lunes, 29 de enero de 2024

1960-65: Londres despierta (XVIII)

Para completar el listado de la invasión británica, tenemos que hacer un viaje a Irlanda del Norte: en Belfast, su capital, se presentan en 1964 los Them, o para ser más exactos, la banda de Van Morrison. No creo que haya discusión sobre eso, ya que Morrison era, además de su frontman, la fuerza motriz y su compositor principal. De hecho la estabilidad del grupo duró hasta mediados de 1966, justo lo que duró la estancia de Morrison con ellos: a partir de su marcha, lo que hay es barullo –incluyendo una escisión- con muy pocas cosas de interés hasta la liquidacion definitiva, a principios de los años 70. Y a pesar de lo breve que fue aquella época, estamos ante una de las bandas más influyentes en el nacimiento del rock de garaje: la personalidad y la potencia vocal de Morrison, una especie de Eric Burdon irlandés, muy bien arropado por el grupo, ha dejado unas cuantas perlas del r’n’b más vitalista que se pueda encontrar. Y sus baladas son también de categoría, por supuesto.

Morrison es otros de esos niños favorecidos por la afición que se vive en casa: su madre cantaba jazz y blues, mientras que su padre tenía una tremenda colección de discos que abarcaba también el soul, espirituales, folk… En fin, todo lo bueno. En su infancia comenzó a ejercitarse con varios instrumentos, tanto los de viento como teclados y guitarra; antes de cumplir quince años ya era miembro de algunos grupos locales, preferentemente de skiffle y trad (él no le hacía ascos a nada), y también por entonces comenzaba a destacar su voz. Con diecisiete hizo una gira por Alemania con un grupo, los Monarchs, en los que él tocaba saxo, armónica y guitarra. En esos años compaginaba su afición con pequeños trabajos de todo tipo: tiene más de una canción recordando su época de limpiacristales. Y el año siguiente, en la primavera del 64, entra en una nueva banda de r’n’b que tiene contrato fijo en una sala de baile de la ciudad y que, tras unos meses, se rebautiza como Them. Cuando les llegó la oportunidad de su vida, la formación estaba integrada por el guitarrista Billy Harrison, el bajista Alan Henderson y él como frontman, armonicista y compositor. El puesto de batería y el de teclista todavía cambiaban con frecuencia, pero daba igual: ya era Morrison quien marcaba el paso. 

Pronto llegaron a oidos de Phil Solomon, un empresario irlandés que con el tiempo será una figura capital en el pop británico de los años 60. Fue uno de los socios que dirigieron Radio Carolina, además de creador del sello Major Minor, y fue también quien apoyó la modesta incursión de los Bravos y Los Canarios en aquel mercado. Solomon se convierte en manager del grupo y se pone en contacto con Dick Rowe (sí, el que rechazó a los Beatles) para que escuche unas demos. Rowe los contrata, y hay otro viejo conocido de este local que, casi por casualidad, se cruza en su camino: Bert Berns, al que últimamente vemos más por la Isla que por su país natal, y que producirá algunas canciones del grupo además de componer para ellos unas cuantas más. Parece entonces que todo son buenas noticias… salvo por la aparente apatía que ya comienza a mostrar Morrison, poco amigo de pasteleos contractuales, grabaciones metradas y demás sacrificios de la industria del disco. Es un personaje introvertido, un tanto neurótico, un tanto atrabiliario: no en vano será conocido muy pronto como “El león de Belfast”, y no solo por sus potentes rugidos. Morrison opina que lo mejor de su grupo quedó en los primeros tiempos, en aquellas actuaciones en las que una sola canción podía extenderse minutos y más minutos, libremente, el tiempo que fuese, modificándola, haciendo desarrollos por medio, entregándose a ella. Y por desgracia un disco rara vez puede permitir eso. Además, su displicencia con la prensa y los aficionados era notoria: todo el grupo, pero especialmente él, daban respuestas desganadas, como si estuviesen siempre cabreados, deseando que todo acabase cuanto antes.

