"Barcelona, 1981. Lennon acaba de ser asesinado y la explosión punk ha sido asimilada por la industria discográfica. El fenómeno fans vive su momento de gloria con Miguel Bosé y los Pecos. Barcelona sigue siendo reducto de los amantes del rock layetano, la fusión, el jazz rock y los festivales al aire libre con look mochila, tienda de campaña y mucho rollo, como se decía entonces. Pero no todo estaba perdido: en Diciembre del 80, un grupo de rockers se reúnen y deciden grabar un puñado de canciones propias y ajenas, y despertar de una vez a la ciudad dormida".
La efervescencia que estaba viviendo Madrid desde finales de la década anterior tiene su contraste en la languidez que se percibe en Barcelona en esos mismos años. Aquellos estilos que acaparaban los medios y los locales de actuaciones catalanes pocos años antes, habían dejado un secano tras de sí. Hasta hace poco, la prensa afecta a las esencias patrióticas intentó hacernos creer que el problema fue la estética vacía y el postureo de la Movida madrileña, que junto con la supuesta nimiedad de sus músicas -o sea, cancioncillas fáciles para públicos idiotas- y un también supuesto trato de favor (Tierno Galván otra vez) encumbraron la oferta "mesetaria" en detrimento de la catalana. Era mentira, claro: como ya hemos visto repetidamente, el resurgir madrileño arranca en los años 76/77, es decir, casi cinco antes que la oficialización de la Movida, justo cuando los progresivos de Barcelona comienzan ya a aburrir a las ovejas. Y quien manda en la municipalidad madrileña por entonces es la UCD. Pero cuando la realidad no conviene, se busca otra; y en cualquier caso las ofertas no triunfan por sí mismas: tiene que haber un público, idiota o no, que las siga. En cualquier caso, y aunque el panorama general es desalentador, siempre habrá músicos que intenten salirse del marasmo general y buscar una salida. Y de entre ellos, el primero que consiguió hacerse popular a escala nacional fue don José María Sanz Beltrán, natural de Barcelona y al que todo el mundo conoce como Loquillo. Con ese alias es evidente que su trayectoria no tiene nada que ver con la onda layetana.
Nacido en 1960, con una envergadura de casi dos metros, Loquillo comenzó jugando al baloncesto en su adolescencia; en ese mundillo surgió su apodo, y podría haber seguido ese camino si no fuese porque al final pudo más su otra afición, la musical. Ya antes de que termine la década de los 70 se ha hecho conocido en los ambientes rockeros de la ciudad gracias entre otras cosas a sus colaboraciones en la prensa del ramo, y por fin decide organizar un banda estable: "Hippies abstenerse", dice la nota que deja en el tablón de anuncios de una tienda de discos. Así conoce a Carlos Segarra, otro aficionado al rock and roll clásico, con el que colabora inicialmente aunque la visión de Loquillo es más amplia. Luego se reencuentra con Sabino Méndez, un guitarrista compositor con quien ya había coincidido antes y que será primordial en su carrera; y tras él algunos otros músicos con los que sigue manteniendo esa sensación de temporalidad que da saber que pronto caerá en el servicio militar.
Esa época de idas y vueltas está marcada por nombres como Los Rebeldes, el grupo que acaba de crear Segarra, junto a otros fugaces como los Intocables o los C-Pillos: con todos ellos Loquillo canta y mantiene una amistad. Y ese ambiente amigable le resulta provechoso cuando en Diciembre de 1980 un pequeño sello de la ciudad dedicado a grabar cintas de casete para gasolineras le ofrece grabar un disco de versiones y algunas piezas originales que estén a la altura. Se graba en dos días, y a principios de 1981, poco antes de coger el petate para servir a la Patria, se publica con el título de "Los tiempos están cambiando", en el que junto a Loquillo participan los músicos de aquellos tres grupos. El sonido es regular, se nota la diferencia de ecualización según con qué grupo está cantando y su voz está aún a medio hacer; y aun así hay versiones muy bien hechas como "Cadillac" o esa curiosa forma de atacar "The times they are a-changin'" dándole la vuelta y convirtiéndola en un rockabilly. Pero destacan sobre todo dos canciones propias: "Esto no es Hawaii", obra de Segarra y Loquillo, y especialmente "Rock and roll star", la primera composición estelar de Sabino Méndez y que será el mejor gancho posible para que se enteren en Madrid. Con el tiempo ha quedado como una de las piezas más características de su carrera.
