Como suele ocurrir en este tugurio, a la vuelta de un viaje hacemos fiesta: hemos estado visitando la hermosa Arcadia británica que constituye el primer quinquenio de los dorados años 60, y hoy terminamos ese viaje. Tras cumplimentar a la mayoría de las grandes figuras que poblaron aquel tiempo, ahora lo haremos con algunos de esos nombres que suelen pasar desapercibidos en este tipo de historias; también con otros que quizá sean muy famosos en un futuro próximo, pero que aún están empezando su carrera cuando esa época termina. Y como siempre, recurriremos al formato 12+1, tan querido en este local. Así que pongámonos a ello sin más dilación.
En los primeros años 60 se consolida una figura que hasta entonces no había tenido unas atribuciones muy claras: la del productor discográfico, que tanta importancia va a tener a partir de ahí. Hasta entonces y bajo la difusa nomenclatura de “ingeniero de sonido” o cosas similares, una o más personas atendían al control de volúmenes en la grabación, el empaste de voces e instrumentos y poco más. Pero la situación ya había comenzado a complicarse con la llegada del rock and roll, porque la mayoría de los profesionales estaban acostumbrados a la música sinfónica o los baladistas con orquesta, y no sabían cómo tratar estos nuevos tipos de sonido. Y es en esa época cuando surge en la Isla un personaje fundamental: Joe Meek. Fue el primero que comenzó a experimentar ya a mediados de los años 50 con trucos de sonido y sistemas novedosos de grabación, tratando de exprimir al máximo los pobres equipos que había por entonces. De ese modo daba un salto de categoría, elevando un trabajo que hasta entonces era bastante cuadriculado y convirtiéndolo en una parte más del proceso artístico y creativo de una canción. Luego llegaron especialistas tan decisivos como George Martin o Phil Spector, pero él fue quien definió el futuro de la profesión.
Meek era un visionario también en lo relativo a la propia música y, tras unos primeros años dirigiendo grabaciones de rock and roll y pop blanco, comenzó a desarrollar un estilo de sonido que daba a las grabaciones un aire fantasmagórico, casi espacial. De hecho una de sus obsesiones era la posibilidad de que hubiese otros tipos de vida en las galaxias (junto a su firme creencia en el Más Allá), y estaba convencido de que en el futuro la música popular estaría basada en la electrónica. Con ese planteamiento, no es extraño que los teclados fuesen sus instrumentos favoritos. Su mayor éxito llegó en 1962 produciendo a un grupo instrumental: los Tornados, que Meek solía utilizar como banda acompañante para muchas de sus grabaciones con estrellas solistas, y que convirtió en una especie de alternativa “electronico espacial” a los Shadows, que por entonces estaban arrasando. Para los Tornados compuso “Telstar”, un homenaje al primer satélite de comunicaciones para señal de televisión, que se había lanzado en Julio: el single se publicó tan solo un mes más tarde, y fue número uno en medio mundo durante mucho tiempo. La Decca, consciente de lo que tenía entre manos, se gastó el dinero haciendo que este fuese uno de los primeros singles grabados tanto en estéreo como en mono. Y los aficionados jovenes y no tan jóvenes se quedaron extasiados ante una pieza que está a años luz de todo lo que se grababa por entonces, con una melodía emocionante que recuerda en parte a la mítica de la música western pero con ese toque futurista que ilusionó a toda una generación.