El primer single se publica a finales de ese verano. En la cara A viene una versión de “Don’t start crying now” que había grabado Slim Harpo y que Morrison acelera y “encabrita” hasta convertirla en un rock and roll. La cara B es suya: “One two brown eyes”, un r’n’b muy original cuyo base rítmica podría recordar la bossa nova (no solo los Zombies conocían ese novedoso estilo, al parecer), acompañado de una guitarra que suena como slide y por supuesto esa voz agresiva de Morrison que me sigue recordando a Eric Burdon pero en otra tonalidad. Sin ser un éxito de ventas, y teniendo en cuenta que ni el grupo ni sus canciones son “complacientes”, la cosa no estuvo mal. Y a finales de noviembre llega el que será su gran bombazo: una cara B (inexplicable) titulada “Gloria” con la que Morrison se consagra como cantante y compositor. En apariencia es una canción simple, con una progresión casi obsesiva; pero es esa progresión dirigida por él, ese deletreo inolvidable, ese nombre coreado por el grupo, lo que da un cuerpo a un pieza que se convertirá, junto con “Louie, Louie” y “Hey Joe”, en una de las tres diosas de esa Santísima Trinidad del garaje que aún hoy conservan su embrujo. Ante tal fulgor la cara A queda un tanto oscurecida; lo cual es injusto porque, aun siendo una versión, se convierte de inmediato en otra de las inevitables del grupo. Se trata de “Baby please don’t go”, una estándar del blues tradicional que Morrison hace suya. El single, de momento, anduvo sobre el top 10. Y digo “de momento” porque se vendió mucho más con el paso del tiempo que entonces, tanto en la Isla como en Estados Unidos: además de que Decca no se gastó mucho en promoción, un sector de la prensa, hartos de sus desplantes, les hizo el vacío. Así que fue el boca a boca lo que al final los elevó.




Them publican en la primavera de 1965 su tercer single, que confirma su ascensión al estrellato: “Here comes the night”, escrita por Berns para la cara A y “All for myself”, de Morrison, en la B. La primera es una pieza en tono de balada pop que podría recordar a los Stones de esa época, e incluso el estilo de Morrison -salvando las distancias- podría recordar a Jagger, mientras que la B es un blues que va cogiendo ritmo y tiene una vitalidad enorme. Entre una y otra consiguen llegar al segundo puesto de las listas británicas, mientras rozan el top 20 en Estados Unidos. A principios de Junio se lanza el cuarto: la cara A es de Morrison y se titula “One more time”; es una balada r’n’b muy característica de su estilo. La cara B es “How long baby”, compuesta para el grupo por Tony Scott, socio de Rowe y Solomon; en espíritu no hay grandes diferencias con la A. El disco no llegó muy arriba, en parte porque es un tanto oscuro y en parte porque casi al mismo tiempo se publicaba también el primer Lp, aprovechando el rebufo del éxito que había tenido “Here comes the night”.



Ese primer Lp se titula “The ‘angry’ young Them”. Ya se nos avisa en la contraportada de que ellos son “escandalosamente sinceros, desafiantes, enfadados, tristes…”. Y si los periodistas se quejan de que no les importan las entrevistas es porque su verdadero interés está en “la música, sus fans y la gente que aprecia su música”. Vamos, que siguen alimentando su mala fama. Es de agradecer que, de las catorce canciones que trae, solo una sea conocida: se trata de “Gloria”, que lógicamente merece el cobijo de un disco grande (ni siquiera “Here comes the night” viene aquí). Aparte de “Gloria” hay otras cinco de Morrison y tres de Berns, así que para ser un debut no está nada mal que solo traiga cinco versiones. La apertura corre a cargo de “Mystic eyes”, un magnífico cruce entre blues y Bo Diddley. Es un desarrollo al estilo jam -le va mucho a ese tipo de ritmos- que fue haciendo Morrison en las sesiones de grabación y que llegó a durar bastante más. Pero le pasó lo mismo que a otras cuantas (la misma “Gloria”, por ejemplo): los criterios de grabación no consentían piezas muy extensas, y según Morrison gran parte de su encanto se perdió al hacer los cortes. Se nota su querencia por las piezas de medio tiempo, salvo en momentos de r’n’b casi “académico” como “Little girl”, con esos intermedios casi recitados que tanto le gustan; por otra parte Berns demuestra conocer muy bien esos gustos, porque las tres que aporta podrían ser perfectamente de Morrison. En suma es un disco muy pulcro, muy de aquel tiempo, pero por momentos se nota la diferencia entre el material y la estratosférica categoría de su cantante (algo parecido a lo que pasaba en los SDG o los Animals, con todos los matices que se quiera). El caso es que no llegó al top 30 ni en la Isla ni en Estados Unidos, aunque este es uno de los grupos cuyo índice de ventas en la época no es muy fiable: se venderá mucho más con el paso de los meses y de los años.