Loquillo trata de aprovechar los permisos militares para hacer algunas actuaciones y grabar un último single en el sello Cúspide, que había publicado su Lp; por primera y última vez figura explícitamente el nombre de "Loquillo y Los Intocables" en la portada. Contiene tres canciones originales, que en parte mantienen el espíritu del disco anterior pero ya denotan una mayor amplitud de miras, y entre las que destaca "Autopista", una nueva composición de Sabino Méndez. Por otra parte descubre que Radio 3 ya le sigue la pista: "Jesús Ordovás viene informando sobre mi vida y milagros al resto del planeta con puntualidad británica a través de las ondas de Radio 3. Nada más recibir mi primer álbum y escuchar la canción "Esto no es Hawaii" se le puso entre onda y onda llamar así a su espacio radiofónico. Cuando me enteré mi sorpresa fue mayúscula". A este comentario, contenido en el libro de Ordovás sobre la Movida, le sigue este otro: "He vuelto a casa y no encajo con nada ni con nadie. ¿Qué coño pinto aquí en Barcelona?" ... "En Madrid me olvido de todo el circo político que parece tomar posesión de todos nosotros, como si fuera lo único importante. El gris barcelonés se torna color Kodak en la capital. Aquí es todo tan distinto y tan vibrante..."
Así que tras la mili, a Loquillo se le empieza a ver más en Madrid que en su ciudad, y pronto decide asentarse allí. Por otra parte Sabino se ha preocupado de buscar una formación estable que pronto será bautizada como Los Trogloditas: junto a él están el solista Ricard Puigdomenech, el bajista Josep Simón y el batería Jordi Vila (El Apache). Junto a unas cuantas ayudas de personajes residentes en El Foro como Ana Curra o Julián Hernández, en 1983 llega el primer disco del nuevo grupo, publicado por Tres Cipreses: "El ritmo del garage", que definitivamente asienta a Loquillo como una de las figuras emergentes del rock nacional. El tono de voz todavía se está consolidando, pero ya se nota ese punto casi rasgado que adopta en las canciones más rockeras y que le otorga un cierto parecido con Pepe Risi, el mítico cantante de Burning, por quien Loquillo siente un profundo respeto y a quien homenajeará más de una vez (por su parte Risi le regalará una canción de la cual no sabremos hasta después de su muerte). Ese perfil impregna el espíritu de canciones como "Rocker City", "María" o "Pégate a mí" (puro Burning) y demuestra que, efectivamente, su sitio está en ese cruce entre cielo e infierno que es el Madrid de esos tiempos.
El mini Lp titulado "¿Dónde estabas tú en el 77?" se publica un año después y es un nuevo peldaño en su ascensión al estrellato del rock nacional: solo son cinco canciones y el tono medio es un tanto irregular, pero la apertura con "En las calles de Madrid", otra clásica, tira de las ventas y es un perfecto apoyo para su consagración definitiva con otro disco irregular pero al que la inercia sitúa ya en los puestos más altos de las listas: "La mafia del baile", justo a mediados de la década, en ese momento casi darwinista en el que la mayor parte de los músicos de la Movida comienzan a oscurecerse y los que triunfan ya pisan los grandes escenarios. Loquillo sabe actualizarse, y a estas alturas tanto la calidad de sus músicos como las letras de Sabino (que de momento sigue escribiendo la mayoría del material) dan para una extensa amplitud de estilos que van desde el rock más o menos tradicional hasta la balada pop, ayudado además por una producción a todo trapo: por fin consigue llegar a un sello grande (Hispavox), que ha entendido perfectamente su potencial.
