Veamos: ¿cómo se presenta el panorama del pop este mes? El pelo se lleva un poco más largo. Y todo se ha vuelto un poco más rítmico y más cercano al blues.
Big Beat, Enero de 1964
Una vez que los Beatles alcanzaron su primer número uno, el fenómeno pop se desarrolló de forma exponencial en cuestión de meses. Entre otras cosas, porque la industria discográfica británica supo ver que aquello era el preludio de una enorme marejada: el beat, en sí mismo, no pasaba de ser una ola norteña con pocos nombres relevantes (de hecho los chicos de Liverpool son más bien una luminosa excepción), pero en Londres se estaba gestando una alternativa radicalmente distinta y de una potencia descomunal. El rhythm and blues, que en el origen de los Beatles, Hollies, Searchers y demás nombres del mundo beat era una influencia notable pero no la predominante, constituye en cambio la fuerza motriz en la mayoría de los grupos londinenses que están surgiendo. El ritmo se impone a la melodía, la esencia afroamericana a la europea. Pero sumando ambas, esos grupos van a ser imbatibles: tal vez no alcancen el relumbrón masivo de los Beatles (que de todos modos pronto abandonan el beat; en parte forzados por la presión londinense, que los mantiene despiertos), pero algunos andarán muy cerca. Y en consecuencia aquel fenómeno que había surgido poco antes a orillas del Mersey pronto se verá eclipsado: en Junio del 63 los Searchers lanzaron su primer single; casi al mismo tiempo, los Stones hicieron lo mismo. Con eso está dicho todo.
Los comienzos del beat son contemporáneos a los del r’n’b británico, y el éxito inmediato de los Beatles fue lo que consiguió abrir las puertas de los sellos a las bandas londinenses (“Sin ellos antes, los demás lo habríamos tenido bastante mal”, reconoce Keith Richards). El país estaba superando la posguerra, el servicio militar ya se había liquidado, la juventud es la misma en todas partes y quiere fiesta por fin, después de tanta escasez. Y si en Liverpool, por la accesibilidad de “material” que favorecía su puerto, había un ambiente que facilitaba la afición ratonera, en Londres la situación era parecida; de otro tipo, pero parecida. Allí los locales en los que escuchaba el trad o el skiffle están comenzando a introducir el blues; y el joven londinense, más cosmopolita, quizá más refinado, se inclina por lo general hacia la música negra antes que hacia el country, por ejemplo. Es cierto que la llegada del rock and roll había unido mayoritariamente a los aficionados del norte y el sur, pero no es lo mismo Chuck Berry que Gene Vincent: en su mayoría, los aficionados londinenses están del lado de Chuck. Por otra parte Liverpool es en esencia una ciudad proletaria, y sus músicos tratan de conseguir una profesionalidad que les permita escapar del previsible futuro que vivieron sus padres. Londres (sin olvidar su enorme área de influencia) tiene varias escalas sociales, y entre la naciente clase media hay cientos de jóvenes que de momento se inscriben en las escuelas de Arte para escapar de la realidad circundante… y luego ya iremos viendo.
El caso es que muchos de esos jóvenes, a través del rock and roll negro, fueron llegando al blues, es decir, al origen. Al mismo tiempo la mayoría eran también aficionados al soul y la Motown, que por entonces ya tenían una distribución bastante decente en la Isla y se escuchaban con relativa frecuencia en la radio. También en las ciudades del norte había esa afición, pero más entre los músicos que entre el público; no digamos ya el blues, que en esa zona era claramente minoritario. Así que, sumando unas cosas y otras, lo que vemos es una diferencia de espíritu entre las provincias y la capital: el rock and roll blanco, que todavía a principios de los años 60 era muy popular de Birmingham para arriba, es en Londres asunto de las barriadas de los rockers, una secta despreciada por los mods finolis del centro, muchachos de clase alta que ya dicen ser fans de Miles Davis (y que pronto estarán en los orígenes del Swinging London, cediendo el término “mod” a las tribus de la parka: faces, numbers, scooter boys y demás pandillas, tan de barriada como los rockers aunque con estética y gustos musicales radicalmente distintos). Y volviendo al principio de este párrafo, al margen de esos dos extremos hay ya un número respetable de jóvenes londinenses que acuden con fervor casi religioso a los locales donde se impone la escucha regular de blues, primero acústico y luego eléctrico. En concreto, hay uno que se hará legendario: The London Blues And Barrelhouse Club, donde comienzan a actuar algunas de las figuras estadounidenses más populares del género y donde Alexis Korner y Cyril Davies están fomentando esa nueva afición.
