“El sonido caótico ha sido siempre uno de los sellos de Smash, porque del caos siempre terminaba saliendo nuestra mejor música. Y la pena es que los discos no nos hacen justicia”.
Gualberto
El caos es una idea muy presente en la historia de Smash, y no solo por su sonido. La “filosofía” que se contiene en el Manifiesto de lo Borde y en muchas declaraciones o entrevistas hechas principalmente a Gualberto y a Julio Matito nos revelan a unos personajes inquietos, con ganas de vivir, con esa mezcla entre fumeteo y anarquía de la que hablaba en la primera parte de esta historieta; y como consecuencia, la idea organizativa del grupo era un poco “deficiente”, por decirlo así. No hay duda de que Smash podrían haberse mantenido en el tiempo si fuesen un poco más serios, pero no se puede pedir todo. Un buen ejemplo es que el primer Lp del grupo se presenta en otoño de 1970 con el título de “Glorieta de los Lotos”, y lo primero que llama la atención es que en la portada vemos un trío en el que no está Gualberto. La versión "blanca" afirma que ello es debido a la extrema volatilidad de este hombre, que con frecuencia anda de viaje -profesional o no- y justo el día de las fotografías no estaba. De ser así, estamos ante una buena prueba de la poca profesionalidad del grupo, pero también de su propio sello: probablemente Philips ya se había dado cuenta de que aquellos muchachos no cuadraban en su organización y le traían sin cuidado las fotos. Claro que también hay una versión "malévola", que afirma que los señores de ese sello se llevaron mal desde el principio con el imprevisible y bastante ácrata Gualberto, y decidieron que no saliese en la portada. No sé yo cuál de las dos versiones deja peor a Philips, en todo caso.
El disco es realmente bueno, aunque no siempre está Gualberto a la guitarra: a causa de su “volatilidad”, con frecuencia escuchamos a Mané en su lugar (desde el principio de la existencia de este grupo, como ya hemos visto en el famoso festival de Algeciras y seguimos viendo en otras muchas actuaciones, Mané acaba siendo una especie de “quinto Smash”, el guitarrista de guardia para cubrir las ausencias de Gualberto, del mismo modo que también el legendario Silvio Fernández aparece y desaparece como percusionista e incluso voz). En cualquier caso, dejan claro su nivel: la sobresaliente “Forever walking” abre el disco en tono de balada psicodélica con un exuberante lucimiento de la guitarra, seguida por “Light blood, dark bleeding”, un blues acústico, tradicional, en un estilo muy parecido a la fantasmagórica “Free as the green litle men”, diminuta y con sonido “de cueva”. “Tove and all that” es un cruce entra psicodelia y progresivo marcado por un clavicordio al que se podía haber grabado en mejores condiciones; “It’s only nothing” tiene una estructura de rock and roll blues que podría recordar la última época de los Beatles, aunque como en otras piezas hay también un vago aroma a Dylan (precisamente Dylan se nos presenta en “Nazarin again”, donde la voz está casi impostada y los coros recuerdan vagamente al estilo The Band). Hay desde un homenaje al hard rock en “Sitting on the truth” hasta el pequeño recordatorio a su querida Glorieta de los Lotos, a medio camino entre coral “seria” y Les Luthiers o algo así. Sintiéndolo mucho, el cierre no está a la altura: se supone que “Rock and roll” es una prueba, una especie de “jam” con sonido casi de ambiente, lo cual en sí mismo no es malo ni bueno; pero sobran los cinco o seis minutos anteriores de charla, ajustes, cortes, que tal vez a ellos les parezcan muy naturales pero en un disco no significan nada. De todos modos, dejando aparte ese final, insisto: si hablamos de rock, este disco es de los mejores que se han hecho en España. Aunque sus ventas en aquel momento fuesen mínimas, entre otras cosas porque Philips no gastó dinero en promoción ni se molestó en distribuirlo como a otros productos suyos (como Fórmula V, pongamos por caso).
Para entonces, Gonzalo se aleja de Smash. El manager es Ricardo Pachón, que intentará dar un aire más andaluz al grupo; porque hasta ahora, no se les nota mucho su procedencia. Y sabe que el único apoyo posible puede estar en Cataluña, donde Oriol Regás, empresario musical, se vuelca con ellos y les ofrece alojamiento y nuevo material. Oriol tiene también su propio sello discográfico, cuyo nombre es el de la discoteca que él mismo creó años antes y que se ha convertido en la más famosa de Barcelona: Bocaccio. Como es lógico intenta atraerlos, pero primero han de grabar un segundo Lp con Philips; tanto ellos como la disquera están deseosos de liquidar aquella relación, y en consecuencia se meten en el estudio para grabar a toda prisa “Esta vez venimos a golpear” (o “We come to smash this time”, como ustedes prefieran, porque el título era bilingüe), y se publica a mediados de 1971. Tengo que reconocer que aquí no entiendo la valoración general que se hizo: según casi todo el mundo, estamos ante un disco flojillo, sin la categoría del primero, cuando a mí me parece que no tiene nada que envidiarle. Creo que la mayoría del personal hace su valoración dando por sentado que el hecho de haberse grabado a toda prisa influyó en el resultado, porque otra explicación no hay. Y no niego que esa prisa puede haber influido, pero aun así ya nos gustaría a todos que en el mercado nacional hubiese unos cuantos discos a la altura de este. No voy a nombrar las canciones una por una, pero sí a recordar algunos detalles muy relevantes: frente al caso de la supuesta jam que cerraba el primer disco aquí hay otra pieza con un carácter similar, larga pero bien estructurada, un rock entre progresivo y experimental del mejor estilo, cuyo título es “Fail safe”; el blues rock con tonos funky queda perfectamente defendido en “Well you know”, que abre el disco y será también la cara A de su nuevo single; “First movement” se aproxima al pop rock barroco, de nuevo con ese clavicordio que esta vez suena un poco más nítido, y “Behind the stars” es una fabulosa mezcla entre pieza india, psicodélica y cantar gitano, una estructura realmente revolucionaria. Pero, una vez más, las ventas son minúsculas.
