lunes, 28 de octubre de 2019

1975-80: la nueva España (XIV)


Barcelona. Aquí estamos. Desde finales de los años 60 hasta mediados de esta nueva década Cataluña fue la vanguardia del rock español, especialmente en su variante progresiva. No les valió de mucho porque justamente esa fue la época en la que reinaron los solistas, y la masa de aficionados modernos se entregó a las músicas extranjeras; pero aunque solo una minoría se enteró de su existencia fueron muy respetados (aunque nunca llegó a haber, ni en Cataluña ni en el resto del país, grupos de verdadera categoría). Curiosamente, la muerte de Franco dará un vuelco a la situación: los aires de libertad afectan a todas las clases sociales y dan plena vigencia a cualquier estilo, pero en Cataluña las artes -y sobre todo las actitudes- están "compartimentadas", por decirlo así. Esto, que a primera vista puede parecer extraño, lo explican algunos protagonistas de aquella época mucho mejor de lo que yo podría hacerlo... y por otra parte me van a dar el trabajo casi hecho.

Veamos primero cuál es la situación en 1975, el año en que comenzó la nueva España. Diego Manrique nos explica la diferencia de categoría que hubo entre el festival burgalés de la Cochambre y el primer Canet Rock, pocos días después: en Burgos hay un total descontrol sobre el sonido, una tortura de varias horas en las que casi no se distinguen unas canciones de otras, y como él dice "cuatro mil jóvenes se juntaron a pasar calor en una plaza de toros sin acondicionar. ¿Es esto el rock español? Esto es una pesadilla". Sin embargo... 

“… Canet era lo auténtico, estaba todo el hippismo de Cataluña y España, había una voluntad política con casetas burlándose de Fraga y de Franco y un grado de tolerancia tremendo. En la entrada había guardias civiles, pero dentro no. Podías fumar, follar, nadie te decía nada. El único gesto fue prohibir a Sisa. A mí me impresionó. Burgos no fue un llenazo, éramos una minoría asediada, y en Canet éramos una mayoría considerable…”

Sisa se había declarado ácrata tiempo antes.

Es evidente que la consideración del Poder hacia aquella comunidad ya era "cuidadosa" por entonces. Dicen ahora algunos catalanes patrióticos que el festival estuvo "terminantemente prohibido por la Dictadura", así que es de suponer que las cuarenta mil personas que asistieron a él eran transparentes y la policía no vio nada. Solo así tiene sentido el comentario de Manrique: los guardias civiles de la puerta estaban por si venía alguien. Por otra parte solo actuaron músicos catalanes, salvo una graciosa concesión a los andaluces Lole y Manuel y Gualberto: de Madrid, ni uno. En los años 76 y 77 volverá a pasar lo mismo, hasta que los organizadores ya no pueden ocultar la evidente decadencia del festival, cuyo número de asistentes cae a plomo, y en el 78 tratan de dar un giro "internacional" que termina por hundirlos. Hay una frase, no recuerdo de quién, que viene como anillo al dedo para explicar la dolencia que ha de aquejar al rock catalán: "Ese patriotismo burgués, que logró engañar a la izquierda nacional haciéndole creer que era parte de su lucha, marcará el futuro artístico de aquella zona". Y un hijo de la animadversión es el desprecio: tanto Manrique como Ordovás y otros cuantos que comenzaron ensalzando a los músicos catalanes, acaban reconociendo que "nuestro amor por Barcelona no era correspondido. Su desprecio por el rock madrileño era tremendo. Nos llamaban "mesetarios". 

Por supuesto, ese desprecio se complementa con un grupo de comentaristas catalanes afines a la causa que se dedican a endiosar a los suyos: las alabanzas de algunos de ellos al rock progresivo layetano, definiéndolo como "la música culta del futuro" rozan el ridículo. Nadie niega su buena formación técnica, e incluso algunas piezas son ocurrentes, afortunadas; pero sintiéndolo mucho hay una verdadera legión de aficionados que pensamos que aquello no daba para tanto. Y precisamente sobre ese endiosamiento del progresivo en general -que, no lo olvidemos, ya estaba pasando de moda en todas partes- hay una consideración muy curiosa de Jesús Ordovás. Él suele asociar los tipos de música con el origen social de cada uno, y constataba que el progresivo se nutría en buena parte de jóvenes universitarios que huían del rock tradicional considerándolo primario y embrutecedor, bronca para desahogo de la plebe (el pop ni se considera, claro), mientras que esta otra música era un elemento más en la formación de una cultura refinada: 

“No veas, nos salieron conceptuosos. Empezaron a abstraerse de tal manera que acabaron dando conciertos a la usanza decimonónica y nos salieron conceptistas, concertistas, universalistas, abstractos; y mira por dónde, eso empezó a ligar más que ser un cheli, un rocker o un buen macarra. Quieren montarse una cultura propia para poder decirle a sus padres que ellos también son profundos y tienen música tan complicada y sutil como la de los clásicos que vienen en las enciclopedias. Han caído en la trampa”. 

No cabe duda de que cada cual arrima el ascua a su sardina, y tal vez Ordovás exagere un poco; pero lo que no se puede negar es que en Barcelona las clases está muy marcadas, cada uno sabe cuál es su sitio. Sabino Méndez, el guitarrista de Loquillo, escritor y natural de Barcelona, lo sintetiza en pocas palabras pero muy bien elegidas: 

“En Madrid todos iban a los mismos locales, pero en Barcelona hay muy poca movilidad social: los pijos iban a un lugar, los del barrio a otro. Por eso aquí los locales son pequeños. En Madrid todos se peleaban, pero en el mismo local. Cada uno reivindica su papel en esa escena, como una obra de Shakespeare: tú tienes el papel de príncipe, yo el de bufón, pero todos en la misma escena. En Barcelona cada uno iba a un bar diferente, en consecuencia había escenas diferentes (aisladas unas de otras). Y entonces en Madrid la escena crece, porque todo el que quiere tener un papel va al Rock-Ola, a la Vía Láctea. Y eran peleas más frívolas, pero menos provincianas". 

Por otra parte la radio musical de vanguardia prácticamente no existe en Barcelona:

“La gran diferencia entre Madrid y Barcelona fue la radio. El programa más moderno en Barcelona, que era el de Pallardó, en Radio Juventud, era reaccionario para Madrid ya que no admitía el punk. Para la burguesía nacionalista catalana el punk era anatema. Cuando vieron el éxito del Diario Pop y los programas de Ordovás, hacia 1981-82, Pallardó intentó ponerse al día y pedir maquetas. En Madrid todos estaban mezclados y el acceso era muy rápido, mientras Barcelona era una sociedad muy burguesa con compartimentos estancos. En Madrid Gonzalo Garrido se iba una noche a un local, conocía a unos chavales y les pedía maquetas. Pallardó no iba a nuestros bares; en Madrid sí, te encontrabas a Ordovás en un bar. Cuando vemos la efervescencia que había en Madrid y lo que había en Barcelona, que había que hacer pasillo, nos cogimos un autobús y nos fuimos a los programas directamente. Les dabas la cinta y te la ponían".