Así que tal vez los Them, como los Pretty Things y alguno más, acaben perteneciendo a ese dudoso apartado de los “grupos de culto”. Lo cual, por otra parte, no les garantiza nada en un momento tan voluble como este. En consecuencia el año 66 se les presenta lleno de dudas; pero disfrutemos de momento con lo que tienen, que ya es mucho.



lunes, 22 de enero de 2024

1960-65: Londres despierta (XVII)

En la ciudad de Saint Albans, a menos de una hora de Londres, surge el último de los grandes grupos ingleses que formarán parte de la invasión británica original: los Zombies. Su single de debut resultó ser un éxito a ambos lados del oceáno, lo cual les dio el empuje suficiente para figurar en las primeras oleadas que llegaron a Estados Unidos. Sin embargo su esencia los aleja de sus colegas invasores, ya que estamos ante un grupo con una clara predilección por la melodía y los juegos de voces antes que por la carga rítmica. Su estilo es marcadamente pop con influencias muy amplias, y junto al r’n’b hay folk, jazz e incluso se nota un sesgo orquestal a veces. Pero para triunfar en el pop hay que tener una notable creatividad con las melodías, y eso resulta muy difícil. En consecuencia su carrera no será muy extensa ni brillante, aunque han dejado algunos fogonazos de grandeza. Volvieron veinte años después, como muchos otros veteranos de la Edad de Oro, y aunque su presencia a algunos nos parece casi anecdótica, todavía se les ve de vez en cuando por ahí. 

La historia comienza en 1961, cuando un grupo de estudiantes se reune bajo el nombre de los Mustangs. Van fogueándose por la zona, y pronto destaca su tendencia melódica con buen empaste vocal -de hecho, algunos de sus miembros formaron parte de coros de iglesia-. Pero su evolución es lenta, ya que por la edad todavía les queda un tiempo en el colegio. Por fin en 1964, con el nombre oficial de Zombies y una formación estable, ganan un concurso para grupos beat que les da acceso a un contrato de grabación con la Decca. Para entonces las voces principales del grupo son las de Rod Argent y Colin Blunstone; Argent domina los teclados y la armónica, mientras que Blunstone es el segundo guitarra. Sus amigos Paul Atkinson (guitarra solista) y Hugh Grundy (batería) son compañeros de colegio, mientras que el bajista Chris White es el último en llegar. Y la suerte les sonríe al primer intento: en verano debutan con un single que contiene “She’s not there”, una composiciòn de Argent, en la cara A. Es una canción de trasfondo clásico con una estructura que por momentos se acerca al jazz, y por su complejidad resulta muy diferente a todo lo que se estaba haciendo en aquel momento. Por otra parte el exquisito juego de voces entre Argent y Blunstone, marcado por el piano eléctrico, le da un aire ensoñador, un tanto lánguido, que redondea la magia de esa pieza. En la cara B está “You make me feel good”, compuesta por White: tiene un agradable aire beat que podría llegar a recordar incluso a los primeros Beatles, y no está mal como acompañante para la estrella que luce al otro lado.



El revuelo que se monta a cuenta de aquel debut es considerable, incluyendo una felicitación pública de George Harrison. Sin embargo en la Isla no pasa del top 10, mientras en Estados Unidos (donde su publicó al mes siguiente) llega al primer puesto en algunas listas independientes y no baja del top 3 en ninguna de las oficiales: da la impresión de que los Zombies van a ser más populares en América y Europa continental que en su propia casa. A mediados de otoño publican el segundo single, con órgano en vez de piano eléctrico. La cara A se titula “Leave me be” y está compuesta por White, un tanto al rebufo del éxito anterior; por el contrario Argent cambia de registro en la B con “Woman”, mucho más animada y un aire beat que podría recordar a los Hollies (de hecho hay fans que la prefieren a la A). En todo caso, el disco no llegó siquiera al top 40 y de momento no fue publicada en Estados Unidos. La cosa mejoró un poco con la publicación a finales de año de su primer y único Ep, que trae tres originales de Argent y una versión del “Summertime” bastante bien ajustada. Mis dos preferidas son la apertura con “Kind of girl”, una mezcla de balada con armonías beat, y “It’s alright”, la más animada de todas, con una escala de guitarra que tiene mucho gancho.