En cuanto al pop vocal, otra de sus especialidades, uno de los grupos que dirigó anduvo por un tiempo en lo más alto de las listas. Se trata de los Honeycombs, que entre otras cosas destacaba por tener una de las primeras baterías femeninas (si no la primera) en la historia de los grupos poperos: la adorable Honey Lantree. El caso es que debutaron en verano del 64 con una canción titulada “Have I the right?”, que llegó al numero uno de las listas y que estaba producida por Meek, con ese sonido tan característico. Los Honeycombs publicaron algunas canciones más y un Lp realmente delicioso, aunque su popularidad fue decayendo pronto: la mayoría de los aficionados estaban descubriendo el beat y el r’n’b, mucho más actuales que ese pop “excesivamente” blanco que comenzaba a sonar pasado de moda. Y ese fue uno de los muchos problemas de Meek, no entender que el futuro estaba antes en una fusión con la música negra que en el tipo de aparatos que se usase. En cualquier caso, quien quiera indagar un poco más en la alucinante historia de este señor y conseguir absolutamente toda su obra, no tiene más que visitar al Archivero Mayor del Reyno, es decir, don José Kortocircuito. Ya verán, ya…
De todos modos el sonido más o menos “futurista” no era patrimonio exclusivo del señor Meek: en todo Occidente hubo una fiebre por los grupos instrumentales entre la época del rock and roll y la llegada del beat, y en la Isla hubo unos cuantos aparte de Shadows y Tornados. Por ejemplo los Dakotas, que de un modo u otro siguen en activo (o al menos la “franquicia”). Al igual que los Tornados, trabajaron también durante un tiempo como banda acompañante de un solista -en este caso Billy Kramer-; pero tienen una pequeña discografía que resulta encantadora, con muchas piezas propias, y fueron comparados con las bandas surf americanas (los Ventures hicieron versión de algunas piezas suyas). A veces sorprende su visión tan moderna del sonido, como en esta “Oyeh” de 1964.
El beat, que había sido el punto de arranque para la revolución de la música popular, tuvo su momento álgido entre 1961 y el 64, más o menos: a partir de ahí, los Beatles fueron los primeros en darse cuenta de que el género ya no daba más de sí y comenzaron a evolucionar. Sin embargo a su sombra intentaron prosperar una buena cantidad de grupos, especialmente en Liverpool pero también en otras ciudades, y algunos ya pasaron por aquí. La mayoría de ellos no llegaron muy lejos, pero algunos consiguieron acabar convertidos en una especie de “bandas temáticas” de las cuales algunas todavían andan por ahí. Por ejemplo, los Merseybeats: nombre de grupo más beat que ese, imposible. Su producción discográfica no es muy amplia, pero en su momento tuvieron bastante popularidad. Por otra parte ha sido una escuela de músicos, ya que bajo la batuta del inmutable guitarrista Tony Crane han pasado por ahí decenas de ellos. Parte de su repertorio era propio, aunque por lo general destaban por sus versiones; especialmente esta magnífica interpretación de la clásica “Fortune teller”, un bonito cruce entre beat y r'n'b.
Porque ya en el 62/63 comienza a consolidarse la afición por el r’n’b. Y por supuesto también en ese estilo hay unos cuantos grupos que, sin llegar a la altura de los grandes, han quedado en la memoria de los aficionados. Por ejemplo los Nashville Teens, que habían comenzado su carrera junto a las bandas beat haciendo giras por Hamburgo. Comenzaron siendo una banda de rock and roll blanco (su nombre es bastante revelador), pero luego se fueron adaptando a al r’n’b y, aunque su mejor época terminó a mediados de la década llegaron hasta principios de los 70. Eran otra de esas bandas que sabía imprimir carácter propio a sus versiones, como se puede comprobar ya en su debut con “Tobacco Road”.
Una de las características de las nuevas bandas dedicadas al r’n’b era su potencia en directo, que en ocasiones llegaba a términos cercanos al salvajismo: pronto se hicieron famosas las trifulcas que montaban en el escenario los Kinks, Who o los Pretty Things. Estos últimos, con un estilo cercano al de los Stones, pasaban por ser mucho más “violentos” que ellos; pero pronto surgió otro grupo que, en ese mismo estilo, llegó a superar incluso a los Things: los Downliners Sect, a los que por supuesto una parte de la prensa disfruta etiquetando ahora como “protopunk”. En el aspecto creativo nunca fueron muy destacados, pero no se les puede negar una enorme pasión en lo que hacían, y sus fans lo eran a muerte. Ah, y son otra de esas agrupaciones incansables que siguen funcionando hoy en día, aunque supongo que sus directos ya no son tan incendiarios.