En el sector "oficialista" hay dos nombres que son el soporte estratégico para ese mundillo: el veterano sello discográfico Edigsa (que ya había sido crucial en el desarrollo de la Nova Cançó) y la sala Zeleste, que abrió sus puertas en 1973, y en el 75 crea una división para grabaciones asociada generalmente a Edigsa, además de suministrar equipo a los grupos. Víctor Jou, el factótum de Zeleste, afirma que su intención era evitar la endogamia de la burguesía chic que había convertido a la sala Bocaccio en la Meca de la gauche divine a finales de los años 60, y que él trataba de crear un ambiente interclasista. Lo consiguió a medias: al igual que había pasado con Bocaccio, la mayor parte del personal acudía a su sala por ese ambiente antes que por la música (aunque en aquella época se contaron muchas milongas, lo cierto es que la mayor parte de las grabaciones de Zeleste vendieron lo justito para no dar pérdidas). En todo caso, con el apoyo de sello y sala, ese microcosmos se mantendrá muy activo casi hasta principios de los años 80, de los que no toca hablar ahora. 

Por último: hasta en esa época y esa zona geográfica hay también rock de la calle, de la barriada, aunque escaso y dependiendo únicamente de sí mismo; los representantes más recordados estarán también aquí. Pero antes de que nos visiten los oficialistas y los outsiders, ya saben ustedes que es norma en este local comenzar por los veteranos... 


Nota al margen: los comentarios de D.A. Manrique, J. Ordovás y S. Méndez que se extractan aquí están tomados de "Rockeros insurgentes, modernos complacientes: un análisis sociológico del rock en la Transición (1975-1985)". Madrid, Fundación SGAE, 2017. Está escrito por Fernán Del Val Ripollés, y basado en su tesis doctoral de 2014. Esos comentarios forman parte de entrevistas personales hechas por él a dichos señores.


lunes, 21 de octubre de 2019

1975-80: la nueva España (XIII)

Esa sensación de burbujeo primario que se percibe tanto en el Rastro como en algunas publicaciones alternativas comienza a afectar a un número creciente de ciudadanos muy jóvenes: a finales del 77, cuando el Zurdo y Alaska están organizando su primer grupo musical, hay ya otros cuantos muchachos con intenciones parecidas. Y justo por entonces surge un colectivo que inicialmente es, por decirlo así, una corriente de opinión escrita: los Corazones Automáticos. En esencia está formado por los hermanos Santiago y Luis Auserón junto a Montse Cuní y Caty François; los cuatro son universitarios, y aunque tienen querencias intelectuales también se sienten atraídos por la nueva ola. Comienzan a escribir artículos bastante radicales en Disco Expres atacando frontalmente el espíritu del "rollo" urbano y progresivo, al que definen como "Rollo macabeo", ganándose por lo tanto las iras de ese sector. La situación se encrespa en 1978 a raíz del cuarto festival Canet Rock (que sería el último por muchos años): ante la evidente caída de popularidad que se había producido en los dos anteriores, la organización decide incluir grupos extranjeros, desde Blondie o Ultravox hasta Tequila (madrileños, o sea, extranjeros). Pero gran parte del público muestra su desagrado por esta tendencia modernilla, cuando lo que unos querían era seguir escuchando únicamente a sus patrióticos grupos layetanos mientras que otro sector apostaba por el rock "serio y auténtico"; además, a nivel organizativo y de control, fue un desastre. Así, los Corazones Automáticos se despachan a gusto con su famoso manifiesto de septiembre, en el que decían lindezas como estas: 

"Para nosotros, Canet 78 era más que un concierto o una velada costera. Podía haber sido el inicio de un cambio de nivel en nuestro ambiente. Estábamos soñando: tanta cosa buena, de golpe, no podía ser (...) El fracaso de Canet lo provocaron o permitieron nenes que igual se hubieran acercado a vociferar guarrerías irreales a las contorsionistas de un circo ambulante, horterillas embelesados por una idea desustanciada de "la marcha", concienzudos muchachos conocedores del papel de la música joven en el desarrollo de los pueblos de España, jipis tardíos, cansados, decadentes (...) Creemos tener una idea de lo que hubiese contentado al pavoroso público de Canet: ¿jazz rock sinfónico dignamente enraizado en corrientes autóctonas, serenos aires provincianos de burguesía culta y dominguera? Rollo macabeo, ¿no es eso? ¿O bien "caña", es decir, "yonibigudes" y "yanpinyacflás" abrumadores? No, por Dios, que ya tenemos a Tequila (woauaW).
La verdadera grandeza del pop está en el hecho de que no quiere morir con sus propios mitos. Su fuerza es la aventura cotidiana, un ejercicio difícil, un programa sin metas; la práctica misma de los ritmos vitales y sus misteriosas variaciones (...) Aquella oscura noche sentimos, de nuevo, la asfixia de estar entre gentes encerradas en sus formas de conciencia (...) No pueden hacer nada, mientras no instituyamos nuestros propios mitos. En España, el pop que aún no ha nacido sufre de esa debilidad de querer ser..." 

En resumen, dejando aparte ese tono cercano a la petulancia y un tanto pedantuelo, aquello venía siendo un ataque frontal contra casi todo lo establecido; y como es lógico el contraataque por parte de los "implicados" no se hizo esperar. Sin embargo ellos ya estaban planeando su segunda fase, que consistía en un colectivo mayor y de intereses más amplios, desde la escritura o el teatro hasta la música. Y aquí surge Herminio Molero: se trata de un personaje "multimedia" que comenzó como teclista en el grupo Araxes II, protagoniza algunos anuncios televisivos y alterna esa actividad con la pintura, escribe de vez en cuando y planea crear una nueva banda con tendencias más actuales, cercanas al pop electrónico de unos Roxy Music, por ejemplo. Tiene un local que utiliza para ensayar y en el que da acogida a los Corazones Automáticos más algunos ex miembros de Kaka de Luxe y otras cuantas almas inquietas. La mayoría no sabe tocar ningún instrumento salvo Enrique Sierra, que ha vuelto de la mili, se ha despojado de su "Sir Henry" y domina la guitarra ya con maestría; otros, como los hermanos Auserón, comienzan a ejercitarse. El nuevo colectivo se bautiza como "Orquesta Futurama", y en teoría iba a suministrar fondos musicales a algunas exposiciones pictóricas y lecturas poéticas, pero al final no llega a nada: hay demasiada gente y algunos tienen ya otras ideas. Y esos algunos y esas ideas se concretan a mediados de 1979: Molero reúne a los hermanos Auserón, Enrique Sierra y el "batería electrónico" Javier Perez Grueso, organiza su soñado grupo y tras unos cuantos ensayos lo presenta en octubre con el nombre de Radio Futura. Palabras mayores. Aunque tendremos que esperar a los años 80, que es el escenario temporal de su reinado, para que visiten este tugurio.


