Comienza el otoño de 1963 y hay que ir pensando en el segundo single; que será otra versión, ya que de momento no se atreven a protagonizar una cara A en condiciones. La primera idea, el “Poison Ivy” de los Coasters, queda en suspenso porque no acaban de verlo claro, y además no se entienden con el tal Michael Barclay que Decca les ha asignado como productor (así que Oldham y en menor medida Easton seguirán también al frente de esa “sección”). Y justo entonces vuelven a surgir los Beatles. Haciendo una síntesis de las versiones que hay sobre lo sucedido, podría contarse así: Oldham se encuentra por la calle a Lennon y McCartney, los invita a ir al estudio a saludar a sus pupilos y ellos acceden. Según las malas lenguas, ambos van un poco “alegres”; aprovechando esa alegría, Oldham y sus muchachos dejan caer un inocente comentario: “Pues nos vendría muy bien alguna idea, porque estamos un poco atascados… No tendríais por ahí algo que nos sirviese, ¿eh?”. Y los magos de Liverpool pican: “Hombre, pues tenemos a medio hacer una cancioncilla que igual va bien con vuestro estilo”. Así que, delante de ellos, en un pispás, la rematan y se la entregan. Luego dirán que “I wanna be your man”, publicada en Noviembre, no pasaba de ser una simpática tonadilla pensada para que la cantase Ringo, una cosa sin mucha importancia (“No les íbamos a regalar algo realmente bueno, ¿verdad?”), pero los Stones le dan un empaque impensado que acaba rozando el top 10 y los asienta definitivamente. La cara B es su primera pieza propia, una instrumental que recuerda el “Green onions” de Booker T: tiene un pase, pero todavía no es significativa. Aquí van las dos maneras de atacar “I wanna be your man” y, francamente, prefiero la de los Stones.
Su primer número 1 llega a principios del 64, con un Ep en el que por fin se incluye “Poison Ivy”. Decca está ya muy ilusionada con sus Beatles particulares y los apremia a preparar el primer Lp, que se graba en cinco días, queda rematado a finales de Febrero y llega a las tiendas a mediados de Marzo. Como es norma se presentan las canciones más rodadas, y por lo tanto las más representativas del grupo en ese momento: dejando aparte las tres originales, hay un buen surtido de clásicas del blues y el r’n’b con un carácter propio ya muy marcado. En cuanto a las suyas, es de agradecer la buena intención de Brian Jones sugiriendo que todos participen por igual en los derechos de autor: el apodo de (Nanker) Phelge, que ya figuraba en su primera cara B, está aquí en “Now I got a witness”, una instrumental pasable, muy de la época, y “Little by little”, que refleja bien la personalidad del grupo en esos tiempos, con un magnífico juego de guitarra y armónica (Phil Spector acompaña con las maracas; supongo que en pago, se le cita como co-autor). Pero “Tell me”, una balada pop totalmente apartada del estilo general que ha mostrado el grupo hasta entonces, figura a nombre de Jagger-Richard. Una pista para el futuro, aunque no esté muy claro aún su significado: ¿un purista como Jones no quiere que su nombre se desprestigie figurando en una pieza pop? ¿Jagger y Richard(s) comienzan a marcar distancias, lo tuyo es tuyo y lo mío es mío? Da igual: el disco llega al número uno, y la juventud moderna ya tiene dos ofertas claramente distintas: los simpáticos y agradables Beatles o los airados y rebeldes Stones; el beat pop de melodías bien trabajadas o el sonido oscuro, tórrido pero muy rítmico, que escucha en las cuevas londinenses más actuales. Por cierto, que ese disco, como otros muchos en su carrera, no lleva nombre ni título en la portada: quien aún no conozca sus caras es que no está al día. Otra buena jugada de Oldham.
