"Debbie y yo conocimos a Jim a finales de los setenta. Era muy fan de Blondie, aunque un tanto errático. Tiempo después comenzó a hacer su propia música; al principio simplemente me alegré de que hubiese encontrado un camino, pero cuando lo escuché me quedé impresionado de lo sofisticado que era el material que estaba creando".
Chris Stein.
"De cómo el presidente del club de fans de Blondie en Los Angeles se convierte en uno de los más aclamados músicos de culto en los años 80 y más allá", se podría titular esta entrada. Porque así de curiosa es la vida a veces: Jeffrey Lee Pierce, nuestro invitado de hoy, llegó incluso a teñirse el pelo en la misma tonalidad de rubio que la hermosa Debbie Harry, y llevaba en el bolsillo un papelito escrito por ella indicando ingredientes y mezcla exacta para obtener ese tono de tinte. Y aunque tal vez esto sea una marujada sin importancia, refleja muy bien el grado de afición al que Pierce podía llegar cuando se obsesionaba con algo. De chaval había participado en varias obras teatrales en el colegio, y siempre se sintió fascinado por el escenario: que un chico californiano como él fuese aficionado por entonces a bandas tan británicas y glamourosas como Genesis o Roxy Music resulta muy significativo. Pero poco después cayó enamorado del reggae tras acudir a una actuación de Marley, y le faltó tiempo para ir a Jamaica, impregnarse del ambiente e incluso relacionarse con algunos santones del género allí. Como ven, este muchacho es muy sentido.
Y sin embargo esa mixtura de influencias musicales era solo parte de una amplitud mayor, porque la llegada del punk y la new wave le insufló nuevos ánimos que él empleó, además de su evidente adoración por Blondie, en especializarse en el blues tradicional y otros géneros relacionados con él. Pierce ya era un aficionado al blues, en mayor o menor medida, desde muy joven, y este viaje a las raíces completó esa amplia formación a la que por supuesto ya le estaba dando utilidad con su participación en pequeños grupos locales, manejando varios tipos de guitarras y teclados además de cantar (y escribir en algunas revistas del ramo). Por entonces se hace amigo de Brian Tristan, que luego será conocido como Kid "Congo" Powers y que resulta ser el presidente del club de fans de los Ramones: decididamente, Dios los cría y ellos se juntan. Ambos llegan a participar en uno de esos grupos, pero poco después Powers es reclutado por los Cramps (aunque volverá más de una vez a colaborar con Pierce) y por fin, a mediados del 79, nace la nueva banda conocida como The Gun Club, que cuando llegue a grabar su primer disco tendrá una formación estable: junto a Pierce están el guitarrista Ward Dotson, el bajo Rob Ritter y el batería Terry Graham.
Ese primer disco se titula "Fire of love" y se publica en verano del 81. Y aunque la apertura con "Sex beat" ya nos da una idea del tormento incendiario que pulula tanto en las letras como en las músicas de Pierce, "Preaching the blues", la que le sigue (actualización de una de las clásicas de Robert Johnson) nos confirma su dominio de los estilos que ejecuta, y en ese sentido podría recordar a Tav Falco. Estamos en un momento en que parece obligatorio aplicar los términos "post punk" y "garaje" a todo lo que se mueve, y por lo tanto la crítica lo hace también con los músicos que están actualizando el blues tradicional; es evidente que Pierce no podrá escapar de esas etiquetas, pero no creo que las necesite. En su mayoría este es un disco en el que ese "neoblues" tiene un aura vagamente gótico -en contraste con el frecuente minimalismo instrumental que muestra-, fusionándolo con los demás géneros raíces yankis: el Delta o el pantano tienen aquí tanto protagonismo como el rock and roll blanco, por resumir (ahora me acuerdo de aquello que decía Falco, lo del "tono gótico sureño": algo de eso hay aquí también). Y esa voz, que realza el material: seguro que Black Francis es fan de piezas como "She's like heroin to me", porque los Pixies recogen en parte esa herencia; teniendo en cuenta que para mí los Pixies son La Última Gran Banda, no tengo nada más que añadir. Como es lógico la crítica los puso por las nubes, e incluso las ventas fueron bastante buenas; de todos modos Pierce y sus colegas se marchan del sello Slash, y Chris Stein sale a su encuentro.
Stein, que poco antes ha creado el sello Animal Records, queda admirado de la trayectoria de Pierce y se ofrece no solo a publicar un nuevo disco, sino también a producirlo (incluyendo coros en varias canciones a cargo de la adorada Debbie). "Miami", publicado a finales de verano del 82, es el resultado; en la portada solo vemos un trío, ya que Ritter se ha marchado tras enseñar los acordes de las nuevas canciones a Patricia Morrison, que le sustituye. El sambenito de este disco, cuya calidad está a la altura del anterior, ha sido siempre la producción de Stein: según la crítica y el público que la sigue, suena un tanto domesticado. Parece no importar que la orientación de este nuevo grupo de canciones se acerque más al country rock o el mismo rock a secas que al blues, aunque por supuesto también el blues está ahí. Y parece no importar tampoco lo que digan sus protagonistas, tanto Stein como Pierce, que conscientemente buscan ese sonido. Pierce no estaba de acuerdo con el concepto "punk" que la crítica aireaba tan alegremente, y buscaba -buscó siempre- una amplia mezcla de estilos. Pero claro, como ya pasó con Blondie en los primeros tiempos de CBGB, los "auténticos" no soportan que un poppie se meta en este tipo de asuntos. Al final dio lo mismo, ya digo que "Miami" es de igual categoría que su primer disco. Y eso es lo que queda.
Las peleas dentro del grupo son una constante, ya que Pierce es un personaje conflictivo, y en el medio de idas y vueltas el año 83 registra "Death party", un Ep de cinco canciones producido entre el propio Pierce y Stein; tal vez parezca una solución de compromiso, pero no desmerece con respecto a los discos grandes. Y a mediados de 1984 lleva el tercero y último de su primera época: "The Las Vegas story". Parece haber un momentáneo cese de hostilidades entre antiguos colegas y vuelven Morrison y Graham; vuelve también Powers, que se ha ido de los Cramps. Por otra parte, Pierce ha conseguido frenar en parte su adicción al alcohol y algunas sustancias ilegales ayudado por Debbie Harry, que controla su rehabilitación. El disco resultante marca un apreciable cambio de estilo, que se asemeja un poco al rock "indie" de aquella época, y en ese sentido se podría decir que es un tanto "convencional", si ese término se puede aplicar en algún momento a la obra de Pierce. Pero las letras y la actitud siguen siendo las mismas, con ese tono de desesperación que tan bien refleja su voz; de algún modo me recuerda a Jim Morrison. Y probablemente ese cambio de sonido le favorezca, porque el resultado suena bastante compacto.
Pero poco después vuelve la inestabilidad y Pierce liquida el grupo a principios del 85, aunque lo recupera casi dos años después (en ese tiempo hay una corta carrera en solitario, no muy brillante). Y contra lo que podría parecer, su vuelta no desmerece con respecto a su anterior trayectoria, así que para entonces volveremos a verlo por aquí. Mientras tanto debería cuidarse un poco, ya que su salud no es buena y los excesos continuos se acaban pagando.