
Una de las características más notables de los años 60 es el progresivo aumento del protagonismo que viven los grupos musicales en detrimento de las figuras solistas, y que en la Isla se ejemplariza a partir de 1962 con la consolidación de los Beatles. Sin embargo, ese cambio de poderes será mucho más lento en el Nuevo Continente. Hay dos razones para ello, y son complementarias: la enorme extensión del país impide que las novedades circulen a la misma velocidad que en el Reino Unido (los seres pequeños siempre son más ágiles que los grandes). Y ese carácter de dinosaurio afecta también a las mentes: un esquema comercial de semejante envergadura suele retraerse ante las novedades extrañas que no comprende o no le interesa comprender. Así, la gran industria americana trata de enterrar la memoria del molesto rock'n'roll con la artimaña del highschool, pero eso solo funciona para el público medio, acomodaticio: los yeyés se refugian en la cosecha que ha dejado el quinquenio 1954-58 y en la alegre música surf en espera de tiempos mejores.
Pero en algunas zonas del país esos tiempos ya están llegando; concretamente al estado de Washington, donde surge el grupo considerado como el primero de los grandes en la historia del rock and roll: los Wailers, que durante sus primeros años se presentaban como "The Fabulous Wailers" y a los que aún hoy conviene seguir llamando así para evitar confusiones con los posteriores Wailers de Bob Marley. Y aunque la comparación parezca fuera de lugar, en su escala fueron tan importantes como los Byrds en la gran liga: además de ser los primeros referentes de categoría duraron más de diez años -lo cual es un caso muy raro en aquella época-, tuvieron algunos éxitos de ámbito nacional, sirvieron de guía para grupos posteriores y dieron nacimiento a todo un estilo autóctono: el Pacific Norwest Sound. El ilustre Larry Coryell considera que "la originalidad del Noroeste procedía del hecho de estar tan alejados geográficamente del resto, y de que el r'n'b era posiblemente la música principal que se oía allí" (en parte por la sombra que había dejado Ray Charles, cuya carrera estelar comenzó en Seattle).
Los Fabulosos Wailers son cinco estudiantes aficionados tanto a los géneros populares -sobre todo los de raíz negra- como a las piezas orquestales al estilo de Henry Mancini; a principios de 1958 ya están actuando ante una pequeña parroquia en su ciudad, Tacoma, y consiguen grabar su primer single al año siguiente. En él destaca "Tall cool one", un instrumental cuya entrada podría haber inspirado al mismísimo señor Mancini para componer luego "La pantera rosa", seguida por un desarrollo de evidente trasfondo r'n'b con el delicioso regusto clásico que le da el saxo a esas piezas. Consiguen unas ventas decentes a nivel nacional, lo que les permite la grabación del segundo: "Mau mau", que a mí me tiene un aire entre "La Bamba" y "Tequila". Es otro éxito mediano -en cualquier caso, más de lo que ellos mismos esperaban- y anima a Golden Crest, su casa discográfica, a atreverse con un LP, publicado a finales de 1959 con título homónimo. Pero ese sello se encuentra en Nueva York, lo que les obliga a un largo viaje desde Tacoma cada vez que hay que grabar. Y aunque aquella ciudad les brinda más oportunidades, la mayoría del grupo no está muy segura de un éxito masivo que justifique su abandono de los estudios. En consecuencia, prefieren seguir en su esquina y alternar ambas ocupaciones desde allí; pierden el contrato con Golden Crest, pero ya están planeando la creación de un sello propio: Etiquette Records, que nace en 1961 y que con el tiempo será una de las referencias discográficas de la zona. Mientras tanto Golden Crest reedita sus primeros singles, que vuelven a repetir el moderado éxito que habían tenido y mantiene viva la memoria del grupo, muy ocupado de momento con la creación de su sello y algunos cambios de personal.