Otro grupo que sigue en activo son los Sorrows, tan clásicos como los Sect. Tras ganarse una fama en su Coventry natal bajaron a Londres y comenzaron trabajando con Joe Meek, pero pronto los fichó el sello Pye y allí se labraron una fama de banda contundente, a medio camino entre r’n’b y un beat muy vitaminado que está en el origen de lo que hoy en día se considera “freakbeat”. Su primer Lp, titulado “Take a heart”, del 65, contiene la mayor parte de las grandes canciones de sus singles, y es uno es uno de los infaltables en cualquier listado de discos memorables de aquella época. Tras unos cuantos años de baja, dos de sus componentes originales levantaron el grupo de nuevo y ahí siguen, adorados por unos cuantos fans, tanto mayores como jóvenes (eso del freakbeat tiene mucho gancho, pueden creerme). Y de aquel magnífico disco grande, aquí tenemos la canción que le da título.
Este mundillo nos muestra a veces personajes pintorescos, que acabaron siendo músicos profesionales como podían haber sido cualquier otra cosa. Un buen ejemplo es Dave Clark, un tipo alto y robusto que comenzó trabajando como doble en películas y jugaba al fútbol como semi aficionado. En 1958, cuando tenía diecinueve años, su equipo necesitaba financiación para viajes y material, así que Clark decidió montar un grupo en el club para tocar en fiestas y recaudar dinero. Él mismo se compró una batería y aprendió a tocarla por su cuenta; y así a lo tonto, en poco tiempo ya estaban trabajando como banda de acompañamiento para solistas de Tottenham, su ciudad. Bien, pues a principios de los 60 decide abandonar todas sus aficiones anteriores y dedicarse exclusivamente a su grupo, los Dave Clark Five, que en poco tiempo se convierten en uno de los fenómenos pop más destacados en la Isla y Estados Unidos. Los Five son una organización muy profesional que Clark dirige con mano de hierro; él es ademas el productor, manager principal y compositor de la mayoría del repertorio. Un repertorio bastante “fiestero”, muy al gusto americano, que de todos modos ha dejado unas cuantas canciones de éxito que no estaban mal del todo. Por ejemplo…
Otros por el estilo son los Herman’s Hermits, a los que una buena parte de la preclara prensa británica llegó a considerar por un momento la alternativa más sólida al poderío de los Beatles. Comenzaron a grabar en 1964 y su frontman era Peter Noone, un estudiante de Artes escénicas que entró en el grupo con solo quince años; pero ya era conocido por algunos trabajos para la televisión, y pronto su cara se hizo popular en las revistas musicales. Los Hermits eran de Manchester, y bien dirigidos por el veterano empresario Harvey Lisberg consiguieron estar en lo alto de las listas británicas y estadounidenses durante tres o cuatro años. La mayor parte de sus éxitos eran versiones o piezas escritas para ellos, y a finales de la década comenzaron a pasar de moda: entonces Noon prosiguió una carrera cinematográfica y televisiva que fue alternando con una discreta producción discografica como solista. En fin, que al igual que los Five probablemente ganaron más dinero en Estados Unidos que en la Isla (su pop era también muy americano, muy estándar) y dejaron unas cuantas canciones bastante agradables. Pero vamos, de ahí a los delirios de unos cuantos periodistas "especializados" hay un buen trecho.
Volvemos a la “ortodoxia” con un cantante de la categoría de John Baldry, que a causa de su altura (dos metros, más o menos) pronto se ganó el apodo de “Long John”. Fue uno de los primeros intérpretes británicos de blues, y pronto se hizo conocido gracias a su pertenencia a la banda de Alexis Korner; en esa época llegó a actuar con prácticamente todas las figuras del naciente r’n’b británico, y organizó una banda alternativa para dar cobijo a unos cuantos de ellos (Jones, Jagger y Richards, por ejemplo). En 1963 se puso al frente de la banda de Cyril Davies tras la muerte de este (ahí debutó Rod Stewart, entre otros), y en 1964 grabó su primer Lp como figura solista. Para entonces ese estilo ya estaba superado por las bandas emergentes y su carrera se fue manteniendo mal que bien, pasándose a las baladas pop y dando algunos bandazos de vez en cuando. Hoy se le recuerda poco, pero en su tiempo tuvo tanta importancia como los demás veteranos del circuito blusero: gracias a él destacaron unas cuantas futuras estrellas.