Y mientras tanto, ¿qué fue del Zurdo?, se preguntarán ustedes. Hagamos memoria: Márquez abandona Kaka de Luxe a mediados del 78, bautiza su nuevo grupo como "Rudy Soplapollas y Los Obtusos" (hay otros nombres igual de ocurrentes con los que se presentarán en algún local) y en la primavera del 79 se nos informa de una "recreación" con el nombre definitivo de Paraíso. Junto a él, que compone y canta, estuvo en los primeros tiempos Carlos Berlanga; luego se verá que Alaska y su amigo Canut van más con su estilo, pero en ese momento le atrajo la oferta creativa de Márquez. En cualquier caso, no duró mucho ahí: su presencia en el plantel de los Obtusos terminó con una de las incontables broncas internas de aquella troupe. Porque una vez más el trasiego de músicos o cosa parecida será constante, llegándose a contabilizar casi una veintena en menos de tres años (lo que duró Paraíso), aunque nos conviene retener al menos dos nombres: el guitarrista Antonio Zancajo, veterano ya de varias bandas madrileñas, y el teclista Antonio Gil, que por el contrario es un adolescente pero tal vez por su nacimiento e infancia en Suiza tiene ya un criterio muy ordenado, un buen dominio del instrumento y una excelente formación musical. Los gustos de estos personajes -y gran parte de los demás- oscilan entre Estados Unidos y la Isla, entre la new wave y el punk, y por lo tanto sus influencias son tan amplias como actuales: desde los B-52's o Jonathan Richman hasta los Pistols o los Ramones pueden ustedes imaginar lo que quieran. 

El repertorio de Paraíso, como en el caso de Kaka de Luxe, es una mezcla de versiones heterodoxas como el "Mongoloid" de los Devo junto a piezas propias entra las que ya figura "Para ti", la canción que los ha de marcar por los siglos de los siglos. Y su presentación en el Teatro Martín a finales de marzo casi los consagra, ya que en términos generales la cosa salió bastante bien: tuvieron de su parte a casi todos los comentaristas modernos (empezando por Ordovás, claro). Pocos días después actúan como teloneros de Sniff 'n'The Tears, y fueron tan aclamados o más que los británicos. A ese ritmo lo siguiente era grabar una maqueta (financiada por Rafael Abitbol, que la radió con profusión en su programa de Onda Dos), y poco después participan en el II Festival San Isidro Rock; donde quedan segundos, como Kaka de Luxe el año anterior... y también como ellos, ¡tras Wyoming! Ese festival no tiene su disco correspondiente, pero aquí les dejo dos muestras de aquellos primeros tiempos: su versión del mongoloide y "Sé una chica de hoy", origen de sus "desencuentros" con Ramoncín e incluso con sus antiguos colegas de Kaka de Luxe:



Comenzaba la nueva década. Abitbol, además de pagar aquella sesión de maquetas y jalearlos en Onda Dos, hizo correr el bulo de que el sello isleño Chiswick andaba tras ellos, con la intención de que alguno de los españoles se diese por enterado. Sin embargo solo Zafiro se dedicaba por entonces a pescar en el panorama nacional, y en Zafiro cayeron. Y digo "cayeron" porque la cosa fue mal desde el principio: sin demasiada confianza en ellos propone grabar un single, "a ver qué pasa", y les asigna como productor a Luis Soler, un rockero de la escuela clásica (segundo de a bordo de Romero en Chapa), que no sabe cómo encauzar aquello. Por suerte, el benéfico Manolo Tena tenía bastante predicamento en el sello, lo que le autorizaba para "manejar" las mesas de mezclas a escondidas, sin que oficialmente nadie supiese nada; incluso los pocos directos decentes que hizo Paraíso (que ni siquiera tenía el equipo necesario) fueron aquellos en los que utilizaron la mesa de Cucharada (fueron teloneros suyos más de una vez), y el propio Zurdo reconoce que si las grabaciones salieron medio bien fue gracias a él. De esas grabaciones se publican dos piezas: "Para ti" en la cara A y "Estrella de la radio" en la B. La primera, una balada pop que se convierte en una de las canciones definitivas en la historia musical de nuestro país, establece el renacimiento de ese estilo con una melodía que según el Zurdo le viene dada por su devoción hacia Jonathan Richman y los Modern Lovers, pero a cuya altura no suele llegar el señor Richman ni de coña (y eso que le tengo cariño): esa especie de balada generacional adolescente, esa esencia del pop que consiste en la emoción y toca la fibra sensible de todo aquel que tenga sentimientos; más aún en aquella época de cambios radicales, pero siempre que vivamos en "tiempos asesinos". Y "Estrella de la radio", un pop rock vitaminado aunque perdió parte de su fuerza en el paso de la maqueta al single, es una ironía sobre algunos locutores musicales pretendidamente modernos. Aquí tenemos las dos, como debe ser:



Pero justo ahí comienza el lento fin de Paraíso, causado por la situación interna del grupo y las maniobras de Zafiro. El sello parece complacido con el embrujo de "Para ti"; tanto, que piensa en la posibilidad de presentar la canción en el festival de Benidorm. Por lo tanto tiene que demorar la publicación del single hasta esa fecha, ya que la novedad es una de las cláusulas para concurrir a cualquier festival de ese tipo. Pero ni el Zurdo ni nadie es capaz de mantener un criterio único; y ese descontrol, que llega incluso a enfrentamientos personales, hace que una maqueta caiga en las manos del señor Abitbol, a quien por supuesto le falta tiempo para radiarla. Ahí terminan las ilusiones de Zafiro, que nunca confió demasiado en ellos y que suspende la grabación de nuevo material: estaba planeado un disco grande, pero ya no lo veremos. Las actuaciones, escasas y caóticas, acaban por dinamitar al grupo, que anuncia su disolución en la primavera del 81; casi dos años después, Carlos Tena consigue publicar un Ep con cuatro canciones que habían tocado en "Popgrama" (entre ellas la inolvidable "Makoki"), y eso es todo. Paraiso desaparece, pero el Zurdo, Zancajo y Gil crearán La Mode, otro nombre mítico para la nueva década.