Uno de los nuevos fichajes es Lawrence Roberts, un cantante que ya era conocido en el mundillo artístico como "Rockin' Robin". Este muchacho, fanático del r'n'b, es también conocido como merodeador de las tiendas de negros: ya ha vuelto más de una vez a la casa paterna en el coche de la policía, por su afición a visitar esos locales siendo menor de edad. Y en una de esas incursiones descubrió, en un saldo de segunda mano, una canción de 1957 que lo tiene transtornado: una cara B titulada "Louie, Louie" de un tal Richard Berry (y sus Faraones); que al decir de quienes le vendieron el disco es un jefazo, aunque solo haya tenido relativo éxito en Los Angeles. Y nada más llegar a los Wailers, Roberts propone hacer una versión de esa pieza. Que será publicada en 1961 y que se convertirá en un patrón musical para cientos de bandas posteriores: si no le dio mucho éxito a ellos, casi justifica la carrera completa de los Kingsmen (que la grabarán en 1963, año del impacto casi mundial de esa canción, llevándose la fama y quedando como prototipo de la música garaje) y será versionada luego a uno y otro lado del océano. Pero el mérito es de los Wailers: una pieza a medio camino entre el duduá y los ritmos jamaicanos queda convertida en r'n'b, y los que vienen detrás seguirán esa pauta. Resulta muy revelador compararla con la original... y recordar luego la que hicieron -copiaron, más bien- los Kingsmen.
Su nueva idea es otro hito: serán el primer grupo de rock en grabar un disco en directo que resuma su trayectoria hasta el presente; y lo harán en el legendario Castillo Español, entre Tacoma y Seattle. Pat O'Day, locutor musical de Seattle, lo define así: "era el Walhalla de las salas del Noroeste: si triunfabas allí, ya lo tenías todo hecho". Para los Wailers ya es como su segunda casa, y tienen un público fiel entre el que vemos por ejemplo a un adolescente Jimi Hendrix, adorador de la banda y que años después escribirá "Spanish Castle magic" en homenaje a ese lugar y a Rick Dangel, guitarrista de los Wailers y una de sus primeras influencias ("era un chico tímido", recuerda Dangel, "aunque sin duda trataba de halagarme. Se nos ofreció por si alguna vez necesitábamos otro guitarrista"). "Live at the Castle", publicado en 1962, se considera como la Biblia del sonido del Noroeste, material de estudio para todos los que vinieron luego: con un sonido magnífico para la época, recrean la mayor parte de su repertorio hasta la fecha con una soltura admirable. Y cuentan con una adolescente cuyo vozarrón impresiona: Gail Harris, que colabora con el grupo desde poco antes (tenía trece años cuando comenzó con ellos y seguirá acompañándolos durante mucho tiempo). En las piezas en las que ella canta no tiene nada que envidiarle a figuras de la Motown o incluso del soul.
Entre 1963 y 1965 hay varios cambios de personal, algunas interrupciones por los estudios y un cambio radical de estilo, ya que con la llegada de la invasión británica los Wailers se pasarán al beat: su magnífico disco "Wailers everywhere" del 65 mantiene todavía alguna instrumental de los viejos tiempos, pero en esencia se nota que los Beatles han dejado rastro. También los amantes del "garaje protopunk", como se dice ahora, pueden sentirse satisfechos con la aparición de "Out of our tree", que se publica como single a finales de ese año y da título a su nuevo LP, ya en el 66: ahí tenemos versiones como "I'm down", que deja en precario a la de los mismísimos Beatles, sin ir más lejos. Y demuestran su increíble versatilidad atacando la "Melodía encadenada" de toda la vida junto a "Baby don't you do it" casi a la altura de los Small Faces. En resumen, que estos chicos pueden con todo: es de los muy escasos grupos veteranos que consiguen mantener el tipo ante la famosa invasión sin diluirse en poco tiempo.
Y a partir de 1967 se va notando la decadencia. Aunque todavía publicarán otros tres o cuatro discos grandes con algún sencillo muy exitoso por medio, los Wailers siguen el camino de la mayoría de las bandas de garaje en retroceso: el pop rock al estilo chicle y algún intento medio psicodélico sin substancia, que al final los llevará a su desaparición entre 1969 y el 70. Por el medio ha habido infinitas reediciones de sus primeras canciones y la impronta de haber sido los guías para muchos otros. Por ejemplo los Sonics, que surgieron a su sombra, pasaron a ser sus protegidos y cuyo momento de gloria tuvo lugar en el sello Etiquette.