Las consecuencias comienzan a sentirse muy pronto, entre otras cosas porque Korner y Davies (que pronto abrieron el Ealing Club, su propio local) son lo suficientemente inteligentes como para ir integrando en sus agrupaciones de músicos veteranos -que en buena parte venían del vetusto trad- a algunos de esos jóvenes que ya despuntan con un instrumento. De ahí surgirán dos corrientes principales: los músicos que se enfrascan en el blues como materia única para su desarrollo, y los que fusionan ese estilo con el rock and roll o el pop. Los primeros llevarán un paso más lento, de mayor aprendizaje teórico y técnico, hasta que esa tendencia se solidifique sobre 1965/66 dando como resultado el British Blues Boom. Los otros, con una formación más esquemática pero probablemente mayor vitalidad (y un urgente deseo de conseguir el éxito), comienzan a crear grupos más o menos estables ya a partir de 1961/62. Por supuesto, habrá también un nutrido grupo de público asistente a esos locales que se limitan a estar allí; no participan en las “bandas-escuela” legendarias como Blues Incorporated o Cyril Davies All Stars, bien por ser un poco más jóvenes, no tener suficiente atrevimiento o limitarse a tomar notas para unirlas a otras influencias, pero también están pensando en dar el salto.
La eclosión comienza en 1962, cuando van tomando forma los primeros grupos compuestos por muchachos de los que algunos han pasado por esas bandas. Y no hay duda de que los primeros que alcanzaron la fama casi de inmediato fueron los Rolling Stones, así que con ellos comenzaremos nuestro paseo por la ciudad que se convertirá por mucho tiempo en la capital mundial del pop. De hecho, puede que nunca haya dejado de serlo desde entonces.
Didáctico y entretenido artículo, como siempre. Nada sale de la nada, todo tiene su antecedente, que alterado, distorsionado o mezclado con otro elemento, parirá un nuevo artefacto artístico. Y el blus siempre allí al fondo, impregnándolo todo, el sonido seminal que dará lugar a toda la música moderna
ResponderEliminarTodo es una evolución constante, o lo era. Hoy en día no tengo muy claro si vamos hacia delante o hacia atrás, por lo menos en el asunto de la música pop. Tal vez llevemos treinta o cuarenta años estancados, pero en fin: hay muchos aficionados a los que la "fecha de envasado"· les da igual.
EliminarExcelente introducción a una época que convirtió a Londres, lo dices al final, en el centro neurálgico de la música pop internacional. La influencia de la música negra en las Islas debió mucho también a los gustos de buena parte de las tropas estadounidenses establecidas a lo largo del país. También las emisoras de radio, en una primera etapa anterior a que la BBC tomara cartas en el asunto, ayudaron lo suyo. Una época fascinante, en definitiva, de la que esperamos grandes momentos.
ResponderEliminarSaludos,
Hola, Javier. Londres en los años 60 era el crisol europeo de razas y de tendencias, el Nueva York de Europa. Pero especialmente el pop tuvo allí su reino, y no me refiero solo a la música. Los isleños tienen un carácter de supervivencia admirable. Y sí, la radio fue fundamental, pero el fenómeno londinense no se explica si no recordamos la gran cantidad de locales "alternativos" que tenía. Es una mezcla de ambas cosas: el pop negro en la radio y el blues en los locales.