Y aquí termina nuestro viaje a Madrid, que en estos momentos es el faro de las Españas, por decirlo en plan fino. La tremenda vitalidad que nace de esa mezcla de estilos y procedencias es su mayor atractivo, pero además ha contado hasta este momento con una ventaja única: sus emisoras de radio "alternativas", pequeñas pero cuasi independientes, de las que Onda Dos es la más destacada. Lo malo es que su potencia no va más allá de la provincia, y por eso Madrid se realimenta día a día, se fortalece, mientras la periferia ha quedado descolgada. Pero también eso va a cambiar: si en 1967 la achacosa BBC había sabido atraer al enemigo fichando a los mejores elementos de las radios piratas para crear la dionisíaca Radio One, algo parecido hace Radio Nacional de España en 1979 "saqueando" Onda Dos. En Julio comienza a emitir Radio 3, que como decía una de sus primeras cuñas "la mejor radio del mundo es": Ordovás, Abitbol o García Pelayo se unen a otros monstruos como Manrique o Tena para crear una emisora pública (y no solo musical) que por fin nos hace sentir orgullosos de vivir aquí. En los 80 casi toda España podrá presumir de estar completamente al día. 

Pero eso será en los 80. De momento nos toca dar una vuelta por ahí fuera y comprobar que, efectivamente, están necesitando Radio 3 como el comer. Primer destino, Barcelona...


lunes, 14 de octubre de 2019

1975-80: la nueva España (XII)


Sí señor, el futuro ya está aquí. Mientras el rock urbano vive su momento de apogeo, mientras Ramoncín o Tequila se asientan como sólida competencia a ese mercado, hay una nueva opción que está surgiendo casi sin que la ciudad se entere. Una nube de muchachos muy jóvenes, la mayoría nacidos entre finales de los años 50 y principios de los 60, suele merodear por el Rastro -al que han convertido en su punto de encuentro, casi su hábitat natural- y tomarse luego las cañas todos juntos arriba, en La Bobia. Unos dibujan o escriben en fanzines cuya vida no suele ser muy larga, mientras que otros comienzan el aprendizaje de algún instrumento musical. Muchos de ellos proceden de la clase media/alta, es decir, son niños bien (un pecado que los rockeros urbanos les echarán en cara con frecuencia); algunos de los que participan en los fanzines tienen una formación cultural bastante elevada para su edad, del mismo modo que quienes se inclinan por la música parecen cansados del rock machote y escuchan discos "demasiado modernos", poco frecuentes aquí: la nueva ola británica, el punk, los grupos neoyorkinos... En cierto modo recuerdan a aquellos primeros músicos españoles como los Estudiantes, Pekenikes, etc, que precisamente comenzaron su carrera cuando estos estaban naciendo y que gracias al dinero de sus padres podían conseguir una música que en su mayoría no llegaba a nuestro país o era minoritaria.

A mediados de 1977 dos de los asiduos al Rastro son Alaska y El Zurdo, a quienes ya conocemos por haber fundado el colectivo Premamá y abandonar Lacochu para crear La Liviandad Del Imperdible. Ya en los tiempos de Premamá les rondaba la idea de crear un grupo, pero de momento no han conseguido músicos para ello; así que aprovechan su nuevo fanzine para insertar un anuncio pidiendo voluntarios, entre algunos artículos sobre el naciente punk, la adoración de ambos por Vainica Doble o la particular visión política del Zurdo, que por entonces se declara falangista (de la Falange Auténtica; o sea, "más cerca de Garibaldi que de Mussolini", como decía Ramiro Ledesma). La Liviandad no duró mucho, ya que pronto encontraron a un guitarrista que además sabía tocar: Enrique Sierra, con una pequeña trayectoria a sus espaldas por haber militado en un grupillo llamado Vibraciones. A Sierra, que será conocido aquí como Sir Henry, le siguen dos "hallazgos" que hace el trío en el Rastro: Carlos Berlanga (el hijo del cineasta adopta el sobrenombre de I Nepto) y su amigo Nacho Canut (el más serio: no quiere apodos). Canut está aprendiendo a tocar el bajo, mientras Berlanga hace algunos coros y Sir Henry trata de enseñarle a Alaska los rudimentos de la guitarra. Entra luego Manolo Campoamor, que procede también del mundo de los fanzines y al que alguien presta una batería hasta que llega Pablo Martínez, un batería oficial. Aún seguirá llegando gente (por momentos fueron casi una docena), pero esta es en esencia la formación más o menos estable de un grupo que después de algunas dudas se bautiza como "Kaka de Luxe".

Y ahora entra en escena Jesús Ordovás, sobre quien ya toca ir ampliando un poco la información: se trata de un periodista y locutor radiofónico que, como Vicente Romero en el mundo del rock urbano, será uno de los protagonistas principales en el advenimiento de la nueva ola. Ordovás fue el primer escritor de literatura musical "pop" en España con su libro sobre Bob Dylan, publicado ya en 1971, y en estos tiempos forma parte de la plantilla de Onda Dos además de escribir en Disco Expres. Tiene la saludable costumbre de pasear por el Rastro buscando discos viejos, y un día se encuentra con Alaska y compañía, que están vendiendo su fanzine. Así se entera del proyecto musical que se traen entre manos, y le encanta tanto la actitud como la pinta de los personajes: casi ninguno sabe tocar, pero le echan un morro impresionante. La mayor parte de lo que "interpretan" son versiones de los Ramones y han escrito ya tres o cuatro canciones cuyos ritmos son cercanos al pop rock naif, con estribillos que podrían resultar pegajosos. Las letras participan de ese mismo espíritu infantil, aunque con una buena carga de ironía y una festiva mala leche que los hace encantadores: después de verlos actuar en dos o tres locales, a principios de 1978 escribe su primera columna laudatoria en Disco Expres. Porque Ordovás está cambiando de criterio, y si en un principio apoyó al rock urbano ahora comienza a darse cuenta de que ese estilo no tiene mucho futuro; tal vez esta tropa de niñatos, sin complejos, desafiantes, totalmente al día sobre la actualidad musical tanto en la Isla como en Estados Unidos, acaben creando una alternativa a ese "más de lo mismo" que en el fondo es la enfermedad congénita que aqueja a los rockeros "auténticos". En consecuencia acabará entrando en la lista negra de traidores, cosa que a esas alturas comienza a ser casi un honor; también fue uno de los que popularizó luego el término "Movida" para bien y para mal, pero no se puede ser perfecto.