1965 se inaugura con “Tell her no”, una cara A con la que se recuperan en parte: anduvo sobre un top 40 en la Isla, pero en Estados Unidos rozó el top 5 (donde ya se había publicado a finales del año anterior, llevando en la cara B “Leave me be”). Es una composición de Argent con un aire que recuerda el estilo orquestal americano de un Burt Bacharach (la referencia más citada cuando se habla de esta canción), pero que incluso podría tener un vago aroma a bossa nova, o eso me parece a mí. Sea lo que sea, suena bastante lejana al espíritu isleño, y no alcanzó el éxito que se merecía (aunque muchos creemos que es una de sus mejores canciones). En la cara B tenemos “What more can I do”, una pieza de White mucho más en la onda beat/r’n’b de aquellos tiempos, muy agradable. Luego, en la primavera, se repite el orden de compositores: Argent escribe “She’s coming home”, un bonito juego de pop vocal con coros pero que de nuevo tuvo más éxito (relativo) en América que en la Isla, y White ocupa la cara B con “I must move”, decentilla pero sin muchas pretensiones.



Por esas fechas llega su primer Lp, titulado “Begin here”, y para entonces el grupo ha perdido bastante confianza sobre su futuro. Es de agradecer que, de un total de catorce canciones, solo cuatro sean ya conocidas por los singles anteriores; además hay un buen equilibrio entre originales y versiones. Quizá sorprende que el disco se abra con “Road runner”, que teóricamente tiene poco que ver con ellos, aunque esa presencia de los teclados de fondo tiene su gracia. Tras ella viene la versión de “Summertime” que ya conocíamos, y luego tres propias. La primera es “I can’t make up my mind”, una pieza puramente Zombies compuesta por White. “The way I feel inside” es una especie de “pequeña reflexión” cantada por Argent, que únicamente se apoya en el teclado. La instrumental “Work’n’play”, que siempre me ha recordado a Manfred Mann, está compuesta por Ken Jones, su productor; es una especie de r’n’b/jazz con espíritu de sintonía y muy a juego con su formación, de arreglista y compositor para bandas sonoras. En la cara B hay una bonita pieza de White, entre beat y pop de cuerdas, titulada “I don’t want to know” que merecería haber sido single; le sigue “I remember when I loved her”, una balada cuyo ritmo vuelve a recordarme la bossa brasileña, tan de moda por entonces. Y de las versiones destaca ese cierre con “I got my mojo working”, uno de los escasos momentos en los que este grupo se “desmelena”, siempre dentro de un orden. En conjunto resulta un disco muy variado, pero de poco les sirvió: el público les había dado la espalda, y la situación no parecía reversible.


En otoño vuelven a intentarlo con “Whenever you’re ready”, de Argent, en la cara A: toma algunos recursos de su primer gran éxito, y es un buen equilibrio entre voces, coros y teclados. La cara B es de White, se titula “I love you” y es una pieza pop bastante estándar, sin mucho brillo. Y el año termina con otro single en el que de nuevo Argent y White se reparten la autoría: Argent ocupa la cara A con “Is this the dream?”, más rítmica y pegadiza de lo que suele ser costumbre en él, mientras que “Don’t go away”, de White, es una bonita balada pop muy al estilo de la época. Lo cierto es que ambos singles pasan casi desapercibidos tanto en la Isla como en Estados Unidos, así que la cosa se pone cada vez más fea.


