Las tres grandes bandas que dieron vida al rock urbano fueron Asfalto, Topo y Leño, eso no lo discute nadie; luego, aparte, están Burning, y eso tampoco lo discute nadie. Las diferencias son considerables: el hard rock “concienciado”, de clase, de barriada, es la esencia de aquellos tres grupos, y la masa de seguidores que llegaron a tener se sentía perteneciente a una especie de hermandad que en su mayor parte se entregó luego a la cofradía del heavy metal. Pero Burning se han criado con el rock de los Stones, además de que su actitud chulesca, nihilista, le debe mucho también al estilo e incluso las letras de Lou Reed, que por otra parte fue influencia directa sobre el glam rock de callejón que defendían los New York Dolls. Y aunque comenzaron cantando en inglés pronto se pasaron al español porque era lo lógico con aquel acento canalla, tan de barrio o más que los de sus competidores, tan de La Elipa. A Burning nadie tiene que darle lecciones de honradez, de “credibilidad”, como dicen los críticos, porque incluso sus letras, sin pretensiones de salvar el mundo, sin proclamas, sin arengas, hablan de lo que siempre ha hablado el rock: las alegrías y las tristezas, la emoción y la sordidez, la vida muchas veces insana pero a flor de piel que pulula en las calles. Por eso consiguieron unir a varias tribus distintas, a rockeros y a poppies, porque su “no mensaje” es el mejor mensaje posible. De hecho son la primera banda española “moderna”, a medio camino entre los rockeros de los 70 y la nueva ola, y han creado escuela: que se lo pregunten a Los Enemigos, por poner un solo ejemplo.
A principios de la década había un grupillo en el barrio de La Elipa llamado Divine Pictures en el que militaban los guitarristas José Casas (Pepe Risi a partir de aquí) y Quique Pérez junto al batería Ernesto Estepa; poco después se les une “Toño” Martín, un admirador de Mick Jagger que comenzó tocando el bajo pero cuyas poses hacen que en poco tiempo se confirme como la voz principal, pasando Quique a encargarse de las cuatro cuerdas. Allá por el 73 se trasladan a Carabanchel, se ponen a ensayar en serio y conocen a Juan Antonio “Johnny” Cifuentes, un teclista -aprendiz, más bien- de otro grupo, al que convencen para unirse a ellos. Era verano, hacía calor y una de las primeras canciones que escriben Pepe Risi y Toño Martin (los Jagger-Richards españoles) se titula “I’m burning”, un glam rock que curiosamente no debe nada a los Stones y da pie a un cambio en el nombre del grupo. Pero no se crean ustedes que estos muchachos dominaban el inglés, ni mucho menos; simplemente, chapurreaban una serie de sonidos que podían recordar a ese idioma, por puro mimetismo con sus ídolos. El caso es que esa pieza, acompañada por una versión bastante decente del “Johnny B. Goode”, se convertirá en su primer single, publicado en la primavera del 74; y al año siguiente llega “Like a shot / Rock and roll”, que sin ser un éxito los confirma como una alternativa creíble al desencanto general que se vive en esa época. Ah, y participan también en el legendario festival burgalés de la cochambre, además de incluir las dos piezas de su segundo single en el recopilatorio “Viva el rollo”. Tanto esa recopilación como los dos singles fueron publicados por el subsello Gong, al frente del cual estaba Gonzalo García Pelayo; sin embargo ahí acabó su relación con ellos: sus raíces no eran lo suficientemente “auténticas”. Puro Madrid, vamos.
Luego viene una travesía del desierto marcada por el servicio militar de Pepe Risi, la inconstancia en el puesto de batería y unas cuantas letras impublicables que iban a formar parte de un Lp llamado “Solo para mujeres”, del cual nunca se supo nada más. Sin embargo tenían ya una popularidad ganada a pulso en mil actuaciones por media Castilla y por fin, a principios de 1978 fichan con la sorprendente Belter, sello casposo donde los haya pero que en esa época se nos pone moderno y crea un subsello llamado Ocre, dispuesto a combatir con Movieplay, Zafiro y compañía. Se les asigna como productor a Jordi Vendrell, una especie de Vicente Romero catalán que hasta ese momento estaba especializado en luminarias de su zona como Gato Pérez, pero que dentro de las estrecheces financieras con las que tuvo que trabajar lo hizo bastante bien. Y con esos mimbres (y Roberto Oltra, el nuevo batería) se lanza en la primavera de ese año el primer Lp, titulado “Madrid”: “Ah, no, sin vivir en Madrid no lo entenderás”, nos advertía Toño en la canción que abre el disco y le da título, una canción que ya en sí misma es el resumen de todo lo que viene luego. No se puede negar que la influencia de los Stones cruzándose con los Dolls es evidente, pero tampoco que Burning tiene su propio carácter marcado por ese punto cheli tan personal y que otros han querido copiar luego sin conseguirlo. Y aunque no lo recuerdo muy bien, creo que los poppies nos enamoramos de este disco antes que los propios rockeros: en aquellos tiempos de escasez, tan reciente aún la oscura experiencia que había vivido el país durante tanto tiempo, esa canción, como “Hey nena”, “Rock and roll mama”, “Jim Dinamita”, la grandiosa balada al piano de “Lujuria” o el final épico de once minutos “Sin tiempo para vivir” son como si de repente se encendiese la luz y ¡zas, ya estamos en Europa!