Sin embargo no tiene intención de convertirse en productor, que parece ser otra de las afecciones en boga por entonces, y lo único que se le ocurre para apoyar a los Kaka es ponerlos en contacto con Vicente Romero, como había hecho con Tequila. Romero los reclutará para Chapa, pero evidentemente aquello no podía salir bien (aunque años más tarde presumiese de haberlos lanzado él): "como espectáculo circense me parecieron geniales; como grupo musical, lamentable". Porque nadie niega que tocando eran un desastre, pero un "grupo musical" tiene que ofrecer más cosas, y él mismo reconocía que "tenían mucha gracia, que era lo que le había venido faltando al rock español en los últimos años". De todos modos, y aunque "presionado" por Ordovás, lo primero que hizo fue colocarlos en el famoso San Isidro Rock: allí alcanzan el segundo puesto, tras Paracelso, gracias a "Pero qué público más tonto tengo", una canción provocativa, punki de verdad ("Ya no os aguanto / cada vez que os veo/ vomito en alto el asco que me dais") que en teoría no debiera ser muy bien recibida por el respetable, pero que si mostraba bien a las claras la actitud del grupo también dejó claro que la mayoría de los asistentes tenían el criterio suficiente como para disfrutar de la sorna que empleaban esta tropa de niñatos. Había en el ambiente mucha más ansia de juerga, más irreverencia de la que el propio Vicente Romero esperaba. Aquello era una señal; no se sabe muy bien de qué, pero lo era. Y por supuesto se incluye en el recopilatorio de marras.

Casi forzado por la inesperada situación, Romero les produce un Ep donde se incluyen otras cuatro canciones de su escaso repertorio: "Rosario / Toca el pito" en la cara A junto a "Viva el metro" y "La pluma eléctrica" en la B. La voz principal es la del Zurdo, mientras los demás hacen lo que pueden con los instrumentos, y por lo general figuran escritas a nombre de todos aunque se sabe quién es el inspirador de cada una. En lo musical su estilo es un cruce entre rock and roll y pop con su ya característico tonillo punki; resulta una mezcla casi infantil pero con una carga de saludable insania, oxímoron que define a toda aquella época y que se extiende a las letras. Por entonces (verano del 78) no hay nadie en Madrid ni en el resto del estado español que llegue a tal grado de inconsciencia, aunque si miramos hacia atrás tal vez un cruce entre los Cheyenes y Micky con los Tonys hubiera creado algo vagamente parecido. El caso es que, salvo Onda Dos y algún francotirador más, las emisoras no se atreven a radiar el disco -algunas, ni se enteran de que ha sido publicado- y solamente los amigos del grupo más los heroicos asistentes a aquel San Isidro Rock van a comprarlo. En consecuencia, pronto desaparece de la circulación; aunque a partir de ahí hubo un considerable tráfico de cintas caseras que mantuvieron su recuerdo hasta que llegó su primera resurrección en 1982, cuando se reedita incluyendo el primer single de Paraiso, y al año siguiente en un lp que contiene el ep original más la canción del San Isidro Rock y todas las maquetas que habían grabado.


Pero ya en aquel verano había dos tendencias casi antagonistas: Alaska era claramente partidaria de la frivolidad y el petardeo, mientras que el Zurdo buscaba algo más. Y en otoño se marchó para formar su propio grupo; por entonces era muy fan de Ian Dury y sus Blockheads, así que decide bautizarlo como "Rudy Soplapollas y Los Obtusos" hasta que en la primavera del 79 se conviertan definitivamente en Paraíso... Pero aún no hemos llegado ahí: Kaka de Luxe siguen viviendo a salto de mata, con escasas actuaciones en los lugares más inverosímiles y una cierta sensación de cansancio. El panorama se complica con la marcha de Canut y Sierra a la mili, que fue cubierta a medias por Bernardo Bonezzi (amigo de Alaska, futuro líder de los Zombies) y los hermanos Urquijo. Pero antes de que termine el año 78 se anuncia la disolución: el último concierto, junto a otros cuantos colegas, se organiza "a beneficio de los huérfanos de Sid Vicious". El humor, que no falte. A principios del 79 se presentará un nuevo grupo: Alaska y los Pegamoides, que necesitarán todo el año para ir asentándose entre una sucesión de entradas y salidas de personal hasta convertirse en uno de los primeros nombres exitosos de los años 80 y de esa "Movida" que según algunos está sustituyendo a la nueva ola madrileña. Pero ese también es otro asunto que será tratado cuando lleguemos a la década en cuestión. Ya solo nos queda despedir a estos muchachos, y creo que lo más indicado será hacerlo con una de las primeras composiciones de Alaska: "La tentación", cuya letra tan escabrosa como hilarante aumenta su contundencia al estar cantada por un varón (o sea, el Zurdo) en tono de balada, que en sus últimas estrofas es un lamento a las alturas a medio camino entre el Delta del Mississippi y la canción italiana al estilo San Remo. Es una buena muestra de su descaro (verano del 78, recuerden: aún no hacía tres años de la muerte de Franco), que al mismo tiempo nos da esa sensación de libertad y falta de respeto por las convenciones añejas que tanta falta hacía. Iban por delante de todos los demás, por eso fueron tan necesarios.



lunes, 7 de octubre de 2019

1975-80: la nueva España (XI)


De vez en cuando surgen músicos que deciden seguir su camino al margen de las modas, y este es el caso de los que nos visitan hoy, reunidos bajo el nombre de Mermelada: en sus primeros tiempos se les asociaba con el rock urbano y pertenecieron al sello Chapa, pero su espíritu no está ahí. Mermelada son, lisa y llanamente, un grupo de blues rock blanco, heredero de la tradición británica (el rhythm and blues de los Yardbirds es una clara referencia), y por lo tanto surgen diez años después de que ese estilo hubiese comenzado a decaer en la Isla. Pero al mismo tiempo son precursores de su renacimiento en España, si es que alguna vez había llegado a "vivir" aquí: salvo en los comienzos de grupos catalanes como Sirex, Salvajes o Lone Star, el r'n'b tradicional pertenece a una época demasiado temprana para la raquítica masa de fans que había en España por entonces. Así que su empeño tiene un mérito indiscutible, al margen de su mayor o menor éxito comercial: ir por libre, en un país como este, es siempre de admirar. Porque en la Isla suele haber público para casi todos los ritmos, y allí su actualización corrió a cargo del pub rock en la onda de Dr. Feelgood, que consiguieron vivir bastante bien; pero en España tal cosa parecía imposible, y sin embargo Mermelada llegaron a ser un grupo bastante longevo. Por otra parte, a diferencia de las bandas revival clásicas, tienen pocas versiones (muy bien hechas, además): la mayoría de su repertorio es propio. Doble mérito, entonces. 