A partir de ahí la carrera de Loquillo, con momentos mejores o peores, se ha mantenido hasta hoy mismo. A mayores ha publicado discos a su nombre o con Gabriel Sopeña, y en conjunto goza hoy de un estatus similar al de los grandes solistas rockeros nacionales como Miguel Ríos o Ramoncín. Por supuesto la cosa irá a gustos, y aunque este tipo de músicos se me acaba haciendo un poco cansino posiblemente sea mi preferido en ese rango del negocio. Es otro superviviente, de los pies a la cabeza.
Hablo desde las catacumbas de aquellos últimos años 70, cuando en el Rastro se estaba gestando todo lo que vino después en Madrid. Convivíamos los popies y los roqueros, nos olvidábamos los unos de los otros, coincidíamos a veces, empezaban a consolidarse las tribus urbanas, teníamos nuestros bares y nuestros garitos, en la radio oficial apenas había espacio para el rock urbano (salvo Mariscal Romero...), en la prensa, salvo algún fanzine que otro (en el Rastro) seguíamos dependiendo de Barcelona (también en los cómics). Eramos (más que ahora) una ciudad sedienta de apertura, no había banderas en los balcones, había muchas ganas de fiesta, las copas costaban mucho menos (no había botellón), el costo era bueno y no demasiado caro, las galerías de arte se sumaron al espectáculo, junto a revistas de todo tipo (fotografía, cine) alguien hablaba en aquella época de agitación permanente. No me extraña que Loquillo cayera por aquí, como lo hicieron otros muchos.
ResponderEliminarNunca fui demasiado fan de Loquillo, lo comento a nivel musical; si lo fui en lo personal, lo reivindico ahora cuando recuerdo una entrevista suya en TV2 poniendo a los militares a caer de un burro por el tema de la "puta mili" (¡hay, las historietas del gran Ivá...!), también por su postura roquera a ultranza (aunque admitiera variantes).
Saludos,
Has hecho un magnífico encuadre de la situación madrileña en aquel tiempo, no sobra ni falta nada. Y en efecto, la gente como Loquillo tenía que caer en Madrid más tarde o más temprano. El callejón sin salida al que la burguesía nacionalista acabó llevando a Cataluña (por supuesto, no solo en lo artístico) supongo que será objeto de estudio más tarde o más temprano.
EliminarYo tampoco soy muy de Loquillo. Me carga un poco este tipo de gente, de la escuela Miguel Ríos le llamo yo, que con el tiempo se consideran una referencia cultural de amplio espectro. Y no es para tanto.
Saludos mil.
Es curioso que el pop/rock necesite periódicamente despojarse de su gravedad y volver a la simpleza primitiva.Loquillo y sus amigos trogloditas, incluyendo a los Rebeldes, lo entendieron muy bien y jugaron al maniqueísmo simplón,Madrid versus Barcelona, para coronarse. Nada nuevo, el rock layetano hizo lo mismo en los 70 frente a las penurias madrileñas o los de la rumba catalana frente a los chicos de Caño Roto: Chunguitos, Chorbos etc..
ResponderEliminarEl primer disco de Loquillo era simpático por naif. Letras infantiles y en plan "yo quiero ser una rock star". Luego mejoró la cosa gracias a Sabino Méndez y en tiempos actuales ha demostrado que su rollito en plan galán maduro bebedor de cócteles de los 50 tiene poco recorrido, por lo menos para mí
El pop rock, como casi todos los géneros, llega un momento en el que se crece e intenta darse a valer por más precio del que tiene. Y esto enlaza con mi contestación a Javier, porque Loquillo y otros cuantos son la personificación de esas ínfulas, que por lo general llegan al cartón piedra: ese rollito de galán maduro, como tú dices, es una cáscara vacía.
EliminarBuen repaso a la carrera de Loquillo. No lo tengo muy controlado, a pesar de que he oído muchas de sus canciones aquí o allí. Creo que se merece este artículo tan bien documentado. Siempre respeté a este personaje, aunque no fuera fan de su música. Me han parecido muy dignas las canciones al volverlas a oír en los reproductores. Las tenía bastante olvidadas.
ResponderEliminarSaludos.
Es un personaje muy brillante en sus primeros discos, aunque luego se va haciendo más grave, más "señor" y llega un momento en que interesará a otros públicos, supongo.
EliminarSaludos mil.