Era de esperar que el cambio de sello fuese un revulsivo, ya que Oriol Regás estaba francamente ilusionado con ellos, pero la estrategia de Pachón, su intento de “implicar” al grupo en una fusión más profunda entre rock y flamenco, acabó resultando contraproducente. En primer lugar convenció a Manuel Molina, guitarrista y cantante flamenco, para que se uniese a ellos; Molina nunca vio claro qué pintaba él en un grupo de rock, pero Pachón le ofreció sacarlo de la mili si aceptaba (era yerno de un general del ejército), y Manuel aceptó. A continuación busca a Alain Milhaud, que como recordarán los clientes de este tugurio es uno de los productores y managers más brillantes de la época, y por último el quinteto se pone a preparar canciones en esa nueva línea del flamenco rock en la que, por cierto, la mayoría de las piezas serán compuestas por Julio Matito, Manuel Molina y el propio Pachón. Por otra parte hay que atender las peticiones de Oriol Regás, que quiere material “accesible”, es decir, comercial. El resultado llega poco después: de las piezas que ya tienen listas, se elige “El garrotín” y “Tangos de Ketama” para un primer single. Y resulta ser un éxito, aunque algunos fans consideran que el tal garrotín es un poco… arriesgado, digamos. En cualquier caso, son dos buenas muestras de flamenco rock. Pero Gualberto no aguanta ya la situación y decide marcharse (aunque “los managers decían que si aguantaba dos años me iba a forrar, y que después ya haría la música que me gustase a mí”).
Entrados ya en 1972, Alain Milhaud propone “Ni recuerdo ni olvido” para el nuevo single. Es una canción larga, pero cortada en dos partes cuadra perfectamente. En ese momento, Julio Matito decide que también él se marcha; no está claro si su decisión se debe a ese hecho, es de suponer que habría más motivos, pero el caso es que cuando el disco llega a las tiendas el grupo ya no existe porque los demás miembros tampoco siguen adelante: Smash había perdido sus dos referentes principales y su propio estilo a causa de una dirección mal planificada (y aun así, aunque el single va en la misma onda del anterior, lo supera: los singles de Smash son magníficos, todos). Gualberto comenzó una carrera en solitario, al igual que Julio y Henrik (en su país), mientras que Manuel creó un dúo flamenco junto con su esposa Lole; Antonio fue batería de lujo en varios grupos de la época como Pata Negra, o acompañando a Kiko Veneno. De aquella época final rescató Vicente Romero dos canciones olvidadas (“Alameda blues” y “Tarantos”) en 1978 y las publicó en su sello Chapa junto a los dos últimos singles de Smash como cara A de un refrito titulado “Vanguardia y pureza del flamenco”, cuya cara B era un grupo de canciones que interpretaba el Agujetas acompañado por Manolo Sanlúcar. Curiosamente, es posible que ese disco haya tenido ventas superiores a toda la discografía publicada por el grupo en su tiempo: habían pasado unos cuantos años, pero el boca a boca y los artículos periodísticos que aparecían de vez en cuando mantuvieron e incluso acrecentaron la leyenda de Smash.
Por último: en verano del 79 Julio Matito propuso a Gualberto y a Antonio recrear el grupo. Llegaron a tocar en Zeleste, la sala de moda en Barcelona por entonces, y grabaron al menos una pieza (“Tiny Peter”) en el “Musical Express” de Ángel Casas; pero todo termina al día siguiente de esa grabación, con un accidente mortal en la carretera que lo lleva de Barcelona a Sevilla. Y también por último: el tono de mal rollo que acaba creando el giro en la carrera de Smash puede hacer suponer a alguien que Ricardo Pachón haya tenido la culpa, que fuese una especie de “villano”, pero no es así: estamos ante un folclorista -entre otras muchas cosas- que ha descubierto a grandes valores en el flamenco y más allá (recuerden a Veneno, por ejemplo). Fue simplemente un caso de mala suerte, de manager equivocado para grupo equivocado: Smash, por mucho que se quiera torcer la historia, era básicamente una banda de rock underground (que, no lo olvidemos, solía cantar en inglés), y el flamenco una influencia más, no superior a las otras; querer hacer de ella la preponderante, buscar un grupo de “rock racial”, fue error de Pachón y Oriol Regás, pero se les presupone la buena voluntad. En todo caso, lo que queda es su obra, y aquí la tienen (salvo sus primeros singles, claro, que ya habrán repasado ustedes con fruición. ¿O no?).