En la primera generación de la música yeyé española, aquella que comenzó a finales de los años 50, hay algunos personajes a los que hoy en día casi nunca se cita; y el más importante de todos ellos es Fernando Árbex, que, sin haber cumplido aún los treinta años en 1970, ya tiene de qué presumir: ha formado parte de los Estudiantes (el primer grupo moderno español) y luego creó a los Brincos, el primer supergrupo y desde luego el más importante en toda la década anterior. Que su nombre no sea recordado por la mayoría de los aficionados más jóvenes solo significa que España es un país con muy poca memoria musical: si alguien como él fuese británico, seguramente estaría en posesión del título de Miembro de la Orden del Imperio, o alojado en el Muro de la Fama. Pero aquí no hay ese tipo de honras; y aunque las honras tal vez no importen mucho, la memoria sí. De aquella época, parece que solo existió Miguel Ríos.
Ya hemos visto que Fernando comenzó a escribir canciones para otros artistas cuando aún dirigía los Brincos: precisamente Miguel Ríos, por ser amigo suyo, fue su primer cliente y le debe el relanzamiento de su carrera. No le gusta la vida de músico de grupo ni las giras, y su plan es dedicarse a la composición y a producir a otros músicos, pero de momento tiene un proyecto que comenzó a diseñar ya en 1969; por esa época, el estilo de Fernando anda a medio camino entre la psicodelia progresiva y un cierto ramalazo funky que intentó plasmar en el último disco de los Brincos (“Mundo, demonio y carne”, 1970) pero que acabó siendo un batiburrillo de ideas inconexas que lo hundieron. Curiosamente, hay más concreción en algunas piezas que ha creado aparte y que desarrollará en un trío para el que recluta al guitarra y teclista Oscar Lasprilla, que había sido el último en llegar a los Brincos, y al bajista Iñaki Egaña, que viene de los Buenos y además será la voz cantante (como ya lo había sido en los últimos tiempos de su grupo anterior). Ese trío se presenta inmediatamente después de la disolución de los Brincos y se llama Alacrán.
Por desgracia, aquella vocación de aventura que caracterizó a Zafiro cinco años antes creando Novola, ha desaparecido: ahora solo son dos simples sellos más en el catálogo nacional. Las relaciones entre la disquera y Fernando, que ya se agriaron cuando este liquidó a Juan y Junior, son francamente malas en la última época de los Brincos porque nuestro amigo no atiende a razones y se empeña en publicar aquel último Lp que fue un fracaso comercial. Y cuando propone la publicación de un disco bajo un nuevo nombre, Zafiro le informa de que no va a gastar un duro en ese proyecto. Ya contaba con ello, puesto que había comenzado a grabar algunas piezas a finales del 69 en los estudios Celada pagando él las grabaciones: finalmente la portada será cosa suya, el número de copias también, y el sello se limitará a distribuirlo sin la más mínima publicidad. Fernando asume el riesgo, porque es el único modo de evitar injerencias; pero el precio a pagar es muy alto, y nunca mejor dicho. Así las cosas, se publica un primer single como avance en 1970 y finalmente el Lp al año siguiente, con un sonido muy flojo (unas piezas son estéreo, otras mono) y una tirada muy pequeña; su duración es exigua, ya que no llega a 25 minutos, y finalmente se convierte en un ilustre desconocido para la masa de aficionados (algún catálogo extranjero lo cita como “private pressing”). Y es una pena, porque en otras condiciones podría haber sido uno de los discos españoles más populares de la época. Lo que tenemos en él son seis canciones que van desde el funky hasta el progresivo con tonos psicodélicos que podrían recordar a Traffic, por ejemplo; aunque, como muy bien dijo Iñaki Egaña luego, “en aquellos momentos, Cream, Jimi Hendrix o Traffic eran de lo que más nos gustaba, pero en ningún caso intentamos ser una réplica de nadie”. Y se nota, añado yo. Si no lo conocen y les gustan estas dos canciones que vienen a continuación, les recomendaría que lo escuchasen completo: aquí lo tienen.