La edad de oro de Burning, que comienza en ese justo momento, alcanza proporciones mitológicas en 1979 gracias a la publicación de “El fin de la década”, su segundo disco grande. Lo produce Enrique Tudela, que había sido el guitarrista en la época más brillante de los Gatos Negros y que le da un poco más de brillo al sonido sin alterar el tono general. Y surge la conmoción en gran parte de las emisoras hispanas cuando se publica el single que lo precede, conteniendo “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?", junto con “Ginebra seca” en la cara B. Resulta que Jesús Ordovás, periodista y locutor que acabará convirtiéndose en uno de los mesías de la nueva ola, convence a Fernando Colomo de que el estilo musical de Burning puede encajar en su nueva película; Colomo les pide una canción, y ellos entregan esa futura cara A. Colomo queda tan fascinado que llega al extremo de escribir unos pequeños papeles para ellos; y tiene su lógica, ya que estamos ante una de las obras cumbres de la balada rock en castellano. La cara B, por cierto, es la muestra del gran conocimiento que Burning tienen del espíritu Stone, y es una pena que no se incluyese en el disco grande. Pero en ese disco grande, junto a la inevitable chica de la película viene “Mueve tus caderas”, uno de los himnos definitivos de la nueva España, o baladas como “Las chicas del drugstore”… En fin, otra exhibición que definitivamente coloca al grupo en una situación envidiable, tan defendidos por los rockeros clásicos como por los emergentes muchachos de la nueva ola, tan escuchados en los barrios como en el centro.
Pero no todo son alegrías, y la portada de aquel segundo disco ya lo estaba anunciando. El gancho “callejero” del grupo comienza a atraer a personajes de la élite cultural, asisten a fiestas tanto de palacios como de chabolas, al estilo Tenorio, y en esa época tan espitosa los peligros se multiplican: las sustancias ilegales circulan a caño libre y más de uno se aficiona a las jeringuillas. Mientras tanto el cine vuelve a llamarlos, y esta vez es Eloy de la Iglesia quien incluye algunas de sus nuevas canciones en “Navajeros”, que iba sobre la vida de El Jaro; esas y algunas más integran su tercer disco, titulado “Bulevar”, que se publica en 1980 y completa la trilogía divina de Burning. Ahí demuestran que ya no necesitan a los Stones ni a nadie como referencia, que ya se han hecho un carácter propio: el sonido se ha suavizado tal vez tratando de acercarse al influjo pop que comienza a marcar el futuro inmediato, y una porción de sus fans parece desilusionarse un poco; pero dejando aparte esa evolución, que en sí misma no determina su esencia, el contenido sigue siendo de categoría superior. Como es de ley, la primera que debe citarse es esa especie de balada intemporal titulada “No es extraño…”, escrita exclusivamente por Toño y dedicada a su mujer; es una canción que a algunos nos sigue pareciendo emocionante, pero que tal vez bajo ese criterio idiota llamado “corrección política” que se sigue hoy en día tal vez no hubiese podido publicarse (ni esa ni otras cuantas de Burning... y de otros). Y dejando una joya como esa aparte, el resto sigue teniendo mucha altura: “Es decisión” nos presenta a Pepe Risi al frente del micro, y lo hace bastante bien; en “Es especial” o “Eres mi amor”, el ritmo y su sonido los emparentan ya con la nueva ola, y el género de la balada tiene otra gran representación en piezas como “Escríbelo con sangre”, una de las que hacen referencia directa al Jaro.
A partir de ahí los problemas se agigantan. Quique se asusta ante el panorama y abandona el grupo para tranquilizarse y hacer vida con su familia, mientras Toño está fuertemente enganchado a la heroína; el tiempo corre, los antiguos héroes de la calle comienzan a ser vistos como una reliquia desafasada, entre ellos ya no hay la unión de antes. Hasta 1982 no llegará un nuevo disco, “Atrapado en el amor”, compuesto en su mayoría por Toño y fiel reflejo de su situación personal: no es un mal disco pero resulta un poco oscuro, el carácter de Burning casi se ha perdido y vende muy poco. Se complican los problemas personales, Toño va en caída libre y decide abandonar en 1983 para intentar la salvación personal fuera de aquel ambiente; Johnny y Pepe Risi conseguirán mantener a Burning durante muchos años más, hasta la muerte del propio Risi… Y al final resulta que Johnny Cifuentes, el único ajeno a La Elipa, es quien sigue al frente de Burning aún a día de hoy: al parecer, en octubre de este año el grupo se dará definitivamente de baja. Pero aunque solo fuese por aquellos tres primeros discos, ocuparán para siempre un lugar de honor en la historia del rock español.