Habíamos quedado el otro día en que las dos patas sobre las que se sostiene mayoritariamente el negocio de la música popular británica tras la muerte del pop son el blues rock y el "multigénero" progresivo. Comenzando por el blues rock, para los que estén interesados les informo de que a la derecha, en el apartado "Etiquetas", figura "British Blues Boom": ahí está, a grandes rasgos, la génesis del asunto. Y siguiendo la historia a partir de ese momento, el panorama es el siguiente:
Tras la consolidación del estilo Yardbirds y el triunfo de la British Invasion en los Estados Unidos, la Isla dicta las normas: hay una escuela de músicos abierta las 24 horas del día (los Bluesbreakers de John Mayall), unos cuantos alumnos que han pasado por ella y ya vuelan libres con sus propias bandas (Cream, Fleetwood Mac, Savoy Brown, etc); otros que han hecho el cursillo en academias menos prestigiosas pero ya se atreven a todo (Free, Chicken Shack, Ten Years After, etc) y dos espíritus libres: uno es Jimi Hendrix, que llegó a la Isla en Setiembre del 66 y que ahora en 1968 redondea su majestad con la edición de su tercer LP, el doble "Electric Ladyland". El otro es Jeff Beck, al que también el simple blues le queda pequeño y que, al igual que Jimi, evita tocar en grupos donde no sea él quien dirija todo. Tras la muerte de Hendrix, Beck será su sucesor; aunque esto solo lo reconocen los músicos profesionales ("el guitarrista de guitarristas", dicen ellos): al público mayoritario le gustan otras cosas.
En cuanto al "asunto" progresivo, nos hallamos ante una cuestión complicada. Porque, para empezar… ¿qué es exactamente lo progresivo, dónde empieza y dónde acaba? Aceptando que se trate de variaciones, alteraciones y fusiones sobre las escalas clásicas del rock, hay que comenzar diciendo que estamos hablando de algo que únicamente se conoce como tal en la Isla y por extensión en Europa: en Estados Unidos se habla de "rock vanguardista" (Velvet Underground), de "jazz-rock fusion" (Flock) o de "free rock" (Zappa). Una vez establecido ese límite geográfico, todo vale: el rock sinfónico de Emerson, Lake & Palmer o el pop barroco de Genesis o Yes también serán considerados como parte del género progresivo. Pues muy bien, menos curro semántico. Todo lo que sea ahorrarse etiquetas es bienvenido.
En esencia, se supone que el rock progresivo británico (y sus equivalentes americanos) se fundamenta en trascender el mero concepto comercial, de pura diversión, para acercarse a la categoría de Arte con mayúscula: échense a temblar. Transcribo ahora, por si no queda claro, este comentario de Antonio de Miguel, una autoridad en el tema:
"Según la dinámica de ciclos propugnada por la moderna historiografía, la música popular tiene a finales de los años sesenta y principios de los setenta una edad que la capacita para someterse a los desarrollos socioculturales de otras áreas históricas (…) Las raíces de los artistas pop -la música negra y el rock'n'roll- habían pasado por el huracán de la psicodelia, y ahora se observaba la música como un material no sólo unido al baile o la rebelión juvenil, sino como algo digno de trascendentalización. Los síntomas son: la búsqueda de nuevas estructuras armónicas, el fomento del individualismo, el aplauso del virtuosismo y la fusión con lenguajes culturales blancos (música clásica y electrónica)."
Y en otro apartado de ese comentario añade la frase definitiva, la que regirá este género: "la música no se baila, se piensa". Glub.
Quede claro, de todos modos, que el rock progresivo es uno de mis géneros preferidos a partir de ahora, pero… la de tochos que ha tenido que aguantar este sufrido par de orejas en su búsqueda de las verdaderas -y escasas- gemas no es para repetirlo. Nunca más.
Bueno, pues ahora iremos viendo cómo están las tiendas de novedades en este año de gracia. A Sam sólo le interesa el blues-rock, así que yo creo que podremos compenetrarnos bien: entre sus fobias y las mías tal vez quedará claro qué bandas detestamos.
Tras la consolidación del estilo Yardbirds y el triunfo de la British Invasion en los Estados Unidos, la Isla dicta las normas: hay una escuela de músicos abierta las 24 horas del día (los Bluesbreakers de John Mayall), unos cuantos alumnos que han pasado por ella y ya vuelan libres con sus propias bandas (Cream, Fleetwood Mac, Savoy Brown, etc); otros que han hecho el cursillo en academias menos prestigiosas pero ya se atreven a todo (Free, Chicken Shack, Ten Years After, etc) y dos espíritus libres: uno es Jimi Hendrix, que llegó a la Isla en Setiembre del 66 y que ahora en 1968 redondea su majestad con la edición de su tercer LP, el doble "Electric Ladyland". El otro es Jeff Beck, al que también el simple blues le queda pequeño y que, al igual que Jimi, evita tocar en grupos donde no sea él quien dirija todo. Tras la muerte de Hendrix, Beck será su sucesor; aunque esto solo lo reconocen los músicos profesionales ("el guitarrista de guitarristas", dicen ellos): al público mayoritario le gustan otras cosas.
En cuanto al "asunto" progresivo, nos hallamos ante una cuestión complicada. Porque, para empezar… ¿qué es exactamente lo progresivo, dónde empieza y dónde acaba? Aceptando que se trate de variaciones, alteraciones y fusiones sobre las escalas clásicas del rock, hay que comenzar diciendo que estamos hablando de algo que únicamente se conoce como tal en la Isla y por extensión en Europa: en Estados Unidos se habla de "rock vanguardista" (Velvet Underground), de "jazz-rock fusion" (Flock) o de "free rock" (Zappa). Una vez establecido ese límite geográfico, todo vale: el rock sinfónico de Emerson, Lake & Palmer o el pop barroco de Genesis o Yes también serán considerados como parte del género progresivo. Pues muy bien, menos curro semántico. Todo lo que sea ahorrarse etiquetas es bienvenido.
En esencia, se supone que el rock progresivo británico (y sus equivalentes americanos) se fundamenta en trascender el mero concepto comercial, de pura diversión, para acercarse a la categoría de Arte con mayúscula: échense a temblar. Transcribo ahora, por si no queda claro, este comentario de Antonio de Miguel, una autoridad en el tema:
"Según la dinámica de ciclos propugnada por la moderna historiografía, la música popular tiene a finales de los años sesenta y principios de los setenta una edad que la capacita para someterse a los desarrollos socioculturales de otras áreas históricas (…) Las raíces de los artistas pop -la música negra y el rock'n'roll- habían pasado por el huracán de la psicodelia, y ahora se observaba la música como un material no sólo unido al baile o la rebelión juvenil, sino como algo digno de trascendentalización. Los síntomas son: la búsqueda de nuevas estructuras armónicas, el fomento del individualismo, el aplauso del virtuosismo y la fusión con lenguajes culturales blancos (música clásica y electrónica)."
Y en otro apartado de ese comentario añade la frase definitiva, la que regirá este género: "la música no se baila, se piensa". Glub.
Quede claro, de todos modos, que el rock progresivo es uno de mis géneros preferidos a partir de ahora, pero… la de tochos que ha tenido que aguantar este sufrido par de orejas en su búsqueda de las verdaderas -y escasas- gemas no es para repetirlo. Nunca más.
Bueno, pues ahora iremos viendo cómo están las tiendas de novedades en este año de gracia. A Sam sólo le interesa el blues-rock, así que yo creo que podremos compenetrarnos bien: entre sus fobias y las mías tal vez quedará claro qué bandas detestamos.