Hay otro aspecto destacable en estos jóvenes, y es que a pesar de su edad son unos instrumentistas realmente buenos: Javier Teixidor (1960), el guitarrista y cantante principal, ya es un virtuoso de la Telecaster antes de abandonar el colegio, mientras que sus compañeros Daniel Montemayor (bajo) y Antonio Yenes (batería) forman un base rítmica compacta y muy solvente. Prácticamente todas sus horas libres las dedican a ensayar y a escuchar discos de la época dorada, gracias a que el hermano mayor de Javier tiene un buen surtido, y con esa escuela es fácil llegar a la conclusión de que necesitan un "soplador". Ahí entra Javier "Moro" Encinas, que domina el saxo y, sobre todo, la armónica: su maestría con ese instrumento no tiene nada que envidiar a los británicos (como mínimo). Su primer local de ensayo compartido está en el Centro Cultural Ateneo, en el barrio de Prosperidad, que era una agrupación oficial con una enorme amplitud de objetivos: desde mantener su propia biblioteca e incluso guardería infantil hasta talleres de teatro, danza o mimo, casi todo era posible allí. También allí comenzaron a establecer amistad con personajes tan variopintos como el Zurdo o Alaska, El Gran Wyoming (por entonces en Paracelso) o los hermanos Urquijo, que junto a Jose Cano -"Canito"- eran los integrantes de Tos, los futuros Secretos. Y esa amistad hace que, sin pertenecer a la nueva ola, tengan más contacto con ese mundo que con el del rock urbano. Para entonces (1977) ya se han buscado un nombre: Mermelada de Lentejas.

El Poder, en este caso la emergente UCD, ya comenzaba a darse cuenta de la importancia de la juventud como futura clientela votante, y el alcalde José Luis Álvarez tiene a bien convocar el primer Trofeo Villa de Madrid (también llamado "San Isidro Rock") en mayo del 78. Ese festival es la puesta de largo de Teixidor y compañía, que se presentan junto a Paracelso, Kaka de Luxe y otros cuantos grupos de poco futuro; ganó el de Wyoming, pero nuestros amigos se llevan diez mil pesetillas de la época por estar entre los siete finalistas, y además se incluye una canción suya en el recopilatorio que Chapa publica a tal efecto (y que cierra el señor alcalde, animado por Vicente Romero para que pronuncie unas emocionadas palabras). Esa canción se titula "Publicidad" y ya muestra con mucha precisión el espíritu del grupo; por otra parte la letra de "denuncia", por decirlo así, cuadra con los postulados del rock urbano. Así que Romero no se lo piensa dos veces, y poco después ya están grabando un primer single que se publica a finales de Julio: "Dame la botella / Marta". La cara A es un "blues and roll" -como dirían los TYA- casi rabioso, con una exhibición de Teixidor a la guitarra, mientras que la B, más contenida pero con un ritmo muy agradable, ideal para las radios (las pocas que se enteraron, claro), muestra sus habilidades con el rasgueo. La composición es también obra de Teixidor, que será quien escriba la mayor parte del repertorio y que por lo tanto demuestra ser un músico muy completo; tal vez su único punto débil sea la voz, ya que por momentos se desgañita un poco (me recuerda a Pedro Gené, de Lone Star; incluso tiene un tono parecido). A ver qué opinan ustedes de aquel bautizo en San Isidro y de su primera cara A:



Poco después deciden recortar el nombre y dejarlo simplemente en Mermelada, que en 1979 se convierte en uno de los grupos más populares del país: la publicación de un doble single en primavera los lleva al top 5 en ventas, lo cual es una verdadera hazaña, y después de otro más con parecido resultado llega su primer Lp en otoño: "Coge el tren". En realidad es la suma de todas las canciones ya publicadas y solo hay tres nuevas, pero el personal lo agradece convirtiendo a ese disco grande en un clásico inmediato. La que da título el disco y lo abre formaba parte de aquel doble single legendario; es un rock and roll intemporal con una exhibición de armónica al más puro estilo british. Le sigue la versión del "Crossroads" de Robert Johnson, con una ejecución impecable; viene luego la regrabación de "Publicidad" seguida por "Dime cuál es tu comisión" (del doble single), un r'n'b de libro, de los de antes; "Las seis de la mañana" muy al estilo Dr Feelgood, la canta Montemayor (me recuerda a unos futuros Siniestro Total, no sé por qué); "Espero que puedas ser feliz" es la versión del "I wish you would" de toda la vida, al estilo Yardbirds, y la cara A se cierra con una curiosa instrumental titulada "Sintonía", que consiste en una especie de r'n'b en que el protagonista es un acordeón: Montemayor nos sorprende con una inesperada destreza en ese instrumento. No hace falta que les detalle la cara B porque es igual de buena; de ella he elegido "O. M", una nueva exhibición del "Moro" Encinas y su armónica, junto a la que abría el disco:



Su afición por la obra de los maestros corre pareja con un equipo realmente notable; gracias a eso los directos de Mermelada son de categoría, y durante todo ese año descansan muy poco. En muchas giras llevan a Tos como grupo telonero, lo cual crea una amistad que les hace compartir escenarios y fiestas, y deciden celebrar junto a ellos y otros cuantos el fin de año en Villalba, cerca de Madrid. Por desgracia, la madrugada del 1 de enero de 1980 será otra fecha negra más en la historia del rock nacional: parte de la comitiva se estaciona en un arcén esperando la llegada del resto para volver a Madrid, cuando llega otro coche que invade el arcén y atropella a Canito y a Antonio Yenes, los dos baterías; Canito muere dos días después, mientras Antonio sufre heridas importantes que lo mantendrán por un tiempo en el hospital. Los Urquijo y Mermelada deciden organizar un concierto de homenaje que se celebra a principios de febrero de 1980 con la participación del "todo Madrid moderno", desde Alaska y Los Pegamoides hasta Nacha Pop. Mermelada actúan y ponen el equipo para los demás; y aunque la asistencia no pasó de unas mil personas, el sonido fue horrible y la mayoría de los músicos seguían sin saber tocar, gracias a la televisión el encuentro se convirtió en un hito. Algún listo de la prensa definió aquello como "una enorme movida": la ocurrencia hizo fortuna, y desde entonces los libros dicen que La Movida, así, con mayúsculas, nació en ese concierto. Pero Alaska y compañía ha renegado siempre del término, en el que se engloba a gente muy distinta que únicamente se había reunido por un motivo concreto: ellos seguirán definiendo esa época como "nueva ola", y dejarán "la movida" para los turistas.