EliminarSaludos mil.
Me uno a los elogios del respetable y envido a Mayor: esta es una de las mejores entradas contextuales que he leído aquí. Son cosas que no suelen contarse, porque el relato suele girar alrededor de los grupos, sobre todo los principales. Esta visión geográfica del asunto y la diferencia de Londres frente a las ''provincias'' y al norte del país es algo que en buena medida desconocía, y tiene todo el sentido. O sea que, en cierta forma, eso de los mods y los rockers, además de suponer una diferencia generacional o a veces de clase social, podía tener que ver con ser de Londres o de los márgenes, hasta cierto punto, ¿no?
ResponderEliminarSaludos.
Vale, muchas gracias, pero ya está bien de pasarme la mano por el lomo, que no es para tanto: como siempre, trato de hacer un breve resumen de la situación, pero esto necesitaría un desarrollo bastante más amplio para ver el cuadro completo. Y precisamente la "visión geográfica" queda aquí muy resumida, lo cual da pie a dudas como la cuestión de los mods:
EliminarLa población de color en Londres será, proporcionalmente, mucho mayor que en el resto de las grandes ciudades isleñas como mínimo hasta finales de los 60. Lo cual es lógico, ya que el primer lugar donde los recién llegados miembros de la Commonwealth tratan de buscarse la vida es en la antigua capital del Imperio; luego muchos de ellos irán subiendo a los grandes centros industriales del norte, pero los primeros están en Londres. Y llevan su música, y no todos son de Jamaica.
Los señoritos blancos del centro se aficionan al bebop (o sea, el (mod)ern jazz) tal vez por elitismo, se van haciendo mayores y amplían su campo de acción; mientras, una nueva generación, más de barriada (como pasa siempre), se van haciendo con aquellos locales que se desertizan, y el jazz se va sustituyendo por el soul y la Motown. Poco después, entra también la música de los inmigrantes de la Commonwealth; en ese sentido, los nuevos mods no son aún racistas. Pero al menos los primeros mods son un fenómeno londinense: para ir subiendo a Birmingham o Manchester primero han de saltar a la segunda generación, la de barrio.
Y luego, pasa también lo de siempre: a mediados de los años 60 comienza a decaer la cultura mod en Londres, avasallada por nuevas corrientes, pero seguirá sobreviviendo por más tiempo en las provincias del norte. Eso explica que cuando llega la nostalgia del Northern soul sus epicentros estén en Birmingham y Manchester: northern, evidentemente.
Siempre ha sido así: las capitales son las que van marcando las tendencias, que llegan más tarde a la periferia y donde se mantendrán todavía unos años mientras en la capital ya están a otra cosa (eso había pasado ya con el rock and roll blanco: Buddy Holly es el único al que respetan los del norte y los del sur). Y en otro orden de cosas, recuerda el caso de España: cuando en Madrid andaban con la nueva ola, la mayor parte de los grupos de provincias aún estaban haciendo rock progresivo.
Menuda chapa me he tirado. En fin, espero que te haya quedado la cosa un poco más clara.
No es por pasarte la mano por el lomo, pero la entrada es de lujo. Ya lo han dicho los anteriores comentaristas con claridad. Esa época me pilló en Ceuta, y Radio Gibraltar nos tenía al día en cuestión de música. Incluso Radio Tánger, aunque esta tiraba más para la música francesa. Vayamos al grano.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Bab. Pero debe de ser que las alabanzas me ponen nervioso, o algo así. Por otra parte vuelvo a lo de antes: estos son unos resúmenes muy esquemáticos, para salir del paso.
EliminarNo conozco las emisoras del sur, aunque ya me imagino que entre Radio Tánger y Radio Gibraltar debía de haber diferencias muy marcadas. Seguro que la gibraltareña era más interesante, ¿verdad? En el norte en cambio lo único que podíamos hacer era buscar en la onda corta.
Saludos mil.