En general, el estatus de los cantantes solistas se verá comprometido por el tremendo auge de los grupos, aunque siempre habrá algunos con personalidad suficiente para mantenerse arriba. Por ejemplo Joe Cocker, que debuta en 1964 con un primer single de versiones totalmente opuestas, como si estuviese probando suerte entre dos públicos distintos. La idea no fue suya sino del sello, pero resulta chocante: estaban convencidos de que esa voz tenía futuro, pero al parecer no sabían dónde “colocarlo” e hicieron un experimento que no salió bien. En la cara A Cocker interpreta el “I’ll cry instead” de los Beatles, reforzando el tono blanco y llevándola casi hasta la órbita rockabilly (el estilo en el que había comenzado a cantar de adolescente) con ese contrabajo que se oye de vez en cuando. Y al dar la vuelta al disco nos encontramos con “Precious words”, que habían publicado poco antes los Wallace Brothers: o sea, soul. Y muy bien llevado además, en la onda de su admirado Ray Charles. La voz de Cocker en esta pieza ya es sobresaliente, pero tal vez por esa esquizofrenia de estilos el disco pasó desapercibido y Decca prefirió dejarlo ir. Así que aún pasarán dos o tres años hasta que, tras una particular travesía del desierto, su carrera comience a despegar.
Y aquí tenemos otro solista cuyos inicios fueron bastante dubitativos: su debut tiene lugar en 1964, pero aún pasarán algunos años antes de que comience a despuntar. Se trata de David Jones, otro que tampoco tiene muy claro por dónde tirar. Del coro en su colegio pasó a cantar rock and roll con sus amigos, y con diecisiete años consigue su primer contrato discográfico en el vetusto sello Vocalion acompañado por los King Bees, su segundo grupo más o menos serio. La cara A, “compuesta” por su manager, se titula “Liza Jane” y en realidad es una modificación de una pieza tradicional que habían versionado pesos pesados como Nina Simone, por ejemplo. Jones y sus amigos la convierten en un r’n’b bastante decente, pero el disco pasa sin pena ni gloria (en la cara B había una versión del “Louie go home” de Paul Revere, pasable sin más). Jones abandona ese grupo, entra en otro, graba otro single al año siguiente, pero el quinquenio termina sin que su situación haya mejorado. En enero del 66, ante las posibles confusiones que puedan surgir con otro David Jones que está también en el negocio, nuestro Jones decide cambiar su apellido y pasa a presentarse como “Bowie”. Pero esa ya es otra historia y será contada en otra ocasión.
Llegamos por fin a la selección 12+1, que como siempre está fuera del menú. Esta vez se trata de un grupo de músicos que no llegó a publicar un solo single: sus escasas grabaciones en estudio, en diciembre de 1965, quedaron guardadas y no se volverá a saber de ellas hasta quince años después. La historia arranca cuando Long John Baldry decide reunir un nuevo grupo en el que incluirá otras dos voces además de la suya: la de su protegido Rod Stewart y la de Julie Driscoll, una señorita que no tiene nada que envidiarles. Driscoll había sido descubierta por Giorgio Gomelski, que la empleó como administradora del club de fans de los Yardbirds para tenerla cerca: se había dado cuenta enseguida de su maravilosa voz, y desde el primer día comenzó a insistirle en que debería emprender una carrera como cantante profesional. Otro de los personajes que también destacarán pronto es el teclista Brian Auger, que ya comienza a ser uno de los fijos en el mundillo mod (como lo es también Stewart y lo será pronto Driscoll). Baldry busca tres buenos profesionales para la base rítmica y la guitarra, y bautiza el grupo como The Steampacket. Llegaron a actuar en varios locales, pero en pocos meses la agrupación se disolvió por problemas a la hora de grabar: el conflicto por derechos entre los sellos discograficos de unos y otros más las diferencias entre sus managers liquidaron esa posibilidad. Pero las cintas se han reeeditado ya varias veces y son una muestra inestimable del sonido que ambienta toda una época.
Bien, pues se acabó la fiesta y, como es costumbre, aquí les dejo el paquetillo correspondiente para que lo disfruten ustedes en la intimidad de sus hogares y en compañía de sus seres queridos, o no. Por nuestra parte, seguiremos informando…