le pasó en España lo mismo que a Family: pasaron desapercibidos hasta mucho tiempo después, y hay mucha gente de nuestra quinta que solamente los conoce de oidas. Esta era una de las tristes loterías españolas: dependiendo de en qué casa discográfica estaba el grupo, así le iba.
Definitivamente, Caravan no es lo mío. He intentado escuchar distintas cosas de ellos, sin importar de qué año, pero no me dicen nada.
ResponderEliminarY eso que, de Canterbury me gustan mucho muchas cosas. Yo me lo pierdo.
Saúde.
Ay, señor Pez. Y yo que pensaba que a los teleósteos les iba mucho el sonido caravanero... en fin, qué le vamos a hacer. Para gustos se pintan colores.
EliminarHola Rick:
ResponderEliminarJHe estado a punto de copiar y pegar el comentario de Pez ätomo, pero me parecia muy cutre.
Me cuesta hoirrores oir esta música, a parte de tener un montón de excitantes doscos pendientes.
Yo también me lo pierdo.
Un saludo
Jose
Bueno, pues nada. A fin de cuentas el mundo está lleno de grupos, de sonidos, de discos viejos y nuevos, y tiene que haber de todo. A ver si la próxima semana...
Eliminar¿Realmente te sorprende que los chicos de Canterbury se hayan pasado al jazz de vanguardia? Creo que era una evolución lógica justificada por su necesidad de expresión que debía conducirlos más allá de las múltiples estrecheces de la música rock por muy progresiva que sea. Siendo grandes músicos, siendo amantes de la improvisación en directo y no sólo de la mera composición para discos de estudio, más pronto o más tarde tenía que coincidir con los que viniendo del jazz aterrizaron en este territorio mixto, caso de Tony Williams, Chick Corea, John MacLaughin etc..
ResponderEliminarEsa ampliación de la mirada es la que los hace ser músicos aún muy actuales frente a las limitaciones de otros grupos contemporáneos.
Saludos
Pues no sé si "sorpresa" es la palabra, herr doktor, pero siempre me ha llamado la atención. De todos modos, no es extraño en bandas como Gong, o Soft Machine: la formación básica de la mayoría de sus músicos proviene de ese mundo. Pero el caso de Caravan es ligeramente distinto, ya que aun siendo compañeros de colegio sus tendencias se acercan más al pop barroco que a cualquier otra cosa. En cualquier caso, los Williams, Corea y demás familia ya son otra historia, ya provienen directamente de ese tipo de fuentes.
Eliminar