El caso es que, entre unas cosas y otras (incluyendo la mili), Mermelada no publica su nuevo disco hasta 1981, con el título de "A punto". Dos años de distancia con respecto a su primera época tienen que notarse, y se notan: la base sigue siendo el r'n'b, pero un poco más ligero, y por momentos cerca del pop. Canciones como "Soy así" (que abre el disco y fue además la cara A de un single precedente), "Seis", "F.M. blues" o "Aunque tú lo intentes" conservan el espíritu del grupo, mientras que otras como "No me va tan mal" o "Me da igual", sin salirse del patrón, son más cercanas al rock and roll pop de unos Tequila, por poner un ejemplo. De todos modos, aunque hubo cierta división de opiniones sigue siendo un gran disco, que además cuenta con la participación de miembros de los Elegantes, amigos suyos y de querencias musicales muy cercanas. Vienen luego algunos cambios: abandonan Chapa, se marcha Yenes y en su lugar entran Antonio Melgar más Juan Carlos Camacho como guitarra rítmica; Encinas será desde entonces colaborador ocasional, ya que entra en Mamá y luego pasa a Desperados hasta su muerte en 1987. A partir de ahí creo que se puede considerar a Mermelada como un grupo más de carretera que de grabaciones: el siguiente disco, muy flojo y lanzado con título homónimo en 1983 por un pequeño sello de Julián Ruiz, no tuvo promoción y pasó como un fantasma. En el 86, ya en el sello Victoria, llegó el mini Lp "Recomendable", que tampoco era muy allá pero vendió lo suficiente como para conseguir nuevas giras; por entonces Mermelada ya no era solamente una banda de r'n'b, sino que más bien se movía en ese mundo difuso que va del rock and roll mainstream hasta el power pop y que como dije antes tiene mucho más éxito en directo que en las tiendas de discos. Con esa nueva perspectiva, algunos cambios de personal y su gran altura técnica se han mantenido durante casi cuarenta años: aunque desde principios de este siglo se llamen J. Teixi Band, la perspectiva es la misma y siguen gozando del respeto por lo que fueron en otros tiempos.




martes, 1 de octubre de 2019

1975-80: la nueva España (X)


Mientras España iba saliendo de las tinieblas, Argentina entraba en ellas: en 1976 se produjo el golpe militar dirigido por Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti (o sea, Tierra, Mar y Aire: impecable). Ese trío, conocido como La Junta, establece una dictadura que, prolongada luego por Viola y más tarde por Galtieri, atenazará el país hasta 1983, tras el desastre de las islas Malvinas, última muestra de una degeneración criminal. Y como pasó aquí con Franco, el sector artístico fue de los primeros en sentir la brisa siniestra que comenzaba a soplar; en consecuencia, muy pronto comenzó también una diáspora de familias enteras. La ventaja del idioma hizo que gran parte llegasen a nuestro país, y entre ellos venían varios músicos: consagrados veteranos como Moris, Joe Borsani o Carlos Michelini (al que ya hemos visto asociarse con Ramoncín) junto a jovenzuelos como Ariel Rot o Alejo Stivel. Su influencia fue considerable (justo por el idioma, entre otras cosas) cuando todavía la sumisión a lo británico era casi la norma, y por ello tienen responsabilidad en la evolución que renovó el triste panorama con el que se encontraron: Moris, un cruce entre cantautor y rockero tradicional, es lo más parecido que hemos tenido aquí a una figura del pub rock, mientras que Borsani era un músico pop que además ejercía como productor, promotor, compuso canciones para otros artistas y varias cosas más; su esposa Rubi, al frente de los Casinos, fue también figura destacada en la nueva ola madrileña. Pero quienes consiguieron la mayor notoriedad fueron Rot y Stivel por su protagonismo en Tequila, el grupo que consiguió actualizar el rock and roll añadiendo una carga de pop mainstream que los llevó a lo más alto de las listas estándar y revitalizó el mundo de las fans al mismo tiempo que se dejaban oír en los sitios más modernos.

Ariel Rot, que tiene dieciséis años al llegar junto a su hermana la actriz Cecilia y otros familiares, sabe cantar (su madre, Dina Rot, es una conocida intérprete del repertorio sefardí) y se defiende con la guitarra. Entra en la Spoonful Blues Band, por donde había pasado Manolo Tena, y poco después se suma Alejo Stivel: eran amigos desde pequeños, de familias judías de clase media, y Alejo (un año mayor que Ariel) también canta aunque sus padres pertenecen al mundo del cine. En aquel grupillo están por entonces el guitarrista Julián Infante y el bajo Felipe Lipe; tras un cambio de batería, el definitivo será Manolo Iglesias. A mediados del 77 tienen un repertorio que en su mayoría está compuesto por Rot y Stivel, con frecuente apoyo de Infante y en menor medida de Iglesias y Lipe. Para entonces son ya Tequila (un homenaje de Felipe a Johnny Winter), y se notan diferencias con respecto a la oferta madrileña del momento porque además de su relativa calidad técnica y su facilidad para los estribillos cuidan su imagen, a diferencia de lo que era costumbre aquí (esa será una de las causas del rechazo que inspiran entre los rockeros madrileños de pro). Y aunque habían dado sus primeros pasos abrigados por aquel microcosmos conocido como Lacochu, es Vicente Romero quien los coloca en el mercado: a instancias de Jesús Ordovás e impresionado por la suma de todas sus potencias, les ofrece un contrato con Chapa. Sin embargo los jefazos de Zafiro comprenden enseguida que aquellos muchachos pueden llegar muy alto y deciden traspasarlos al subsello Novola, mucho más "respetable"; de ese modo sus dos primeras grabaciones, que iban a ser incluidas en el segundo volumen de "Viva el Rollo" pasarán ser el contenido de su primer single (mayo del 78) y luego se incluirán en el disco grande. Zafiro, una vez más, muestra lo mejor y lo peor de la industria: consigue que ese single sea número uno en los 40 Principales, los coloca en televisión, los lanza a la prensa masiva... y al mismo tiempo les roba el nombre del grupo inscribiéndolo como propiedad del sello: les llevará tiempo recuperarlo.


