Por lo que hemos visto y veremos, resulta evidente que los músicos valencianos y en general de cualquier otro sitio que no sea Madrid o Barcelona juegan en desventaja: con el único apoyo de las radios y algunas actuaciones esporádicas en esas dos ciudades, resulta muy difícil hacerse un nombre a escala nacional. Por otra parte, el presupuesto que los sellos discográficos destinaban a promoción era muy pequeño y solía emplearse en los grupos consagrados; e incluso sobre las radios habría mucho que hablar, ya que parte de ese presupuesto iba a parar, de un modo u otro, a ellas (por Dios, no me malinterpreten: no estoy sugiriendo que hubiese payola ni nada parecido, ¿eh?). Como consecuencia, los dos únicos nombres realmente populares fuera de Levante eran los Javaloyas y Bruno: de la existencia de los demás solo se enteró un ínfimo porcentaje de aficionados, lo que incidió decisivamente en la carrera de los Milos, los Top-Son y los dos grupos que se presentan hoy aquí, con los que rematamos nuestro viaje valenciano: Los Pantalones Azules y Los Protones.
Los Pantalones Azules fueron tan populares en su tierra como los Milos, hasta tal punto que la masa de fans valencianas tenía el corazón partido entre unos y otros (las milongueras “vs.” las pantaloneras: con eso está todo dicho). Se trataba de un dúo (Tito Pemán y Victor Ortiz) inspirado en el Dúo Dinámico, y que como ellos alternaban las versiones de los clásicos del momento con piezas propias. Sin embargo ahí terminaban las similitudes, ya que a diferencia de Manolo y Ramón, que cubrían una gran cantidad de géneros, Tito y Víctor eran decididamente rockeros. Y eso, en aquella época, significaba mucho prestigio pero un futuro dudoso. Su empaste vocal era magnífico, aunque un poco más agudo que el de sus vecinos de Barcelona, y eso les hizo ganar allí un concurso nacional, celebrado en 1961, que los llevó a Discophon (donde ya estaban los Milos). Tras la españolización de su nombre artístico -los Blue Jeans- entran a toda prisa en el estudio para grabar su primer EP.
En ese disco hay dos piezas propias: aparte del “Mess of blues” de Elvis y la standard “Jezabel”, encontramos “Cosa buena” y “Baila, nena”, que hacen juego perfectamente frente a las otras; la prueba está en que sus ventas fueron magníficas -teniendo en cuenta la época y el lugar- e hicieron que Discophon apremiase al dúo para publicar un nuevo disco poco después del anterior, y que tal vez por las prisas no tiene material propio. Sin embargo ahí encontramos la primera versión que se hizo en España de “Johnny B. Goode”, del maestro Berry, una versión bastante alocada y humorística que nos muestra el risueño carácter de estos muchachos. Y ahí termina la carrera de los Pantalones Azules, ya que poco después Víctor se va a cumplir sus obligaciones militares con la Patria mientras Tito se marcha a Ibiza, se enamora de una señorita americana y volarán juntitos a su país, del que no han de volver: felicidades a la pareja. Pero Víctor, que lleva el veneno el cuerpo, cuando termine la mili nos alegrará la vida creando los Huracanes; sí, el grupo en el que también veremos a Pascual Olivas. Lo cual significa que en los Huracanes se encuentra el espíritu de Milos y Pantalones Azules. ¿No es emocionante?
Pero no adelantemos acontecimientos. Dos discos, grabados en 1961 con el apoyo de músicos de estudio, son en definitiva todo el capital de este dúo. El sonido es deficiente: han de cubrir las carencias técnicas con mucha voluntad y, por qué no decirlo, con un cierto grado de inmadurez… pero quizá por eso se hacen más entrañables. Aquí les dejo una muestra de cada uno: “Cosa buena” y la versión de Berry. Si las juzgan con un poco de benevolencia, es posible que las encuentren encantadoras.
Los Protones pertenecen ya a una segunda oleada de grupos volátiles cuya corta vida se desarrolla entre finales del primer quinquenio y principios del segundo. Fue una época turbulenta en la que muchos músicos aficionados al beat acabaron siendo desbordados por la velocidad evolutiva isleña: la mayor parte de ellos cayeron con la llegada del r´n´b, un estilo al que la mayoría no supo acoplarse. Aunque en este caso nunca sabremos si tenían futuro o no, ya que la maldita mili nos dejó con la duda. Se trataba de cuatro amigos con formación académica que habían comenzado en rondallas y tunas para crear luego su primera agrupación, llamada “El pequeño coro”. Sin embargo, la llegada de los Beatles los revolucionó: se pasaron inmediatamente a los instrumentos eléctricos y, capitaneados por Jose Antonio Ferrando -que de la guitarra acústica pasó a la solista-, comenzaron a ensayar “Please please me” como locos -según recuerda Francisco Crespo, que del oboe pasó al órgano y ocasionalmente tocaba la guitarra rítmica. Los otros dos componentes del nuevo conjunto eran Abel Mena, que de pronto desterró su clarinete para colgarse un bajo, y Pepe Morato, estudiante de percusión, que inevitablemente se sentó a la batería. O sea, que estamos ante un caso de enajenación repentina parecido al de Pedro Gené y sus primeros Lone Star.
La producción discográfica de los Protones es tan escuálida como la de los pantaloneros: dos Eps, el primero grabado en 1965 y el segundo al año siguiente. Sin embargo llama la atención el hecho de que su debut está compuesto íntegramente por piezas propias, lo cual no era muy frecuente en la época; y aunque hay una cierta candidez en el tono beat de esas canciones, se nota el dominio instrumental. Al igual que pasó con el dúo, las ventas son suficientes como para que su sello (EMI) se ilusione y proponga la grabación de un segundo disco en el que hay dos versiones olvidables (la comparación de “Time is on my side” de los Stones con la de los Protones resulta lastimosa) y dos nuevas obras propias, que son las que lo salvan. Pero poco después la mili comenzará a llevárselos: a la vuelta solamente seguirán en el negocio Abel Mena y Pepe Morato, que en 1969 pasarán a formar parte de… ¡Los Huracanes!
De su primer EP, otra delicia naif, he elegido “Si alguna vez”, una pieza beat acompañada por una escala de guitarra que parece evocar a los Beatles dando la mano a los Shadows (ya, ya sé que no es para tanto; pero algo de fantasía podremos echarle al asunto, ¿no?). Y del segundo, “No te dejaré”, que demuestra una evolución hacia un sonido más compacto y que nos hace fantasear con la posibilidad de algo superior en un futuro que no llegó a materializarse por culpa, una vez más, de la Patria y sus urgencias... bueno, y del poco interés real que EMI puso en su difusión, todo hay que decirlo.
Y aquí termina nuestro recorrido valenciano. Pero aprovechando que Mallorca nos queda muy cerca, vamos a dar un salto para ver si ya hay señales de vida por allí (aparte de los Javaloyas, que dominan ambas orillas y a los que muchos consideran mallorquines antes que valencianos). En todo caso y por si no las hubiera, lleven el bañador: algo sacaremos en limpio