En resumen, de todos los grupos que componen la invasión británica, los Zombies son los que peor futuro tienen. Lo cual, evidentemente, tiene que ver con su estilo musical: en esta época está triunfando el espíritu “de revuelta”, las canciones enérgicas, contundentes, furiosas, mientras que Argent y sus socios son tal vez un tanto lánguidos en comparación. De todos modos, habrá que esperar a que vuelvan por aquí el año que viene para saber si salen adelante o no.



lunes, 15 de enero de 2024

1960-65: Londres despierta (XVI)

Birmingham es según sus habitantes la segunda ciudad de Inglaterra -aunque los de Manchester opinen otra cosa-, y a efectos de afición musical no tiene nada que envidiar a Liverpool. Allí había un enorme caldo de cultivo ya a finales de los años 50, y el llamado "Brum Beat" es otro reguero de pequeños grupos casi tan numeroso como el que hubo a la orilla del Mersey. Sin embargo ninguno de sus músicos llegó a hacerse realmente popular a escala nacional hasta que la influencia del r’n’b comienza a extenderse por toda la Isla. Es entonces cuando se produce el encuentro en un pub entre un galés universitario pero con frecuentes incursiones en el mundillo del skiffle o el rock and roll y dos hermanos que por entonces estaban fogueándose con el trad y en general los estilos negros. Ese encuentro propicia la creación del que será primer gran grupo “brummie” de prestigio: The Spencer Davis Group. 

Spencer Davis (1939) es un inquieto personaje que desde su infancia ha aprendido a tocar unos cuantos instrumentos; pero por otra parte es muy aficionado a estudiar idiomas contemporáneos, y esa afición lo lleva en 1960 hasta Birminghan para estudiar en su universidad. Cuando ya lleva tres años allí, se encuentra en un pub a una banda en la que militan dos hermanos: el bajista Muff Winwood, que acaba de cumplir veinte, y su hermano Stevie, un niño prodigio que por entonces tiene quince y, además de un tono de voz sorprendente para su edad, domina los teclados de todo tipo y la guitarra. Davis les propone asociarse y ellos aceptan: con el fichaje de Pete York a la batería queda constituido un cuarteto en el que Davis se encarga de la guitarra mientras Stevie será en realidad la figura central, tanto por esa voz como por el piano y sobre todo el órgano Hammond, que en sus manos se convertirá en uno de los fetiches más distintivos del r&b británico. Y la suerte les acompaña, porque a principios de 1964 el legendario Chris Blackwell está entre el público en uno de sus conciertos y les ofrece un contrato para grabar: ya saben, es el patrón de la bendita Island Records, que por entonces es todavía un sello independiente especializado en música jamaicana y r’n’b, distribuido a través de Fontana. 

Los SDG, como casi todas las bandas que surgen en esa época, debutan con un repertorio que en su mayoría está compuesto de versiones. Y su primer single, publicado en la primavera del 64, lleva en la cara A la histórica “Dimples”, que poco después atacarán también los Animals. Oyendo ambas se percibe claramente la diferencia entre uno y otro grupo: la voz de Burdon es tan prodigiosa como la de Winwood (aunque radicalmente distinta), pero en los Animals hay una sensación de mayor empaste entre esa voz y el grupo, mientras que en el caso de Winwood es él quien brilla con luz propia. En otras palabras, ellos no tienen de momento la solvencia de los grandes. “Sittin’ and thinkin’”, la cara B, es una composición de Davis, que aquí también canta. Es un blues muy bien llevado, con un vago aroma a Manfred Mann (tal vez por el estilo de la armónica, que toca el propio Davis). Aunque tiene su encanto hay que reconocer que es un debut de poco brillo, y las ventas fueron bastante discretas. Antes de que termine el año llega el segundo single, cuya cara A es una versión bastante lineal del “I can’t stand it” que habían lanzado las Soul Sisters el año anterior: se sustituyen los instrumentos de viento por guitarra y teclados, mientras que de nuevo destaca la voz de Winwood sobre el conjunto. En la B está “Midnight train”, compuesta para ellos por dos compositores británicos; de nuevo sobresale Winwood, que literalmente “se come” un r’n’b que sin su voz no pasaría de ser mediocre. Las ventas mejoran, aunque no mucho.