Aquel primer disco grande, titulado "Matrícula de honor", se publica poco después y es un éxito inmediato. Incluso la prensa más seria, sin los prejuicios que mostrará poco después, se rinde ante el embrujo de esta colección: "Rock and roll en la plaza del pueblo", la que lo abre, es con seguridad la más recordada de su carrera y también una buena síntesis de su estilo; pero a su lado no desmerecen las dos que se habían presentado en el single, demostrando además una insospechada versatilidad en la cara B con tiempos medios como "El ahorcado", compuesta por Sergio Makaroff, otro veterano argentino llegado a España y a quien ya conocían (de hecho fue una de sus primeras influencias allá), o "Abre el día". Y las sorpresas no terminan ahí, ya que además hay dos instrumentales de categoría: "Vacaciones en Copacabana", una especie de jazz/blues latino, y el cierre con "Israel", que comienza con un leve tono de jazz rock progresivo y termina con un ritmo acelerado muy de los primeros años 70, dejando claro que no son los Stones su única guía. Por otra parte la producción, a cargo de Romero, no es la más indicada para un grupo de este tipo, y ya se han dado cuenta: no están muy de acuerdo con su empeño en el sonido denso, rugoso, como si fuesen un grupo madrileño más. Pero esa divergencia no empaña un triunfo que llega a sectores de público muy distintos, incluyendo su irrupción en el mundo de las fans adolescentes (con la rotunda colaboración de Zafiro, claro). Porque hasta entonces ese tipo de asuntos eran cosa de guapos pasteleros al estilo Pecos y compañía; pero los Tequila son tan guapos como ellos, y además tanto en su música como en su aspecto hay el puntito canalla del rock and roll que al parecer también comienza a resultar tentador para las hispanas. Otro asunto será la opinión del sector "serio" del negocio, que si les dio una tregua inicial por haber formado parte de Lacochu ahora ya comienza a afilar las uñas, pero de momento todo va como la seda.


En esas condiciones llega, en 1979, "Rock and roll". Aquí ya son ellos quienes dirigen la grabación con la ayuda de Joaquín Torres, el ex-Pasos metido a productor, y la selección musical es mucho más homogénea. Haciendo juego con el título, predomina el material "bailable" salvo por dos o tres piezas de medio tiempo, como la balada "Hoy quisiera estar a tu lado" o el reggae blanco "El barco". Y con un sonido más brillante que en el primer disco, el resultado resulta imbatible: "Yo qué sé", "Matrícula de honor", "Me vuelvo loco" y la que le da título son las más aceleradas, pero otras como "Rock del ascensor" (una nueva colaboración de Makaroff),"Todo se mueve" o "Quiero besarte" -bordeando el funk- son igual de clásicas. Y hay otro homenaje al rock argentino en "Mister Jones", una canción compuesta y grabada por Charly García, clásico entre los clásicos de aquel país, cuando formaba parte del legendario dúo/cuarteto Sui Generis a principios de la década; Tequila le da aquí un estilo Stones que la rejuvenece. Y este será su disco más vendido, pero los críticos "auténticos" comienzan a volverse en contra: sin entrar a valorar de verdad las canciones, algunos les echan en cara el haberse vuelto un producto de consumo para los 40 Principales, un invento de laboratorio (Romero los llama "vendidos"); otros, que alabaron su actualización del rock and roll, se cabrean ahora por "ablandarse" y ofrecer su mercancía a un público "que no se lo merece" (dicho por Oriol Llopis). Lo cierto es que ellos, demasiado jóvenes como para manejar una situación así, no son plenamente conscientes de los peligros: su paseo por el jardín del sexo, drogas y rock and roll está muy cercano aún a la inocencia. Y la mejor prueba de ello es que no saben ni cuánto dinero están ganando, puesto que viven en una rueda de actuaciones continuas, fiesta, desmadre y chicas que los esperan a las puertas de los hoteles. Los datos, que se los pidan a Zafiro.


La década de los 80 comienza con "Viva! Tequila!"; se grabó en Londres, y aunque no hay grandes diferencias de sonido con respecto al anterior se nota más redondo, con más cuerpo. El material, quizá un poco más uniforme, sigue siendo de altura: "Mira a esa chica", "Ring ring", "Las cosas que pasan hoy" o "Dime que quieres" son las más chispeantes; pero hay otras en medios tiempos con el mismo nivel de calidad, como el tono new wave de "Que el tiempo no te cambie", o la madurez tanto en letra como en estilo de "Es solo un día más" y "Necesito un amor". Sin embargo la creciente campaña mediática de desprestigio comienza a minarlos, y las ventas se resienten aunque las giras de momento siguen siendo continuas. Los ecos de su popularidad, por otra parte, habían llegado hasta Japón, y de allí viene una extraña oferta: grabar un disco para aquel mercado en el que figuren algunas de sus piezas más populares, pero cantadas en ingles; y junto a ellas, las versiones de dos éxitos de Leif Garret (un ídolo del mercado fan en medio mundo, España incluida). Aceptan pensando que es un buen modo de introducirse en aquel país, pero finalmente el resultado es un fiasco y las ventas son mínimas. Esto sucede a mediados de 1981; para entonces la situación interna del grupo ya comienza a ser caótica, entre problemas personales y el consumo excesivo de algunas sustancias poco recomendables. Pero también hay un desfase económico a pesar de su trabajo incesante, y la prensa "seria" ya prefiere ignorarlos antes que seguir metiéndose con ellos: no hay mayor desprecio que el no aprecio.


Poco después vuelven a Londres para grabar su cuarto disco, titulado "Confidencial". Suele citarse aquí la gran afición que sienten por los Clash para describir el material del disco, pero las influencias son más amplias: me resulta difícil creer que no hayan escuchado también algunas bandas de pub rock punk como los Vibrators, ya que las canciones más espitosas del tipo "Me voy de casa" o "Esta chica no es para mí" son de ese jaez; y su gusto por los arreglos más elaborados queda claro en otras como "Nena", pura actualidad para el sonido imperante en aquel momento. El cierre es de categoría, ya que "Salta", un pop de estructura rítmica cercana al ska, es su último gran éxito y probablemente haya quedado a la altura de "Rock and roll en la plaza del pueblo", que fue el primero en la escala de canciones más populares de Tequila. Ahí se cierra también el ciclo "mitológico" del grupo: las ventas siguen bajando, el acoso llega a las actuaciones, y aunque han estado grabando algunas maquetas ya no habrá nuevo disco. Para entonces, de la formación original quedan Ariel, Alejo y Julián, aunque el primero ya casi no se habla con los otros dos; Zafiro también ayuda con otras cuantas marrullerías, y por fin en 1983 Tequila desaparecen del mapa. Los reconocimientos llegarán años más tarde, cuando se valore con propiedad su obra y se reconozca su trascendencia; por supuesto su herencia directa -Los Rodríguez- o algunas reuniones sirven para mantener viva esa memoria, pero por entonces la despedida de la crítica fue un clamoroso silencio.