"Fueron tiempos conmovedores: los viejos bluesmen salieron de sus refugios, de la oscuridad de su Delta, y fueron embarcados hacia Europa para rasgar algunos acordes improvisados, cantarnos sus olvidadas canciones favoritas, emborracharse como locos y al final perder algún que otro diente en la mitad de sus actuaciones"
Como siempre, nadie mejor que Nick Cohn para retratar la escena. Y esto no pasaba solamente con el blues: Chuck Berry o Bo Diddley se beneficiaban también de una segunda juventud en La Isla. Los blanquitos británicos atendían por igual a ambos bandos; y esa mezcla, más el nuevo componente aportado por ellos (el alma pop) creó un estilo de blues y rhythm'n'blues completamente distinto al americano, un estilo mucho más actual y agresivo.
Las primeras bandas que se dedicaron a desarrollar las nuevas enseñanzas eran casi académicas, lo cual significa mucha fidelidad al patrón original; que es como decir poca originalidad. Pero a cambio fueron una escuela de músicos, una verdadera universidad de la que saldrían los nombres que luego cubrieron todo el espectro no ya del blues, sino del rock, hasta principios de los años 70. De esas bandas la primera realmente importante fue Blues Incorporated, dirigida por el gran Alexis Korner, que hasta finales de los años 50 había estado tocando jazz pero que supo ver el potencial del género: en contacto con Cyril Davies, un gran aficionado al blues, monta en 1961 la Incorporated, por donde ha pasado gente como Charlie Watts, Jack Bruce, Ginger Baker... un reguero de nombres fundamentales. Sin embargo, a pesar de su enorme calidad, nunca llegó a ser una banda muy popular, justamente por lo que dije antes: el academicismo, la falta de originalidad.
La fama -y como consecuencia el dinero- estaba destinada a otro personaje fundamental: John Mayall, que acabó convirtiéndose en el Gran Padre Blanco del blues británico. Comenzó en este negocio poco después que Korner, quien, tras verlo actuar en los Blues Syndicate, le convenció para que crease una banda propia. Y eso hizo: a finales de 1963 nacen los Bluesbreakers. Y si la lista de músicos que pasó por la banda de Korner es impresionante, la de los que lo hicieron por la de Mayall ya tira de espaldas: guitarristas como Eric Clapton, Peter Green o Mick Taylor; bajistas como Jack Bruce o Andy Fraser; baterías como Jon Hiseman o Keef Hartley... una salvajada, vamos. Desde 1963 y por muchos años, el aval de haber militado en los Bluesbreakers fue la mejor carta de presentación para entrar en cualquier gran banda.
Así que en 1964, cuando comenzó el bombardeo sobre América, los británicos venían dispuestos a atacar con todo. Y si la primera oleada fue material básicamente beat, la segunda, no menos mortífera, ya estaba llegando con el blues que habían reciclado en tan solo dos o tres años: habían copiado la patente negra mejorándola, dándole nueva vida. Decididamente, el imperio británico acojona, querido Sam.
Como siempre, nadie mejor que Nick Cohn para retratar la escena. Y esto no pasaba solamente con el blues: Chuck Berry o Bo Diddley se beneficiaban también de una segunda juventud en La Isla. Los blanquitos británicos atendían por igual a ambos bandos; y esa mezcla, más el nuevo componente aportado por ellos (el alma pop) creó un estilo de blues y rhythm'n'blues completamente distinto al americano, un estilo mucho más actual y agresivo.
Las primeras bandas que se dedicaron a desarrollar las nuevas enseñanzas eran casi académicas, lo cual significa mucha fidelidad al patrón original; que es como decir poca originalidad. Pero a cambio fueron una escuela de músicos, una verdadera universidad de la que saldrían los nombres que luego cubrieron todo el espectro no ya del blues, sino del rock, hasta principios de los años 70. De esas bandas la primera realmente importante fue Blues Incorporated, dirigida por el gran Alexis Korner, que hasta finales de los años 50 había estado tocando jazz pero que supo ver el potencial del género: en contacto con Cyril Davies, un gran aficionado al blues, monta en 1961 la Incorporated, por donde ha pasado gente como Charlie Watts, Jack Bruce, Ginger Baker... un reguero de nombres fundamentales. Sin embargo, a pesar de su enorme calidad, nunca llegó a ser una banda muy popular, justamente por lo que dije antes: el academicismo, la falta de originalidad.
La fama -y como consecuencia el dinero- estaba destinada a otro personaje fundamental: John Mayall, que acabó convirtiéndose en el Gran Padre Blanco del blues británico. Comenzó en este negocio poco después que Korner, quien, tras verlo actuar en los Blues Syndicate, le convenció para que crease una banda propia. Y eso hizo: a finales de 1963 nacen los Bluesbreakers. Y si la lista de músicos que pasó por la banda de Korner es impresionante, la de los que lo hicieron por la de Mayall ya tira de espaldas: guitarristas como Eric Clapton, Peter Green o Mick Taylor; bajistas como Jack Bruce o Andy Fraser; baterías como Jon Hiseman o Keef Hartley... una salvajada, vamos. Desde 1963 y por muchos años, el aval de haber militado en los Bluesbreakers fue la mejor carta de presentación para entrar en cualquier gran banda.
Así que en 1964, cuando comenzó el bombardeo sobre América, los británicos venían dispuestos a atacar con todo. Y si la primera oleada fue material básicamente beat, la segunda, no menos mortífera, ya estaba llegando con el blues que habían reciclado en tan solo dos o tres años: habían copiado la patente negra mejorándola, dándole nueva vida. Decididamente, el imperio británico acojona, querido Sam.