A principios de 1965 llega el tercer single, con una versión de “Every little bit hurts” en la cara A y “It hurts me so”, la primera composiciòn de Stevie Winwood, en la B. Son dos baladas de tiempo medio que le sientan como un guante a su voz, y ya por entonces ese destacado protagonismo suyo hace que los SDG comiencen a ser denominados como “la banda de Stevie” (cuya voz ya se está comparando nada menos que con la de Ray Charles). Las ventas no mejoran mucho en la Isla, pero llega al top 10 en Canadá. En Mayo se publica el siguiente, cuya popularidad se debe a la cara B: “Take this hammer”. Es una pieza del folk americano que ya había popularizado Lead Belly en los años 20 y a la que Lonnie Donegan dio un baño country (mantenido hasta cierto punto por los Shadows en un single del 64), pero que en esta versión se actualiza hasta hacerla sonar con un ritmillo poppie blues muy original. Otra cosa es que se hayan tomado la libertad de registrarla como propia, pero en fin: en algunas reediciones figura correctamente como “tradicional”. La cara A es “Strong love”, que habían publicado muy poco antes los Malibus, un pequeño grupo soul estadounidense, y que los SDG aceleran además de proporcionarle una vigorosa batería.



El verano se inaugura con “Their first LP”, y no hace más que confirmar ese "perfil bajo” que de momento caracteriza a los SDG. Las ventas no fueron satisfactorias, entre otras cosas porque la mitad de sus canciones procede de los tres primeros singles (aunque llegará al top 5 a principios de 1966, gracias al tirón del último single que publican este año). De las piezas nuevas, solo hay una propia: “Here right now”, un espléndido blues compuesto por Winwood. De las demás, la apertura com “My babe” es correcta, sin más; “Searching”, que habían popularizado los Coasters poco antes, suena aquí muy agradable. La versión de “I’m blue” está muy bien hecha, pero no es una gran canción (ya no lo era en manos de Ike Turner, su creador). La versión de “Jump back” es pasable, y por último “It’s gonna work out fine” sigue la onda de la que habían hecho Ike y Tina Turner. En conjunto, lo que queda claro es que los SDG van un poco retrasados con respecto al pelotón del r’n’b en la Isla, porque ese disco no alcanza ni de lejos la altura de los grandes de la época. Resulta evidente que, salvo por la voz de Stevie, el grupo no tiene un carácter distintivo; como consecuencia no consiguen “personalizar” suficientemente las versiones, y tampoco destaca algún compositor entre ellos que haya demostrado categoría en las escasas piezas originales.


Sin embargo el gancho de su cantante consigue que el grupo vaya afianzándose poco a poco, y en verano llega un Ep que, sin ser nada del otro mundo, alcanza el top 5. Hay tres versiones y una composición de Winwood titulada “Goodbye Stevie”, una buena muestra de r’n’b de escuela, con protagonismo para el piano y la guitarra. De las otras tres destaca la versión de “I’ll drown in my tears”: hasta entonces la más conocida era la de Ray Charles, así que da la impresión de que Stevie acepta entrar en el juego de los parecidos… y consigue salir airoso. De todos modos el grupo necesita desesperadamente dar un giro a su carrera, y Chris Blackwell decide echar mano de sus recursos en Island. En esa época el reggae y en general las músicas jamaicanas tienen marchamo de novedad en la Isla (los mods por ejemplo son fans a muerte de ese tipo de estilos), y una de las “importaciones” que ha hecho Blackwell de aquella otra isla es el cantante y compositor Jackie Edwards. Una de las piezas que había publicado Edwards poco antes era “Keep on running”, un reggae que entrega a los SDG para que lo conviertan en una pieza pop/r’n’b, que será su primer número uno en singles entre finales de este año y principios del siguiente. Es además el empujón económico que necesitaba Blackwell para consolidar su sello, que pronto comenzará publicar discos sin intermediarios. Y por último confiere al grupo una personalidad definida, ya que la cara B, titulada “High time baby”, compuesta por ellos, va en una onda muy parecida.




Bien, pues esto es todo de momento. Parece que por fin los Spencer Davis Group pasan a formar parte de la primera división británica, y en consecuencia lo mejor está por llegar. Pero eso será en 1966, y aún nos falta recorrido: para entonces volverán a visitarnos, por supuesto. 




sábado, 6 de enero de 2024

Reyes 2024

Cada año que pasa les cuesta más trabajo llegar, pero al final siempre lo consiguen. Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente han pasado también por esta humilde posada, y nos han dejado un regalito para compartir con ustedes (en el caso de que se hayan portado bien, claro está). Así que felicidades. Esperemos que este año que comienza no sea peor aún que el que hemos pasado. No es mucho pedir, ¿verdad? 

Bien, pues aquí queda el regalito. A disfrutarlo. Y a portarse bien…