Yo podría suscribir más o menos el comentario anterior de Babelain. No conozco en profundidad la carrera de Loquillo pero creo que su trayectoria impone respeto. De algún modo fue a contracorriente en su tierra, e incluso en Madrid su género no era precisamente el camino más sencillo para labrarse un porvenir. En su caso, soy más de canciones sueltas que de enchufarme discos. De hecho, de tanto en tanto me apetece escuchar 'El rompeolas', 'La mataré', 'Cadillac solitario', 'Feo, fuerte y formal'...
ResponderEliminarUna vez, hace años, que lo encontré en Donosti: un tipo normal, no parecía ir de estrella. Eso sí, ahora que lo dices: yo soy alto, pero él me sacaba una cabeza
Este es otro de esos músicos que puede exprimirse muy bien en un recopilatorio bien hecho. Tiene su importancia en esta historia, y los recopilatorios son un invento magnífico. En cuanto a lo de ir de estrella o no, tenbgo entendido que en estos últimos años más bien va de "referente cultural" rockero, o algo así. No es él solo, claro.
EliminarA mi el personaje Loquillo me carga un poco, con su rollo de autenticidad y creerse líder de opinión sentando cátedra sobre cualquier cosa. El Loquillo músico me gusta más, aunque ni tenga buena voz ni componga mucho, pero ha sabido rodearse de gente como Sabino Méndez. El ritmo del garaje es su mejor disco, el que le catapultó a la fama. Mis problemas con las mujeres también era bueno. Luego ha ido vagando por ahí, y en los dos mil hizo varios discos interesantes, Feo fuerte y formal estaba muy bien. Como dices, es un superviviente, y a día de hoy de los que mejor aguanta de aquella generación. Y Rock and roll star vale por toda una carrera
ResponderEliminarSí, ese es el punto en el que he dejado mi comentario anterior. Pero en fin, allá él. Si le gusta su personaje, es cosa suya. En lo musical es bastante defendible, en conjunto, y eso es lo que cuenta.
EliminarHola Rick:
ResponderEliminarEl Loquillo, a ver por donde lo pillo, por el lado bueno o por el otro.
Desde luego cuando salió el primer Lp, otro de los que tengo en su altarcito con sus velas y todo, fué toda una hostia en los morros al llamado rock layetano, que hasta el nombre suena mal, pero que tiene el gran merito de haber conseguido los mayores tostones de la música española, ah, eso si, una música muy culta solo accesible a los intelectuales, chusma abstenerse.
Y de repente sale un rocker con tupé diciendo que "esto no es Hawaii", vaya irreverencia para la ciudad condal, pero las paradojas de la musica, al final igual que Sabina es el símbolo de Madrid, Loquillo lo es de Barcelona, y su Cadillac solitario bien podía ser el himno oficial de la ciudad.
Canciones que te llegan de golpe y te hacen despertar del letargo de varios años de aburrimiento supino.
El Ritmo del garage, es otro gran disco, pero ya no tan salvaje y primitivo.
He coincidido un par de veces en conciertos con el, una vez viendo a los Who en Zaragoza, el tio se paso todo el concierto quieto como una estatua, los grazos cruzados y las gafas de sol, y yo me pregunto que es lo que se ve en un concierto con gafas de sol. Gran misterio, a ver si alguien me lo explica. Igual no era el y era un maniquí.
La otra, cerca de casa compartiendo cartel con Tako, una de las mejores bandas no solo de Aragón sino de toda España, allí con unos cuantos colegas nos dedicamos a hacer el cafre y entre canción y canción, gritando el ¡Tako, Tako!, y alguna mirada no muy amigable nos regaló.
Pero bueno, la música es lo que importa y sus dos primeros discos son de o mejor de la música española.
Saludotes
Jose
Hola, José.
EliminarPor el lado bueno, totalmente de acuerdo: especialmente sus primeros discos son muy buenos, y además como buen rockero sabía rodearse de músicos competentes. Sus directos eran de lo mejor del negocio en los años 80 y 90 por lo menos.
Y bueno, lo del gesto y las gafas de sol no le pasa a él solo. Estaría tomando notas para alguna obra musical o literaria de las suyas...
Saludos mil,