Sin embargo hay algo que le desagrada de sus pupilos: se están tomando con mucha calma el asunto de la composición, siguen teniendo miedo a la cara A de los singles. Trata de apretarles insistiendo en que ser compositor tiene al menos dos bondades: se te respeta más… y aumentan tus ingresos. Los Beatles ya están empezando a ganar un buen dinero por derechos de autor. Por lo demás no hay queja: han entrado con fuerza en Estados Unidos (la invasión británica va viento en popa, gracias -como siempre- a los Beatles) y los singles funcionan muy bien. En concreto, “It’s al over now” y “Little red rooster” llegan al número uno; vale, son versiones, pero da igual. En Enero del 65 llega su segundo Lp, cuya portada de nuevo se limita a lucir una fotografía del grupo pero sin una sola palabra. Bueno, pues se llamará “Rolling Stones 2”, y asunto arreglado. Eso sí, en la contraportada Oldham se pone estupendo y nos larga un rollo cuasi literario, cuasi mítico, en el que por otra parte nos sugiere que, si no tenemos dinero para comprarlo, podemos darle un golpe al primer ciego que pase, sacarle la pasta y asunto arreglado (luego ese comentario desapareció en algunas reediciones). Ya está grabado a medias entre la Isla y Estados Unidos; esta vez el famoso de guardia es Jack Nitzsche (mano derecha de Spector, entre otras cosas), que toca el piano en alguna canción, y el número uno es más rotundo que con su primer disco. La apertura con esa versión de “Everybody needs somebody to love” indica que su inclinación hacia el pop se está extendiendo también a las piezas de r’n’b, ya que esta en concreto anda más cerca del soul que de cualquier otra cosa. No digamos ya “Time is on my side”, que pasó del góspel en la primera versión de Winding a un cruce soul con Irma Thomas y aquí ya es una balada pop, un estilo en el que Jagger parece sentirse a gusto. En cambio las tres piezas originales mantienen ese tono r’n’b tan personal que augura un buen futuro. En resumen: se les ve muy sólidos y ampliando la perspectiva.
Desde el principio de su carrera están mimando el mercado americano, e incluso publican algunas canciones antes que en la Isla (por no hablar de los Lps, que como pasa con los Beatles y casi todas las estrellas británicas en esa época, llevan portadas, títulos y contenido “autónomos”). Probablemente ya por entonces tienen claro que ese país será su mayor fuente de ingresos; lo cual resulta lógico, ya que la música de los Stones es mucho más “americana” que la de los Beatles y la mayor parte de los grupos que vayan surgiendo. Una de esas canciones es la legendaria “(I can’t get no) Satisfaction”, sobre la que se agotaron los epítetos hace ya mucho tiempo y que por supuesto fue número uno en más de medio mundo. Se publicó allí en Junio del 65 y a continuación, aprovechando el rebufo, el Lp “Out of our heads”, consiguiendo también su primer número uno en disco grande. En la Isla tanto el single como luego el Lp se publicaron dos o tres meses después; los resultados fueron parecidos, aunque el Lp “sólo” llegó al segundo puesto de las listas tal vez porque no incluía ese single ni el anterior, “The last time”, su primera cara A propia (y también número uno). Los otros cambios de listado entre la edición británica y la estadounidense no son tan llamativos, pero en conjunto da la impresión de que quieren asegurar el número uno allá y están dispuestos a correr algún riesgo aquí. Solo hay una propia que va en ambas ediciones: “The under assistant West Coast promotion man”, muy en la onda r’n’b (podría recordar una sofisticación de “Route 66”) y que, esta sí, figura a nombre de Nanker Phelge. En cambio “Gotta get away”, otra de sus nuevas clásicas, es de la factoría Jagger-Richards; como también los es “Heart of stone”, una nueva balada. Por lo demás, lo de siempre: versiones muy originales y competentes, como esa apertura en el británico con “Gotta get away”; o “Hitch hike”, que le da la vuelta a Marvin Gaye (¿cuál de las versiones habría escuchado antes Lou Reed?). Ah, y Oldham ahora nos muestra su vena poética en la contraportada. En resumen, que todo muy bien.
El año 1965 termina con “Get off of my cloud”, otro nuevo single de autoría propia que llega al número uno. A partir de ahora Jagger y Richards ya no tienen miedo al futuro, se sienten seguros y -casi- dueños de la banda. En paralelo, el papel de Jones -sobre todo su poder decisorio- está menguando: muchas fans lo consideran el más guapo, luce ropas muy modernas y está aprendiendo a dominar más instrumentos (lo cual será importante para el futuro próximo); pero la dirección es, como mínimo, compartida. En fin, lo que está claro es que los Stones ya pueden tratar de tú a tú a los Beatles, así que felicidades. Los despedimos por hoy con ese trío de singles que los encumbró definitivamente.