Como era de esperar, Alacrán desaparece poco después… sin haber llegado a actuar ni una sola vez en directo. Oscar Lasprilla se marcha a la Isla, pero Fernando retiene a Iñaki para un nuevo proyecto: tal vez los tonos progresivos estén pasando de moda, pero los grupos como Santana demuestran que el funk con aires latinos es una buena opción de futuro. Recluta a los hermanos Morales (Miguel y Ricky) para las guitarras; José Luis Tejada (el de los No) como segunda voz, Juan Vidal como teclista y Tito Duarte, que además de percusionista toca también flauta y saxo. Por otra parte ya ha decidido que no volverá al directo, y por lo tanto necesita un batería: Jose María Moll, un veterano cuyo último empleo ha sido junto a Juan Pardo, será fijo durante casi toda la carrera de este grupo. Y se da la afortunada circunstancia de que Tito es hijo del legendario Ernesto Duarte, que por esa época es uno de los jefazos de la RCA, así que ya se pueden imaginar ustedes cuál será el sello de esta nueva banda. Una nueva banda que se llamará Barrabas, sin acento, pensando ya en el mercado internacional, gracias al tremendo apoyo que ese gigantesco sello les va a proporcionar.
Desde ese momento todo va a lo grande: Luis Eduardo Aute les diseña la cara del supuesto Barrabás en relieve, como busto, que pasará a ser la imagen promocional del grupo; habrá posters, camisetas… y en 1972 llega el primer disco grande, con el simple nombre de la banda (más sus singles correspondientes). El éxito es casi mundial: “Wild safari”, por ejemplo, es número uno en los States y otros cuantos sitios más. Iñaki ha estado haciendo la mili justo en esa época, por lo que se pierde gran parte de las grabaciones, pero llega a tiempo para añadir su voz; Fernando ha participado con su batería por última vez, ya que a partir de ahora su trabajo está al otro lado de las mesas de sonido. Por desgracia no todas son buenas noticias: en una redada pillan a Iñaki, junto a otros músicos, fumando sustancias ilegales; el castigo policial no es muy grande, pero Fernando lo echa del grupo (algún miedo tendría: tampoco él era un santo en lo relativo a tales sustancias. Por entonces casi nadie lo era).
Desde ese momento todo va a lo grande: Luis Eduardo Aute les diseña la cara del supuesto Barrabás en relieve, como busto, que pasará a ser la imagen promocional del grupo; habrá posters, camisetas… y en 1972 llega el primer disco grande, con el simple nombre de la banda (más sus singles correspondientes). El éxito es casi mundial: “Wild safari”, por ejemplo, es número uno en los States y otros cuantos sitios más. Iñaki ha estado haciendo la mili justo en esa época, por lo que se pierde gran parte de las grabaciones, pero llega a tiempo para añadir su voz; Fernando ha participado con su batería por última vez, ya que a partir de ahora su trabajo está al otro lado de las mesas de sonido. Por desgracia no todas son buenas noticias: en una redada pillan a Iñaki, junto a otros músicos, fumando sustancias ilegales; el castigo policial no es muy grande, pero Fernando lo echa del grupo (algún miedo tendría: tampoco él era un santo en lo relativo a tales sustancias. Por entonces casi nadie lo era).
En 1973 llega el segundo disco, “Barrabas power”, otro éxito mundial. Tras su primera gira en España, surgen las ofertas para actuar en casi todos los países americanos y europeos. El tercero, “Soltad a Barrabás”, se graba en Estados Unidos y se aproxima al funky latino con tonos Motown de la época; en ese disco se incluye la legendaria “Hi Jack”, el mayor éxito tanto en las discotecas españolas como en las del resto del mundo, versionada por el mismísimo Herbie Mann. Barrabas son para entonces una máquina de hacer dinero, una banda cada vez más americana que realmente nunca fue muy popular aquí salvo por dos o tres éxitos, y que Fernando dirigirá hasta su ruptura en 1977; luego habrá otras reencarnaciones, pero ya no estará él. En todo ese tiempo, ha alternado su trabajo en el grupo con su labor de compositor, arreglador o productor para varios artistas, desde Micky o Miguel Bosé en España hasta Roberta Flack o José Feliciano en Estados Unidos; pero también desarrolló piezas sinfónicas, e incluso intentó recrear los Brincos a principios de 2000, sin éxito, claro. Murió tres años después, convertido en uno de los principales referentes de la historia musical española, aunque la mayoría de la gente joven no lo sepa. A continuación podrán escuchar dos de sus éxitos más tremendos; pero por si hubiese interesados en profundizar un poco más, les dejo aquí los tres primeros discos del grupo español más internacional de nuestra historia.