California resultó ser el estado más efervescente de la Unión en el segundo quinquenio de los años 60, hasta el punto de que se hablaba de su “espíritu” como un estilo de vida al margen de la gris realidad circundante en el resto del planeta; pero cuando la década terminó, de la psicodelia solo quedaba un oscuro trapicheo de drogas más o menos adulteradas y las manadas de hippies habían desaparecido. El abultado censo de músicos y bandas surgidos en aquella época tan esplendorosa se fue reduciendo ante la evidencia de que no basta con unos cuantos ácidos para componer genialidades: de aquella producción discográfica desmesurada y salvo que se sea muy friki de los desfases sonoros, hoy en día no se mantiene ni la cuarta parte de lo que se llegó a grabar. Además resulta curioso que un género tan “publicitado” como aquel tuviese una época de predominancia tan corta: la edad de oro de la psicodelia no pasa de tres años (1966-68), mientras que el rock and roll tradicional duró casi un quinquenio, como el garaje o incluso la “humilde” música surf. Por otra parte centremos eso del espíritu en San Francisco, porque Los Angeles era otro mundo; mucho más duro, pero a efectos artísticos más profesional. Y por último hay que recordar que existen dos psicodelias (con las excepciones que se quiera): la británica, más cercana al pop, y la yanki, que comúnmente se subdivide en rock ácido y folk hippie. En todo caso su influjo nunca se diluyó del todo, y ha dejado un rastro más o menos marcado en la evolución de muchos grupos: en pequeñas dosis, aún hoy resulta encantadora.
De aquella revolución, la banda más representativa que se mantiene aún en pie cuando todo termina es Jefferson Airplane, que son nuestros invitados de hoy.
Ya vimos que su amargura ante el fracaso del ideal hippie, simbolizado en el hundimiento de su querido barrio de Haight-Ashbury, les hace cambiar el planteamiento y los transforma en una banda de “rock intelectualizado izquierdista” por decirlo así, que entra en la nueva década con “Volunteers”. Aunque oficialmente se publique a finales del 69, está claro que este disco tiene un espíritu desencantado, propio de los nuevos tiempos, y es su última gran obra: dejando aparte sus letras, cuya esencia combatiente refleja una perfecta comprensión de la realidad, su calidad musical es muy alta a pesar de que el sonido es un tanto oscuro. A partir de ahí surgen enfrentamientos sobre la línea que debe seguir el grupo, con las inevitables altas y bajas que producen esas situaciones. La fragmentación los lleva a una decadencia que afortunadamente no será muy larga, con dos nuevos discos en estudio -pasables, pero sin mucha brillantez- y un segundo disco en directo que para mí es el más digno final al que podían aspirar: “Thirty seconds over Winterland”. Se publica en la primavera del 73, cuando la banda ya no existía, y es una selección de sus últimas actuaciones en Chicago y San Francisco. Mi preferida es “Feel so good”, una canción que figuraba en “Bark” (disco del 71, el siguiente a “Volunteers”) y que en este directo llega a la categoría de mítica: son 11 minutos esplendorosos, brillantes (es una pieza de Jorma Kaukonen, claro). Así que ahora solo nos queda hablar de las dos bandas que surgieron de forma “colateral”; y utilizo este término porque ambas estaban ya funcionando más o menos oficialmente antes de la desaparición de los Airplane:
Kaukonen y Jack Casady, los dos elementos más rockeros de Airplane, crean Hot Tuna a finales del 69. En teoría es una especie de divertimento para pasar el rato, y el material que atacan parece confirmarlo: su primer disco, grabado en directo, se compone de piezas tradicionales del blues rural y el de Chicago. Luego se les une Papa John Creach, violinista de los Airplane, y durante dos o tres años siguen grabando ese tipo de material, aunque cada vez más electrificado e incluyendo composiciones propias. Finalmente en 1974, cuando ya la “banda madre” ha desaparecido, los Tuna publican “The phosphorescent rat”, su cuarto disco, en el que la evolución hacia el rock ya se hace evidente. Seguirán en pie casi hasta finales de la década convertidos en una banda realmente cañera; no es que fuesen unos genios, pero vale la pena revisitar a menos un disco de cada una de sus dos épocas.
Paul Kantner, también a finales del 69, comienza a preparar un disco en solitario que se publicará en 1970: “Blows against the empire”, con la ayuda de Grace Slick (con quien comienza también una relación amorosa en esa misma época), Jack Casady y un buen puñado de músicos amigos. Ese disco, cuyas letras lo convierten en conceptual y que trata sobre una partida de humanos que escapan del planeta en una nave robada, tiene un estilo y un sonido similares a “Volunteers” aunque sin llegar a su altura; se presenta a nombre de Paul Kantner y Jefferson Starship, jugando con la idea de la nave espacial y la procedencia del grupo madre. Kantner y Slick grabarán otros dos discos a su nombre (un poco pesados, la verdad) hasta que en 1974, tras la desaparición de los Airplane, se publica el primer disco oficial a nombre de Jefferson Starship: “Dragon fly”, que se vendió bastante aunque a algunos nos aburre un poco. Para entonces también están en nómina Freiberg, Barbata e incluso Creach; es decir, una buena parte de los antiguos Airplane, aunque pronto comenzarán las idas y venidas. Su estilo de rock medio, sin estridencias, los hace muy populares hasta los años 80; luego se van diluyendo.
Esto es lo que dio de sí una de las bandas más características ya no solo de una época o un estilo, sino de un país completo: los Airplane son una banda que solo podría haber surgido en Estados Unidos. Y ya hablaremos la semana que viene de algunos otros supervivientes, que hoy ando con un poco de prisa. Tengo hora con el sastre.